Obrero Revolucionario #892, 2 de febrero, 1997
Un informe de nuestro corresponsal de San Francisco:
A comienzos de enero una enorme inundación cubrió gran parte del centro de California. La nieve derretida de las montañas inundó el valle Central por cuatro lados, y luego desembocó al océano Pacífico en la bahía de San Francisco. La inundación cubrió una zona diez veces más grande que la ciudad de San Francisco.
La inundación de California fue parte de un desastre mucho mayor que afectó a todo el noroeste del país: Idaho, Nevada y el centro de California. Es difícil captar su destrucción.
Fui a la zona inundada para ver cómo lo estaban pasando. Por lo que vi y por los informes periodísticos, no cabe duda de que ha habido muchos daños y sufrimiento. Según informó la prensa, siete personas murieron y 13.000 casas quedaron destruidas. Pero seguramente hubo más muertos en zonas remotas.
Por todas partes la gente común y corriente cooperó valientemente para salvar a sus vecinos, casas y granjas. Muchos se ofrecieron de voluntarios para llenar sacos de arena y ayudar a un desconocido. Gran parte del difícil y peligroso trabajo de reforzar los diques lo hicieron presos. Parece que la principal actividad de las autoridades ha sido mantener a la gente aislada e ignorante y tapar las verdaderas causas de las inundaciones, echándole la culpa a "la naturaleza" o incluso a "la voluntad de dios".
Con la inundación por un lado y la vigilancia policial por el otro, no hubiera podido desplazarme sin la ayuda de un par de lectoras del OR. La policía bloqueaba la entrada a los que no tenían tarjetas de identificación de la zona inundada o permisos oficiales. Así que fue una suerte poder entrar a la zona; poco después se atascó horas el tráfico de la autopista principal pues las aguas subieron a sus bordes.
Cuando llamé por primera vez a una lectora de la zona, me dijo que era una pesadilla tóxica pero que nadie quería admitirlo. Dijo que cada granja sumergida tenía productos químicos que arrastraron las aguas. Luego me di cuenta de lo difícil que era obtener información sobre ese riesgo a la salud.
Otra lectora me sirvió de guía. Empezamos en un centro de emergencia. Una pareja llegó desde lejos para averiguar sobre los programas de asistencia y sobre lo que realmente sucedía, pero ni siquiera querían decirles si podían regresar a casa. Preguntaron por los peligros a la salud pública, pero el centro no tenía información (o no quería darla). Después de muchas preguntas de la pareja, y de nosotros también, el director mencionó que en una clínica estaban poniendo vacunas contra el tétano.
No se puede decir que lo que cubre la zona es "agua". El encargado del centro de emergencia admitió que es una mezcla de "pesticidas, herbicidas y cadáveres de animales". Si se agrega a eso fertilizantes químicos, aguas negras y desperdicios industriales, resulta una cosa miedosa.
La competencia que impera en la agricultura capitalista obliga a los granjeros a usar los más modernos pesticidas y herbicidas. Las aguas han arrastrado esos venenos químicos con cadáveres de animales y otras cosas peligrosas. Además, en muchas partes los sistemas de aguas negras se han reventado y estas entran en los ríos y zonas inundadas.
En un mapa de los daños de la inundación que salió en un periódico, vimos las palabras "mancha de petróleo" sobre la granja de unos amigos de mi guía. El periódico no explicaba de dónde salió el petróleo y a mi amiga le preocupaba qué iban a hacer las autoridades para ayudar a sus amigos. ¿Cómo podrán criar vacas lecheras en una granja contaminada con petróleo? ¿Quién querrá tomar esa leche?
En el centro, otra pareja preguntaba cómo podía averiguar si se podía tomar el agua de su pozo inundado. El encargado les prometió que el gobierno iba a examinar el agua de las tuberías y dijo que él también tomaba agua de un pozo. Confundidos y preocupados, se fueron en busca de otro centro mejor informado.
Más tarde leí que el coordinador de la Oficina de Servicios de Emergencia de Mantica dijo: "Desde el comienzo hemos tenido que combatir los rumores. Los repite gente que no debe dejarse embaucar...y nuestro papel es prevenir el pánico". Pero el problema que vi no fueron rumores, pánico ni gente que "no debe dejarse embaucar", sino falta de información confiable. Por ejemplo, el San Francisco Chronicle informó que la fábrica de la compañía All-Pure Chemical en Marysville estaba completamente sumergida. La Oficina de Servicios de Emergencia estatal dijo: "Nos aseguran que todos los productos químicos están almacenados en recipientes sellados". Pero el Chronicle añadió: "No hemos podido ponernos en contacto con la compañía, que produce una amplia variedad de productos para la aricultura".
La mayor parte de las operaciones de socorro que vimos eran de individuos comunes y corrientes que se ayudaban mutuamente. Hablamos con una pareja que vivía con parientes, como muchos de los que abandonaron su casa o granja. Los que vivían en refugios tenían muchos problemas: el gobierno no les daba comida ni ropa. La Cruz Roja abrió unos refugios, pero muchos damnificados estaban en lotes de estacionamiento o lugares parecidos y dormían en carros, camiones y remolques.
Mucha gente pobre en las zonas rurales inundadas no tiene con qué pagar un hotel o un restaurante. Hay jubilados que viven en remolques y tuvieron que valerse por sí mismos, con la ayuda de amigos y la más mínima asistencia del gobierno. Nos contaron que mucha gente dormía en escuelas y edificios públicos.
Entre los que han sufrido más están los trabajadores migratorios. En el valle Central, estos inmigrantes (la mayoría mexicanos) trabajan en los huertos de nueces, melocotones y ciruelas. En el invierno hay poco trabajo en los huertos, así que muchos no estaban cuando empezaron las inundaciones. Cuando regresaron, encontraron sus casas destruidas; unos todavía están en otras partes del estado o en México y no saben qué les espera. Los habitantes de un campamento del río Feather al norte de Sacramento tuvieron que huir por las aguas y solo regresaron hace poco. Una trabajadora social le dijo al San Francisco Examiner que esos trabajadores "no saben cómo van a subsistir si no hay una buena cosecha, especialmente con los cambios del welfare". Describió su angustiosa situación: "No pueden pedir ayuda de ninguna forma, así que tienen que atenerse a la generosidad de otros trabajadores migratorios".
Cuando preguntamos en el centro de emergencias qué se podía hacer para ayudar, el encargado nos contestó con una mirada vaga. "¡No se necesita ayuda!" Nos dijo que unos presos estaban llenando sacos de arena cerca, pero que "las reglas no permiten" que trabajen a su lado voluntarios. Decidimos investigar.
Varios equipos de presos trabajaban turnos de ocho horas en el frío y el agua llenando los sacos. Como los vigilaban de cerca los guardias, casi no pudimos hablar con ellos. Pero me pidieron que informara sobre lo que hacían.
Había varios grupos de presos. Unos trabajaban hombro a hombro con otras personas, como por ejemplo trabajadores estatales. No sé cómo fue en otros penales, pero los presos con quienes hablé se ofrecieron de voluntarios para el arduo trabajo, y su único "incentivo" era la promesa de una reducción de un día de su sentencia por cada día de trabajo (que no es mucho de una sentencia de 10 años). Un preso me dijo: "Somos presos, pero eso no quiere decir que somos mala gente. Cuenta lo que estamos haciendo. Muchos tenemos familiares y amigos por aquí y queremos ayudar".
Varios dijeron que hay gente que teme a los presos a pesar de que están protegiendo sus casas o granjas. "Ven nuestra ropa y cierran la puerta. No entienden que estamos aquí para protegerlos".
"Nos llaman criminales", gritó un preso. "¡Pero mira lo que estamos haciendo! Cuenta lo que estamos haciendo". Lo prometí y les pregunté sobre lo que nos contaron las autoridades de que tenían que mantener a los presos separados para impedir peleas. "No es verdad", me dijo un preso. "Nos mantienen separados porque no quieren que hablemos; lo hacen para controlarnos más".
Los guardias nos dijeron que la presencia de una mujer joven los incitaría. Pero mi amiga no tuvo ningún problema. A los presos les gustaba que quisiéramos informar sobre su situación y que a mi amiga le preocupara el tratamiento que recibían. Mientras yo hablaba con los presos, ella le preguntó a los guardias si les habían informado sobre los peligros de trabajar en agua contaminada. ¿Les habían dado vacunas contra el tétano o ropa protectora? Parece que los presos no sabían nada de eso y quedaron molestos. Nos dijeron que cuando el agua se acercó al penal no había plan para evacuarlos, a pesar de que evacuaron las granjas cercanas contra la voluntad de los granjeros. En eso llegó un supervisor, y los guardias nos pidieron identificación y nos preguntaron por qué hacíamos esas preguntas. Así que nos despedimos.
La mayoría de las granjas de esta zona son de familias. Hay muchas granjas lecheras y avícolas. Algunas tienen puercos, pollos, ovejas y vacas. Cuando le pregunté a mi amiga y guía cómo es la vida de los trabajadores migratorios en las granjas, me explicó que la granja de sus amigos la trabaja la familia y solo contratan unos pocos trabajadores permanentes, que viven cerca.
Esa es una situación muy distinta a la de las grandes corporaciones capitalistas que dominan la agricultura más al sur, que contratan miles de trabajadores para recoger fresas, uvas o lechuga. Estas granjas familiares tienen centenares de miles de dólares en ganado y maquinaria (o en préstamos), pero no se ganan la vida principalmente explotando a otros.
El sistema capitalista les ha dado "opciones" crueles. Unos tienen seguro para inundaciones, pero otros no. Leí en un periódico acerca de una familia que tuvo que sacrificar el seguro para costear una operación de cáncer. Como muchas familias de la zona, tuvieron que esperar para volver a comprar seguro, en su caso hasta el 10 de diciembre. Pero no sabían que después de las inundaciones de 1995 el gobierno federal extendió el período de espera de cinco a 30 días, así que las inundaciones destruyeron su granja 10 días antes de que el seguro entrara en vigor.
Un programa federal ofrece seguros de inundaciones. Una pareja nos dijo que el seguro paga la construcción de una nueva casa, pero no los pollos ni el alojamiento mientras no puedan regresar a su casa por las aguas y las reparaciones.
Algunas partes del delta del río Sacramento quedan a una hora y media de San Francisco. En los últimos diez años la zona ha crecido muy rápidamente. La población de Sacramento creció 279% durante los últimos 45 años. Modesto creció de 18.000 habitantes en los años 50 a 182.000 hoy. El ritmo del crecimiento sigue acelerando. Tracy, un suburbio, creció de 18.000 a 33.000 habitantes en diez años; otros pueblos han crecido 500% o más. Muchos de los nuevos habitantes son gente de la clase media de San Francisco y alrededores, atraída por las promesas de casas grandes y la "seguridad" de vivir fuera de la zona urbana. Encontré un volante de antes de las inundaciones que prometía "casas a la orilla de un lago cerca del delta de California". Me pregunto a cuántos pies bajo el agua se encuentran ahora.
Muchos de esos suburbios "seguros" están en zonas de inundaciones. La urbanización y pavimentación han aumentado el peligro de inundación. Vi muchos letreros de "Compre su casa por $100.000" en medio de un lago.
"Hemos talado sistemáticamente los montes, arrancando los árboles que absorben el agua. Hemos canalizado los arroyos y pavimentado las tierras bajas, destruyendo los patrones de dispersión de agua y construyendo complejos de casas en las tierras aluviales. Las represas se llenan, los diques se derrumban y grandes trechos del valle Sacramento de California están inundados".
comentario que salió
en el New York Times,
10 de enero de 1997
El enorme delta del río Sacramento, en el centro de California, está casi al nivel del mar. Hasta hace 100 años, había inundaciones cada año. Enormes cantidades de agua bajan de las montañas al este cuando se derrite la nieve. Con el desarrollo de la agricultura capitalista en California, se construyó un sistema de diques que controla las inundaciones y separa la gran red de ríos de las tierras agrícolas. (La mayoría de los que construyeron los diques fueron chinos, que trabajaban en pésimas condiciones. Poco después, poderosas fuerzas políticas desencadenaron una vil campaña contra esos inmigrantes.)
Desde la construcción de los diques se ha hecho muy poco para mantenerlos. En realidad hay dos niveles de diques: los más grandes, mantenidos por los gobiernos federal y estatal, y los más pequeños, mantenidos por los gobiernos locales o comités de granjeros. El jefe de un comité le dijo a un periódico: "Cada año tratamos de reforzar nuestros diques, pero no tenemos los recursos y el Cuerpo de Ingenieros no nos ayuda a menos que haya un desastre". Los años de recortes gubernamentales (que llaman cínicamente "quitarle el gobierno de encima a la clase media") han dejado a los granjeros más vulnerables a inundaciones.
En 1991, los que viven a lo largo del río Feather demandaron al estado por los daños causados por una inundación, y culparon la falta de inspección y mantenimiento de los diques. Durante el juicio, un ingeniero dijo que hay grandes ríos subterráneos debajo de los ríos de la superficie, y que hay que tomarlos en cuenta en la planificación del control de inundaciones. Dijo que el nivel de esos ríos subterráneos sube durante una inundación y que eso socava los diques. Los demandantes ganaron, pero el gobierno estatal ha apelado y no ha publicado información sobre el tema porque "no quiere divulgar importantes elementos de sus argumentos en la apelación". Pero en la zona donde el ingeniero predijo que habría inundaciones, los diques se derrumbaron y el agua causó mucha destrucción (180 casas) y por lo menos una muerte.
Los grupos ambientalistas han condenado los métodos de las compañías madereras, que arrancan los árboles y las raíces que absorben grandes cantidades de agua y estabilizan la tierra. La región del delta y todo el valle Central cuentan con un ecosistema muy complejo. Pero el desarrollo capitalista no ha parado ni un minuto para tomar en cuenta su impacto ecológico ni las consecuencias para la gente.
Al bajar las aguas, los políticos corrieron a decir que hay que hacer algo para prevenir más inundaciones. Pero ninguno habló de los puntos más fundamentales. No proponen un proyecto de la escala que se necesitaría para dragar los ríos y reconstruir los diques. Pero incluso si pudieran destinar los fondos necesarios, las causas de este desastre van mucho más allá de lo que podría reparar el Cuerpo de Ingenieros.
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