Los imperialistas estadounidenses sufren una humillante derrota en Afganistán mientras el opresivo régimen del Talibán vuelve al poder
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Al cierre de esta edición, el gobierno pro Estados Unidos en Afganistán y las fuerzas armadas ahí se han derrumbado. Estas son las mismas fuerzas que Estados Unidos armó, entrenó, y de las que se jactó y en las que gastó 20 años y miles de millones de dólares, para que pudieran amarrar a un Afganistán estable firmemente bajo la dominación estadounidense, sin que tuvieran que seguir ahí un número importante de soldados estadounidenses. En ciertos momentos, Estados Unidos contó con hasta cien mil de sus propios soldados en Afganistán, involucradas tanto en combates como en entrenamiento.
Pero tan pronto como Estados Unidos (primero bajo Trump, de ahí bajo Biden) declaró que iba a retirar a sus propios soldados, contratistas y mercenarios, las fuerzas afganas comenzaron a desmoronarse. Y a medida que se acercaba la fecha declarada de la retirada total de Estados Unidos (11 de septiembre), el colapso se aceleró ante una ofensiva del ejército mucho más pequeño —pero fanático y templado en la batalla— del Talibán fundamentalista islámico que Estados Unidos había expulsado del poder en 2001.
Para el sábado 14 de agosto, el Talibán ya se habían apoderado de casi todas las ciudades importantes de Afganistán excepto la capital de Kabul; en muchos casos, el ejército afgano se desvaneció sin combatir o cambió de bando. Para el lunes 16 de agosto, el presidente de Afganistán, Ghani, había dimitido y había huido del país, y las fuerzas del Talibán se habían apoderado del palacio presidencial; la bandera estadounidense había sido sacada de la enorme embajada de Estados Unidos y los miles de empleados finalizaban la quema de documentos y se iban en helicóptero al aeropuerto de Kabul para una evacuación apresurada. La administración de Biden se apresuraba a poner a 6.000 soldados estadounidenses en el terreno, principalmente para asegurar que su personal militar, diplomático y civil pudiera salir antes de que el Talibán se apoderara del control total de la ciudad, incluido el aeropuerto.
La crisis humanitaria y la pesadilla del gobierno talibán
Para ser claros, el Talibán —unos fundamentalistas religiosos extremos que gobernaron Afganistán desde mediados de la década de los años 1990 hasta que fueron expulsados por Estados Unidos y sus aliados en 2001— fueron y son una pesadilla para las masas de personas. Y su victoria es especialmente siniestra para las mujeres: según la versión de la ley islámica sharia del Talibán, las mujeres son tratadas como propiedad material de los hombres de sus familias, son forzadas a ponerse un pañuelo opresivo en la cabeza (el burka) cuando salgan en público y están sometidas a castigos medievales y hasta la muerte por violar esos códigos.
Además, el Talibán (al igual que Estados Unidos1 ) tienen un historial de exigir venganza contra cualquiera que haya cooperado con sus enemigos, incluidos no solo funcionarios de alto nivel, sino funcionarios de bajo nivel, soldados, maestros, etc.
Debido a todo eso, y debido a los combates, a medida que el control del Talibán se extendía por Afganistán, un gran número de personas —(la ONU calcula en unos 400.000)— han huido de sus hogares, yendo al oeste para cruzar la frontera a Irán2 , el este a Pakistán o a la capital de Kabul. En todas estas condiciones, la gente está desesperada, a menudo sin comida ni agua, y esto también está sucediendo en medio de la pandemia de COVID. ¡Imagínese vivir con hambre y sin hogar, sin alcantarilla ni acceso a atención médica, entre cientos o miles de personas en las calles o en campos de refugiados mientras una epidemia mortal envuelve sus tentáculos alrededor de una persona tras otra!
Estados Unidos — NO es “El bueno”
Así que, la situación en este momento es realmente urgente para las masas de personas en Afganistán. Al mismo tiempo, el mito de que la derrota de Estados Unidos es una gran tragedia, que Estados Unidos es “El bueno” en esta situación y que el gobierno al que apoyó durante 20 años fue un experimento inspirador en la democracia, está completamente en contradicción con la realidad.
Veamos, por ejemplo, el estado y el ejército afganos: en Estados Unidos en los medios de comunicación y entre los líderes políticos, tratan el veloz colapso de estas fuerzas armadas como un misterio y una tragedia. No es ninguna ni la otra cosa. En realidad, es un reflejo predecible de la realidad de que éste era un ejército reaccionario que combatía en nombre de unos invasores extranjeros y del gobierno opresivo y corrupto cuyos ocupantes habían puesto en el poder. Desde el momento en que Estados Unidos comenzó a prepararse para invadir a Afganistán en 2001, forjaba alianzas con una fea gama de señores de la guerra y déspotas regionales a los que “se ganó” a favor de Estados Unidos mediante una combinación de sobornos, oportunidades percibidas para aumentar su poder sobre la gente de Afganistán y/o rivalidades y disputas con las fuerzas del Talibán, tan reaccionarias o incluso más reaccionarias.
Así que su lealtad siempre estuvo a la disposición del postor del momento, y cuando quedó claro que Estados Unidos se iba y que, por lo tanto, el Talibán iba a ganar, en su mayoría capitularon o se pasaron al Talibán. Los soldados de estas fuerzas armadas a menudo no eran remunerados, estaban medio muertos de hambre y combatían por nada más que una mísera quincena. Tampoco estaban dispuestos a desperdiciar su vida en una batalla perdida para defender a un régimen opresivo contra otro.
La vida en medio de la guerra en Afganistán
Los medios informativos estadounidenses también han tratado de presentar a la sociedad afgana bajo su control como una especie de faro de la democracia y a favor de la emancipación de las mujeres. Esta es una broma cruel. A pesar de los millones de millones de dólares que Estados Unidos sigue lamentando que ha gastado (en su mayoría en bombardeos y asesinatos, o desviados por funcionarios corruptos de todos los niveles), las condiciones para los afganos eran horriblemente malas, incluso en comparación con la mayoría de las demás naciones del tercer mundo.
Primero, el saldo de la guerra en sí: al menos 43.000 y quizás hasta 220.000 civiles muertos por causas relacionadas con la guerra. Los militares estadounidenses y afganos llevaron a cabo repetidamente bombardeos a bodas, procesiones fúnebres, escuelas y hospitales; hace solo dos semanas, la Fuerza Aérea Afgana bombardeó un hospital privado en la provincia de Helmand, y dejó a dos muertos y la destrucción de las instalaciones. Más de 60.000 soldados afganos han muerto en la guerra.
Para colmo, en este país ya empobrecido, las cosechas y las aldeas fueron destruidas y la economía distorsionada y trastornada. 1.3 millones de niños menores de 5 años padecían desnutrición. Al menos uno de cada 4 niños afganos de entre 5 y 14 años de edad tiene que trabajar para ayudar a la familia a sobrevivir. En 2014, tan sólo el 54% de los niños (masculinos y femeninos) iban a la escuela. Sin embargo, Human Rights Watch informó en 2017 que “solamente del 2 al 6% de la ayuda para el desarrollo desde otros países se ha asignado al sector de la educación”. Todo ello mientras grandes sumas fueron a caer en la máquina de guerra, o fueron literalmente cargadas en maletas y bolsillos y sacadas del país por la élite pro-estadounidense.
El papel de las reformas menores en el sostenimiento de un régimen opresivo
Sí, es cierto que, en las ciudades importantes, particularmente Kabul, con su clase media más grande y poblaciones educadas, hubo un cierto grado de disminución de algunas de las restricciones, relaciones y condiciones opresivas que enfrenta la inmensa mayoría de la gente en las zonas rurales, en las ciudades pequeñas y los barrios marginales urbanos. En Kabul, las mujeres más osadas podían ponerse pantalón de mezclilla en lugar de la vestimenta islámica tradicional, los intelectuales y periodistas podían alzar la voz hasta cierto punto (aunque todavía existía un riesgo considerable de ataque por parte del gobierno o del Talibán), se celebraban elecciones para cargos públicos, y muchas mujeres fueron elegidas.
Pero en lugar de ser el comienzo de una transformación de toda la sociedad, de erradicar la opresión, la pobreza y la explotación, estas fueron concesiones mínimas que se hicieron a una parte de la población para granjearse su lealtad a favor de un régimen al servicio del imperialismo extranjero que se basaba en un orden social bárbaro3 . Aquellas personas que creían erróneamente que otra cosa y algo mejor estaba sucediendo, y que realmente se pusieron al frente para luchar por los derechos de las mujeres, por ejemplo, ahora están aprendiendo dolorosamente que a Estados Unidos nunca le importó un carajo todo ello, y que han sido abandonados a enfrentar las represalias del Talibán mientras que Estados Unidos saca a su gente (y a algunos afganos) del país.
El porvenir
La situación ahora está muy fluida. Como decimos en nuestro editorial principal, “Mientras el Talibán se apodera de Afganistán y Estados Unidos se ve expulsado en derrota… ¿EN QUÉ QUEDAN LOS INTERESES DE LA HUMANIDAD?”, la humillante derrota del proyecto estadounidense de dominar a Afganistán y a toda la región es algo muy bueno, pero la victoria del Talibán es algo malo. Por lo tanto, la situación inmediata que enfrentan nuestros hermanos y hermanas en Afganistán se ha vuelto aún más grave. Hay un gran temor entre mucha gente en Kabul —una joven periodista afgana dijo que por lo general las calles estaban desiertas, especialmente de mujeres y niños, y dijo que ella misma tenía que buscar desesperadamente un hiyab (un pañuelo para cubrirse la cabeza) en lugar de su pantalón de mezclilla habitual por temor de lo que el Talibán podría hacer.
La gente tendrá que encontrar formas de luchar contra esto, y forjar otro camino. Además, la gente de todo el mundo tendrá que encontrar formas de apoyarlos. Pero si hay una cosa que el “proyecto” estadounidense de 20 años de duración en Afganistán debería haber enseñado a todos, es que para que la humanidad encuentre una salida de este lío quiere decir emprender la lucha y la ciencia para derrocar a todos los sistemas opresivos (por difícil que eso pueda parecer) en lugar de tomar el camino “fácil” pero condenado al fracaso de respaldar a un orden opresivo contra otro.
1. Muchos de los “terroristas peligrosos” que Estados Unidos torturó y/o encarceló después de que al Qaeda atacó las torres gemelas en Nueva York resultaron ser personas que tenían trabajos de muy bajo nivel, como choferes, dentro del Talibán o al Qaeda. Y, por supuesto, muchos de las personas hechas prisioneros por Estados Unidos no tuvieron nada que ver en absoluto con dichas organizaciones. [volver]
2. Donde hay informes de que algunos han sido baleados y asesinados por guardias fronterizos de Irán. [volver]
3. The Intercept informa que gran parte de la clase media urbana “apoyó el orden posterior a 2001 en gran parte por razones pragmáticas: les ofeció un confiable gobierno, policía o salario en el ejército para construir una casa o criar una familia”. [volver]
De Bob Avakian — Líder revolucionario, autor del Nuevo Comunismo:
ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN
EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE —
POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN