Obrero Revolucionario #912, 22 de junio, 1997
El 13 de febrero, los oprimidos de Nepal dieron un paso histórico: lanzaron la lucha armada de liberación. El Partido Comunista de Nepal (Maoísta), que dirige la guerra popular, participa en el Movimiento Revolucionario Internacionalista (MRI). Con motivo del primer aniversario de la guerra popular, el PCN(M) publicó el número 3 de The Worker (El obrero), que, entre otros artículos importantes, contiene balances del primer año de la guerra. Esta es la primera parte de uno de los artículos; la segunda parte saldrá en un próximo número.
Condiciones objetivas
Nepal es un país semifeudal y semicolonial; el 90% de la población vive de la agricultura atrasada (¡solo el 10% vive en zonas urbanas!) y varios tratados semicoloniales lo someten a potencias extranjeras (particularmente a India). El actual estado centralizado fue fundado hace dos siglos y cuarto por un cacique feudal indoario (Prithvi Narayan Shah, antepasado del actual rey) que sometió diversos estados tribales, predominantemente de tibeto-birmanos (o mongoloides) y austro-drávidas. En 1816, el país cayó en una esclavitud semicolonial británico-hindú (aunque nunca fue colonizado) y desde 1950 ha tenido relaciones semicoloniales con otras potencias imperialistas. A medida que el capitalismo burocrático se ha desarrollado progresivamente en el seno del feudalismo, la forma externa del estado reaccionario ha cambiado varias veces: el actual sistema parlamentario multipartidario de monarquía constitucional ha existido desde 1990; sin embargo, las clases feudal, compradora y burocrático-capitalista han conservado su hegemonía. Por tanto, la sociedad y el estado tropiezan constantemente con un conjunto de contradicciones irreconciliables de clase, nación y región, que generan un ciclo tras otro de crisis.
Actualmente, la crisis se manifiesta de diferentes formas y se agudiza a diario. El estancamiento total de la sociedad y el bajísimo nivel de fuerzas productivas se refleja en un mero ingreso per cápita de $180 anuales del Producto Nacional Bruto (¡el segundo más bajo del mundo!), la patética participación de solo el 1,2% de la fuerza de trabajo en la industria, el hecho de que el 71% de la población vive por debajo del nivel de absoluta pobreza, un analfabetismo del 60%, etc. En medio de ese bajo nivel de desarrollo social, el altísimo grado de polarización y desigualdad de clase se evidencia en que el 10% de los terratenientes y campesinos ricos poseen el 65% de los terrenos cultivables, mientras que el 65% de los campesinos pobres solo tienen el 10% de la tierra; el 10% más rico de la sociedad consume el 46,5% del ingreso nacional, etc. De igual manera, según los criterios del Fondo Monetario Internacional (IMF), un país está en situación "crítica" cuando su deuda externa sobrepasa el 200-250% de su comercio de exportación o cuando el pago de la deuda excede el 20% de su comercio de exportación; en Nepal, en los años 1994 y 1995, los porcentajes fueron de 600% y 35% respectivamente, y aumentan cada año. Ese es un signo inconfundible de crisis generada por la dominación imperialista/expansionista y el acompañante y creciente capitalismo burocrático. Por tanto, dentro de la dinámica social de Nepal, no queda duda de que la contradicción entre las amplias masas populares por un lado y el feudalismo y el capitalismo burocrático por el otro lado, tiene primacía.
Por otra parte, desde la formación del estado centralizado, más de una docena de nacionalidades mongoloides y austras (magar, tamang, tharu, newar, gurung, rai, limbu, dabuwar, sherpa, sunuwar, rajbansi, etc.), que juntas conforman la mayoría de la población, han sido sometidas política, económica y culturalmente por la nacionalidad dominante aria-khas. En los últimos años la contradicción entre el estado y las nacionalidades oprimidas se ha intensificado. Junto con esto, como consecuencia de la dinámica de desarrollo polarizado inherente al capitalismo burocrático, vastas regiones montañosas y remotas (como la región Kamali del oeste) han sido una especie de "colonias internas" del estado central. Ese proceso de desarrollo regional desigual ha provocado agudas contradicciones regionales.
El estado reaccionario ha sido progresivamente incapaz de manejar las múltiples contradicciones de clase, nación y región dentro del marco de su vieja estructura, y se ha ido hundiendo paulatinamente en una crisis más profunda, que se manifiesta en un parlamento "paralizado", frecuentes cambios de gobierno, constante inestabilidad e imposición de más y más descaradas medidas fascistas contra el pueblo. Eso requiere y sienta las bases objetivas para reconstruir la sociedad y el estado según los lineamentos de la Nueva Democracia y por medios revolucionarios.
El factor subjetivo
Las condiciones objetivas para la transformación revolucionaria de la sociedad y el estado han existido por mucho tiempo. Lo que hacía falta era el esfuerzo consciente subjetivo del partido de vanguardia del proletariado. Aunque las masas campesinas e individuos revolucionarios aislados se han rebelado espontáneamente contra la explotación y la opresión de los gobernantes feudales, no pudieron lograr transformaciones revolucionarias sustantivas porque hacía falta la dirección organizada de la clase más avanzada de la sociedad. En particular, hubo un fuerte sentimiento popular anticolonial y patriótico contra los ingleses, y los valientes guerreros gorkha nunca aceptaron su derrota ante los colonialistas ingleses, que llevó al infame tratado semicolonial de 1816. Pero no había una dirección eficaz capaz de dirigir ese sentimiento.
La fundación del Partido Comunista de Nepal (PCN) en 1949 creó las condiciones para generar la dirección para una revolución de Nueva Democracia antifeudal y antiimperialista. Pero la dirección del partido se estancó en el pantano de una u otra forma de reformismo y falló miserablemente en la tarea de trazar el camino básico de la revolución, por no decir nada de dirigir a las masas a la guerra popular. Por tanto, no se pudieron sostener por mucho tiempo las ocasionales rebeliones armadas espontáneas de las masas o de facciones que se separaban, y las primeras cuatro décadas del movimiento comunista se desperdiciaron en meras disputas por asuntos de poca importancia.
No fue sino hasta el Congreso de Unidad de diciembre de 1991--del entonces reconstituido PCN (Centro de Unidad), que después sería bautizado PCN (Maoísta)--que se adoptó por primera vez una clara línea política de guerra popular prolongada para llevar a cabo la revolución de Nueva Democracia guiada por la ideología marxista-leninista-maoísta. Sin embargo, cuando se consideró implementar la línea política, estalló una feroz lucha de dos líneas contra una camarilla liquidacionista de derecha, que finalmente fue derrotada y expulsada del partido en mayo de 1994. Después de unificar al partido en torno a una línea revolucionaria, el tercer pleno del Comité Central, celebrado en marzo de 1995, estableció con detalles una orientación político-militar y un programa con la estrategia y las tácticas de la guerra popular, y tomó la decisión de iniciar la lucha armada. Luego vinieron seis meses de turbulentos preparativos dedicados principalmente a reorganizar la vieja estructura partidaria para transformarla en una máquina de guerra. La reunión del Comité Central de septiembre de 1995 adoptó el "Plan para el inicio histórico de la guerra popular", el cual estableció la base teórica y las metas de la guerra, y formuló un plan y programa detallados para la etapa preparatoria final y el inicio de la guerra. En la última fase de preparación político-ideológica (mientras que en la clandestinidad continuaban los preparativos de organización y técnicos) se llevó a cabo una serie de manifestaciones a nivel nacional organizadas por el Frente Unico Popular de Nepal (una organización popular de frente único), que culminó con una reunión de más de 50.000 personas en la ciudad capital de Katmandú, el 7 de diciembre de 1995. Al mismo tiempo, una salvaje operación policial (llamada "operación Romeo") del estado reaccionario contra la lucha de clases rural que se venía dando en el distrito oeste de Rolpa, y una indignación nacional contra esa represión estatal, crearon las condiciones perfectas para iniciar la guerra popular. Ante esa situación, el Buró Político del Comité Central, que se reunió en enero de 1996, señaló el 13 de febrero (el primer día del mes de Falgun según el calendario vikrami de Nepal) para el inicio histórico de la guerra popular.
Así, el partido vanguardia del proletariado de Nepal, acerado por largos años de lucha interna y de lucha de clases, tomó la decisión final de dar el gran paso y hacer la historia, iniciando la guerra popular el 13 de febrero de 1996.
El documento del tercer pleno "Estrategia y tácticas de la lucha armada en Nepal" establece que la guerra popular tendría tres etapas: defensiva estratégica, equilibrio estratégico y ofensiva estratégica. La etapa de defensiva estratégica constaría de varias etapas tácticas: preparación final para el inicio, desarrollo de zonas guerrilleras, desarrollo de bases de apoyo, etc. Así que una vez concluida la fase final de la preparación para el inicio, se elaboró el plan de inicio, que se llevaría a cabo y se aplicaría en subetapas. El primer plan abarcaba desde el primer día del inicio hasta más o menos un mes después. Los objetivos fundamentales del primer plan, delineados en el "Plan para el inicio histórico de la guerra popular", eran dar un salto práctico y sembrar entre las masas populares la política de la revolución armada para la conquista del poder, y empezar el proceso de construir el ejército popular como la principal forma de organización y la lucha armada como la principal forma de lucha. Por tanto, con la consigna, "se justifica la rebelión", se puso el énfasis en alentar a las masas a rebelarse contra el opresivo sistema y estado; la selección de blancos y de formas de acción tenía como principal objetivo dar un mensaje político correcto y sacar el máximo provecho propagandístico, por sobre los logros inmediatos.
Tal como se había planeado, el 13 de febrero, pelotones armados (respaldados por masas en varios lugares) atacaron sistemáticamente y con gran precisión delegaciones de policía en Rolpa y Rukum (en la cordillera oeste); un banco de desarrollo agrícola y una destilería en Gorkha (en la cordillera central); una delegación de policía en Sindhuli y la casa de un usurero feudal en Kavre (en la cordillera este); y la fábrica de una compañía multinacional (Pepsi Cola) en el valle de Katmandú; así se proclamó el histórico inicio. Esos siete blancos, en diferentes partes del país, se escogieron debido a las particularidades geográficas y sociopolíticas de Nepal, así como para impedir que el enemigo concentrara sus fuerzas represivas en una zona específica. Esa misma noche, se distribuyeron por todo el país cientos de volantes y afiches revolucionarios del partido para difundir el mensaje político de la guerra popular.
Al día siguiente, tal como se había planeado, estalló una ola de acciones guerrilleras, de sabotaje y de acciones de propaganda en todo el país, como parte del inicio. En tres semanas se llevaron a cabo 5000 acciones, principalmente de carácter propagandístico, en todos los rincones del país. La prensa tomó con vivo interés el "fantasma" de la guerra popular. Todas las fuerzas e individuos políticos se vieron obligados a tomar una posición ante la nueva política. Así, en muy corto tiempo, se estableció firmemente y a nivel nacional la política de la lucha armada revolucionaria.
Como se habían logrado los objetivos fundamentales del primer plan, el partido distribuyó en sus filas una circular que pedía limitar las acciones ofensivas, pero no las defensivas. Se consideró que ese paso era necesario e importante para que no se fuera a confundir la "rebelión" inicial con una "insurrección", y porque desde el principio había que recalcar y comprender a fondo la naturaleza esencialmente prolongada de la guerra popular.
Para entonces, un tremendo temblor y onda de choque había estremecido a las reaccionarias clases dominantes y su estado. Tras una vacilación inicial, el estado reaccionario desencadenó su fuerza armada contra las fuerzas revolucionarias y las masas populares: mandó acribillar a balazos a docenas de personas en Gorkha, Rukum, Jajarkot y Rolpa, y a arrestar y torturar salvajemente a miles de personas. Las quemas, saqueos y violaciones contra las masas campesinas no tenían límites.
A fines de marzo, el Buró Político del Partido se reunió para hacer un balance de la situación y trazar el futuro curso de acción. Se resolvió que el inicio fue un enorme éxito y que ahora había que poner el énfasis en movilizar a las masas a favor de la guerra popular y proseguir con la guerra de una manera planeada. En consecuencia, se organizaron programas abiertos y secretos por todo el país para crear opinión pública contra la represión del gobierno y a favor de la guerra popular. Tal como era de esperarse, el estado reaccionario prácticamente obstruyó las actividades abiertas de los diversos frentes generados, y se diseñaron nuevos métodos y formas de organización para llevar a cabo acciones abiertas. En ese contexto, la condena del terror estatal y las extensas violaciones de los derechos humanos por parte de importantes organizaciones que velan por los derechos humanos y personas famosas, le bajaron los humos al estado represivo. Mientras tanto, pelotones armados seguían llevando a cabo selectas acciones guerrilleras y campañas de propaganda. Pronto el estado reaccionario se vio ante una situación tan lamentable que el propio primer ministro pidió un diálogo con las fuerzas revolucionarias y se anunció en el parlamento la constitución de un comité para el diálogo. El partido correctamente vio la conspiración que se tramaba y la denunció de diversas maneras.
A fines de junio, el Comité Central del Partido hizo un balance final de la exitosa culminación del primer plan y redactó el segundo plan.
(Continuará: Segundo plan; las implicaciones, lecciones y perspectivas.)
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