Revolución #217, 21 de noviembre de 2010
Diálogo entre Cornel West y Carl Dix en Harlem: ¿Qué futuro hay para nuestra juventud?
Si no estuviste, perdiste algo electrizante.
Un éxito de taquilla, más de 650 personas llenaron el Aaron Davis Hall en Harlem el 29 de octubre, la mayoría afroamericanos y jóvenes pero también otros de varias nacionalidades y edades, para presenciar un diálogo entre Cornel West y Carl Dix: “En la era de Obama, segunda parte — Terror policial, encarcelamiento, falta de empleos, educación errónea: ¿Qué futuro hay para nuestra juventud?” El diálogo fue un evento para recaudar fondos para Libros Revolución y el Fondo de Literatura Revolucionaria para Presas/os (Fondo).
West, un destacado intelectual afroamericano, profesor de la Universidad de Princeton y opositor de la opresión racial durante muchas décadas, y Dix, un miembro fundador del Partido Revolucionario Comunista que cumplió dos años de cárcel por rechazar órdenes para ir a Vietnam, hablaron menos de dos años después de que la elección del primer presidente afroamericano de la nación llevó a muchos a declarar que los jóvenes de color ahora tienen un futuro más prometedor. Ocurrió también menos de dos semanas después de que unos policías a 48 km al norte de la ciudad de Nueva York asesinaron a D.J. Henry, un estudiante universitario afroamericano no armado de 20 años de edad; y tres días después de que un artículo del New York Times nos recordó que la policía de Nueva York ha parado y registrado a cientos de miles de personas al año, la abrumadora mayoría afroamericanos y latinos que no habían cometido ningún crimen.
En otras palabras, hacen mucha falta los temas principales de este diálogo, que están casi totalmente ausentes del panorama social y político y que ahora mismo tienen mucha validez. Por ejemplo, en todos los debates y reportes electorales, ¿dónde hubo discusiones de esos temas? El título del evento tenía mucho sentido para los que entraban en el auditorio, y los tenían intrigados.
Un hombre le dijo a Revolución: “He leído un par de libros de Cornel West. Carl Dix es con el Partido Comunista Revolucionario, un ateo públicamente declarado, lo que es una cosa buenísima. Yo mismo soy un no teísta. En este país en particular, el estigma va de la mano con decir que uno es ateo. Cristo y la religión —y punto— predomina tanto en Estados Unidos. Se le pone un estigma negativo a cualquiera que crea de otro modo. Te embuten Cristo en la cabeza, quiéralo o no”.
Añadió: “El título es muy bueno… es completo, oportuno, necesario. En vez de las noticias que supuestamente presentan las opiniones de los estadounidenses, mucha gente aquí sostiene una opinión que no se presenta necesariamente…”.
Otro dijo: “Estoy familiarizado con Cornel West. No lo he escuchado hablar en público antes. Y sé que es un poco radical. Y a veces pienso que es importante oír esas voces. No estoy de acuerdo o desacuerdo necesariamente. Pero me gusta oír una discusión equilibrada”.
Dix tomó el micrófono primero. Comenzó por condenar la humillación, hostigamiento y asesinato que la policía desata sobre la juventud con regularidad, relacionando esos crímenes con la violencia omnipresente contra la mujer en nuestra sociedad, el perjuicio y persecución violenta contra los gays y lesbianas, los niños en el sur de Asia que trabajan como esclavos en las maquiladoras y la destrucción que los aviones no tripulados llueven sobre las aldeas de Afganistán y Pakistán. Todos esos crímenes, dijo Dix, vienen de una fuente común: el sistema capitalista-imperialista que tiene en sus garras el planeta y su pueblo.
Pero Dix dijo que no vino solamente para sacar a la luz los horrores que vive el planeta ni para explicar el porqué de esos horrores, sino que: “Mi mensaje es sencillo y urgente. Vine para decirles: La cosas no tienen que ser así. Tenemos una solución. Por medio de la revolución comunista podemos poner fin a los horrores de este sistema y crear un mundo muchísimo mejor. Y estamos construyendo un movimiento para la revolución. Y tenemos a un líder —Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario— quien hace esta revolución sumamente más posible”. Para recalcar para las más de 650 personas del público qué tan serio y real es este movimiento para la revolución, Dix esgrimió un ejemplar de la nuevísima Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto). (Vea el Preámbulo de la Constitución). Dix mencionaba esta nueva Constitución a lo largo de la velada e instaba al público que la comprara.
Dix reconoció que los jóvenes de hoy están metidos en mucha “porquería”, pero recalcó que hacen eso debido a lo que les hace el sistema capitalista imperialista y las opciones mortíferas que les deja. Para los jóvenes la salida de esta situación no son discursos sobre la responsabilidad personal, “adentrarle a dios” ni subirse los pantalones; sino entrarle a este movimiento para la revolución para acabar con este sistema capitalista imperialista, transformándose a sí mismos en el proceso. Sostuvo firmemente que toda religión promueve una mentalidad de esclavo.
Luego habló Cornel West, y existían tanto diferencias como puntos de unidad sumamente importantes entre él y Carl Dix. West comenzó por decir que estuviera o no de acuerdo con todo lo que dijo Dix, hay que elogiarlo a él —así como a Bob Avakian— por su firme dedicación a los oprimidos. Se refirió a sí mismo como un “hombre afroamericano libre amante de Jesús” y respondió a la aguda crítica de Dix acerca de la religión diciendo que el dios que él (West) concebía y en el que creía era uno que sostiene a aquellos que defienden a los pobres y se adjudican el poder por su cuenta.
El discurso de West emanó enojo, compasión y amor por los oprimidos, y claridad moral. De manera conmovedora condenó la degradación, aislamiento, odio, violencia y desesperanza que este sistema impone sobre la juventud, y vinculó explícitamente varias veces estas cosas al capitalismo-imperialismo y a la cultura que este sistema engendra. Denunció encabronado la criminalización y satanización de jóvenes pobres y retó a esos jóvenes a que rechazara una cultura de “excitación superficial” y “estreñimiento moral” y que le dieran sentido a la vida luchando por la justicia y los oprimidos. West les dijo a los jóvenes en el público que no buscaran el éxito si definían el éxito como acomodarse a la injusticia. “La justicia”, dijo Cornel, “es cómo parece el amor en público”.
West dijo que si los jóvenes deciden ser comunistas revolucionarios, “eso es tu decisión”, y si deciden luchar por la justicia, se encontrarían al lado de los comunistas revolucionarios.
Tras una conmovedora y exitosa solicitud de fondos, algunas personas del público les plantearon preguntas a los oradores, entre ellas: ¿Por qué hay tanta violencia entre los jóvenes, y qué se puede hacer al respecto? ¿Qué pasos pueden dar los estudiantes para aprender la información crítica que les niega el currículo escolar? ¿Qué son unas cosas concretas que pueden hacer los individuos para resistir el sistema? ¿Cómo deberíamos ver la cuestión del nacionalismo afroamericano?
Dix y West se turnaron para hablar de esas y otras preguntas, y abrazaron su odio mutuo por los crímenes de este sistema, mientras trataron sus diferencias con franqueza, vivacidad, principios y respeto mutuo. Tras el diálogo, varias personas dijeron que les impactó la manera en que Dix y West se relacionaron el uno al otro. Una estudiante dijo que en su secundaria con demasiada frecuencia, las personas con puntos de vista distintos creen que si alguien piensa de modo diferente, tiene que mantenerse separado y permanecer separado. Le impresionó que un ateo y un religioso discutieran y trataran sus diferencias en el escenario; eso le mostró una manera diferente en que puede funcionar la sociedad.
Eso fue un comentario penetrante. El evento en conjunto fue un modelo de la clase de debate y contienda de ideas que se dará en la nueva sociedad socialista todo el tiempo.
Después del evento, el vestíbulo estaba repleto de personas claramente inspiradas, conmovidas, provocadas e intrigadas — por el diálogo y por la experiencia de estar en un salón lleno de personas que participaban apasionadamente en una conversación sobre estos asuntos.
Una estudiante afroamericana de 23 años de edad resumió su reacción al evento: “Me han motivado, entretenido y elevado al mismo tiempo. Fantástico”.
“Todo lo que discutieron es precisamente lo que creo que para mí es pertinente ahora mismo como un adolescente, un estudiante, un joven de aquellos que comentaban”, dijo un estudiante blanco de 17 años de edad de una secundaria de Brooklyn. “Me siento así, que éste es un momento en que tenemos el futuro por delante y tenemos que aprehenderlo y nos toca a nosotros decidir qué vamos a hacer con él”.
El estudiante dijo que acababa de conseguir un ejemplar de la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto). Dijo:
“¿Decir: ‘Existe otro camino’? Muy poderoso”. “Es tan común decir: ‘La manera que se hacen las cosas está mal’ — denunciar al gobierno, denunciar la manera en que hacemos las cosas, decir: ‘esto es una porquería, no debemos hacer esto’. Es tan común criticar, que casi no tiene sentido. Lo que tiene sentido es ofrecer una solución para esos problemas.... Se puede leer esto”.
Muchas personas decían que estaban entusiasmadas e inspiradas mientras absorbían y analizaban lo que habían oído y bregaban por entender qué tipo de movimiento revolucionario se proponía y qué podrían hacer como individuos.
Un estudiante universitario respondió a una pregunta sobre cómo entendía de qué se tratan el Partido Comunista Revolucionario y este movimiento para la revolución.
“Ah, déjame pensarlo un momento”, dijo, haciendo una pausa. “Pienso que yo tendría que chequear más lecturas del Partido para verdaderamente entender lo que ellos — pues cómo ellos quieren hacer las cosas. Pues, entiendo qué quieren. Parece que quieren un sistema organizado más colectivo de igualdad para el pueblo en un sentido económico. Pero yo tendría que leer más sobre sus medios de hacerlo. Pues, lo entiendo solamente en la superficie, me parece, después de esta noche. Pero sí entiendo de manera más profunda la urgencia del cambio”.
Un joven boxeador, uno de cuyos padres es de Puerto Rico y el otro de Guam, dijo que hace mucho que lo han apasionado los temas que abordaban West y Dix: “Me conecté con todo... Eso es mi vida. Esto no es sólo un evento para mí. Ya es una causa por la que ya lucho activamente. Así que saber que no estoy solo es la sensación más asombrosa. La sensación más asombrosa. Pues lloré — no soy quien llore, soy un maldito boxeador”.
Al preguntarle a un estudiante de secundaria si hubo cosas que le sorprendieron, éste dijo:
“Sabes qué, me sorprendió qué tanto entusiasmo tenían todos a mi alrededor. Me inspiró ver a todos tan adentrados en ello. Ver que afloraba el sentir del público — no sólo que estaba sentado y que escuchaba... La gente lo absorbía, lo sentían y creían que podían salir y hacer algo. Se puede ver que no se trata de algo donde la gente se ponga a escuchar algunas nociones e ideas radicales muy bonitas y luego se vaya a casa y diga: ‘Bueno, vi a Cornel West y dijo unas cosas muy interesantes’. Se puede ver que éstas son personas que quieren hacer algo, iniciar esta revolución y hacer que cosas sucedan en el mundo. Dejar de tragarse toda esa basura que les dan y salir en la sociedad y hacer algo, tomar ese poder, porque el mundo nos pertenece. La gente en este salón entiende eso. Se trata de comunidad y me parece que esa sensación de comunidad fue mi cosa favorita de esta noche”.
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