La mortífera concatenación de la misoginia y la supremacía blanca

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De un lector

Hace unas semanas salió en el New York Times (18 de marzo de 2019) un artículo que realmente me sacudió. Se titula “La teoría sobre natalidad que motiva a supremacistas blancos”, y recomiendo fuertemente que todos lo lean. El artículo comienza así: “Antes de la masacre de cincuenta personas en mezquitas de Nueva Zelanda el 15 de marzo, el sospechoso emitió un documento llamado El gran reemplazo. La primera oración decía: ‘Se trata de las tasas de natalidad’. La repitió tres veces”. No se refiere al índice de natalidad de la humanidad; sino que desvaría con saña asesina contra el descenso del índice de natalidad de las mujeres blancas. Aquí se ve la mortífera concatenación de la misoginia llena de odio y una vil expresión de la supremacía blanca, dos cosas fundacionales en el capitalismo-imperialismo que se han azuzado de formas particularmente crueles y desenfrenadas en un movimiento fascista que se está alentando y configurando a los niveles más altos de Estados Unidos y está cobrando un impulso peligroso a nivel internacional.

El índice de natalidad de las blancas en Estados Unidos y Europa ha estado en declive. El conteo de espermatozoides y el nivel de testosterona van a la baja, algunas mujeres trabajan y no crían hijos, algunas ganan más que algunos hombres, incluso el derecho a votar para las mujeres — todos estos factores alimentan los temores con base en el poder blanco de estos hombres que, por lo general, son jóvenes blancos. Cada vez más mujeres trabajan en oficinas, crean como artistas, aprenden en las escuelas y sobre todo en tiempos recientes, las mujeres han venido alzando la voz para denunciar la fea misoginia, en la fuerza laboral, en las escuelas, en la sociedad en general. El contraataque a estos avances, si bien tentativos y quizás temporales, ha motivado a estos movimientos fascistas, patriarcales y supremacistas blancos para que tomen la ofensiva. Arun Kundnani, autor de un libro sobre el sentimiento anti-musulmán, observa: “Están diciendo: ‘Miren, los musulmanes tienen a sus mujeres donde deben estar y nosotros no lo estamos haciendo como se debe’”. Ideas como excluir a las mujeres de los centros de trabajo comienzan como “bromas y memes”, tal como se ve en el manifiesto del sospechoso en Nueva Zelanda. El artículo del New York Times cita a alguien que dice que incluso la idea de quitarles el derecho de voto a las mujeres solía salir solamente en los espacios abiertamente neonazis, pero se está propagando: “[A]hora la veo en espacios menos extremistas. Primero sale como una broma, por supuesto, luego como una política aceptable con la que tal vez no todos los usuarios estén de acuerdo, pero de la que vale la pena hablar”.

Estuve enterado de algo de esta reacción, pero lo que no reconocí en toda su extensión fue que, más allá de los ataques al derecho al aborto e incluso al control de la natalidad, y de la imposición de los “valores familiares” patriarcales cristianos, por opresivo y reaccionario que sea todo esto, lo que destapa este artículo del New York Times es un nivel completamente distinto de misoginia y patriarcado. No solo defienden la dominación individual o los “derechos masculinos”, no solo exigen que las mujeres individuales se subordinen a sus esposos y a los hombres en general. Para este movimiento fascista, “las mujeres como incubadoras” no es solo una expresión del privilegio patriarcal individual, sino un principio fundacional en el que está en juego la civilización occidental tal como la definen (la civilización cristiana blanca). Estas tropas de choque de la derecha fascista, los secuaces del movimiento de poder blanco como el autor neozelandés del manifiesto, consideran el descenso del índice de la natalidad de las mujeres blancas y el cambio de rol de las mujeres en general como una amenaza verdaderamente existencial. Tal como lo ven, hay un choque de civilizaciones en el que los hombres blancos y la Civilización Occidental que dicen que han creado corren peligro de ser exterminados. Tiene que ver con qué tan central es el rol de las mujeres en la sociedad, qué tan fundamental es la familia para la estructura y el etos de la sociedad capitalista, qué tan críticos son el patriarcado y la supremacía blanca como aglutinante social de esta sociedad. Este es el contexto del tuit del congresista de Iowa, Steve King, quien ha sido elegido y reelegido desde 2003: “No podemos restaurar nuestra civilización con los bebés de otra gente”.

Existe el potencial de que se plasmen en toda su extensión todas las novelas distópicas —la marcha de la alternancia entre el fascismo y la democracia burguesa— siempre que el capitalismo-imperialismo sea el sistema dominante. Y en este momento, todo este salvajismo fascista se está alentando y amplificando a los niveles más altos de la sociedad en el régimen fascista que hoy está en el poder con el régimen de Trump y Pence. Como dice BA en Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución: “Y, en términos fundamentales, tenemos dos opciones: vivir con todo esto y condenar a las generaciones del futuro a lo mismo o a cosas peores si es que de plano tengan futuro, o ¡hacer la revolución!

Como BA ha declarado*: “La cuestión general de la posición y el papel de la mujer en la sociedad se presenta cada día más agudamente en las extremas circunstancias de hoy... No se puede concebir la resolución de todo esto salvo de la manera más radical… La cuestión que pende es: ¿será una resolución radical reaccionaria o una resolución radical revolucionaria, implicará reforzar las cadenas de la esclavitud o destruir los eslabones más decisivos de esas cadenas y abrir la posibilidad de realizar la eliminación completa de todas las formas de dicha esclavitud?”

* Citado en Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad, número especial de Revolución, #158, 8 de marzo de 2009.

 

“La opresión de las mujeres y las relaciones opresivas de género” (en inglés)

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