Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

¿La "solución de dos Estados" puede liberar al pueblo palestino?

3 de febrero de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us

 

19 de octubre de 2015. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Los siguientes son extractos de una entrevista de Jalil Bendib a Ilan Pappé en el Status Audio Journal (www.statushour.com) el 9 de septiembre de 2015. Pappé es historiador y autor de La limpieza étnica de Palestina y de Historia de la Palestina moderna. Un territorio, dos pueblos. Expulsado de Israel, es hoy director del Departamento de Historia de la Universidad de Exeter en el Reino Unido. La transcripción completa de la entrevista está posteada en Jadaliyya.com

La llamada “solución de dos Estados” (un Estado palestino en Cisjordania y Gaza que coexista con Israel) es la política promovida por Estados Unidos, y la Autoridad Palestina. Algunas veces Israel ha insinuado que podría aceptarla, y otras veces, como ahora en el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, declara que nunca va a aceptarla. Muchos palestinos y sus partidarios creen que esta es la única salida posible, si bien buena parte del debate se ha centrado en si podría o no darse esta salida, y si se da, cómo sería. Pappé analiza por qué ese enfoque es incorrecto, y por qué, si se implementara este concepto, representaría la legitimación y la anhelada estabilización de la opresión de los palestinos como pueblo.

Ilan Pappe

Ilan Pappé

Ilan Pappé: Lo que subyace a la idea de una solución de dos Estados es: si el movimiento nacional judío y el movimiento nacional palestino llegan más o menos al mismo tiempo al mismo lugar, y no pueden resolver la cuestión de a quién le pertenece la tierra, y no pueden reconciliarse, lo que se necesita es una especie de adulto como Estados Unidos y Reino Unido que ayude a ambas partes a reconciliarse sobre la base de una especie de enfoque comercial de tipo estadounidense en el que se divide la tierra, se dividen las responsabilidades, etc. Y esa es una forma muy errónea de leer toda la historia palestina desde la llegada del movimiento sionista allí a finales del siglo 19 hasta el día de hoy.

Este no es un conflicto entre dos movimientos nacionales que se disputan la misma porción de tierra. Esta es una lucha entre un movimiento colonialista de repoblamiento que llegó a Palestina a finales del siglo 19 y que hoy sigue tratando de colonizar a Palestina teniendo la mayor parte de la tierra con la menor cantidad de nativos posible. Y la lucha del pueblo nativo es una lucha anticolonialista. Hay que remontarse a cualquier estudio de caso histórico que se recuerde de un movimiento anticolonialista contra una potencia colonialista y preguntarse: ¿en algún momento la idea de dividir la tierra entre el colonizador y el colonizado se ha mostrado como una solución razonable (especialmente por parte de gente de izquierda o que se consideraba a sí misma como miembro consciente de la sociedad)?

Y la respuesta es un rotundo no. Por supuesto no se habría respaldado la división de Argelia entre los colonos franceses y los nativos argelinos. E incluso en lugares donde había un colonialismo de repoblamiento, por ejemplo, donde  había gente blanca que de cierto modo no tenía a dónde ir, como en Sudáfrica, si alguien progresista sugiriera hoy que se debió dividir Sudáfrica entre la población blanca y la población africana, en el mejor de los casos se le consideraría loco, y en el peor de los casos hipócrita y fascista. Creo que es un hecho que esta lógica —tan clara para mucha gente en lo referente a cualquier otro lugar del mundo— de algún modo no funciona en el caso de Palestina.

Los dos argumentos están conectados en el sentido en que cuando analizamos la situación de Palestina, cuando nos preguntamos ¿por qué expulsaron en masa a los palestinos en 1948?, ¿por qué pusieron a los palestinos en Israel bajo régimen militar entre 1948 y 1967?, ¿por qué llevaron este régimen militar desde dentro de Israel hasta la Cisjordania ocupada y la Franja de Gaza en 1967?, ¿por qué someten a los beduinos del sur de Israel y de los poblados palestinos del norte de Israel, al igual que a los que viven en Jerusalén, a una política de expropiación de su tierra y estricta regulación de los propios lugares de vivienda?, por supuesto llegamos a preguntarnos, ¿por qué Israel les niega el retorno a los refugiados e impone un cerco tan inhumano sobre Gaza? Cuando hacemos todas estas preguntas y buscamos la razón por la que hacen todo esto, hoy sabemos mejor que nunca que la razón es ideológica. Es una ideología sionista.

Es una visión sionista que comparten todos los partidos sionistas. Hoy este es el principal, casi el único, obstáculo para la paz y la reconciliación en Israel y Palestina. No abordar este problema, sino solamente la política de Israel sobre unos cuantos asuntos, sería similar a abordar ciertas políticas sudafricanas durante el apogeo del Apartheid sin tocar en absoluto el Apartheid.

Jalil Bendib: En tu libro, On Palestine, escrito junto con Noam Chomsky, hablas del término “ortodoxia de paz”, que consideras una tendencia más racista que pragmática. Llegas a decir que entre los que impulsan una solución de dos Estados, “el diccionario de la ortodoxia de paz salió de una creencia casi religiosa en la solución de dos Estados. Y que viene claramente de una versión contemporánea de 1984 de Orwell”.

IP: Sí. Es neolengua. Es decir, utilizo a Orwell aquí en referencia a su concepto de neolengua, la especie de lenguaje que no solo nos impide llamar al pan, pan y al vino, vino, sino que les da el nombre contrario. Por lo general en la neolengua de Orwell se describe una cruda realidad como benévola. Y creo que es lo mismo con estas palabras, que para mí son sagradas. Me refiero a “paz”, “justicia”, “reconciliación”, que son tres de las palabras más sagradas en el vocabulario de los seres humanos. Realmente representan la forma más alta de la ambición humana de vivir en paz los unos con los otros, de vivir en una sociedad que es mucho mejor que cualquier otra. Entonces, usar este lenguaje para ocultar un proceso que en realidad logra totalmente lo contrario —en vez de reconciliación siembra más desacuerdo, rencor y odio; en vez de paz, crea guerra; y en vez de justicia, mantiene un sistema de Apartheid— cuando se usan estas palabras como escudo protector para describir una realidad que es totalmente opuesta a lo que significan, para mí en cierto sentido eso es peor que el racismo. Es la pesadilla orwelliana que tengo cuando la gente usa las palabras de esa forma.

La idea de una solución de dos Estados comenzó como una maniobra sionista luego de 1967 para resolver un problema realmente simple: habían expulsado a millones de palestinos en 1948, pero por su sed de tierras, querían apoderarse de las partes de Palestina que no ocuparon en 1948 —Cisjordania y la Franja de Gaza— pero con el territorio llegaron otro millón y medio de palestinos, que hoy son casi 3 millones. Con el fin de conciliar el hecho de que ahora tenían toda la tierra, pero quedaban con una pesadilla demográfica en lo concerniente al movimiento sionista, uno de los recursos que usaron fue el proceso de paz. El proceso de paz se utilizó como un mensaje al mundo que decía: “Como pueden ver, les estamos quitando a los palestinos de los territorios ocupados todos los derechos humanos y civiles fundamentales. Como pueden ver, les estamos expropiando su tierra, estamos construyendo asentamientos judíos en ella, los estamos expulsando en masa, y los estamos encarcelando hasta por el simple hecho de enarbolar la bandera palestina”. Ahora bien, lo que significa para los israelíes el proceso de paz es un mensaje al mundo: “Todo esto es temporal, por supuesto cuando llegue la paz, eliminaremos todas estas medidas”.

Por supuesto se puede entender por qué la gente de izquierda de Occidente hubiera sucumbido a esta explicación tras cinco años de ocupación, o diez años de ocupación. Aún puedo entender por qué alguien pudiera tener esperanzas en que Israel cumpliera, o en que el mundo tiene el poder de obligar a Israel a cumplir. Pero tras casi 50 años, seguir apegado a esta idea que es una maniobra israelí para aumentar la colonización de las zonas que habían ocupado en 1967, y eliminar toda posibilidad de negociar las zonas que ocuparon en 1948, o el retorno de los refugiados, creer eso es estar realmente muy estancado y ser muy dogmático con la propia percepción de la realidad. Se habría esperado que las voces críticas de la izquierda estadounidense y europea estuvieran un poquito más al tanto de la especie de trampa en la que acabaron, en la que en cierto sentido Israel astutamente las había metido.

Desde el punto de vista académico hay muchos aspectos de la realidad de Sudáfrica que son diferentes a los de Palestina. Podría mencionar que el lobby judío no tiene equivalente alguno en el caso de Sudáfrica. También podría mencionar el Holocausto como algo que cambia las reglas del juego en la historia de Palestina, y no hay nada equivalente en el caso de Sudáfrica. Y por supuesto que hay diferencias en la forma en que el régimen del Apartheid se manifestó en Sudáfrica y en la forma en que el paradigma o estructura de la limpieza étnica operaba en Israel. Pero estas son cuestiones mínimas que en verdad no debilitan la comparación fundamental que es lo más importante.

JB: Contrario al Chomsky más “pragmático”, tú no solo ubicas el derecho al retorno de los palestinos como la esencia de una probable solución a la cuestión palestina, sino también el pago de indemnización por lo que les ha sucedido a los palestinos durante los últimos sesenta y tantos años. Explícanos por qué éste no necesariamente es un sueño utópico, y cómo estas dos condiciones esenciales son centrales para una verdadera solución del futuro de Palestina-Israel.

IP: Sí, claro. Considero que mi punto de partida sobre el derecho al retorno es muy diferente a los que lo evalúan de forma pragmática. Concretamente, es viable, o hasta sobre la cuestión —que de todas formas es debatible— de si Israel tiene la capacidad de absorber una cantidad tan grande de gente y si todos los refugiados quisieran retornar. Creo que ésta no es ahora la cuestión y esa no es la razón por la que lo estamos planteando. Todos hemos planteado la cuestión del derecho al retorno. La negación del derecho al retorno es un síntoma del carácter racista del régimen sionista en Israel. Ese es el problema principal.

La objeción del Israel al derecho al retorno viene del mismo razonamiento ideológico que subyace a la política de judaización en Galilea, a la destrucción de las aldeas beduinas en el Néguev al sur de Israel, a la bantustanización de Cisjordania y la guetoización de Gaza. Proviene de la misma razón: como un sionista, siempre lo ha querido desde finales del siglo 19 hasta hoy, y quisiera tener tanta tierra como sea posible con la menor cantidad de palestinos posible. Por tanto cuando respaldas el derecho al retorno, no solo reconoces un derecho individual que la comunidad internacional aprobó en la Resolución 194 del 11 de diciembre de 1948. No solo te acoges a todas las convenciones internacionales sobre el derecho al retorno de los refugiados. Y no menos importante: te niegas a aceptar como legal, moral, y políticamente aceptable la idea de que los nativos de un lugar no tienen el derecho a estar en su propia tierra. Y creo que esa es la cuestión principal.

 

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

 

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