Rey saudita desaira a Obama en reunión Cumbre: tensiones de alianza, agitación regional, contradicciones intratables
Larry Everest | 10 de junio de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
El 14 de mayo, el presidente Obama celebró una cumbre con el Consejo de Cooperación del Golfo [CCG] (Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos) en Camp David cerca de Washington, DC. Su objetivo era reforzar la cooperación en “seguridad” —como por ejemplo, militar y de la inteligencia— entre ellos debido a las crecientes amenazas en la región del Medio Oriente. Estas monarquías retrógradas brutalmente represivas y extractoras de petróleo están situadas en la costa sur del Golfo Pérsico, a través del cual fluye el 30% del petróleo comercializado por mar. Estos estados, Arabia Saudita en particular, han sido piezas clave en el imperio estadounidense tanto localmente como globalmente, y han estado alineadas con Estados Unidos, siendo también dependientes de este por décadas, incluyendo para la protección militar.
Es por eso que cuando el presidente de Estados Unidos —el padrino mundial— invita a estos países a reunirse, se espera que asistan. Puede que haya diferencias y debates a puertas cerradas, pero en público hay sólo sonrisas y muestras de unidad.
Pero no esta vez.
El rey Salmán de Arabia Saudita y el rey Hamad bin Isa Al Jalifa de Bahréin rehusaron asistir, aunque habían confirmado su asistencia unos meses antes, y los líderes de Omán y los Emiratos Árabes tampoco aparecieron. Otros altos funcionarios sí asistieron a la Cumbre y minimizaron públicamente la ausencia de los anteriores (el rey de Bahréin asistió a una carrera de caballos en el Reino Unido).
No se confundan: Esto fue un desaire — una muestra pública de agudas y crecientes diferencias entre Estados Unidos y Arabia Saudita, incluso siendo aliados profundamente compenetrados en tantos niveles.
¿Por qué debería importarles a los revolucionarios y a los oprimidos un altercado entre reaccionarios sanguinarios? Porque resalta los grandes cambios que sacuden al Oriente Medio y al imperialismo de Estados Unidos, quienes son parte del mosaico global desde donde pueden emerger las crisis revolucionarias — dependiendo en cómo la gente entienda y actúe frente a estos conflictos.
Una alianza de décadas y un pilar de un orden regional reaccionario
El Oriente Medio es una región subyugada por el imperialismo desde hace más de 100 años, dominando su desarrollo y agobiando las vidas de millones de personas. El mundo imperialista, encabezado por Estados Unidos en las últimas siete décadas, ha llevado a cabo esto ya que esta región ha sido un elemento clave en su riqueza, prosperidad y poder global, es un cruce del comercio y una plataforma para el dominio militar global, así como también una fuente de energía.
La relación entre Estados Unidos y los sauditas se forjó durante la segunda guerra mundial, y ha sido un pilar clave del orden regional dominado por Estados Unidos así como de la dominación mundial en general por parte de Estados Unidos. Arabia Saudita, un país de 26 millones de personas, ha sido el principal productor de petróleo y una pieza importante en el sistema financiero mundial. Ha ayudado a establecer regímenes pro-Estados Unidos a lo largo del Oriente Medio y más allá. Ha proveído asistencia militar crítica a Estados Unidos — particularmente contra Irak e Irán. El vecino de Arabia Saudita, Qatar, alberga una importante base aérea estadounidense y la quinta flota de la Marina estadounidense está localizada en Bahréin, un país dominado por Arabia Saudita. Arabia Saudita ayudó a Estados Unidos a financiar una guerra encubierta en Afganistán durante los años ochenta, una guerra que ayudó a derrocar al principal rival de Estados Unidos en esos tiempos — la entonces imperialista Unión Soviética.
Estados Unidos ha sido el protector militar de Arabia Saudita. Por ejemplo, la invasión a Irak en 1991 —la Guerra del Golfo Pérsico— se produjo en parte con el propósito de defender y tranquilizar a Kuwait y Arabia Saudita después de que los ejércitos de Sadam Hussein invadieron Kuwait, y para dejar en claro que el imperialismo estadounidense era el poder dominante en el Golfo Pérsico y no aceptaría ningún cambio en el equilibrio de poder allí.
Las propias fuerzas armadas de Arabia Saudita dependen extremadamente de las armas, entrenamiento y tecnologías estadounidenses. En los últimos 20 años, los sauditas han comprado $400 mil millones de equipamiento estadounidense. Un experto militar le dijo al New York Times: “La fuerza aérea de Arabia Saudita no podría llevar a cabo misiones diarias de bombardeo [ahora en Yemen] sin la ayuda de entrenadores, expertos en mantenimiento y partes de repuesto y municiones de Estados Unidos”. Los consejeros estadounidenses “están integrados en las oficinas de industria, de energía, marítimas y de ciberseguridad dentro del gobierno saudita” (11 de mayo de 2015). Los dos países mantienen íntimos lazos de inteligencia.
Las contradicciones que impulsan la riña entre Estados Unidos y Arabia Saudita
Arabia Saudita es típico de las tiranías opresivas que se asemejan a prisiones y son respaldadas por Estados Unidos y Europa y han defendido y mantenido el dominio imperialista. Es una monarquía absoluta cuyo dominio se basa en una alianza con las autoridades clericales islámicas sunitas “wahabí”. La decapitación es una forma legal de pena de muerte. El disenso está cruelmente suprimido. Las mujeres viven bajo el opresivo peso de todo tipo de estructuras religiosas-patriarcales. El odio hacia otras religiones es la ley. Arabia Saudita es el epítome del oscurantismo retrógrado, pero las consecuencias del colapso de la Casa de Saud serían catastróficas para los gobernantes estadounidenses.
Sin embargo, en todo el Oriente Medio se ha estado gestando un enojo enorme así como contradicciones religiosas y económicas bajo la superficie. Para 2000, los imperialistas estadounidenses presintieron que se sentaban sobre un posible barril de pólvora. La llamada “guerra contra el terrorismo” que lanzaron después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 fue un esfuerzo agresivo para reafirmar y profundizar su influencia en el Oriente Medio y Asia Central por medio de renovar el orden económico y social de la región, centrándose primero en Irak. Pero la invasión y la ocupación de 2001 a 2003 no sólo fracasó en convertir a Irak en la plataforma que pretendían sino que, junto con otras contradicciones regionales y globales, tuvo el efecto de abrir una grieta en la olla a presión en la región — generando convulsiones de masas, estimulando el yihadismo islámico retrógrado, perturbando masivamente el equilibrio de poder regional, y destapando conflictos regionales.
Por más de una década, ha habido tensiones entre Estados Unidos y Arabia Saudita en ciertas áreas, incluyendo la promoción del fundamentalismo suní de parte del reino. Pero ahora, la situación de rápido desarrollo en la región ha conducido a marcadas diferencias en la percepción de los intereses y necesidades de Estados Unidos y los de los gobernantes sauditas en un número de frentes. Por ejemplo, los sauditas se opusieron a cualquier concesión ante los levantamientos en masa de la “primavera árabe”, incluyendo los tejes y manejes de Estados Unidos para facilitar la salida del poder en Egipto de Hosni Mubarak para preservar mejor el ejército egipcio. Los sauditas han estado particularmente preocupados por la creciente influencia de Irán en el Líbano, Siria e Irak, y su programa de enriquecimiento nuclear. En 2008, le exigieron a Estados Unidos que le “cortara la cabeza a la serpiente” — en otras palabras que le declare la guerra a Irán. También abogaron por una acción más agresiva de parte de Estados Unidos en Siria.
El equipo de Obama, por su parte, siente que Estados Unidos simplemente no puede comprometerse a otra guerra terrestre en el Oriente Medio; tanto Irak como Afganistán han resultado ser costosas para los imperialistas, y ahora tienen retos globales aún más grandes con los cuales tienen que lidiar. El enfoque de Obama ha sido depender más del terror y asesinato por aviones no tripulados, manipulando y trabajando con fuerzas reaccionarias que pueden ser útiles de momento — consejeros, mercenarios, haciendo bombardeos y otras formas de defensa violenta de los intereses estadounidenses. Esta es una de las razones clave por la que la administración de Obama está trabajando para forjar un trato con Irán, lo cual ha llevado las diferencias entre Arabia Saudita y Estados Unidos a un punto crítico, con los sauditas temiendo que Irán se convierta en la potencia dominante de la región, socavando los intereses sauditas, y tal vez la estabilidad de la monarquía. (Vea “El acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán: El imperio estadounidense maniobra para hacer frente a mayores desafíos”.)
Las implicaciones: convulsiones grandes e impredecibles
Los sauditas y otros estados del Golfo están preocupados que Estados Unidos ya no está firmemente comprometido con su defensa ni es capaz de desplegar las fuerzas militares que sean necesarias. Los países miembros del CCG exigieron un tratado de defensa al estilo NATO que comprometería a Estados Unidos a ir a la guerra para salvar a sus monarquías, pero fueron rechazados en la Cumbre del 14 de mayo. Obama prometió usar la fuerza para defender a los estados del Golfo para “apoyar a nuestros compañeros del CCG contra el ataque externo”, pero se rehusó a firmar un tratado formal de defensa. Así que Estados Unidos y Arabia Saudita permanecen amarrados, al mismo tiempo que incrementa un antagonismo de por medio.
Frente a lo que considera amenazas a sus vitales intereses, los sauditas han tomado iniciativas independientes, algunas contrarias a la política estadounidense o que hacen que las contradicciones que Estados Unidos está enfrentando sean más complejas, y la situación más impredecible. Por ejemplo, en Siria, según se dice, Arabia Saudita y los estados del Golfo (junto con Turquía) están apoyando a los yihadistas anti-Assad, incluido el frente Al Nusra. Los motivos sauditas: su objetivo es derrocar al régimen de Assad y debilitar a Irán, uno de los principales patrocinadores del régimen de Assad — no importa cuanta gente sea masacrada en el proceso. Estados unidos está parcialmente de acuerdo con esta iniciativa, pero el apoyo saudita a los yihadistas está complicando las cosas en Irák, donde ISIS recientemente capturó la ciudad de Ramadi. Una de las razones por la que ISIS ha crecido y continuado operando es el apoyo de facto turco y saudita a ISIS en Siria (debido a que Turquía se niega a cerrar sus fronteras, las fuerzas yihadistas pueden conseguir insumos, nuevos reclutas, cuidado médico, etc.).
Pero fundamentalmente, lo que fomenta la agitación es la insolubilidad de las contradicciones que azotan la región. Se intensifican profundas rivalidades regionales y globales — y lo fundamental es que los imperialistas y las potencias retrógradas no pueden solucionar el sufrimiento, la opresión y las contradicciones nacionales, sociales y religiosas que han generado esta situación. Después de todo, 100 años del dominio imperialista es lo que ha creado o mantenido esta montaña de opresión en primer lugar.
Yemen es un ejemplo. Los sauditas comenzaron una salvaje campaña de bombardeo de Yemen el 26 de marzo con el respaldo de Estados Unidos (aunque Estados Unidos tiene diferencias con los sauditas sobre la campaña), la cual continúa hasta el momento. Cientos han sido asesinados y cientos de miles desplazados (y noten que Obama no condenó esta masacre en la Cumbre del 14 de mayo — ¡aumentó la ayuda militar!). Los sauditas están haciendo todo esto para imponer un clientelismo pro-saudita en Yemen y evitar el surgimiento de una fuerza pro-Irán. Pero Arabia Saudita no tiene nada para ofrecerle al pueblo de Yemen — ningunas soluciones para la pobreza y la miseria de uno de los países más pobres del mundo generación tras generación.
Tres puntos críticos para entender
Hay tres puntos críticos para entender acerca de la situación que se está desenvolviendo rápidamente en el Oriente Medio.
1. Hay cambios importantes en el mundo, y las antiguas reglas ya no funcionan. Esto crea grandes retos para Estados Unidos. Hay muchas fluctuaciones y ninguna de las partes involucradas sabe cómo terminarán las cosas. Estas rivalidades y conflictos no son orquestados: todos están respondiendo a los eventos y tanteando soluciones a contradicciones espinosas. En el contexto de la ebullición regional y los grandes cambios globales, estos tipos de sucesos —incluyendo las crecientes discusiones dentro de la clase dominante estadounidense sobre qué hacer— juntos podrían combinarse en formas que causen profundos sacudones globales, sacudones que son parte de lo que el Partido Revolucionario Comunista describe en “Sobre la estrategia para la revolución”, y parte de lo que hace que éste es un momento en que una situación revolucionaria y una revolución concreta sean cada vez más posibles.
2. No importa cuán poco sinceras y auto-contradictorias sean las pretensiones (mentiras) de establecer la “democracia” y la “libertad”, los gobernantes estadounidenses tratarán de “dirigir” a la gente a navegar por estas aguas turbulentas al intentar proteger y avanzar en sus intereses imperialistas — entrenando a la gente para apoyar toda acción en contra de cualquiera que Estados Unidos considere la amenaza principal del momento, y para pasar por alto los crímenes de aquellos con los que Estados Unidos considere ventajoso aliarse en un momento dado. Todo esto se le vende a la gente bajo el lema de “proteger las vidas de los estadounidenses” y de proteger a Estados Unidos de “ataques terroristas”, mientras los verdaderos planes de los gobernantes son impulsados por el interés del imperio capitalista: mantener la supremacía estadounidense y su dominio de regiones clave.
3. El imperialismo y las potencias reaccionarias no se colapsarán por si solos, ni siquiera en medio de un gran caos y agitación. En el Oriente Medio en este momento, la fuerza más factible para reemplazar el poder existente son los islamistas reaccionarios, quienes son iguales de horribles. La única forma de sacar algo positivo de la situación es que emerja un verdadero polo comunista revolucionario y comience a dirigir a las masas a luchar por sus verdaderos intereses y por un futuro y un mundo radicalmente diferente. Esto recalca la urgencia de hacer una revolución en Estados Unidos tan pronto como sea posible, y de diseminar la nueva síntesis del comunismo de Bob Avakian, resumida en “El comunismo: El comienzo de una nueva etapa — Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos”, y difundirlo en todas partes, incluido el Oriente Medio.
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