Obrero Revolucionario #903, 20 de abril, 1997
El 22 de abril, 150 soldados atacaron la residencia del embajador japonés en Lima y pusieron un violento fin a una ocupación de cuatro meses por un comando del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Al día siguiente, el dictador Alberto Fujimori se pavoneó por la residencia y, como un conquistador moderno, se presentó ante las cámaras de televisión con los cadáveres de los militantes del MRTA.
A todos los 14 miembros del MRTA los mataron. La televisión mostró cadáveres mutilados y desmembrados. De acuerdo a varios informes, a varios los ejecutaron después de que se rindieron. La escena trajo a la memoria la brutal ejecución hace 200 años del rebelde indígena Túpac Amaru. Los colonizadores españoles le cortaron la lengua y lo descuartizaron, atando sus brazos y piernas a cuatro caballos que hicieron salir corriendo en cuatro direcciones diferentes.
El gobierno no quiso entregar los cadáveres a los parientes y los enterró en fosas sin identificación.
Cuando unos corresponsales le preguntaron cómo lograron llevar a cabo el ataque, Fujimori atribuyó su éxito a la "sagacidad y experiencia peruana". Es cierto que el gobierno peruano y sus guaruras son expertos en tortura, escuadrones de la muerte, cárceles infrahumanas y otras formas de represión.
Pero Fujimori es un títere de una clase de opresores y explotadores mucho más poderosa: los imperialistas yanquis, cuyas huellas sangrientas se ven en toda la masacre.
La ocupación empezó durante una fiesta del 17 de diciembre, cuando el comando del MRTA se apoderó de la residencia y tomó de rehén a cientos de diplomáticos, funcionarios del gobierno, oficiales de las fuerzas armadas y ejecutivos de alto nivel. En las semanas siguientes, el MRTA puso en libertad a todos los rehenes menos a 72.
Fujimori lleva varios años anunciando que su gobierno está a punto de aplastar totalmente la oposición armada. Pero la guerra popular maoísta, dirigida por el Partido Comunista del Perú (PCP), continúa y Fujimori ha tenido que mantener en vigor el estado de emergencia en grandes zonas del país. La toma de la residencia en Lima hizo fijar la atención mundial en la tortura y salvajismo que son pan de todos los días en los penales peruanos (véase el artículo acompañante).
También puso al gobierno en un aprieto. Junto con sus amos yanquis, Fujimori rechazó de plano la principal demanda del MRTA: mejorar los penales o poner en libertad a los presos políticos.
Pero Fujimori aparentó negociar y buscar una solución "pacífica". Nombró un equipo para participar en las charlas con el MRTA, entre ellos el embajador canadiense (un ex rehén), un arzobispo y un funcionario de la Cruz Roja. Hasta se reunió con Fidel Castro, y los medios especularon sobre la posibilidad de que los militantes del MRTA terminarían en el exilio en Cuba.
Pero resulta que todo eso era un truco cínico. El embajador canadiense le dijo al New York Times que el equipo de negociaciones "no ha sido mucho más que una máscara para ganarle tiempo [a Fujimori] para preparar los elementos físicos y políticos del ataque".
El gobierno estadounidense dice que no participó directamente en el ataque. Pero Bob Taubert, ex agente del FBI, le dijo al noticiero CNN el 23 de abril que las fuerzas de seguridad peruanas que lo llevaron a cabo recibieron entrenamiento en operaciones parecidas en Estados Unidos en diciembre. También hay informes de que Israel participó en los preparativos.
Taubert dijo que durante la ocupación las fuerzas de seguridad estuvieron en contacto con uno de los rehenes, un ex oficial que tenía un walkie-talkie escondido. Otros informes periodísticos indican que colocaron avanzados aparatos electrónicos en la residencia, que les permitieron escuchar lo que pasaba y comunicarse con unos rehenes.
Los voceros de la CIA no respondieron cuando les preguntaron si les habían dado información a los militares peruanos antes del ataque. Pero la CIA y otros servicios de espionaje yanquis están metidos hasta las cachas en las operaciones de contrainsurgencia en Perú. La CIA participó directamente en la enorme operación de la policía secreta que llevó a la captura del Presidente Gonzalo del PCP en 1992. Aviones militares estadounidenses han creado mapas detallados del campo peruano, que las fuerzas de seguridad utilizan en sus operaciones contra el PCP.
En febrero, el periódico La República informó sobre un "plan de intervención" secreto, con la participación directa de militares estadounidenses. Informó que el servicio de inteligencia del ejército trazó el plan y se lo propuso a Fujimori. El 17 de febrero, el New York Times informó: "La participación de Estados Unidos en el ataque es crucial; sus miembros serían de la Escuela de Comandos del Ejército Peruano y del Comando Sur de Panamá".
Fujimori dice que el MRTA había atascado las negociaciones y que le preocupaba la salud de los rehenes. Washington también le echa la culpa al MRTA. Los amos imperialistas de Fujimori andan alabándolo por su "brillante" plan de rescate y por el hecho de que solo murió un rehén.
Pero no cabe duda de que Fujimori y sus partidarios estaban dispuestos a sacrificar la vida de los rehenes para poner fin a la crisis, y de que desde el comienzo su plan era ejecutar al comando del MRTA. La República informó que "no hay garantías en una acción militar; puede ser que haya numerosas...bajas". El periódico calculó que podrían morir el 75% de los rehenes, y dijo que una meta del operativo sería "neutralizar" (o sea, asesinar) a los combatientes del MRTA.
El comando del MRTA canceló las charlas con el gobierno en marzo porque oyó ruidos fuertes debajo de la residencia. Varios periódicos peruanos informaron que la policía estaba excavando túneles. Taparon el ruido de la excavación con música fuerte y maniobras con tanques en las calles vecinas. El fracaso de las negociaciones se debe al plan militar de Fujimori y no a la "intransigencia" del MRTA.
Parece que los túneles desempeñaron un papel clave en el ataque. De acuerdo a varios informes periodísticos, la detonación de explosivos en los túneles debajo de la residencia mató a varios combatientes del MRTA y dio a los soldados la oportunidad de entrar al edificio.
Los medios burgueses informan que el ataque reforzó la "popularidad" de Fujimori con el "pueblo peruano". Pero un vistazo más detenido muestra una verdad muy reveladora. De acuerdo al programa Lehrer News Hour de la cadena PBS, una encuesta llevada a cabo en Lima después del ataque indicó una clara división de la opinión pública según la clase de los entrevistados. Los de las clases altas alabaron a Fujimori, pero a los de la clase trabajadora y a los pobres los entristeció la muerte de los rebeldes.
Para las masas peruanas, el gobierno de Fujimori solo ha traído más hambre, enfermedad y violencia. La cantidad de peruanos que viven debajo del nivel oficial de pobreza se ha duplicado desde que Fujimori tomó las riendas en 1990. Cada año 36.000 niños mueren antes de cumplir cinco años a causa de hambre o de enfermedades curables, como el cólera.
Por su parte, los imperialistas yanquis, japoneses y de otras potencias han aprovechado la "liberalización" económica del gobierno para robar más recursos naturales y redoblar su explotación del pueblo. Corporaciones extranjeras, como la compañía minera Newport Mining de Estados Unidos, sacan centenares de millones de dólares en ganancias de la excavación de oro y de otros minerales; sus operaciones envenenan la tierra y los ríos. Solo una pequeñísima élite peruana se beneficia de esta penetración imperialista: precisamente la clase de personas que se estaban emborrachando con diplomáticos y ejecutivos extranjeros en la residencia del embajador japonés cuando el MRTA les aguó la fiesta.
Los que se oponen a ese sistema de opresión tropiezan con las fuerzas de seguridad. Con la ayuda de Estados Unidos, los militares y los escuadrones de la muerte "desaparecieron" a más de 4000 personas entre 1983 y 1992. Miles han sido acusados de "terrorismo" y sentenciados por tribunales militares enmascarados a largos años de cárcel. La policía arrestó a más de medio millón de personas en 1996, casi el 2% de la población.
El principal blanco de la represión fascista es la guerra popular que dirige el PCP. Esta revolución ha movilizado a millones de peruanos: campesinos privados de sus tierras y medios para subsistir, pobres de los enormes pueblos jóvenes, estudiantes e intelectuales hartos de la venta del país a potencias extranjeras. El PCP sigue la estrategia maoísta de la guerra popular prolongada: formar bases de apoyo revolucionarias en el campo y rodear el centro de poder reaccionario en las ciudades, con la meta de conquistar el poder político a nivel nacional y liberar a Perú del dominio de las potencias imperialistas, los grandes terratenientes y los capitalistas burocráticos. (El MRTA tiene una estrategia diferente. No sigue la línea maoísta de librar una guerra popular; sus acciones armadas son una táctica para presionar y buscar negociaciones con diferentes partidos y fuerzas de la clase dominante.)
En febrero, Estados Unidos redobló su apoyo a la guerra de contrainsurgencia. La administración Clinton anunció un nuevo plan de intervención militar en el este del país, donde lleva a cabo muchas operaciones el PCP. Entre los planes figuran visitas regulares de equipos de los Navy Seals y Boínas Verdes. También se contempla mandar más de 100 botes patrulleros y equipo de comunicaciones y de rastreo conectado con satélites.
La muerte de los 14 militantes del MRTA fue una masacre premeditada: otro crimen sangriento del gobierno peruano y sus amos yanquis contra el pueblo peruano. Ahora, la están aprovechando para reforzar la posición de Fujimori y permitirle cometer más crímenes en beneficio de la élite peruana y las potencias imperialistas.
Esto no se puede permitir. Todos los que anhelan la justicia deben condenar y denunciar la masacre de Lima. En Estados Unidos y por todo el mundo, este último crimen de Fujimori debe estimular un apoyo redoblado a la justa lucha de los oprimidos de Perú contra el gobierno reaccionario y por la liberación de la dominación imperialista.
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