Mueren 600+ personas en el colapso de la fábrica de la costura en Bangla Desh
El imperialismo, las ganancias y las fábricas globales de la muerte
12 de mayo de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us
El 24 de abril de 2013, al menos 3.500 trabajadores estaban en el complejo de Rana Plaza en Savar, Bangla Desh, en el que se encontraban cinco fábricas de la costura. Cuando colapsó, cientos murieron instantáneamente; otros vivieron un poco, sus últimas horas o días de terror en una tumba de hormigón. Más de 600 murieron y cientos están aún desaparecidos. Más de 2.500 fueron rescatados, muchos quedaron lisiados de por vida, perdieron brazos y piernas.
Esto no fue un accidente. Fue un crimen de un sistema criminal.
El día anterior al colapso los trabajadores reportaron masivas grietas en las paredes. Se negaron a trabajar. Pero al día siguiente los dueños dijeron que el edificio había sido inspeccionado y declarado seguro y les ordenaron volver al edificio, amenazándolos que iban a perder un mes de pago si se negaban. Menos de una hora más tarde el piso de arriba se hundió, lo que condujo al colapso de edificio, el segundo más mortal en los tiempos modernos (siendo el primero las torres gemelas del 11 de septiembre de 2011). Los dueños y administradores de la fábrica que ordenaron que los trabajadores le entraran; los ingenieros que declararon seguro el edificio; las autoridades políticas que se hicieron de la vista gorda en la construcción de esta trampa mortal: todos tienen sangre en las manos.
Pero si usted quiere saber en serio por qué sucedió esta pesadilla y por qué las cosas como éstas siguen sucediendo, una y otra vez, en Bangla Desh, en China, en México, incluso en Estados Unidos, tiene que seguir el rastro de sangre y dinero desde las ruinas de la fábrica, por los extensos asentamientos en los cinturones de miseria en los que viven los trabajadores, hasta los lujosos rascacielos de las corporaciones del mundo imperialista, en Nueva York, en Londres, en Tokio, en Paris. Ahí encontrará lo que conduce a tales mortales desastres humanos y lo que es su fuente.
Por medio de la esclavitud, el robo, la guerra y la demoledora explotación de las personas trabajadoras, los imperialistas han acumulado una riqueza incalculable. Los millones de millones de dólares los maneja una pequeña cantidad de inmensos bancos y casas de inversión en unos pocos países ricos. Pero este capital acumulado es impaciente. Existe una intensa competencia entre diferentes bloques de capital y entre diferentes potencias imperialistas y en esta competencia hasta los capitalistas más grandes pueden resultar aplastados y arruinados, los imperios más poderosos pueden sucumbir. Los capitalistas contendientes tienen una compulsión de salir al mundo en búsqueda de mercados nuevos y más rentables para sus inversiones y aventajarse a sus rivales que pretenden hacer lo mismo. El que confeccionen ropa, iPhones o carros lujosos, ya estén en Inglaterra, India o México, eso es irrelevante para el capital; el "producto" que le importa son las ganancias en sí. El afán de las ganancias es lo que ha enredado a cientos de millones de personas en una red mundial de interminable, rutinario, rompe-lomo y peligroso trabajo. Los trabajadores tienen que vender su mano de obra, es decir, su capacidad de trabajar, para poder sobrevivir. A cambio de recibir un sueldo de subsistencia (o menos), esos trabajadores generan aún más ganancias para expandir el capital existente y capacitarlo para que tenga un alcance aún mayor y atrape y destruya a aún más personas.
Especialmente en el tercer mundo, los salarios extremadamente bajos, la mano de obra infantil, la represión de la gente, la falta de control de seguridad de los edificios y los gobiernos locales corruptos y manipulables de hecho constituyen las condiciones necesarias para la inversión imperialista rentable, e incluso una modesta mejora de los salarios y las condiciones puede inducir a los imperialistas a empacar sus bártulos y mudarse a otro lado donde la gente esté aún más desesperada, donde las condiciones estén aún peores. Esta es una regla básica del funcionamiento del capitalismo y sólo así puede funcionar.
Los estantes y aparadores con filas de ropa de coloridos estampidos brillantes, las interminables opciones para los compradores en las ciudades como Nueva York y Paris, están empapadas de la sangre de millones de mujeres y niños de todo el mundo que confeccionan la ropa en condiciones parecidas a la esclavitud.
La costura es una industria con un valor de un millón de millones de dólares, una fuente de ganancias enormes y se erige sobre la pesadilla de explotación en el tercer mundo. Bangla Desh es una parte importante de todo eso: 3.6 millones de trabajadores y unas 4.500 fábricas que generan una producción de $20 mil millones al año. Bangla Desh tiene la mano de obra más barata del mundo. El salario mínimo oficial es de 21 centavos la hora, o $38 al mes — menos de $500 si uno trabaja un año completo. Reprimen brutalmente cualquier intento de organizar auténticos sindicatos. El año pasado, torturaron y mataron a un bien conocido activista sindical, muy probablemente por tratar de organizar a los trabajadores de la costura.
Aunque los capitalistas bangladesíes sean los dueños de estas fábricas y reciban su tajada, los términos los establece y las principales ganancias las saca el capital imperialista, el que exige la producción más barata posible bajo la amenaza de simplemente trasladar sus inversiones a otro país. Cuando más de una docena de las más grandes marcas de ropa y minoristas se reunieron en 2011 para hablar de las condiciones de trabajo en Bangla Desh, Walmart (y Gap) se negaron a suscribirse el mejoramiento de las condiciones de trabajo. Un representante de Walmart dijo que "la mayoría de los casos necesitarían modificaciones extensas y costosas… No es factible financieramente para las compañías hacer tales inversiones".
Aun ahora, la producción de la costura se está saliendo de las míseras maquiladoras de China para ir a las condiciones aún peores en Bangla Desh.
La "atracción" de los países como Bangla Desh para el capital imperialista es la desesperación de muchísimas personas. En muchos países del tercer mundo, la penetración del capital imperialista ha minado y destruido sistemáticamente la agricultura de los campesinos, por lo que mucha gente está inundando las ciudades en busca de trabajo.
En Bangla Desh, cada tres minutos una familia de las zonas rurales se muda a la ciudad capital de Daca. Las condiciones difíciles en el campo se han incrementado y la gente llega en busca de una mejor vida, trabajo, una manera de alimentar a sus hijos y vestirlos. La mayoría de ellos terminan en los cinturones de miseria alrededor de Daca. Las mujeres salen a trabajar en las fábricas de la costura, donde saben que el trabajo será duro y prolongado, pero tienen la esperanza y el sueño de que esto las lleve a una vida mejor. Pero al llegar, la realidad es diferente: trabajar 14 horas al día, los siete días a la semana, sin derechos. Las víctimas en Savar por lo general eran mujeres jóvenes de entre 18 y 25 años de edad, solteras o recién casadas o con uno o dos niños pequeños. Se encontró un pedazo de papel en la mano del cadáver de una trabajadora de la costura. Había escrito: "Mamá y papá, por favor discúlpenme. Ya no podré comprarles la medicina. Hermano, ¿puedes cuidar de mamá y papá?" (Farida Akhter, CommonDreams.org, 29 de abril de 2013.)
La industria de la costura de Bangla Desh produce prendas de vestir por un valor de 20 mil millones de dólares al año; el pago promedio de los 3.5 millones de costureros es de unos 50 dólares al mes. Se tratan de superganancias, y aunque una parte recae en los agentes bangladesíes, la mayoría fluye a las redes de capital imperialista.
En Bangla Desh se han dado tres incidentes industriales grandes en los últimos cinco meses, entre ellos el incendio de la fábrica Tazreen Fashion en noviembre de 2012 en que murieron 112 personas.
De hecho, tales desastres humanos, tales crímenes de este sistema del capitalismo, no son únicos ni siquiera inusuales. La indiferencia fría y calculada hacia la vida de las personas y los resultados inevitables del sufrimiento y la muerte, han formado una parte del capitalismo desde su nacimiento hace cientos de años, y continúan hoy.
Marzo 1911, Ciudad de Nueva York, 146 costureros, principalmente mujeres jóvenes, se murieron en el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist. Los patrones habían cerrado con candado las salidas para impedir descansos no autorizados. Septiembre 1986, Kinross, Sudáfrica, 177 mineros murieron en una explosión en una mina de oro prendida por unos productos químicos que estaban prohibidos en Europa; entre 1900 y 1993 en las minas de Sudáfrica, 69.000 mineros murieron y más de un millón resultaron heridos. Noviembre 2005, provincia de Heilongjiang, China, 171 mineros del carbón murieron en una explosión en la mina Dongfeng; en 2008, murieron en accidentes de minas de carbón 3.000 mineros. Diciembre 1984, Bhopal, India, una planta química de Union Carbide en un barrio marginal derramó gas mortal que envenenó a 500.000 personas y dejó entre 10.000 y 15.000 muertos. Septiembre 1991, Hamlet, Carolina del Norte, irrumpe un incendio en una planta empacadora de pollo donde los trabajadores estaban encerrados en el edificio; resultan 25 muertos y 55 heridos. Abril 2010, Golfo de México, la plataforma de British Petroleum se reventó y dejó 11 trabajadores muertos y derramó más de 800 millones de litros de petróleo en el ecosistema frágil del golfo. Septiembre 2012, Reynosa, México, una explosión en la refinería petrolera de PEMEX mató a 30 y lesionó a 46. Abril 2013, West, Texas, una instalación que almacenaba fertilizantes sumamente volátiles estalló, matando a 15, lesionando a 160 y dañando 150 edificios, entre ellos una escuela de primaria y un edificio de apartamentos.
Tales horrores continuarán siempre que se obligue a las personas a trabajar y vivir bajo este sistema del capitalismo, el que debe y solamente puede operar según la reglas del capital, en su afán de las mayores ganancias. Ninguna reforma, buena intención, sindicato o la supuesta "responsabilidad corporativa" cambiará eso. Jamás ha existido y jamás existirá una manera de organizar la producción capitalista que ponga la seguridad y el bienestar de los seres humanos por encima del afán de ganancias.
Han irrumpido una intensa pena, enojo y furia durante días de protesta. Por lo tanto, las fábricas han tenido que cerrar, los trabajadores han entrado en huelga, los manifestantes han destrozado y quemado coches. La policía ha atacado a la gente con gas lacrimógeno y balas de goma. El Primero de Mayo, los trabajadores marcharon en la capital de Daca para exigir condiciones de trabajo seguras y la pena de muerte para el dueño del edificio. Desde el lecho de un camión, un pariente dijo por altavoz: "Mi hermano ha muerto. Mi hermana ha muerto. Su sangre no estará sin valor".
Los cientos de miles de bangladesíes que están protestando contra esta tragedia están mandando un mensaje al resto del mundo de que esto es intolerable. Y efectivamente, este desastre humano clama por una revolución, y nada menos, una revolución para eliminar un sistema entero responsable por la muerte de los trabajadores en Savar — y por la miseria de millones de personas por todo el mundo.
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