Ocosingo es una ciudad caliente a unos 100 kilómetros al noreste de San Cristóbal. Está ubicada en un valle cerca de los altos de Chiapas; muchos la llaman la entrada a la selva porque está al borde de la selva Lacandona. Aquí, los plátanos y otras plantas de las zonas tropicales y templadas empiezan a remplazar a los pinos que cubren la montaña.
Ocosingo es un laberinto urbano de severas construcciones de ladrillo y de estuco de uno y dos pisos. Uno puede cruzarlo a pie en 15 minutos. El municipio de Ocosingo es enorme y abunda en bosque y pasto. La ciudad tiene una población de 20.000 habitantes y es una de las principales de Chiapas; hay pocos hoteles o restaurantes.
Ocosingo está entre San Cristóbal y las ruinas mayas de Palenque, pero no es un paraíso de turistas. Es un sitio duro, dominado desde hace décadas por los ganaderos. Los campesinos indígenas de esta región han luchado duro contra la naturaleza y contra los ganaderos para sacar lo necesario para vivir a duras penas de un pedacito de tierra en poblados lejanos y pobres. En Ocosingo, la mitad de las viviendas no tienen agua corriente y cinco de cada seis no tienen sistema séptico. El 68% no tiene electricidad, el 75% tiene piso de tierra y el 81% de la población vive apiñada.
El 1 de enero de 1994 Ocosingo fue uno de los centros del levantamiento campesino dirigido por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Poco después de nuestra llegada a Ocosingo, conocimos a un joven que vio el levantamiento y quería contarle al mundo su experiencia. "Todos despertamos y nos sentimos, pa' decir la verdad, que la gente [campesina] habían tomado, pues. Muchos en la mañana van al mercado y no los dejaron entrar porque ahí estaban los zapatistas.
"Yo como a las 9 de la mañana salí a comprar de la farmacia. Pero no había ninguna farmacia abierta. En las cuatro esquinas de la presidencia habían varios zapatistas. Y pues no se escuchaban los tiroteos todavía; todavía los de Seguridad Pública no se habían reunido. Entonces estuve con otra persona, tratamos de cruzar la calle y nos gritan los zapatistas que tuviéramos cuidado, porque en cualquier momento podría empezar la balacera. Entonces caminábamos más a prisa, y a la siguiente esquina ya les vimos a los zapatistas tirados en el suelo con sus armas. Entonces empezó la balacera. El gobierno y los zapatistas balaceando.... Los de azul eran la Seguridad Pública.
"Entonces yo me regresé, y cuando llegué, ahí en el periférico había un grupo como de 50 zapatistas, deteniendo los carros, registrándolos. No hicieron nada a los civiles. Entonces todo el día estuve aquí con mi familia, y escuchamos el tiroteo. Y en la noche mi hermano llegó acá como a las 9, y todo estaba tranquilo. Ya los zapatistas habían entrado en la presidencia. Habían cuatro muertos de la Seguridad Pública y estaban en el parque ahí tirados".
Muchos de los habitantes de Ocosingo apoyaron el levantamiento y desde el primer día salieron a conversar con los campesinos armados que se tomaron la ciudad. Entre ellos se encontraba Víctor, y él nos describió lo que pasó. "Amaneció el día siguiente, entraron los zapatistas al banco, frente al parque. Sacaron todo el dinero, como a las 9 de la mañana. Era el domingo 3. Empezaron a saquear el ISSTE [una tienda estatal]. Al principio les decían la gente de que no se metieran. Pero ellos decían que lo iban a quemar. Pero a final, luego, decían que `si vamos a quemar, que saquen las cosas para el pueblo'. Ahora los zapatistas dieron permiso que entrara la gente. Y la gente sacando grabadoras y televisión, mucha gente así. Aplastaron. Y la gente decía: `¡Que viva Zapata!'. Con gusto de haber pasado a sacar.
"Ya como a las 12 del día 3, la gente ya como a vacilar con ellos, esperando a que abrieran otra tienda para saquear. Y aun la gente del pueblo acercaron a ellos y tomando la mano pues, donde tenía el arma, y mostraron como: `¡Esa puerta!', para entrar. La gente estaba platicando, escuchando, platicando. Y decían ellos que no tenían nada contra el pueblo civil, era contra el gobierno. De ahí como a la media hora rompieron otra tienda, una tienda de ropa `La Suriana', y la sacaron.
"Y el Palacio Municipal, los zapatistas lo quemaron. Esto fue cuando enfrentaron con los Seguridad Pública. Ellos [la Seguridad Pública] se rindieron. Entonces entraron a la presidencia y quemaron, aplastaron todo. Quedó un policía arriba, y ahí se quemó. Pues acá prácticamente todas las agencias las quemaron, todos los archivos.
"Cuando ya como a las 3 de la tarde, yo volví a ver qué, cómo estaba, y encontré a otro compañero. Y estábamos en el mercado platicando de la situación, cuando vi que al interior del mercado habían cuatro prisioneros, ganaderos. Estaban ahí, no los tenían amarrados. No más los tenían ahí como prisioneros. Había mucha gente en el mercado.
"Entonces pues, llego como a las 3 y media, subí para donde el parque. Y como a los 10 minutos, vi que la gente empezaba a correr. Pregunté a la gente: `¨Pero qué pasa aquí?'. Respondieron que `Vienen los federales'. Entonces yo vi de los dos camiones de zapatistas que siguieron arriba, iban llenos. Yo corrí, porque no hubo gente en la calle. Yo oí botas y mucho correr. Cuando llegué a la esquina, habían muchos soldados. Entonces entré en una casa y ahí esperé que pasara. Porque ellos no respetaban a nadie. Los que encontraron en las calles, los agarraron por el pelo y los llevaban.
"Entonces que acá es donde guardan los caballos. Ahí están cuartelados los militares. Como a los 5 ó 10 minutos después, empieza otra balacera. Y se escuchaban granadas y bombas, y olor a gas, toda la noche y parte de la mañana siguiente. Y la gente civil, nadie podía salir porque en la noche los militares cortaron la luz. Pues algunos piensan [que fue] porque fueron a sacar los cadáveres. Hubo muchos muertos, no solo de militares. Y muchos ahí vieron. Vieron camiones militares ahí atrincherados. Y los puso tapados pa' que nadie lo viera.
"Ahora quiero comentarles cómo fue que levantaron los muertos. Atrás de la casa está un campo de fútbol, ahí aterraron como 17 helicópteros de los militares. Y pues tengo una cámara que no sirve, con ella pude ver por los lentes. Veía que había como 10 personas civiles. Habían niños. Estaban formados, como si esperaban algo. Y después de un rato, llegaron dos camionetas y un helicóptero acercó. Y de la camioneta llamaron a la gente civiles. La gente civiles los habían encontrado en la calle los militares. Los militares querían que ellos subieran los cadáveres a los helicópteros; como ya apestaban los militares no querían hacerlo. Y estos civiles, esta gente, sacaron las bolsas de los camiones y las suben al helicóptero. Fueron cuatro helicópteros los que quedaron. Hubo mucho más muertos nada más que los militares los habían sacado antes.
"Sí, entonces aquí estábamos encerrados por cuatro días. Con lo poco alimento para toda la familia. No pudimos salir a comprar comida porque los militares--cualquier persona que veían corriendo, caminando recio, no respetaban. Te disparaban. Y así tuvimos que vivir encerrados.
"Y la noche del día lunes, un día después...estábamos aquí como a las 8 de la noche, y escuchábamos que ráfaga de metralleta. Y de esta calle vimos a 17 zapatistas; iban huyendo. Uno de ellos tenía un rifle, y eso era todo. Pasaron acá. Y dos militares con metralletas detrás de ellos.
"Entonces ya con banderas blancas salimos a comprar, pero tuvimos miedo cuando empezamos a escuchar los helicópteros. No sabíamos ni de dónde salían las balas. Salían de cualquier parte. Los helicópters estaban disparando en las orillas, lomas.
"Incluso algunos [rebeldes] se quedaron en algunas casas. Hay mucha gente acá que atendían a los zapatistas heridos. Pero ellos tomaron decisión de ir, de regresar, cuando los helicópteros pasaron, que la hacían con las metralletas en las orillas. No sabíamos de dónde venían los balazos porque mucha gente fue, los zapatistas huían de dondequiera. Estamos acá, y acá cerca pelean de aquel lado. Y pasaban helicópteros y ellos tiraron, un sonido de `¡ping! ¡ping!' ".
Yo había visto el mercado el primer día de nuestra visita, con huellas de centenares de balas en las paredes. El techo de aluminio corrugado tenía huecos hechos por armas de grueso calibre y morteros. Eso se lo comenté a Víctor y él me contó lo que ocurrió en el mercado cuando llegó el ejército para aplastar el levantamiento. "Como a los seis ó siete días después ya, la gente podía salir. Salimos por la necesidad por la alimentación. Se podía ir al mercado. Pero como ahí hubo un masacre, había muchos muertos sin cabeza por las granadas.
"La gente zapatista que murió, y algunos ya estaban con gusanos. Habían cinco en un puesto del mercado. Según versiones que tienen, creo que los amarraron vivos, y después con un tiro. Tienen balazos en la frente. Ya tienen cortadas las cuerdas, pero ahí estaban ya las huellas. Eso fue como fue en el mercado. Algunos estaban sin camisa. Intentaron cambiarse de ropa, ponerse una ropa civil. Y lo más triste fue, hay casos que yo vi, que muchas armas zapatistas no eran armas de fuego, eran simplemente madera, eso era rifles para ellos, pintado de negro para impresionar. Con esto vinieron a pelear. Algunos traían un filo amarrado a estos rifles de madera, y eso eran sus armas.
"Y habían aquí, y hasta sepa yo eran como cuatro jóvenes de acá del pueblo que se ofrecieron a entrar en el movimiento también, y ahí quedaron en el mercado tirado. Y la gente civil que se fueron, mucha gente civil murieron. Algunos por coincidencia. Se pusieron a ver cómo estaba todo, asomían a ver por la ventana, eso era todo. Y como los militares a cualquier movimiento pues, balearon. Murieron mucha gente".
Si bien los informes oficiales ponen el saldo de muertos en 145, una Comisión Internacional de Juristas que investigó el levantamiento y su represión informó que es posible que hayan muerto unas 200 ó 300 personas. Se sabe que encontraron fosas comunes en Ocosingo y que después del levantamiento muchas personas desaparecieron. Víctor contaba con información de primera mano y aunque estaba un poco nervioso me contó lo que sabía.
Uno de sus compañeros salió a celebrar el año nuevo, se emborrachó, se cayó al regresar a su casa y se lastimó. Sus compañeros lo llevaron al hospital y ahí estaba cuando entró el ejército. Los militares sacaron a todos los pacientes y los pusieron contra la pared; dijeron que todos los heridos durante el levantamiento eran zapatistas y que quedaban arrestados. Nunca más se supo nada de ellos; están entre los desaparecidos.
Víctor dijo que la mamá de su compañero no aceptó el cuento de que simplemente desapareció. Cuando descubrieron una fosa común ella fue a buscarlo, y ahí lo encontró. Identificó el cadáver por un anillo que le había dado años atrás. Se enteró de que el ejército arrastró a su hijo del hospital, lo ejecutó y lo tiró a la fosa común durante su operación para restablecer el orden público en Ocosingo.
Cuando llegamos, Ocosingo parecía un campamento armado: los militares controlaban la ciudad. Soldados fuertemente armados patrullaban retenes a la entrada y la salida de la carretera principal. Frente a una terminal de camiones estaban estacionados vehículos militares. El ejército convirtió una pequeña tienda en su cocina y tenía enormes campamentos de cara a la selva Lacandona. Las patrullas recorrían las calles en jeeps y camiones con fusiles M-16; en el techo de muchos edificios se encontraban nidos de ametralladoras, "mirando y esperando", como dijo un joven. El ambiente era tan tenso que casi no se podía respirar.
La situación en el zócalo era aún más tensa. Por un lado estaban las ruinas del Palacio Municipal: un monumento a la ira y lucha de los indígenas. Un grupo de policías armados con metralletas vigilaban las ruinas y miraban con sospecha a todo el que pasaba por el frente. Los judiciales, con camisetas que decían "Operación Chiapas", tenían ocupado el principal hotel y vigilaban lo que quedaba de los edificios gubernamentales. Esos federales, que vigilaban el zócalo con sus metralletas AK-47 y Uzi, son de las mismas unidades que masacraron y desaparecieron a muchos después del levantamiento.
Así y todo, en medio de toda esa represión militar se veía la debilidad fundamental y los temores de la clase dominante mexicana y sus amos imperialistas. Los acontecimientos de enero los asustaron. La población de Ocosingo, y especialmente los indígenas, expresó mucho entusiasmo ante la rebelión y las autoridades sabían que sus medidas represivas no habían sofocado ese entusiasmo.
Eso se vio claramente una noche a principios de la primavera. Ese día llovió y la noche era agradable y fresca. Muchos salieron a darse una caminata por el zócalo. Los mayores platicaban en las bancas y las familias y parejas jóvenes se daban una vuelta por el parque. Los adolescentes, chavos y chavas, cotorreaban. Muchos jornaleros indígenas se quedaron en el zócalo un rato después del trabajo.
De repente, cuando empezó a anochecer, se apagaron las luces. Los que estaban en el zócalo comenzaron a bromear. Unos gritaron que ya regresaban los zapatistas y todos se echaron a reír, para asustar a los militares.
Tan pronto comenzó el apagón, el ejército se movilizó; jeeps con ametralletas y camiones repletos de soldados rodearon el zócalo. Los federales tomaron posición en el balcón del hotel principal y apuntaron sus AK-47 y Uzis hacia el zócalo. Así permanecieron más de una hora, hablando preocupados de que según sus informes los zapatistas causaron el apagón e iban a atacar la ciudad.
Al fin y al cabo, volvió la electricidad y no hubo ataque zapatista. Así y todo, los federales y los demás militares se mantuvieron en alerta durante toda la noche. Aunque no se dio a conocer ningún informe oficial sobre ese incidente, los militares hicieron una valoración e instituyeron nuevas medidas.
Unas semanas después regresamos a Ocosingo. Vimos que el gobierno mandó cortar muchos de los árboles más grandes y bellos del zócalo para tener mejor visibilidad y poder disparar sin estorbos contra posibles enemigos.
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