El síndrome de la guerra del Golfo:
Cruel encubrimiento

Obrero Revolucionario #884, Dec. 1, 1996

Después de la guerra yanqui contra Irak en 1991, docenas de miles de ex combatientes apostados en el golfo Pérsico empezaron a experimentar problemas médicos debilitantes y a veces mortales, entre ellos: fallas del sistema inmunológico, problemas respiratorios, dolores de las articulaciones y de músculos, dolores de cabeza, náusea, vómito, diarrea extrema, mareos, fatiga, pérdida de memoria, llagas, problemas intestinales y del corazón e incluso cáncer. Muchos hijos de los ex combatientes concebidos después de la guerra nacieron con problemas. Cónyuges y niños de ex combatientes también han tenido problemas anormales. Además, soldados de otros países que participaron en la guerra también han sufrido de enfermedades parecidas.

Esas enfermedades se han venido a conocer como el síndrome de la guerra del Golfo. Para marzo de 1996, más de 80.000 ex combatientes estaban inscritos en el Departamento de Veteranos como víctimas de este complejo de problemas médicos.

Todavía se necesita mucha más investigación de la causa o las causas de este síndrome. Muchos ex combatientes creen que la raíz de sus problemas fueron los químicos tóxicos y otras sustancias venenosas a que se expusieron durante la guerra. Estados Unidos bombardeó muchas instalaciones militares químicas, biológicas y nucleares en Irak, y sus restos fueron esparcidos por el viento a grandes zonas de Irak, Kuwait, Arabia Saudita e Irán. Otros ex combatientes afirman que sus problemas son el resultado de ataques de misiles iraquíes.

Existen claras pruebas de que funcionarios de alto nivel del gobierno y las FFAA sabían que los soldados fueron expuestos a químicos tóxicos durante la guerra. Pero durante años taparon la verdad. En una carta de 1994, el secretario de Defensa, William Perry, y el jefe del estado mayor, general John Shalikashvili, escribieron: "No hay ninguna información, clasificada o no clasificada, que sugiera que se utilizaron armas químicas o biológicas en el golfo Pérsico".

Este cruel encubrimiento ha tenido graves consecuencias para los ex combatientes enfermos. Como el gobierno y las FFAA ni siquiera reconocen oficialmente la existencia del síndrome de la guerra del Golfo, muchos no han recibido servicios médicos adecuados. El diagnóstico más común que se les da es que sufren del "síndrome de estrés post traumático", o sea, que son problemas "mentales". A muchos les han dado drogas psiquiátricas, como Prozac. A otros les dijeron que tenían que pagar el costo de su tratamiento porque sus problemas "no son una consecuencia del servicio militar".

Pero en junio, el Pentágono tuvo que admitir, por primera vez, que unos 500 soldados fueron expuestos a químicos venenosos cuando destruyeron un enorme depósito de municiones cerca de Kamisiyah, Irak, en marzo de 1991, a finales de la guerra.

En los meses que siguieron, se supo que en realidad esa admisión era otro esfuerzo de tapar la verdad. El Pentágono aumentó la cantidad de soldados afectados por la explosión en Kamisiyah a 5000, más tarde a 15.000 y hace poco a 20.000.

También divulgó por primera vez que el equipo de detección de bases militares estadounidenses en Arabia Saudita detectó sustancias venenosas en al aire por lo menos siete veces en la primera semana de la guerra.

Después de cinco años, el Pentágono ha tenido que admitir una pizca de la verdad y anunciar una investigación mucho mayor de la exposición de los soldados a químicos tóxicos. ¿Pero por qué tener confianza en una "investigación oficial"? ¿No es como cuando un departamento de policía "investiga" su propia brutalidad o cuando la CIA "investiga" su propio papel en el tráfico de cocaína?

Lo que han admitido hasta la fecha no es más que la punta del iceberg. En realidad, el encubrimiento de los hechos empezó durante la guerra del Golfo y llegó a los más altos niveles del gobierno y las FFAA. Y no solo es cuestión de venenos químicos, sino también de municiones radiactivas, drogas no aprobadas y adulteración de información médica.

En pocas palabras, el encubrimiento del síndrome de la guerra del Golfo es enorme y profundo... y continúa hoy.

Nubes venenosas

El 4 de marzo de 1991, unos pocos días después de terminar la guerra del Golfo, una unidad de ingenieros militares estadounidenses dinamitó un enorme depósito de armas iraquíes cerca de Kamisiyah. Las explosiones produjeron una nube oscura que el viento llevó a una zona de centenares de kilómetros cuadrados. Más tarde, muchos de los soldados que participaron en esa misión sufrieron de enfermedades estomacales, erupciones misteriosas de la piel, tumores y otros síntomas.

En noviembre de 1991, el comando militar envió un informe de inteligencia "de alta prioridad" a la Casa Blanca, la CIA y el Departamento de Estado que decía que varias armas químicas, que contenían el muy peligroso gas neurotóxico sarin, estaban en el depósito destruido (New York Times, 28 de agosto de 1996). Pero públicamente, los voceros militares y del gobierno siguieron mintiendo acerca de los peligros de la explosión en Kamisiyah.

Eso es solamente un aspecto de lo que pasó en el Golfo. El Comité de Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos del Senado, encabezado por el senador Donald Riegle, llevó a cabo un estudio de dos años de las enfermedades de los ex combatientes del Golfo y de las relaciones comerciales de Estados Unidos e Irak antes de la guerra. En febrero de 1994, Riegle le escribió en una carta al secretario de Asuntos de Veteranos que Estados Unidos bombardeó 18 instalaciones de sustancias químicas, 12 de sustancias biológicas y cuatro de sustancias nucleares. Las fotos de los satélites estadounidenses muestran que los restos de los bombardeos subieron a la parte superior de la atmósfera y fueron esparcidos por corrientes atmosféricas. Un video de la ONU de los bombardeos de los bunkers iraquíes muestra que "los restos de la destrucción de los bunkers de municiones y de otros materiales se desplazaron hacia arriba y hacia los lados". Hace poco James Tuite, el principal investigador del comité de Riegle, dijo durante el programa Lehrer News Hour que "sería irresponsable no concluir" que todos los soldados que participaron en la guerra del Golfo fueron expuestos a químicos tóxicos.

El gobierno sabía antes de la guerra del peligro de contaminación tóxica por consultas con los laboratorios nacionales de Sandia, Los Alamos y Livermore. Un experto ruso de armas químicas y biológicas también advirtió que los ataques aéreos contra instalaciones iraquíes podrían "rebotar" y causar daño a la región. Pero los militares yanquis las bombardearon de todas maneras.

Ex combatientes apostados en Arabia Saudita recuerdan que después del comienzo de los bombardeos en enero de 1991, los detectores de químicos en sus bases dieron la alarma constantemente. Ahora parece que eso fue una consecuencia de los residuos químicos de los bombardeos. (Y quizás algunas veces de ataques de misiles iraquíes SCUD.) Además, equipos de detección de venenos químicos de Checoslovaquia repetidamente le advirtieron a las fuerzas estadounidenses que habían detectado sustancias tóxicas.

No cabe duda de que los más altos niveles de las FFAA se enteraron de esas alarmas y de que decidieron no informar a los soldados. Según los apuntes de Incidentes Nucleares, Químicos y Biológicos, preparados por asesores del general Norman Schwartzkopf: "El teniente coronel Merriman llamó. Nos envió el informe del Comando Central del Ejército. Informe de reconocimiento checoslovaco detectó GA/GB (gas mostaza). El peligro proviene de las instalaciones bombardeadas en Irak. Naturalmente, esto se ha convertido o se convertirá en un problema". (Dennis Bernstein, CovertAction Quarterly, No. 53)

Los comandantes estadounidenses les dijeron a los soldados que los detectores eran defectuosos o que reaccionaban a los vapores de los jets. Hace poco un miembro de un equipo de detección checoslovaco recordó: "Después de un día, un oficial estadounidense confirmó que sí habíamos detectado químicos, pero añadió que no querían dar la alarma porque eran de bajo nivel y hubiera causado pánico entre los soldados". (New York Times, 19 de octubre de 1996)

Ahora el Pentágono admite que es "posible" que sustancias químicas tóxicas prendieran alarmas varias veces durante la guerra. Pero la versión oficial es que la cantidad de químicos detectada era muy pequeña y no hubiera podido causar problemas médicos serios y de largo plazo.

Pero hace poco dos ex analistas de la CIA, Robin y Patrick Eddington, dijeron que la CIA y el Pentágono están tapando pruebas de que más soldados fueron expuestos a esas sustancias. Robin Eddington dijo que vio por lo menos un documento clasificado que sugiere que incluso la exposición a pequeñísimas cantidades de armas químicas durante un tiempo extendido puede causar enfermedades. Los dos dijeron que la CIA los echó cuando insistieron en seguir estudiando ese problema, a pesar de las órdenes de sus superiores. (New York Times, 30 de octubre de 1996)

¿Por qué han mentido a propósito el gobierno y las FFAA? Una explicación puede ser a quién se le echará la culpa a fin de cuentas. Irak recibió sus armas químicas y biológicas de Estados Unidos u otros países y corporaciones occidentales, o las desarrolló con su ayuda. A fines de la década pasada, cuando el gobierno iraquí atacó una aldea curda (los curdos son un pueblo oprimido en Irak) con gas venenoso, Washington no dijo ni mu porque en ese entonces apoyaba a Saddam Hussein.

El uso de drogas sin probar

En medio de la movilización de centenares de miles de soldados para la guerra del Golfo a finales de 1990, la Dirección de Alimentos y Drogas (FDA) del gobierno le permitió a las FFAA darles drogas y vacunas experimentales y no aprobadas a los soldados sin su "consentimiento informado". O sea, los trataron como conejillos de Indias.

Según informó el Centro Nacional de Recursos de la Guerra del Golfo: "A muchos soldados amenazaron con someterlos a consejo de guerra si no se dejaban vacunar, mientras que a otros los inyectaron a la fuerza. Por lo general no anotaron las vacunas en su historia médica. Algunos médicos y enfermeros informaron que les ordenaron no anotar las inmunizaciones y destruir información médica durante y después de la guerra".

Unos investigadores del síndrome de la guerra del Golfo creen que esas drogas y vacunas no aprobadas son una causa muy importante de los problemas médicos de los soldados. Por ejemplo, les dieron la droga pirostigmina de bromuro (PB) a centenares de miles de soldados, en la forma de una pequeña píldora blanca. PB se usa para curar una grave enfermedad de degeneración de los nervios, y los mandos militares dijeron que se la dieron a las tropas como medida preventiva en caso de ataques de gas neurotóxico. Pero según varios estudios con animales, PB aumenta la vulnerabilidad a sarin, uno de los gases neurotóxicos detectados en el aire durante la guerra. Según otros estudios, PB en combinación con pesticidas (rociados en grandes cantidades en las bases estadounidenses) puede causar daños cerebrales y nerviosos.

El 26 de septiembre de 1996, un vocero del Pentágono le dijo a la prensa que "se tomó la decisión conscientemente de no decirles a los soldados" que les daban PB para protegerlos de las armas químicas. Dijo que eso se debía a que "había mucha preocupación en ese entonces por evitar que la inteligencia iraquí captara que estábamos preparados para defendernos de ciertas clases de armas químicas".

Al día siguiente, el vocero dijo que "se equivocó". Dijo que había confundido PB con otra droga, diseñada para proteger a las tropas de armas biológicas, que repartieron a una cantidad menor soldados. El Pentágono dijo que no quería engañar a los soldados acerca de PB, pero que las hojas de información acerca de la droga "no llegaron sino después de que empezaron las hostilidades".

Esos esfuerzos poco convincentes para justificar sus acciones solo plantearon más preguntas: ¿Cuál era la otra píldora que recibieron los soldados? ¿Y qué de los estudios sobre los efectos peligrosos de la PB? Dado que se sabe que Estados Unidos tiene enormes cantidades de armas químicas y biológicas, ¿les dio esas drogas a los soldados en preparación para usar esas armas en el Golfo?

Armas radiactivas

Durante la guerra, el Pentágono se jactó de sus "bombas inteligentes" y demás armas de alta tecnología, pero su propaganda tapó la crueldad de su guerra contra el pueblo iraquí: bombardeos de zonas civiles, la muerte de centenares de civiles en un refugio aéreo de Bagdad destruido por misiles, y la destrucción de sistemas de agua potable y de depuración de aguas residuales, centrales y líneas de transmisión eléctricas y otras instalaciones esenciales.

Otra de sus armas de alta tecnología era un proyectil antitanque hecho de un elemento radiactivo que se llama "uranio gastado". Las FFAA dijeron que esas armas no son peligrosas para los soldados que las usan. Pero cuando estallan, arrojan un polvo muy venenoso que si se respira o entra al cuerpo puede causar cáncer de los pulmones o los huesos y enfermedades del riñón.

Unos soldados estadounidenses fueron heridos por esos proyectiles lanzados accidentalmente por otras unidades. Muchos más también fueron expuestos al polvo. La revista Nation (21 de octubre de 1996) informó: "Mientras la coalición dirigida por Estados Unidos libraba su ofensiva victoriosa, muchos soldados jubilosos se treparon a vehículos iraquíes varados.... Un estudio de la Asociación Operación Escudo del Desierto/Tormenta del Desierto concluyó que de los 10.051 ex combatientes de la guerra del Golfo que se han quejado de enfermedades misteriosas, el 82% entraron a vehículos enemigos capturados". Un ex combatiente dijo: "No sabíamos. Ni siquiera nos enteramos de la existencia de uranio gastado hasta mucho después, de vuelta en Estados Unidos".

Las consecuencias del uranio gastado para los soldados estadounidenses son solo un aspecto del problema. Después de la guerra, Estados Unidos dejó centenares de toneladas de proyectiles de uranio gastado en Irak y Kuwait, y la zona es un enorme pantano de desperdicios tóxicos. En un estudio de agosto de 1995, Irak le informó a la ONU que han aumentado enormemente los cánceres y otras enfermedades en el sur del país. Científicos iraquíes creen que esos cánceres se deben en parte al uranio gastado. Nation dice: "Un informe secreto de la Autoridad de Energía Atómica Inglesa que recibió el periódico Independent de Londres en noviembre de 1991 advirtió que quedaron suficientes cantidades de uranio gastado en el golfo Pérsico para causar `500.000 muertes potenciales', a consecuencia de un más alto nivel de cáncer".

Adulteración de historias médicas

Como informamos el año pasado (OR, No. 821, 3 de septiembre de 1995), las FFAA han tratado de destruir o alterar la información médica para tapar la realidad del síndrome de la guerra del Golfo. Una orden fechada agosto de 1991 de los marines indica que alterar la historia clínica de los soldados fue una orden: "Varias fuentes han sugerido que la documentación de exposición al humo en la región de Kuwait debe de ser incluida en la historia médica de los soldados. Tal información podría sugerir, falsamente, que habrá problemas de salud en el futuro, mientras que hasta ahora la información no indica que haya peligros. A menos de que haya quejas de salud actualmente, no es necesario poner esto en las historias médicas".

El periódico Army Times, de noticias de las fuerzas armadas, informó el 25 de abril de 1994 que unos soldados de la Marina la acusaron de hacer desaparecer las historias médicas de marineros enfermos en noviembre de 1991. Los marineros afirman que sus historias médicas prueban que fueron expuestos a agentes químicos o biológicos en el Golfo.

La capitán de reserva Julia Dyckman ha sido oficial de la Marina 27 años. Fue supervisora de un hospital de 500 camas en El Riad, Arabia Saudita, durante la guerra. Cree que fue expuesta a agentes químicos o biológicos. La enfermera, de 46 años, ha tratado sin éxito de obtener su propia historia médica para recibir tratamiento para media docena de enfermedades que ahora sufre. Dice que el problema no solo es con su propia historia médica. "Recopilamos estadísticas y las enviamos al Centro de Investigaciones de la Marina en San Diego, pero dicen que nunca las recibieron. Mandamos historiales de 10.000 pacientes que atendimos en Arabia Saudita, pero dicen que nunca llegaron. Parece muy conveniente".

Dijo que el hospital trató a mucha gente, pero no por enfermedades de contaminación química: "Si alguien llegaba con lo que yo tenía--como llagas abiertas, probablemente de un agente químico-- no los curábamos de eso". A Dyckman le dijeron que esas heridas las causaba "la arena del desierto".

Después de la guerra, Dyckman participó en un comité para entrevistar a soldados que regresaban del Golfo. "Cuando empecé a entrevistarlos descubrí que se quejaban de las mismas enfermedades que yo. Empecé a anotar las quejas. Cuando comencé a tomar notas, la Marina se me puso en contra y dejó de pagarme. Me hicieron la vida muy difícil".

Una guerra vergonzosa

El encubrimiento del síndrome de la guerra del Golfo ha enfurecido a muchos ex soldados. Los líderes del gobierno y de las FFAA prometieron que las tropas regresarían "con honor y dignidad". Pero estas descubrieron que era pura paja, que las usaron y descartaron.

Y si mienten tan abierta y descaradamente en cuanto a lo que les pasó a sus propios soldados, ¿qué mentiras no habrán contado sobre las consecuencias de la guerra para los iraquíes?

La realidad es que mientras los voceros del Pentágono hacían hincapié en sus "bombas inteligentes", Estados Unidos y sus aliados bombardearon zonas civiles y masacraron a tropas iraquíes atrapadas en sus bunkers en el desierto. Hablaron de una victoria "gloriosa", pero sus pilotos hicieron una masacre de 11 km en la carretera de Kuwait a Irak por donde huían miles y miles de iraquíes. La Casa Blanca de George Bush prometió liberar a los curdos, pero sus maniobras cínicas y crueles traiciones los han dejado en una situación peor. El gobierno estadounidense no se cansó de hablar de llevar la "democracia" al Golfo, pero la destrucción de la infraestructura de Irak causó mucha hambre y enfermedades, y el embargo económico que sigue hoy tiene la culpa de la muerte de medio millón de niños iraquíes.

La guerra de Estados Unidos contra Irak fue injusta y vergonzosa de cabo a rabo. Fue asesinato masivo, llevado a cabo por una potencia imperialista que mandó medio millón de tropas y un gigantesco arsenal de armas de alta tecnología al otro lado del mundo para mantener su poder, ganancias y control del petróleo del mundo.

Muchos ex combatientes de la guerra de Vietnam se dieron cuenta de que participaron en una guerra injusta y criminal. Descubrieron que no tiene honor ni dignidad combatir y morir en beneficio de los ricos y poderosos, que no tiene honor ni dignidad bombardear y matar a la gente común y corriente de otro país. El caso del síndrome de la guerra del Golfo muestra una vez más que los gobernantes de este sistema tratan a sus soldados como carne de cañón: para usar y descartar en sus guerras criminales.


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