El espectáculo fascista en la Casa Blanca:
Odio contra China, mentiras y fiebre bélica

Raymond Lotta

| revcom.us

 

Y así va en el relato fascista de Trump en su discurso de aceptación de la CNR [Convención Nacional del Partido Republicano]. China “nos está robando los trabajos” ... “nos está estafando” ... “está transando a nuestro país” ... y está empeñada en “adueñarse del país”.

El Führer le echó la culpa a China por el virus de la Covid-19, usando la etiqueta racista “el virus chino”. La verdad es que este virus es un patógeno que se transmite de animales a seres humanos (un microorganismo causante de enfermedades). Si bien el consenso científico es que la Covid-19 se originó en China, la insinuación de Trump de que China deliberadamente propagara el virus es totalmente infundada. De hecho, la evidencia es que Europa es la fuente probable de la mayoría de las infecciones en Estados Unidos. Y hablemos en claro, este es un solo planeta y una sola pandemia global. Las mentiras sensacionalistas de Trump han sido parte de un sórdido intento de encubrir el papel criminal del régimen en convertir una crisis de salud pública en una catástrofe socio-sanitaria totalmente innecesaria.

De manera aún más siniestra, Trump está azuzando una fiebre bélica en contra de China. Insistió en que “Se hará que China rinda claras cuentas por esta tragedia nacional [la Covid-19]”. Unos días antes, declaró: “si no gano... ustedes tendrán que aprender a hablar chino”. En la Casa Blanca, se jactó de ser el único político que puede enfrentarse y “se enfrentará a China”.

Mientras tanto, los buques de guerra de Estados Unidos y China se encuentran en los mares del la China Meridional y de la China Oriental... mientras el cantante de ópera contratado entonaba “Que Dios bendiga a Estados Unidos” a las multitudes de lunáticos en el césped de la Casa Blanca... mientras tronaban los fuegos artificiales.

1) Pongamos en claro la relación económica de Estados Unidos con China.

* Comenzando a fines de los años 1980 y despegando en los años 1990, China ha sido un “paraíso” de mano de obra barata y maquiladoras para los capitales de Estados Unidos y del Occidente. Las empresas estadounidenses de alta tecnología, como Dell, Microsoft e IBM, trasladaron sus operaciones manufactureras a China. Los trabajadores de estas líneas de producción en la primera década del 2000 trabajaban más de 68 horas a la semana, se les pagaba 65 centavos de dólar por hora y estaban sometidos a un ritmo de trabajo implacable y a crueles sistemas de control.

Cuando se abrió la década de 2010, la mayoría de los iPhones de Apple fueron ensamblados en un solo complejo de fábricas —en la costa central de China—, que ¡albergaba a 450.000 trabajadores! El costo de fábrica del iPhone de 2017, al tomar en cuenta todos sus proveedores, fue de $237. Pero las empresas en China que ensamblan el teléfono y producen sus pilas recibieron sólo $8.46. Del precio de venta final de 649 dólares en ese momento, 283 dólares de las ganancias brutas totales fueron directamente a las arcas de Apple.

Historias similares de horror e ingresos extraordinarios se podrían contar acerca de las compañías de prendas de vestir subcontratadas por Target, y las otras grandes empresas trasnacionales de Estados Unidos que “externalizan” la producción de bienes de consumo de bajo precio en China, Bangla Desh, México y otros lugares. El precio “Wal-Mart”, basado en gran medida en el factor “hecho en China”, ha hecho que el capital estadounidense pueda mantener los salarios bajos y aumentar la rentabilidad. Las inversiones estadounidenses en la industria automotriz en China han hecho que esas empresas puedan penetrar más directamente en un mercado de rápido crecimiento, lo que ha sido vital para los ingresos generales de las empresas y la competitividad mundial. El gobierno de Estados Unidos también ha recaudado derechos y aranceles (una especie de impuesto) sobre los bienes que entran a Estados Unidos desde el extranjero.

* China proporcionó otra fuente de estímulo para la economía de Estados Unidos. El gobierno y la banca de China obtuvieron ingresos por las ventas de exportación de los fabricantes capitalistas chinos a Estados Unidos y a otros mercados occidentales. El gobierno y la banca chinos invirtieron una gran cantidad de esas “divisas” (en general los dólares obtenidos vía las ventas de exportación) en bonos emitidos por el Tesoro de Estados Unidos. Ese dinero que entraba a Estados Unidos —el que se originaba en gran parte en las manufacturas en las maquiladoras— lubricaba la economía de Estados Unidos. Contribuyó a hacer posible que el gobierno de Estados Unidos acumulara (y financiara) déficit monumentales. Ahora más dinero estaba recorriendo toda la economía estadounidense, lo que a su vez estimulaba el crecimiento y las ganancias financieras en la década de 1990 y 2000, lo que incluye mediante el auge y la burbuja de la vivienda.

* La relación entre Estados Unidos y China desde fines de los años 1980 había sido dominada por el capital de Estados Unidos y beneficiaba abrumadora a dicho capital, lo que realzó la rentabilidad.

Pero a la hora de la crisis financiera mundial de 2007-2008, la relación entre Estados Unidos y China se estaba volviendo más compleja y cambiante. China es una potencia capitalista-imperialista en ascenso. Ha cobrado su propia fuerza e influencia económica inmensa e independiente. China es ahora la segunda potencia económica del mundo. China se ha convertido en un innovador tecnológico. Su moneda y su sistema bancario juegan un papel cada vez más importante en los mercados financieros mundiales. China está invirtiendo fuertemente en otras partes de Asia, África y América Latina. China está desafiando a Estados Unidos por los mercados e influencia global. Y China está aumentando sus fuerzas armadas.

2) Pongamos las cosas en claro acerca de la pérdida de empleos en la industria manufacturera en Estados Unidos.

* Sí, millones de empleos en el sector manufacturero se han externalizado y subcontratado de Estados Unidos a México, China y otras partes del “Sur Global”. Esto no ocurre debido a que estos países estén “robando empleos” sino porque el capital de Estados Unidos, al enfrentarse a una intensa competencia internacional, recorre el mundo en busca de mayores ganancias.

* La razón principal por la que los empleos en la industria manufacturera de Estados Unidos se han esfumado en las últimas décadas es la transformación tecnológica. Las empresas automotrices, las empresas siderúrgicas, las empresas aeroespaciales y otras empresas han introducido la robótica, equipos para desplazar a los trabajadores, tecnología de la informática y otras cosas que han conducido a una producción mucho más alta por trabajador... ¡y menos trabajadores! Y las empresas de Estados Unidos no sólo han reducido su plantilla, sino que han reestructurado los procesos de trabajo.

* Donald Trump no ha revertido estas tendencias. Sí, se añadieron varios cientos de miles de empleos en la industria manufacturera en los tres años previos al estallido de la pandemia (aunque eso también ocurrió bajo el mandato de Obama). Pero la proporción de empleos en el sector manufacturero en relación con el empleo total en Estados Unidos ha disminuido fuertemente en las últimas décadas: de un 28% en 1960 a un mínimo de la post Segunda Guerra Mundial de un poco más del 8% en la actualidad. Estos empleos no están regresando — no más los empleos en la agricultura solían estar al corazón de la fuerza laboral de Estados Unidos ... pero que fueron mecanizados tanto que dejaran de existir.

El capital de Estados Unidos depende de las cadenas de suministro de mano de obra barata a nivel mundial. Estas cadenas se mueven y se transforman a través del “sur global”. La rentabilidad y el funcionamiento mismo del capital de Estados Unidos requieren de la superexplotación en el tercer mundo. Es por eso que la administración de Trump presionó al gobierno mexicano para mantener abiertas las fábricas controladas por el capital de Estados Unidos cuando azotó la pandemia, para seguir produciendo productos para Estados Unidos y el mercado mundial.

3) La xenofobia en contra de China y la escalada de maniobras bélicas.

Las fuerzas armadas de Estados Unidos bajo Trump se han guiado por una nueva Estrategia de Seguridad Nacional enunciada en 2018 y se han operado según dicha Estrategia. Esa estrategia es nada menos que una visión negativa para el conflicto entre Estados Unidos y China. Tal como Trump bavuconeaba ante la teleaudiencia —y le hacía recordar a China—, que ha presidido un enorme aumento militar (y este aumento incluye la expansión de la capacidad de librar una guerra nuclear). [Vea “La absurda y peligrosa fantasía de que Donald Trump no es belicista”.]

El discurso de aceptación de Trump fue la culminación de un espectáculo hitleriano de la CNR. Un paso virulento de la inexorable bestia racista-fascista del encierro en el hogar y la escalada de maniobras hacia la guerra.

 

 

Consiga una e-suscripción gratuita a revcom.us:



Se necesitan: Voluntarios para revcom.us y Revolución

Envíenos sus comentarios.