Una canción por Allen GinsbergMichael Slate Obrero Revolucionario #905, 4 de mayo, 1997 |
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Allen Ginsberg le hubiera encantado. El sábado me desperté en otro mundo. El despertador del radio me despertó, pero no oí las voces monótonas de los reporteros de la emisora pública (NPR) sino una voz que no oía en muchos años, una voz que con urgencia me machacaba el cerebro, la voz de un poeta que leía las primeras líneas de un poema que cambió mi vida. He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos
por la locura, Al oír esas palabras, que no había oído en más de una década, una sombra triste cruzó mi corazón. Antes de terminar las zetas de jazz, se me aguaron los ojos, pues me di cuenta de lo que había sucedido. Allen Ginsbergamigo del pueblo, poeta supremo, ser humano, payaso, narrador de la verdad, cazador de dragones, enemigo de la opresión, que celebraba la vida, condenaba todo mal e inspiró a toda una generaciónhabía muerto. Cuando terminó ese fragmento del poema, volvió la voz monótona: Allen Ginsberg, de 70 años de edad, murió hoy, 5 de abril, a las 2:39 de la madrugada, unos días después de habérsele diagnosticado cáncer terminal del hígado. Muerto no es una palabra que hubiera usado para describir a Allen Ginsberg. Las palabras para describirlo son, y siempre serán: incontrolable, desafiante, audaz, amoroso y vivo. Como dijo su amigo y primer editor, Lawrence Ferlinghetti, al enterarse de que Allen tenía cáncer: "Allen Ginsberg está muriendo/Eso dicen todos los periódicos/Las noticias nocturnas/Está muriendo un gran poeta/Pero su voz/no morirá/Su voz está sobre la tierra". Hoy es difícil imaginarse el efecto que Allen Ginsberg, y los otros poetas escritores y artistas beat y músicos de jazz, tuvieron sobre generaciones jóvenes y sobre todo el mapa político y cultural de Estados Unidos. Mi propia experiencia puede ayudar a contar esa historia. En mi primer año de universidad, un profesor me dio el poema "Howl" (Aullido) de Allen Ginsberg. En ese entonces, para mí la poesía era algo que uno tenía que memorizar y repetir como loro, y no algo que nos podía iluminar la vida. Me llevé "Aullido" a la casa y lo puse sobre la cómoda; de vez en cuando lo miraba pero no lo leía. A la semana el profesor se dio cuenta de que todavía no lo había leído y por tanto me hizo comprender unas cuantas cosas. Me contó cómo era vivir en el sofocante clima reaccionario de los años 50, y lo que significó para él que voces como las de Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gregory Corso, y otros poetas y escritores beat reventaran ese sofocante ambiente. Ese mismo día, cuando llegué a casa, me puse a leer "Aullido". Tuve la sensación de que Ginsberg me perforó huecos en el cráneo y sus palabras estallaron como petardos de luz en lo más profundo del cerebro. Lo volví a leer y consulté libros y el diccionario para comprender las palabras y referencias que no entendía. Lo leí por tercera vez y nada en mi vida volvió a ser igual. Una vez Allen vino a mi ciudad a leer sus poemas y yo aproveché la oportunidad para mostrarle mis escritos. Lo que me dijo me impresionó mucho. Leyó todo lo que le di y me alentó a seguir escribiendo. Me dio consejos muy valiosos. Me dijo que tenía una alternativa, que podía escribir para "ellos" o para cambiar algo; y que si quería que mis palabras sirvieran para algo en este mundo tendría que ser sincero. Sincero era la palabra clave. En muchos respectos, ese fue mi primer paso al periodismo revolucionario. Allen se hubiera atacado de la risa al leer algunos de los obituarios que le han escrito. Se hubiera reído y luego hubiera encontrado la forma de desafiar y escandalizar a quienes hoy lo quieren convertir en un santo estadounidense después de satanizarlo en vida. La idea de que los tiesos locutores que cada noche llevan a cabo el lavado de cerebro se pusieran a leer "Aullido", el poema que tocó el clarín para que una generación pateara todo lo que esa gente considera decente en política y cultura, lo hubiera matado de la risa. Cuando sacaron de sus oficinas a los pesados poetas y académicos oficiales para hablar sobre el lugar de Ginsberg en el panteón de los grandes poetas que lo influenciaron (William Blake, Walt Whitman, Ezra Pound y William Carlos Williams), querían hacernos olvidar que muchos de esos mismos poetas y académicos lo atacaron en vida, lo criticaron por no seguir las reglas y por escribir lo que para ellos era poesía inculta. Pero ahora que está muerto, que no les puede contestar, lo elogian. Desafío absolutoAllen se crió en Paterson, New Jersey; fue el segundo hijo de una padre socialista que enseñaba en la escuela pública y una madre comunista, nacida en Rusia, que escapó del terror cosaco en 1905. De niño, su mamá, a quien le hicieron una lobotomía en un manicomio, donde murió, lo llevaba a reuniones del Partido Comunista. Allen decía que el compromiso político de su madre lo estimuló a estudiar derecho en la Universidad Columbia. Ahí conoció y se hizo amigo de Jack Kerouac, William Burroughs y otros, y fue cuando decidió "dejar de hablar con un cráneo hueco" y dedicarse a la vocación de poeta. Allen fue expulsado de la universidad porque un administrador sospechó que tenía una relación homosexual con Jack Kerouac. En una ocasión Allen intentó seguir una carrera "normal": consiguió un trabajo en una agencia de publicidad y emprendió una campaña para vender el dentífrico Ipana. Pero de inmediato abandonó ese mundo como alma que lleva el diablo. La esencia de su vida era desafiar a la autoridad y hacer pedazos lo convencional. Le encantaba retar y burlarse del sistema. Una vez le pidieron describir sus creencias políticas y él contestó con dos palabras: desafío absoluto. En el otoño de 1955, cuando leyó "Aullido" por primera vez en el Six Gallery de San Francisco, electrizó a todos los presentes. A él le sorprendió mucho que ese poema, que no pensaba publicar, pasara a ser el toque de clarín que puso en marcha a la juventud rebelde de todo el país. Al gobierno le dio un patatús: le echó la policía encima a Ferlinghetti por publicarlo y venderlo, y lo llevó a juicio por obscenidad. Cuando ganó en el juicio, "Aullido", que celebraba la enajenación, la rebelión, la sexualidad y el amor, recorrió el país uniendo a los rebeldes. Los poetas reconocidos también detestaban a "Aullido" y a Allen. Su poema, que rompió toda convención, y las ideas que propuso sobre la poesía, cambiaron la poesía para siempre. Allen descartó todas las reglas sobre metro y ritmo, y dijo con mucha alegría que el ingrediente más importante de la poesía era la sinceridad, que un fragmento de pensamiento podía ser una estrofa y que la experiencia de cualquiera podía ser un poema. Dijo que el ritmo y el metro podían ser la lengua de la calle o las notas de un saxofón; que la vida de cualquier ser humano podía ser la "materia" de la poesía. Allen ayudó a sacar a la poesía de las aulas académicas para que todo mundo disfrutara de ella, no solo leyéndola y escuchándola, sino escribiéndola. De repente, la poesía pasó a ser un medio por el cual las masas podían expresar sus ideas sobre la vida. Y la poesía llegó a ser una parte importante del movimiento. Después de la publicación de "Aullido", Ginsberg se volvió más desafiante. No hubo movimiento importante de oposición del que no fuera parte. Combatió el racismo a muerte y trabajó con poetas negros (como Amiri Baraka y Bob Kaufmann) y músicos de jazz (como Charles Mingus, Elvin Jones, Don Cherry y Thelonius Monk) para unir a blancos y negros. Luchó por los derechos civiles y cuando empezó la guerra de Vietnam organizó protestas y un movimiento en contra. En 1968 fue arrestado en Chicago durante la convención del Partido Demócrata. El 1º de Mayo de 1970, le rociaron gas lacrimógeno en una protesta convocada en Yale por el Partido Pantera Negra. Su arte alcanzó proporciones legendarias por atacar el militarismo yanqui, el materialismo craso, la violación de países oprimidos, el racismo, la discriminación y las ideas convencionales de toda clase. Asumió el papel de dirigente de la rebelión juvenil de los años 60 y de su cultura, y desafió con gusto y audacia los valores tradicionales familiares y todo lo que era sagrado para el American way of life. Muchas importantes personalidades del mundo cultural de ese entonces, como Bob Dylan, Ken Kesey, Andy Warhol, John Lennon, Yoko Ono, Charles Mingus, Abbie Hoffman y muchos otros, trabajaron con él y fueron influenciados por su trabajo y activismo político. Lucha contra el sistemaEl reflujo de la década de los 60 no menguó a Allen. Empezó a recibir elogios y reconocimiento, pero eso no lo llevó a la "normalidad". Lo nombraron miembro de la Academia Americana de Poetas y del Instituto de Artes y Letras. En 1973 obtuvo el Premio Nacional del Libro por su libro The Fall of America: Poems of These States, 1965 to 1971, y fue finalista del premio Pulitzer en 1995 por su libro Cosmopolitan Greetings: Poems 1986-1992. Escribió poemas que desenmascararon y condenaron las atrocidades que cometía el imperialismo yanqui aquí y por todo el mundo: escribió sobre el sha de Irán y participó en protestas contra él; escribió sobre los crímenes de Estados Unidos en Centroamérica; condenó la energía nuclear; atacó a la guerra contra la droga por ser en realidad una guerra contra el pueblo con características fascistas; denunció el papel de la CIA en el narcotráfico, primero en el sudeste asiático y después la conexión entre la contra y la coca. Lo hizo en poemas como "CIA Dope Calypso" (1972), "NSA Dope Calypso" (1990), y terminó la trilogía de los calipsos en 1991 con "Just Say Yes Calypso", una devastadora condena de la guerra del Golfo que termina así: "Cuando ondeen una cinta amarilla y una bandera aceitosa/ Di sí o te acusarán de maricón". Por su activismo poético y político, el director del FBI, J. Edgar Hoover, lo consideró un enemigo de la seguridad interna. En 1965 dijo que Allen era un peligro para el presidente de la nación. Según él, Ginsberg era "potencialmente peligroso" y un "subversivo" que ha "demostrado inestabilidad emocional (por ejemplo residencia e historial de trabajo inestables) y comportamiento irracional y suicida". También lo acusó de haber manifestado "fuertes y violentos sentimientos contra Estados Unidos", y de "una inclinación violenta y antipatía hacia el orden social y el gobierno". No importaba que Allen era budista y que el pacifismo era un importante aspecto de su vida. Muchas veces le tendieron trampas para arrestarlo por cosas de droga. Allen les contaba a sus amigos que en la casa tenía una pila de un metro de documentos del FBI sobre él. Hasta los primeros años de la administración Reagan, Allen estaba entre las personas que la Agencia Estadounidense de Información consideraba "inadecuadas" para desempeñar funciones como voceros del gobierno en el extranjero. Es un mérito de Allen que siempre que contaba de la persecución de la que era víctima, decía que la persecución de artistas y activistas negros era peor. Es difícil seleccionar una obra de Allen que ponga al desnudo la esencia de su labor poética. Hay mucho de qué escoger. Fue un artista prolífico; publicó por lo menos 16 colecciones de poesía y una cantidad similar de prosa, dos libros de fotografía y por lo menos media docena de grabaciones con diversos músicos. Desde 1977, Allen trabajó con Bob Dylan y el Rolling Thunder Revue, el Clash en el álbum Combat Rock, Patti Smith, Sonic Youth, Kronos Quartet, Philip Glass, Beck y U2, entre otros. Luego de oír la noticia de su muerte me puse a leer sus poemas por un par de horas. La lectura me hizo recordar muchas cosas y suscitó nuevos pensamientos e ideas. También me hizo recordar que a pesar de lo mucho que me gustaba su poesía, contenía cosas que como comunista revolucionario me inquietaban. Incluso en sus mejores obras, obras que criticaban acerbamente al imperialismo estadounidense, Allen daba latigazos anticomunistas, a veces contra líderes revolucionarios como Stalin y Mao. Y en los últimos años dijo en varias entrevistas que empezaba a creer que las protestas y manifestaciones en las que participó fueron en vano porque el pueblo seguía sufriendo, aunque de otra forma. Es cierto que el pueblo de Vietnam y de Irán todavía no han logrado su liberación, pero eso no quiere decir que las luchas contra el imperialismo estadounidense fueron en vano. Cuando leía esas cosas, me daban ganas de preguntarle qué hubiera sido de los pueblos vietnamita e iraní, o del de este país, si no hubieran luchado contra sus opresores. Allen tenía mil contradicciones. Al mismo tiempo que pregonaba anticomunismo o ponía en tela de juicio la eficacia de las luchas del pasado, seguía sirviendo al pueblo con su voz y el poder de sus palabras. Odiaba al imperialismo yanqui y todo el sufrimiento que causa por todo el mundo. El problema es que no comprendió a fondo la naturaleza del imperialismo y por tanto no veía cómo eliminarlo ni cómo liberar al pueblo. Para él, el camino era asegurar que todo individuo tuviera libertad absoluta para expresarse de cualquier manera que fuera en todo, de la sexualidad o la política. Hasta cierto punto, yo estaba de acuerdo con Allen porque se oponía a la censura, a "la policía del dormitorio", la quema de libros y la supresión del pueblo por sus creencias y manera de expresarse. Pero para mí, esa meta de libertad individual no es suficientemente radical y no puede ser la base para forjar una nueva sociedad libre de opresión. Muchas veces me he preguntado qué hubiera dicho Allen si en realidad hubiera comprendido lo que ocurría durante la Revolución Cultural en China, donde se movilizó a los artistas, poetas y escritores para crear arte, no solo ni simplemente para ellos mismos, sino para contribuir a la edificación de una sociedad socialista. Aullido para
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