Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Diversidad de concepciones y actividades en las protestas ambientales enfrentaron a la CoP21 en París
30 de marzo de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us
París, 12 de diciembre de 2015. Foto: AP
Simulacro de muerte cerca de la Torre Eiffel, París, 12 de diciembre de 2015.
Foto: AP
14 de diciembre de 2015. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Cuando el reloj marcó las 12 del mediodía el 12 de diciembre de 2015, en una protesta de la “línea roja” que representa el límite de temperatura que nuestro planeta no debe cruzar, se reunieron miles de manifestantes por el medio ambiente vestidos de rojo o portando sombrillas rojas. En el tramo de la avenida atrás del Arco del Triunfo de París desplegaron enormes pancartas y largas cintas tejidas, algunas llenas de tulipanes rojos como tributo a las víctimas del cambio climático, marchando de arriba abajo en una zona que la policía había acordonado.
Después, camino a la Torre Eiffel, unas 2 mil personas ocuparon un puente sobre el río Sena en una acción de desobediencia civil bien preparada, rodeándose de gigantes bloques inflables. En la tarde, en el Champ de Mars detrás de la torre, varios miles formaron una cadena humana y luego realizaron un mitin. Muchísimas pancartas creativas en inglés y francés denunciaron la crisis climática a medida que llegaban a unirse a la manifestación grandes cantidades de personas de muchos otros países europeos, junto a un pequeño “ejército” de osos polares daneses. Los organizadores dijeron que más de 20 mil personas participaron en las manifestaciones por el clima el 12 de diciembre.
Aunque 24 activistas por el medio ambiente seguían bajo arresto domiciliario “preventivo”, la clase dominante francesa terminó autorizando la cadena humana y lo que se llamaban actividades en un “ambiente de paz”. Sin embargo, aparte de unas pocas imágenes de algunos segundos, la mayoría de los grandes medios franceses bloquearon de forma sistemática informes sobre las protestas del 12 de diciembre. En cambio, aprovechando el momento, el ministro de relaciones exteriores Laurent Fabius, que presidió la cumbre climática de la ONU en París, anunció al mediodía que la COP21 había finalizado un nuevo documento. Los medios franceses e internacionales se centraron por completo en este festival auto-congratulatorio, de parranda ante el logro de un consenso indudablemente tenso entre los gobernantes de los países que “promete” reducir las emisiones de carbono. Los medios ingleses hicieron énfasis en la ambigüedad de si el acuerdo es vinculante para todas las naciones o no, mientras que el presidente francés Hollande se jactó de que era un documento “histórico, universal y vinculante”. Hay que analizar con más detalle este acuerdo, pero muchos expertos y activistas del medio ambiente ya han empezado a denunciarlo como nada más que un plan para reducir el uso de combustibles fósiles, que es solo un aspecto del desastre planetario que está en marcha.
A pesar de las dificultades generadas por el estado de emergencia y la prohibición de las manifestaciones declarada tras la masacre del 13 noviembre de 2015 en París, un entusiasta equipo internacional de partidarios de la nueva síntesis de Bob Avakian viajó a París para distribuir cerca de ocho mil volantes y debatir la solución al problema del clima con los miles de activistas por el clima que se reunieron allí entre el 29 de noviembre y el 12 de diciembre.
El enfoque de este número especial de Revolución reside en la emergencia ambiental que enfrenta a toda la humanidad y los ecosistemas de la tierra. En este número demostramos:
- las dimensiones de la emergencia
- las fuentes de sus causas en el sistema capitalista y la imposibilidad de que ese sistema encuentre una solución a la crisis.
- Una salida y un camino hacia adelante para la humanidad: una sociedad revolucionaria en donde de veras podríamos vivir como los que cuidan la naturaleza en vez de los que la saquean.
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Al Servicio Noticioso UMQG sigue llegando información de los reporteros que también fueron a París durante la COP21. Muchos activistas se movilizaron enérgicamente para oponerse al proceso oficial de la cumbre climática de la ONU, mientras que otros transmitieron mensajes diseñados para presionar a los líderes a actuar de forma responsable, enfatizando en particular los diversos y peligrosos efectos de la crisis climática y su impacto en la gente de todo el mundo. Los organizadores oficiales de la COP21 habían creado un espacio para la “sociedad civil”, para permitirle a un selecto número de grupos religiosos, académicos, ONG y de empresarios expresar sus concepciones, cerca del lugar de la cumbre, la que obviamente no ofrecía acceso público. En exposiciones y conferencias se presentaron tecnologías verdes, problemas sobre el agua y la desertificación, los peligros de la fracturación hidráulica, innovaciones agroecológicas, iniciativas para la recuperación de bosques y ecosistemas, el efecto del cambio climático en las mujeres agricultoras, las migraciones provocadas por el clima, degradación del suelo, agricultura urbana, y un sinfín de otras cuestiones. Algunos de los asistentes a los talleres, convertidos en manifestantes, se las arreglaron para realizar unas pocas acciones inesperadas dentro de este espacio, como una línea roja no autorizada frente a las puertas de entrada a la cumbre el último día, y un simulacro de muerte por parte de partidarios de La Vida de los Negros Importa, que usaban tapabocas y coreaban “¡No podemos respirar, justicia racial ya!”, un bienvenido y bullicioso estallido en la hasta entonces sumamente moderada atmósfera en esta “zona verde”, donde los asistentes podían recargar sus celulares pedaleando en bicicletas estacionarias.
Al mismo tiempo, lejos del lugar de la cumbre, una coalición de 130 ONG, junto con varios grupos participantes a algún nivel en el activismo ambiental, participaron en una semana de reuniones, proyección de películas, obras de teatro, conciertos y una serie de performances de escultores en diversos lugares de París, y un fin de semana de eventos como Aldea de Alternativas y Cumbre Climática del Pueblo celebrados en un suburbio cercano. Un colectivo AntiCOP de alimentos le dio de comer a la gente durante más de dos semanas en improvisadas filas de comida vegetariana en las calles. Un colectivo de artistas les cedió su espacio en una fábrica abandonada a activistas ambientalistas para hacer coloridos letreros y pancartas. Se dice que la policía arrestó a unos payasos para interrogarlos por realizar actividades en la calle que incitaban a la gente a reír. Por todas partes se llevaban a cabo debates en diversos idiomas.
Una figura prominente en estas actividades fue la escritora canadiense Naomi Klein, quien compartió el podio una tarde con el líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn. La gente escuchó atentamente a estos oradores que instaron a seguir la lucha por detener a las corporaciones contaminantes, a seguir presionando a líderes políticos, a reemplazar los empleos relacionados con el petróleo y el gas por una industria para cuidar el medio ambiente y “empleos verdes”, y a expandir las soluciones locales y el control de las comunidades sobre las opciones energéticas, como se ha implementado en algunas regiones de Alemania. Argumentaron que construir un movimiento humanista combinando el activismo sindical con la soberanía alimentaria, los derechos humanos y laborales así como las causas por justicia ambiental puede funcionar junto con la meta de hacer “verde” y humanizar el actual sistema. Este mensaje se conecta, y refuerza, a colosales ilusiones, como que se puede cuidar la Tierra si la gente se mantiene vigilante y presiona por cambios graduales, la llamada “democracia energética”, que de hecho es a lo que Naomi Klein se refiere con “cambiarlo todo”.
Hubo muchas acciones de resistencia durante el periodo de dos semanas por parte de la gente que dirigió su furia, energía y comprensión de la urgencia contra el Estado y sus diferentes representantes, en vez de enfocarse en estas estrechas concepciones de retocar un sistema que muchos creen que está fuera de control. El mensaje “Solo la revolución puede salvar al planeta” que se circulaba junto con algunas de estas actividades motivó muchas decenas de discusiones con activistas, por no hablar de los cientos de personas que se fotografiaron con la enorme pancarta del mundo rompiendo las cadenas. Además de los revolucionarios, muchos grupos resaltaron también la actual crisis de migrantes/refugiados y el papel ultra-hipócrita de Francia, la guerra en Siria y muchos otros crímenes del sistema y sus gobernantes que estaban en el norte de París debatiendo el destino del planeta.
Traficantes con ideas reformistas tipo Klein aparte, la palabra “sistema” era utilizada y coreada constantemente, pero los revolucionarios en sus discusiones con la gente encontraron que muy raras veces la utilizan para referirse al sistema capitalista-imperialista como un todo que es responsable de la crisis actual. La gente entendía y apuntaba claramente a diferentes aspectos del capitalismo, pero por lo general no tenían claro su funcionamiento, más allá de la noción de que éste pone las ganancias por encima de la gente. Otros defendían un diferente sistema energético, un sistema más democrático o líderes más atentos al mando del sistema. En sus intervenciones en reuniones y debates públicos, en su vivaz y concurrido puesto de literatura en una Aldea de Alternativas, en su participación en varias movilizaciones diferentes durante las dos semanas de manifestaciones, así como al organizar sus propios eventos, tales visiones retaron al equipo de partidarios de la nueva síntesis a explicar por qué la revolución y un futuro comunista son realmente necesarios, no solo para lidiar con el medio ambiente, sino para resolver toda la gama de problemas sociales que enfrenta la humanidad.
Muchos activistas preguntaron de qué tipo de revolución se hablaba, cómo se haría una revolución, si podría ser pacífica como argumentan muchos de los organizadores ambientalistas, por qué si en el pasado China era revolucionaria, se convirtió en un gran contaminador capitalista, y si la conciencia y el movimiento cada vez mayores por el clima serán suficientes para influenciar las decisiones para implementar fuentes de energías verdes. Varios jóvenes de “zona de defensa” (los que habían tratado de bloquear la construcción de una represa en el suroccidente de Francia y defender su campamento contra la policía, que mató a un joven hace un año) estaban muy interesados en hablar sobre el cambio revolucionario. Al mismo tiempo argumentaban que la acción directa es más eficaz, una posición que se escucha mucho y que tiende a separar la resistencia de este tipo, de la construcción de un movimiento para la revolución. Al asumir el reto de plantar un polo revolucionario en medio de este diverso, creativo y enérgico movimiento, el equipo ganó una nueva comprensión del ambiente político que lo influencia así como de las ilusiones constantemente renovadas (y renovables) que frenan a los que podrían pasar de luchadores ambientalistas a activistas revolucionarios.
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