HAITÍ: Cinco inspiradores días de rebelión contra el alza de precios impuesta por el imperialismo... y la apremiante necesidad de una revolución
| Periódico Revolución | revcom.us
A principios de julio, Haití fue sacudida por cinco inspiradores días de rebelión —la más poderosa de varias décadas— contra el letal dominio del imperialismo, en alianza con el gobierno corrupto y servil de Haití, que hacen la vida cada vez más insoportable para la gran mayoría de los 10 millones de haitianos.
El desencadenante fue la decisión del gobierno del presidente Jovenel Moïse de cumplir con las demandas del Fondo Monetario Internacional (FMI) de terminar los subsidios gubernamentales para los precios del combustible, lo que elevaría drásticamente esos precios. (El FMI es una institución política-financiera dominada por Estados Unidos que desempeña un papel clave en la “gestión” de las economías de países pobres, al servicio de las grandes potencias imperialistas). El FMI amenazó con detener $ 96 millones en préstamos y donaciones prometidos si no se terminaran los subsidios. Cuando sí fueron terminados, el precio de gasolina, diésel y queroseno aumentó hasta en un 50%. El precio de gasolina subió a $ 4.75 por galón / $ 1.24 por litro, y al mismo tiempo el gobierno aumentó el costo del transporte público en una cantidad similar.
La población de Haití ya se encontraba en una situación desesperada como resultado directo de más de 500 años de implacable saqueo, explotación, intervenciones e invasiones, primero por las potencias europeas, y durante los últimos 100 años por Estados Unidos. El salario mínimo es de $ 5 por día, o más o menos el costo de un galón de gasolina, y la mayoría de la gente gana $ 3 o menos por día. La tasa de desempleo oficial en Haití es del 14 por ciento y el desempleo juvenil es de al menos 36 por ciento. Millones de haitianos viven bajo la amenaza del hambre y la desnutrición y ahora luchan por la mera supervivencia. En este contexto, el aumento de los precios para combustible fue “la gota que derramó el vaso”.
En espera arrogante de distraer al pueblo, el gobierno anunció el aumento de precios el viernes 6 de julio mientras el equipo popular de Brasil jugaba un partido en la Copa Mundial. El gobierno incluso compró 3.000 televisores de pantalla grande (que le costaron millones de dólares) y organizaron proyecciones públicas.
No salió como esperaba. Los sitios de las proyecciones se convirtieron en epicentros de la cólera hirviente, y miles de personas se tomaron las calles en barrios de la capital y en ciudades, suburbios y pueblos de todo Haití. En Petionville, Jérémie, Petit-Goâve, Cap-Haïtien, Jacmel, Gonaïves y en el valle agrícola de Artibonite, los haitianos levantaron barricadas en llamas bloqueando las carreteras hacia los aeropuertos y los barrios adinerados. Atacaron símbolos de riqueza y poder —hoteles de lujo, concesionarios de autos, y oficinas de impuestos— pasando por alto las pequeñas empresas. En Gonaïves y en la zona grande de la clase trabajadora de la capital, Carrefour, incendiaron dos delegaciones de policía. Muchos manifestantes fueron armados con machetes; en algunas ciudades se dispararon tiros.
A medida que este volcán de indignación entró en erupción, el gobierno intentó retirarse, anunciando la anulación —temporal— del aumento de precios tan solo 14 horas después de su declaración. No resultó. Las protestas continuaron el sábado, esta vez exigiendo la caída del gobierno. Las aerolíneas estadounidenses cancelaron todos los vuelos a Haití, la embajada de Estados Unidos ordenó la salida de empleados “no esenciales”, y el gobierno reaccionario de la vecina República Dominicana, que tiene una gran población de haitianos y haitianos-dominicanos que vinieron a la RD para cortar caña de azúcar, movilizó a 5.000 soldados en la frontera, temeroso de que el contagio se extendiera.
El domingo, los sindicatos y las organizaciones populares convocaron una huelga general, y el lunes y el martes paralizaron la capital y gran parte del resto de Haití. Solo el miércoles, después de cinco días de agitación, disminuyeron las protestas, mientras que la tensión y la ira seguían. El sábado 14 de julio, el primer ministro Guy Lafontant se vio obligado a renunciar en un intento de estabilizar la crisis y salvar al gobierno de Moïse en su conjunto. Sin embargo, es llamativo que el FMI continúe insistiendo en que el gobierno sí implemente los aumentos de precios, pero que lo haga de una manera más gradual y lo combine con cupones de transporte para los pobres con la esperanza de evitar más rebeliones.
Dada la historia de resistencia y rebelión de Haití y su potencial para ser un polvorín, y su proximidad a las costas estadounidenses, Estados Unidos, en conjunto con instituciones internacionales como el FMI, ha maniobrado para garantizar algo de estabilidad en Haití dentro de un marco general de subordinación a Estados Unidos y al imperialismo, lo que a veces ha significado invasiones militares y apoyo a dictaduras brutales, y en otros momentos préstamos de emergencia y concesiones. Estos intereses y necesidades geoestratégicos más amplios influyen en general en su respuesta a los acontecimientos en Haití.
El “modelo” del desarrollo del FMI
A los ojos del FMI, Haití debe implementar los aumentos de precios para demostrar que es un “socio confiable” para el capital internacional, “fiscalmente responsable”, dispuesto y capaz de manejar adecuadamente y hacer los pagos de los préstamos e inversiones que lo mantienen a flote.
Pero es el FMI el que ha desempeñado el papel dominante durante décadas en estructurar una economía haitiana que es completamente dependiente del capital internacional y adicta a los préstamos para que siquiera funcionen el gobierno y la economía. (Los grandes desastres naturales como el terremoto de 2010 y los huracanes de 2016 y 2017 también han contribuido a esto).
Durante los años setenta, Haití, aunque pobre, producía el 80 por ciento de sus propios alimentos, las granjas vendiendo alimentos básicos como el arroz, el maíz y el sorgo. Esta autosuficiencia fue posible gracias a los altos aranceles aplicados a los alimentos importados; los aranceles proporcionaban una limitada protección contra la competencia extranjera. Pero en 1995, bajo una tremenda presión, Haití implementó el “programa de ajuste estructural” del FMI, que eliminó casi todos los aranceles. Al mismo tiempo, Estados Unidos inundó los mercados haitianos con arroz producido en Estados Unidos que podía vender a bajo precio porque el gobierno estadounidense subsidió su producción.
El razonamiento era que “el mercado internacional proporcionará arroz barato para la población de Haití”, lo que a corto plazo era cierto. Pero el resultado general fue la devastación de la economía agrícola de Haití, que en ese entonces empleaba a la mayoría de los haitianos. El arroz haitiano no podía competir con las importaciones baratas, y una gran cantidad de agricultores se arruinó, perdió sus tierras e inundó las ciudades en busca de trabajo.... Se incrementó el desempleo, se profundizó la pobreza, y ahora Haití importa el 80 por ciento de sus alimentos, lo que significa que debe tener moneda extranjera para que su población tenga comida.
Y la afluencia de campesinos desplazados a las ciudades alimentó a su vez otra “solución” del FMI / Estados Unidos: la instalación de fábricas de prendas de vestir y de otros productos, eslabones y subsidiarias de cadenas internacionales de producción. La “atracción” de Haití para tal inversión ha sido la pobreza y la desesperación de sus trabajadores que como resultado estaban dispuestos a trabajar como esclavos por unos pocos dólares al día, dólares que deben alimentar no solo a ellos sino a otras personas cercanas a ellos que están desempleadas. Pero durante décadas Estados Unidos se ha opuesto a cualquier aumento en el salario mínimo, argumentando que si los trabajadores recibieran un salario de $ 6 por día, los fabricantes clausurarían las empresas y se irían a otro lado. Por lo que, aunque estas fábricas producen bienes para vender en el extranjero, y ganancias para sus dueños, la cosa principal que “producen” para Haití es... ¡más pobreza!
Sin embargo, para los imperialistas y el FMI, la solución es atraer aún más inversión extranjera, en la industria, la agricultura y el turismo.
Pero para que Haití se desarrolle de esta manera, para ser “acogedor” y “una buena inversión”, hay que hacer ciertas cosas: construir puertos y carreteras; construir barrios cerrados y distritos comerciales para que tengan servicios de “Primer Mundo” las élites extranjeras y haitianas que dirigen todo esto; proporcionar electricidad y agua confiables; y mantener la estabilidad política y económica.
Y estas cosas a su vez requieren grandes desembolsos de capital que requieren préstamos: préstamos para construir infraestructura, préstamos para mantener a la policía y el ejército para reprimir a la gente; préstamos para escuelas y otros servicios sociales para preparar, mantener y pacificar a la fuerza de trabajo. Y para obtener esos préstamos, el gobierno tiene que demostrarle a quienes los proporcionan —los bancos internacionales, inversionistas, gobiernos imperialistas y organizaciones “donantes” como el Banco Mundial— que hará lo que sea necesario para pagarlos, sin importar cuánto sufrimiento esto puede implicar, y que podrá “manejar” la reacción política.
Y eso nos lleva de nuevo al aumento de los precios del combustible. El FMI está exigiendo que se apriete a la población para mejorar la estabilidad económica del gobierno para conseguir más préstamos, contraer más deuda, y apretar aún más a la población. Como dijo el Ministro de Finanzas de Haití cuando estalló la rebelión, “Es difícil pedirle a tus socios internacionales que te den asistencia o apoyo presupuestario y al mismo tiempo tienes ingresos que no estás recogiendo”.
Otro modelo
No hay forma de evitar esto dentro del marco del capitalismo e imperialismo. Como dijo Philip Alston, un funcionario de la ONU que simpatiza en cierto grado con el sufrimiento de las masas empobrecidas, “Lo único que no es una opción real para un país relativamente impotente como Haití es decir ‘FMI, vete al diablo’. El FMI sigue siendo el jugador más poderoso en todas estas negociaciones. Envía las señales a todos los demás en la comunidad internacional”. En otras palabras, si un país oprimido no cumple con las demandas del FMI, no hay préstamos, ni subvenciones, ni inversiones... y ninguna manera en que pueda funcionar una economía capitalista.
Esta es la razón por la cual la revolución —y específicamente la revolución dirigida por los comunistas (que en el mundo actual quiere decir la revolución basada en la nueva síntesis del comunismo desarrollada por Bob Avakian, BA)— es el único camino para salir del infierno que los imperialistas han creado en Haití, romper los grilletes que mantienen sobre Haití y abrir la posibilidad de una sociedad y sistema radicalmente diferentes en camino hacia un mundo libre de toda explotación y opresión, los horrores innecesarios causados por el sistema capitalista-imperialista.
En 2011, BA emitió una declaración sobre el levantamiento de masas en Egipto (también disponible en francés, inglés y otros idiomas) que había derribado a la odiada dictadura de Mubarak en ese país. En esta declaración, mientras escribió, “doy mi sentido apoyo y ánimo a los millones de personas que se han levantado”, Avakian sacó lecciones de la crucial experiencia histórica de la Revolución Rusa: la primera revolución comunista que tuvo lugar en 1917 y estableció un poder liberador que duró casi 40 años. Señaló que lo nuevo y mundialmente histórico en esa revolución fue:
[E]xistió un núcleo de dirección, una dirección comunista, que tenía una comprensión clara, con bases científicas, de la naturaleza no sólo de este o aquel déspota despiadado sino del sistema opresor entero — y de que fue necesario continuar la lucha revolucionaria para expulsar a cierto gobernante de su cargo, pero de remate para abolir ese sistema entero y reemplazarlo con uno que encarnaría de verdad y le daría vida a la libertad y los intereses más fundamentales del pueblo, al esforzarse para abolir toda opresión y explotación.
Y BA señala que aunque esa revolución finalmente se revirtió en Rusia, y Rusia es ahora una potencia capitalista e imperialista, esta lección crucial sigue siendo válida:
[C]uando el pueblo en sus masas, de millones de personas, por fin rompa con las trabas que han estado impidiendo que se levante contra sus opresores y atormentadores, en ese momento el que su lucha y sacrificios heroicos lleven a un cambio fundamental serio o no, avance a la abolición de toda explotación y opresión o no, dependerá de si existe una dirección, una dirección comunista, o no, que tenga la necesaria comprensión y método científico y sobre esa base, pueda desarrollar el necesario enfoque estratégico y la influencia y lazos organizados entre un creciente número de personas, a fin de dirigir el levantamiento del pueblo en medio de todas las curvas, giros y vaivenes, hacia la meta de una transformación revolucionaria real de la sociedad, en concordancia con los intereses fundamentales del pueblo.
Dado lo anterior, BA recalca:
[C]uando el pueblo rompa en masa con "la normalidad" y las cadenas fuertemente forjadas de relaciones opresivas en que de costumbre está atrapado y que lo agobian tan fuertemente —cuando abra paso y se levante en sus millones—, ése es un momento crucial para que la organización comunista forje más sus lazos con esas masas, fortalezca sus filas y su capacidad de dirigir. O, en caso de que tal organización comunista todavía no exista, o que exista solamente de manera aislada y fragmentaria, ése es un momento crucial para que se forje y desarrolle una organización comunista, se asuma el desafío de estudiar y aplicar la teoría comunista, de manera viva, en medio de esta tumultuosa situación, y de esforzarse para desarrollar constantemente lazos con un creciente número de masas, influenciarlas y a la larga dirigirlas por el camino de la revolución que representa sus intereses fundamentales y más elevados, la revolución comunista.
Crucialmente, sigue con:
En mis escritos y discursos, en El comunismo: El comienzo de una nueva etapa — Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos y en otros documentos importantes de nuestro Partido, nos hemos esforzado para sacar lo más profunda y completamente que sea posible las lecciones cruciales de la experiencia histórica de la revolución comunista y de las sociedades socialistas que ha creado —los logros grandes y muy reales y los errores y reveses serios— y para aprender de la experiencia más amplia de la sociedad humana y su desarrollo histórico, con el objeto de contribuir todo lo que podamos al avance de la lucha revolucionaria y la emancipación de las personas oprimidas en todo el mundo. Como dice la Constitución de nuestro Partido:
"El Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, ha asumido la responsabilidad de dirigir la revolución en Estados Unidos, en las entrañas de la bestia imperialista, como su participación principal en la revolución mundial y el objetivo final del comunismo….
"La emancipación de toda la humanidad: esa, y nada menos, es nuestra meta. No existe ninguna causa mayor, ningún objetivo mayor a que dedicarnos la vida".
El levantamiento de julio en Haití fue heroico y decidido, y obtuvo una victoria significativa. Pero su mayor importancia es que muestra tanto el potencial como la necesidad de que surja una poderosa fuerza revolucionaria y transforme completamente a Haití... si y cuando surja el liderazgo comunista necesario para forjar y guiar ese proceso revolucionario. Forjar ese liderazgo es la tarea más esencial de todos aquellos que añoran y sueñan con el fin de la opresión que roba la vida al pueblo haitiano, y a gente en todo el mundo.
Imperialismo quiere decir enormes monopolios e instituciones financieras que controlan las economías y sistemas políticos —y la vida de la gente— no solamente en un país sino en todo el mundo. Imperialismo quiere decir explotadores parasíticos que oprimen a centenares de millones de personas, condenándolas a incalculable miseria; financistas parasíticos capaces de hacer pasar hambre a millones simplemente presionando una tecla de una computadora y trasladando de esa manera grandes cantidades de riqueza de un lugar a otro. Imperialismo quiere decir guerra —guerra para suprimir la resistencia y rebelión de los oprimidos, y guerra entre los estados imperialistas rivales— quiere decir la capacidad de líderes de estos estados de condenar a la humanidad a increíble devastación, quizás hasta la aniquilación total al oprimir un botón.
El imperialismo es el capitalismo en la etapa en que sus contradicciones básicas han alcanzado un nivel extremadamente explosivo. Pero el imperialismo también significa que habrá revolución —el levantamiento de los oprimidos para derrotar a sus explotadores y atormentadores— y que esta revolución será una lucha mundial para barrer a ese monstruo global, el imperialismo.
Bob Avakian, Lo BAsico 1:6
Vamos a lo básico: Necesitamos una revolución. Cualquier otra cosa, en última instancia, es una tontería.
Bueno, esto no quiere decir que no nos unamos a otra gente en toda una variedad de luchas que no tengan por objeto una revolución. No hay duda de que necesitamos hacer esto. Pero es una ridiculez, francamente, presentar cualquier otra solución a estos monumentales y monstruosos problemas e infamias. Y necesitamos tomar la ofensiva y movilizar a una cantidad cada vez mayor de masas para despejar esas tonterías y poner en primera plana la verdadera solución a esto, y responder a las preguntas y, sí, a las acusaciones que se presenten en respuesta a esto, y a la vez profundizar nuestra base científica para hacerlo. Y lo importante es lo siguiente: no solo nosotros tenemos que hacer esto, sino que además tenemos que atraer, desencadenar y dirigir, y posibilitar que cada vez más gente haga esto. Hay que inspirarla, no solo con la idea general de la revolución, sino con un análisis cada vez más profundo, una base sólida científica, de por qué y cómo la revolución sí es la respuesta a todo esto.
Bob Avakian, Lo BAsico 3:1
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