Revolución #239, 17 de julio de 2011


Se legaliza el matrimonio de gays y lesbianas en Nueva York:

Celebraciones en la calle con justeza y júbilo

El 25 de junio, Nueva York se convirtió en el sexto estado del país que reconoce por ley el matrimonio de parejas gays y lesbianas. Al difundirse la noticia, celebraciones eufóricas brotaron en la Ciudad de Nueva York. Mil personas se juntaron alrededor del histórico club nocturno Stonewall del West Village, donde en 1969 estallaron revueltas por la brutalidad policial contra los gays. En la Ciudad de Nueva York y en otros lugares, miles de personas salieron a la calle para celebrar con júbilo esta victoria justa. Hubo poderosas expresiones de emoción, ahora que las personas que por décadas vivían como pareja, pero cuya relación no tenía legitimidad ante el gobierno, finalmente podían participar en un derecho básico, el matrimonio.

Esta sociedad requiere estar casado para tener una amplia gama de otros derechos, entre ellos visitar a la pareja en el hospital, heredar bienes y propiedades, figurar en el seguro de la pareja y regularizar la situación legal del cónyuge inmigrante. La negación de tales derechos a un sector entero de la población crea una situación no muy distinta a los días de “sólo para blancos”, con el aval de los sherifatos y el Ku Klux Klan, en que prohibieron que las personas de color entraran en salas de espera de terminales de autobuses, casillas de votación, escuelas y hospitales.

Con la legalización del matrimonio gay en Nueva York, se duplicó la cantidad de personas que viven en estados donde el matrimonio gay es legal. Eso les dará ánimo, como es debido, a todas las personas que luchan por la igualdad de derechos. Un activista de California que lucha por anular la proposición 8, que prohibió el matrimonio gay en ese estado, le dijo al Los Angeles Times: “Estamos empezando a ver el desmoronamiento de las tenebrosas murallas de la discriminación”.

Aún así, el matrimonio entre personas del mismo sexo, junto con todos los derechos legales que solo se aplican a los casados, sigue siendo ilegal en casi el 90 por ciento de los estados del país. Y las leyes que prohíben el matrimonio gay son solo una parte de muchas leyes, costumbres y prejuicios que acosan y persiguen a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT).

Más allá de la simple justicia de darles este elemento de igualdad de derechos a las lesbianas y a los gays, la legalización del matrimonio gay en Nueva York refleja un cambio de actitudes en la sociedad hacia la gente LGBT y es un factor positivo en impulsar mayores cambios. De mil maneras, desde la iglesia hasta las leyes, se les dice a millones de personas de esta sociedad, sean adolescentes o de tercera edad, que hay algo malo moralmente en su ser y en sus relaciones. Esto produce penas y daños horribles e innecesarios, al dar una luz verde a la violencia antigay, y al engendrar el ostracismo y la enajenación sociales.

La lucha contra la discriminación a la gente LGBT ocurre en el contexto de grandes cambios en la sociedad: en la cultura, en la economía y en las actitudes. Un factor importante en las concesiones que se han logrado ha sido el desarrollo de más eventos de orgullo gay, el surgimiento de nuevas actitudes rebeldes entre los gays y las lesbianas y las resueltas protestas políticas, como la marcha sobre Washington en octubre de 2009 que hicieron decenas de miles de manifestantes pro derechos de los gays.

El movimiento de igualdad para las lesbianas y los gays se enfrenta con virulentos defensores de la “moral tradicional”, en particular las fuerzas reaccionarias del fundamentalismo cristiano. Cada avance en la batalla por la igualdad ha visto, en respuesta, viles contraataques a los derechos gays. En los últimos años una mayoría de estados del país ha aprobado leyes o enmiendas constitucionales contra el matrimonio gay, muchas veces valiéndose abiertamente de una justificación religiosa y de fondos de organizaciones religiosas. Justo después de la aprobación de la ley de Nueva York, Michelle Bachmann, quien se ha postulado para la nominación como candidata republicana para la presidencia, le dijo a Fox News que le daría su apoyo a una enmienda constitucional federal para anular la ley de Nueva York y leyes similares en otros estados.

En Nueva York, el arzobispo católico Timothy Dolan dijo que la legalización del matrimonio gay era una “amenaza que no augura nada bueno”. Pero ¿una amenaza para qué, exactamente? Desde luego, la ley de Nueva York no interfiere con el derecho de casarse entre hombres y mujeres. Sin embargo, hasta cierto grado la legalización del matrimonio gay socava la legitimidad de al menos ciertos elementos de la “moral tradicional”. Y eso es algo bueno. La “moral tradicional”, que incluye la satanización, marginación y persecución de las lesbianas y los gays, es producto de un sistema social opresivo y represivo, y le sirve. En oposición a eso y como parte de los cambios radicales para los cuales el mundo clama, la humanidad necesita toda una moral distinta que refleja y sirve a la lucha para poner fin a toda la opresión.

En diferentes dimensiones, en la batalla por ganar igualdad según las leyes y al desafiar la milenaria persecución cruel, la legalización del matrimonio gay en Nueva York representa una concesión importante por parte del orden establecido. Sin embargo, existen fuerzas poderosas en la sociedad que quieren revertir la lucha y volver al pasado. Esta ley es un logro que merece gran celebración justa, y requiere construir sobre él, en la lucha continua contra la discriminación y persecución a la gente gay y lesbiana y en las batallas que están por venir.

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