Reseña del OR
Obrero Revolucionario #900, 30 de marzo, 1997
John Singleton se merece elogios por su última película: Rosewood. Es la historia, basada en hechos reales, de un pueblo negro arrasado por una chusma racista, de un pogrom en las ciénagas de la Florida. Al remontarse al pasado, Singleton toca un punto neurálgico y hace una emocionante y poderosa denuncia de Estados Unidos de Amérikkka hoy día, y de su pasado escalofriante. Toda persona que se preocupa del racismo, la opresión nacional y demás males de esta sociedad tiene que ir a verla.
Rosewood fue un pueblo en las ciénagas del noroeste de la Florida, a unos 50 kilómetros al suroeste de Gainesville y a 14 del Golfo. Su nombre deriva de los árboles de cedro que alimentan la industria de la tala y su comercio derivado. Muchos de esos árboles fueron a parar en las fábricas de lápices del Norte. En la década de los 20, tenía 150 habitantes, todos negros menos una familia blanca. Fue un pueblo que prosperó. Muchos de los negros trabajaban en los aserraderos y de hacheros, y muchas de las negras limpiaban las casas de los blancos de Summer, el pueblo vecino. En muchos respectos, los de Rosewood tenían una mejor situación económica que los blancos de Summer.
Los de Rosewood eran propietarios y muchos lograron escapar las cadenas del sistema de aparcería y la acompañante opresión semifeudal. Así y todo, la opresión violenta y el sistema de supremacía blanca permeaba la vida de todos. Al fin y al cabo, Rosewood seguía siendo parte del Sur amerikkkano; solo habían pasado 50 años desde que se abolió la esclavitud y 45 desde que se aplastó la Reconstrucción. La posición relativamente independiente de los negros de Rosewood, con relación a los blancos de Summer, les daba una base material para luchar contra los intentos de volver a esclavizarlos. Sin embargo, esa independencia irritaba a los supremacistas blancos de Summer y otros pueblos vecinos.
En 1923, Fanny Taylor, una joven blanca de Summer, acusó falsamente a un negro de meterse en su casa a darle una paliza feroz. En una hora, se montó una chusma linchadora que se autoproclamó "defensora de la mujer blanca", y atacó a los negros de Rosewood. Dijeron que estaban buscando a un preso fugitivo que se llamaba Jesse Hunter, pero en realidad atacaron a todos: hombres, mujeres y niños. Con la llegada de klanistas y otros supremacistas de pueblos vecinos, la chusma creció a 1500 personas. Después de una semana de linchamientos, violaciones, mutilaciones, disparos, incendios y torturas, arrasaron a Rosewood.
Pasaron 70 años antes de que se investigara lo que sucedió en Rosewood. En 1923, un juez examinó el caso de Sam Carter, el herrero de Rosewood y primer linchado y mutilado, y declaró que Carter murió "a causa de daños por desconocidos". Pero ese juez conocía a muchos de los linchadores y era amigo del sheriff, que estuvo presente durante el linchamiento. Los documentos oficiales dicen que ocho personas, dos de ellas blancas, murieron esa semana. Pero los testigos cuentan haber visto muchos más linchamientos y fosas comunes. Un mes después de la masacre, un gran jurado declaró que no había suficientes pruebas para procesar a ningún individuo por la masacre de Rosewood.
En 1994, la legislatura de la Florida por fin investigó la masacre. Después de un debate lleno de preocupación por la posibilidad de que negros, vietnamitas, japoneses, latinos, indígenas seminolas y todas las demás víctimas de racismo y pogromos en la Florida pudieran demandar al estado, los legisladores decidieron dar a cada uno de los sobrevivientes de Rosewood una pequeña suma de dinero en compensación.
Singleton dijo que después de entrevistar a los sobrevivientes de Rosewood y oírles contar su historia decidió hacer la película. El guionista, Greg Poirier, ha dicho: "El ancla de la película es el hecho de que es verdad. Así que fue muy importante aferrarnos a los hechos, para que no nos vengan con eso de que `se inventaron buena parte de la historia, no fue tan malo'". Sin embargo, unos críticos la han acusado de ser "muy a la Hollywood", "demasiado simplista" y de "apartarse de los hechos y presentar historia revisionista". Esos críticos deben tener vergüenza; deben dejar de criticar y callarse la boca.
Rosewood es históricamente fiel, tanto en lo particular como en lo general. Si bien Singleton usa mucha información recogida en las entrevistas a los sobrevivientes, muchos detalles se han perdido para siempre debido al encubrimiento oficial y al temor de represalias de los sobrevivientes.
Singleton es muy fiel a la historia de ese tiempo. A ese período se le conoce como "la época de los linchamientos", cuando, según los periódicos sureños, la "gente decente" prosperaba y era protegida por "el juez Linchamiento". Entre 1877 y 1923, 3500 negros fueron linchados en todo el país, la mayoría en el Sur, cientos fueron masacrados y miles mutilados y corridos de sus pueblos debido a pogromos. En 1922, hubo por lo menos un linchamiento por semana.
La década de los 20 también fue testigo del mayor crecimiento del KKK, que llegó a tener tres millones de miembros. Singleton tenía mucha información para retratar los horrores cometidos durante la masacre de Rosewood. Es curioso que a ninguno de los críticos que hablan de fidelidad histórica se les ha ocurrido averiguar por qué la verdadera historia de Rosewood ha sido prácticamente un secreto de estado durante generaciones.
John Singleton cuenta la historia de Rosewood a través de unos pocos personajes: Sylvester Carrier (Don Cheadle), su mamá Sarah (Esther Rolle), la hermana de Sylvester, Scrappy (Elise Neal), un forastero de nombre Mann (Ving Rhames) y John Wright (Jon Voight), un bodeguero de la única familia blanca de Rosewood. Singleton se toma cierta licencia dramática. Al fin y al cabo, esto es arte que se basa en la historia y no una conferencia histórica. Al hacerlo, Singleton teje un maravilloso tapiz de complejos personajes y temas.
Singleton crea dos personajes fuertes y heroicos (Sylvester y Mann) de uno solo, Sylvester Carrier. El verdadero Sylvester era conocido como el mejor cazador y el mejor tirador de Rosewood, y además enseñaba piano. El Washington Post lo describió como un "bandido negro". Conocía en carne propia la traición de los blancos, pues los acusaron a él y a su papá de abigeo y los metieron a la cárcel.
En la película, Sylvester es un maestro de música, intrépido ante los blancos y las autoridades blancas; cree que los tiempos han cambiado y que su posición social merece respeto, y lo demanda para sí mismo y para el resto de su gente. Cuando empieza el pogrom, Sylvester propone la autodefensa armada y cuando está claro que la chusma lo busca a él, Sylvester no huye ni se esconde. Dice: "Los negros no podemos seguir huyendo todo el tiempo. Llega el momento en que uno tiene que decir `basta' y defenderse".
Mann es de otro sector del pueblo; es un forastero y sus únicas posesiones son su caballo, la ropa que tiene puesta y el dinero que lleva en los bolsillos; es ex combatiente de la I Guerra Mundial y sabe lo que significa luchar en nombre de Amérikkka y lo que es el combate. Mann espera que lo traten con respeto, pero no se hace ilusiones; sabe que solo una guerra puede mejorar las cosas. Siempre está alerta y tiene una cicatriz de una soga en el cuello que le dejó un conato de linchamiento. Así y todo, ante el pogrom, Mann vacila, teme que por ser forastero la chusma lo atacará a él y que los demás negros no lo respaldarán. Después se da cuenta de su error y regresa a Rosewood para desempeñar un papel heroico.
Sarah, la mamá de Sylvester y matrona de la familia Carrier, es una mujer cargada de dignidad que trabaja duro y que sabe lo que significa vivir bajo la supremacía blanca y luchar contra ella. Cuando Sylvester le dice que los tiempos han cambiado, ella le hace recordar tajantemente: "Pero no han cambiado para los racistas". Sarah nació y fue criada en la esclavitud, y vio cómo torturaron hasta casi dejar muerto a su papá y a otros por "crímenes" que los esclavistas bien sabían que no cometieron.
Sarah vio al hombre que le dio una paliza a Fanny Taylor y, al igual que el sheriff y otros linchadores, sabía que no era negro. Pero Sarah también sabe que la verdad no importa en una sociedad en donde la supremacía blanca es un pilar central y crea el ambiente para las relaciones sociales. Cuando sus nietos le dicen que está en el deber de decirles a los blancos que fue un blanco el que maltrató a Fanny, Sarah contesta sin vacilación y con mucho odio: "No importa quién haya golpeado a Fanny Taylor. ¡Nigger es otra manera de decir culpable!". Cuando al fin Sarah tiene que confrontar a la chusma con la verdad para tratar de salvar a su hijo, paga un precio muy alto.
El retrato que Singleton pinta de los blancos no es nada simplista. Nos muestra la telaraña de criminales relaciones sociales que permiten que Fanny Taylor—quien temía que su esposo la golpeara si supiera que fue su amante quien la golpeó—utilice la supremacía blanca para salvarse de una paliza de su esposo. Nos enseña las relaciones de propiedad que alimentan la mentalidad de chusma linchadora cuando Mann ofrece más por un territorio que el tendero Wright. También explora, de una manera brillante, la dinámica de la chusma y nos hace ver cómo se perpetúa y se impone esa supremacía blanca, ayuer y hoy.
Nos muestra el papel del sheriff que ora incita, ora intenta controlar a la chusma, pero siempre obediente a la estructura de poder local, que lo puede despedir si no demuestra que "es capaz de domar a sus niggers". Nos hace ver las profundas raíces de la supremacía blanca por medio de linchadores que toman a mal el que Sylvester tenga su propio piano; para ellos es incomprensible que estén más jodidos que un negro. Vemos el salvajismo cotidiano del terrorismo extraoficial; la total impunidad y protección oficial que tienen los linchadores para cometer barbaridades contra los negros; la infamia en las fotos históricas de blancos riéndose y detrás de ellos negros colgados de árboles, quemados y mutilados. Es gente criada desde la infancia para ejercer e imponer la supremacía blanca, y para dejarla de herencia a sus hijos, generación tras generación. Es la cara de un sistema que solo se puede tumbar con la fuerza de las armas.
Hacia el final de la película, Singleton nos muestra la unidad entre la supremacía blanca y la supremacía del hombre; unos de los linchadores borrachos dejan escapar que ellos se han acostado con Fanny y que la consideran una puta. El esposo de Fanny, después de linchar y asesinar negros, va a darle una paliza a ella porque lo avergonzó frente a los otros linchadores.
Rosewood también tiene personajes blancos que, por varias razones, defienden a los negros. Pero esa situación tampoco es nada simplista, pues los blancos, para defender a los negros, tienen que descartar el bulto de supremacía blanca que cargan. John Wright es el tendero que se considera "justo", pero tiene una actitud paternalista y oportunista con los negros, y saca provecho de la supremacía blanca. Cuando estalla el pogrom, no sabe de qué lado ponerse y vacila hasta que su actitud precipita, indirectamente, un crimen bárbaro que lo obliga a tomar el lado de los negros. Desde ese momento, Wright hace todo lo posible por ayudar a los negros y organiza a otros blancos para hacer lo mismo. Cuando dos conductores de tren blancos muestran indecisión ante ayudar o no a mujeres y niños negros que huyen del terror racista por temor a represalias contra el tren, Wright les dice: "No les pido que pongan en riesgo el tren, sino la vida".
En la conclusión, Singleton nos ofrece dos emocionantes escenas que entrañan la esperanza de que en el futuro los negros y los blancos se traten con respeto e igualdad; pero solo si los blancos rechazan completamente la supremacía blanca y hacen todo lo posible para combatir la opresión de los negros.
Uno no puede ver Rosewood sin pensar en la situación actual en Estados Unidos. Las escenas de la chusma linchadora hacen recordar las chusmas uniformadas con placas que dejan estragos de un rincón al otro del país, sembrando terror en los barrios pobres y multifamiliares. Cuando desde los bosques salen corriendo cientos de presos para subirse a un tren, pensamos en la sistemática criminalización de la juventud y la reinstitución de las cuadrillas de presos encadenados. En el lloriqueo del racista sobre el piano de Sylvester, oímos el contraataque blanco a la acción afirmativa; oímos ecos de la absolución del chota racista Mark Fuhrman; recordamos que muchos blancos siguen pensando que pueden manejar la supremacía blanca para tapar sus crímenes, como en el escándalo del hombre blanco de Boston que mató a su esposa y le echó la culpa a un negro o de la mujer que ahogó a sus dos hijos y dijo que un negro se los secuestró.
Todos los actores de la película han comentado sobre el hecho de que es una película de mucha resonancia actual. Don Cheadle le dijo al Los Angeles Times durante la filmación: "Ojalá inspire a realizar más investigaciones sobre nuestra historia. Parece que se está dando un repunte de racismo, xenofobia y conflicto. Pienso que si uno entiende el por qué, estará mejor preparado para encararlo". Por su parte, Singleton veía muy claramente la conexión entre hoy y Rosewood de 1923, y la importancia de la película. En una entrevista concedida durante la filmación, Singleton dijo: "Vivimos en el mismo país de hace 73 años; lo digo sin ironía. Si los blancos siguen quemando iglesias en el Sur, para mí que no ha cambiado mucho la situación. Los que piensan y cuestionan verán la conexión; otros la ignorarán, no querrán saber nada del pasado y menos que lo mismo está ocurriendo hoy.... Muchos atacarán la película, como los de aquí que dicen: `¿Por qué recordar eso, por qué mejor no olvidarlo?'. Pero yo digo, ¿por qué no? Si no hablamos de eso, volverá a repetirse una y otra vez. Hay que recordarlo. Es como el Holocausto, porque no se puede olvidar".
Todos los que quieran conocer la historia de los negros en Estados Unidos, tienen que ir a ver Rosewood.
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