La Constitución de los Estados Unidos:
Una visión de libertad
según los explotadores

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #944, 15 de febrero, 1998

Los siguientes pasajes de La Constitución de los Estados Unidos: Una visión de libertad según los explotadores, de Bob Avakian, son de gran utilidad para analizar y criticar el punto de vista político de la película La Amistad, y en particular la escena de la Suprema Corte donde John Quincy Adams invoca a "sus antepasados", los "padres de la patria" de Estados Unidos, al pedir la libertad de los africanos rebeldes de La Amistad.

James Madison, que fue el principal autor de la Constitución de los Estados Unidos, también fue un gran defensor de la esclavitud y de los intereses de los esclavistas. Madison, cuarto presidente de la nación y vigoroso paladín de la Constitución en sus escritos, defendió con especial vigor la sección que declara que los esclavos solo eran tres quintas partes de persona (la estipulación de contarlos en esa proporción para fijar el número de representantes y las contribuciones correspondientes a cada estado—Artículo 1, Sección 2, 3).

En sus escritos de defensa, Madison alabó el "transigente arbitrio de la Constitución", que trata a los esclavos como "habitantes, pero rebajados por la servidumbre a un nivel inferior al de los habitantes libres; que considera al esclavo despojado de dos quintas partes del hombre". Madison explicó: "La verdad de la situación es que tienen algo de estas dos cualidades: considerados por nuestras leyes, en algunos sentidos, como personas, y en otros sentidos como propiedad.... Tal es efectivamente su verdadero carácter. Es el carácter que les han asignado las leyes bajo las cuales viven; y no se negará que ellas son el debido criterio". Madison va al meollo del asunto, a la esencia de la Constitución, cuando en su defensa de la decisión de tratar a los esclavos como tres quintas partes de persona, expresa acuerdo con el siguiente principio: "El gobierno se ha instituido para la protección de los bienes de propiedad no menos que la protección de la persona de los individuos". Los derechos de propiedad—con ese fundamento se han defendido constantemente la esclavitud franca y otras formas de explotación, discriminación y opresión. Y en los 200 años que lleva en vigor esta Constitución, hasta el día de hoy, a pesar de que proclama derechos formales de la persona y a pesar de haber sido enmendada para prohibir la esclavitud franca (que una persona sea dueña de otra), es un documento que siempre ha defendido y le ha dado autoridad legal a un sistema que usa a las masas populares, o su capacidad de trabajar, como una propiedad que crea riquezas para ganancia de unos pocos.

Con la abolición de la esclavitud por medio de la guerra de Secesión, se eliminó una forma de explotación y se impulsaron y extendieron otras formas. Como escribí en Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?, "a pesar de los esfuerzos de los abolicionistas, y de la resistencia y las rebeliones de los esclavos—y de su lucha heroica en la misma guerra de Secesión—el gobierno de la Unión, en el Norte, y su presidente, Lincoln, no libraron esa guerra con el objetivo de abolir la atrocidad de la esclavitud en un sentido moral. Ninguna de estas razones—que hasta la fecha todavía se plantean como explicaciones de las causas y las fuerzas motrices de la guerra de Secesión—llega al meollo del asunto: la guerra de Secesión surgió del conflicto entre dos modos de producción, el sistema de esclavitud en el Sur y el sistema capitalista, con su centro en el Norte; esto estalló en un antagonismo abierto, la guerra, cuando ya no era posible que estos dos modos de producción coexistieran dentro del mismo país".

La victoria del Norte sobre el Sur en la guerra de Secesión representó el triunfo del sistema capitalista sobre el sistema de esclavitud. Representó el triunfo de la forma capitalista de usar a los seres humanos como medio de crear riqueza. En el sistema de esclavitud, el esclavo es propiedad del esclavista, textualmente. En un sistema capitalista, se vive bajo esclavitud asalariada: la clase explotada de trabajadores no es propiedad directa de la clase explotadora de capitalistas (los dueños de fábricas, tierras, etc.), pero su posición es tal que debe venderle su capacidad de trabajar a un capitalista para ganar un salario. El capitalismo necesita una masa de obreros que sea "libre" en dos sentidos: deben ser "libres" de todos los medios de vivir (todos los medios de producción), excepto su capacidad de trabajar; y deben ser "libres" para hacer cualquier trabajo que se les exija, "libres" para mudarse de un lugar a otro, ¡y "libres" para ser contratados y despedidos conforme a las necesidades del capital! Si su trabajo no puede enriquecer a un capitalista, pues no pueden trabajar, no pueden ganar un salario. Pero aun si no pueden encontrar un capitalista que explote su fuerza de trabajo, aun si están desempleados, siguen bajo el dominio de la clase capitalista y del proceso capitalista de acumulación de riqueza—mientras gobierne el sistema capitalista la vida misma de los proletarios (los obreros) depende de la clase capitalista y del sistema capitalista. Y precisamente ese gobierno, ese sistema de explotación, es lo que ha defendido y hecho cumplir la Constitución, y tanto más desde la abolición de la esclavitud franca con la guerra de Secesión.

Pero pasemos a otro hecho de suma importancia: en las condiciones concretas de Estados Unidos después de la guerra de Secesión y por un buen tiempo, la esclavitud asalariada no fue la única forma de explotación en grande. Hasta hace muy poco tiempo (hasta la década del 50), millones de negros vivieron explotados como siervos en las plantaciones sureñas, trabajando como aparceros y arrendatarios para enriquecer a los grandes terratenientes (y a los banqueros y otros capitalistas). Para mantener esa relación de explotación y opresión se impuso todo un sistema de leyes—conocidas como las leyes Jim Crow. A los negros del Sur—y en realidad de todo el país—los sometieron a la discriminación, brutalidad y terror sin disimulos que permitían y estimulaban dichas leyes. Todo esto también lo defendió e hizo cumplir la Constitución y su interpretación y aplicación por las más altas autoridades políticas y judiciales del país. Y, en las últimas décadas, cuando desplazaron a la mayoría de los negros de los campos del Sur y los empujaron a las ciudades del Norte (y del Sur), aunque les dieron ciertos derechos civiles formales, han seguido siendo víctimas de discriminación, segregación y continuo terror.

Esto concuerda con los intereses de la clase dominante capitalista y del sistema capitalista. Concuerda con el principio que enunció James Madison: que los gobiernos deben proteger la propiedad no menos que la persona de los individuos. De hecho, lo que obviamente quería decir Madison—y lo que claramente ha sido la realidad de Estados Unidos—es que el gobierno debe proteger la propiedad de los blancos, especialmente de los blancos acaudalados, más que los derechos de los negros. Jamás debe olvidarse que a lo largo de la mayoría de su historia en lo que hoy es los Estados Unidos de América, los negros fueron propiedad de los blancos, específicamente de los dueños de plantaciones. Incluso después de la abolición de la esclavitud directa, a los negros jamás se les ha permitido obtener igualdad con los blancos: han sido subyugados, se les ha mantenido como una nación oprimida y se les ha negado el derecho de autodeterminación. El capitalismo no puede existir sin la opresión de las naciones, y mucho menos cuando el capitalismo llega a su etapa superior: el capitalismo-imperialismo de monopolio. La historia de Estados Unidos lo demuestra palmariamente.

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Las clases dominantes burguesas por lo general hablan a nombre del pueblo, de todo el pueblo. Bueno, desde su punto de vista, es lógico: a fin de cuentas, gobiernan a las masas populares. Pero desde un punto de vista más fundamental y objetivo, su declaración de que representan a todo el pueblo es un engaño. Fue un engaño en los tiempos de la fundación del país y de la adopción de su Constitución, y lo es mucho más ahora. Porque ahora, el gobierno de los capitalistas es fundamentalmente antagónico a los intereses de la gran mayoría del pueblo, no solo de un país determinado, sino del mundo. Ahora la cuestión decisiva no es superar obstáculos económicos y políticos al desarrollo del capitalismo y su correspondiente sistema político. El momento de la historia en que eso era oportuno y progresista pasó hace mucho tiempo. Ahora, la tarea del momento histórico es derrocar el capitalismo y eliminar todos los sistemas de explotación, todas las relaciones sociales opresivas, todas las diferencias de clase, por medio de la revolución de la clase explotada en el sistema capitalista: el proletariado....

En conclusión, la Constitución de los Estados Unidos es una visión de libertad propuesta por explotadores: es su visión de libertad. Es una carta para una sociedad basada en la explotación, en la esclavitud de una u otra forma. Los derechos y libertades que proclama están subordinados y al servicio del sistema de explotación que defiende. Esta Constitución se ha aplicado y se sigue aplicando en conformidad con esa visión y con los intereses de la clase dominante de este sistema; y en su aplicación se ha vuelto más y más cabalmente el instrumento del dominio, dictadura, opresión, conquista y saqueo de la burguesía.

Nuestra respuesta es clara a los que sostienen: "Incluso si la Constitución de los Estados Unidos no es perfecta, es la mejor que se ha inventado—ofrece un modelo al cual aspirar". Nuestra respuesta es: ¿Por qué fijar nuestras miras tan por lo bajo, cuando tenemos el Manifiesto comunista para proponer un modelo muy superior de lo que puede aspirar a lograr la humanidad—y de lo que es capaz de lograr: una visión muy superior de libertad.

NOTA: Las citas de James Madison son del "Federalist Paper No. 54", en The Federalist Papers, (Nueva York: New American Library, 1961), páginas 336-341, y en particular páginas 339 y 337.

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