Guatemala: Huesos cuentan historia de genocidio Made in U.S.A.

Obrero Revolucionario #912, 22 de junio, 1997

En muchas partes de Guatemala, arqueólogos y antropólogos están haciendo excavaciones y descubriendo el pasado. No están buscando artefactos de hace siglos de las comunidades mayas, sino los huesos que dejaron los horrores perpetrados contra los guatemaltecos en las últimas décadas. Ya han abierto varias fosas comunes de las víctimas de las fuerzas armadas y escuadrones de la muerte.

Una de las excavaciones se está llevando a cabo en el poblado de San Martín Jilotepeque, en la región central. Ahí desaparecieron muchos en los años 80, detenidos en un retén militar. Los científicos descubrieron 35 esqueletos en un pozo. Freddy Peccerelli, de la Fundación Guatemalteca de Antropología Forense (FGAF), que supervisa la excavación, dijo: "Los lugareños nos dicen que el pozo podría tener 30 metros de profundidad, y nuestro equipo ni siquiera ha excavado la cuarta parte, así que no podemos decir a ciencia cierta cuántos cadáveres hay hasta que lleguemos al fondo".

Los huesos los llevan a una morgue provisional para ver si los pobladores logran identificar a sus parientes desaparecidos. El Miami Herald describe una escena en la morgue el día que 12 mujeres llegaron a buscar los restos de su esposo: "Las mujeres revisaban rápido las bolsas de plástico que contienen cráneos fracturados y pedazos de ropa, y lloraban cuando reconocían la camisa o las sandalias que llevaba el esposo el día que desapareció".

Otra excavación se está llevando a cabo en el poblado de Agua Fría, a 160 kilómetros al noroeste de la capital. En febrero, los científicos hallaron los cadáveres de 167 hombres, mujeres y niños quiché. Era todo lo que quedaba de un pueblo aniquilado completamente por el ejército. Los testigos de la masacre dicen que los soldados primero mataron a todos y luego quemaron los cadáveres en una fosa común. Un científico dijo: "Será muy difícil identificarlos, pues han sido calcinados".

Agua Fría es uno de más de 400 poblados destruidos completamente por las FFAA a principios de los años 80.

En Río Negro, en la región central, descubrieron los cadáveres de más de 100 niños y 80 mujeres. En la selva del Petén, en el norte del país, encontraron cadáveres torturados, con las manos, los pies y el cuello amarrados.

Los científicos dicen que cada vez que empiezan a excavar en un sitio, los lugareños les señalan otros sitios donde deben excavar. Fernando Moscoso Moller, el director de la FGAF, dijo: "Se dice que en todo el país hay unos 400 cementerios clandestinos como este. Pero eso es absurdo, son más, tienen que ser muchos más, el resultado de una política sistemática de exterminio".

En las últimas cuatro décadas, las FFAA y los escuadrones de la muerte han matado a más de 150.000 personas. Los esqueletos desenterrados son un triste testimonio del largo genocidio respaldado por Estados Unidos.

Golpes de estado yanquis y escuadrones de la muerte

El Tío Sam clavó sus garras en Guatemala en 1906, cuando la United Fruit Company obtuvo 70.000 hectáreas de los mejores terrenos agrícolas. Para 1930, la United Fruit era el mayor terrateniente del país. El gobierno le dio muchas concesiones, como exenciones de impuestos y garantías de bajos salarios.

En 1954, el gobierno burgués nacionalista de Jacobo Arbenz se apoderó de una pequeña parte de las tierras sin cultivar de la United Fruit y las distribuyó a los campesinos. Inmediatamente, Washington empezó a tramar un golpe militar para tumbarlo y reemplazarlo con el coronel Carlos Castillo Armas, graduado de la Escuela de Comando y Estado Mayor de Fort Leavenworth. El golpe de la CIA empezó una larga ola de violencia reaccionaria contra el pueblo. Arrestaron y torturaron a miles de personas. Confiscaron miles de hectáreas de tierras de los campesinos y se las devolvieron a la United Fruit y a otros grandes terratenientes.

En los años 60 se inició la lucha armada en las montañas.

El Pentágono estableció una base de contrainsurgencia, donde los Boínas Verdes adiestraron a oficiales del ejército. Para fines de los años 60, 1000 soldados yanquis de las Fuerzas Especiales participaban en la guerra de contrainsurgencia. El ejército llevó a cabo enormes campañas de "cerco y aniquilamiento" en el campo, y acorraló a miles de campesinos en campos de concentración. Estados Unidos aplicó esa y otras tácticas de su experiencia directa de la guerra que estaba librando contra las fuerzas de liberación nacional en Vietnam.

Además, en esa época aparecieron la notoria Mano Blanca y muchos otros escuadrones de la muerte. No era casualidad. El coronel John Webber, jefe del contingente militar del Pentágono en Guatemala, dijo sin pelos en la lengua que le rogó al gobierno guatemalteco adoptar "la técnica de contraterror", de la cual los escuadrones de la muerte son una parte integral. Agentes de la embajada estadounidense asesoraron y entrenaron a la unidad clandestina del ejército guatemalteco (conocida como G-2) que torturaba, asesinaba y enterraba los cadáveres en fosas clandestinas.

Durante los años 60, Estados Unidos escogió al coronel Carlos Arana Osorio, a quien se le conocía como el "asesino de Zacapa", para dirigir la contrainsurgencia. En 1970, cuando fue elegido presidente, dijo: "Si es necesario convertir el país en un cementerio para pacificarlo, no dudaré en hacerlo".

En 1982, el general Ríos Montt, un cristiano fascista "renacido", tomó las riendas del poder. Ríos Montt fue jefe del estado mayor de las FFAA durante el gobierno de Arana Osorio y dirigió personalmente muchas de las masacres más infames. Anunció por televisión que había recibido órdenes de "mi dios" de ponerse al frente de la nueva junta militar. Pero su verdadero "dios" estaba en Washington. La administración Reagan dijo que esperaba una relación "amistosa y provechosa".

Con esa bendición, las FFAA y los escuadrones de la muerte desataron una nueva ola de masacres en el campo. Ríos Montt también llevó a cabo una estrategia de "pacificación" dirigida por Washington conocida como "frijoles y rifles". Por un lado, distribuían comida a los campesinos que colaboraban con el ejército. Un oficial explicó la estrategia: "Si toman partido con nosotros, les daremos de comer. Si no, los mataremos". Por otro lado, reclutaban a la fuerza a miles de campesinos a sus "patrullas de defensa civil", para servir como soplones y escudos de las tropas en combates con la guerrilla.

Que se haga justicia

En diciembre de 1996, el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) firmaron un acuerdo para terminar la guerra. La URNG es una agrupación de varios grupos armados que se fundó en 1980. Se dice que el acuerdo de paz es un "nuevo comienzo" para Guatemala, pero no efectuará ningún cambio importante en las relaciones de poder: no cambia el hecho de que una pequeña clase de explotadores y opresores, respaldada por el imperialismo yanqui, seguirá controlando la política y la economía de la sociedad; no hará nada por cambiar el hecho de que 9 de 10 campesinos no tiene suficiente tierra para subsistir.

El acuerdo tampoco hace justicia para las muchas víctimas del brutal genocidio cometido con el respaldo de Estados Unidos. Estipula que una "comisión de la verdad" se encargará de investigar casos de violaciones de derechos humanos cometidos durante la guerra civil. Pero la comisión no está autorizada ni siquiera para nombrar a los funcionarios del gobierno y los militares que perpetraron los crímenes.

La excavación de las fosas comunes es una enorme tarea, pero se está llevando a cabo con muy poco apoyo del gobierno. Freddy Peccerelli de la FGAF dice: "Al paso que vamos, tenemos trabajo para 100 años. No tenemos la menor idea cuándo concluiremos esta tarea".

En San Andrés Sajcabajá, María Chach Ujer, de 38 años, observa con angustia la excavación. La última vez que vio a su esposo fue en 1982, cuando a él y a otros cinco se los llevaron los de la defensa civil. María dijo con ira: "No es justo que mis hijos hayan tenido que pasar hambre y crecer sin su papá, y que yo haya tenido que ir a la costa a trabajar en la cosecha para ganar el dinero que necesitamos para vivir.

"Nosotros hemos sufrido, y los hombres que lo mataron se nos ríen en la cara cuando nos ven pasar en la calle; ellos se la pasan en sus grandes casas con su esposa e hijos, tomando sopa y bebiendo leche".


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