El pasado enterrado de la esclavitud

Sankofa significa regresar al pasado para recuperar lo perdido y seguir adelante

Obrero Revolucionario #950, 29 de marzo, 1998

"Unos de aquellos huesos son de mi mamá, amanece y saluda el nuevo día. Unos de aquellos huesos son de mi papá y unos son míos".

De un antiguo himno afroamericano

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En 1991, en la ciudad de Nueva York, cerca de Wall Street y a dos cuadras de la alcaldía, unos trabajadores de construcción estaban excavando para echar los cimientos de un nuevo edificio del gobierno de 34 pisos, a un costo de $276 millones. De repente, las palas chocaron con huesos y se frenó todo el proyecto ante el asombroso descubrimiento: allí mismo estaban enterrados miles de esclavos; allí descansaban los huesos de hombres, mujeres y niños secuestrados hace más de 200 años de regiones de Africa que ahora se llaman Nigeria, Ghana y Angola, los que sobrevivieron la Travesía Intermedia encadenados en buques negreros, los que construyeron las calles, los puertos y los primeros edificios de esta metrópolis. Las palas desenterraron un hecho poco conocido: que durante una época Nueva York era una de las colonias que tenía más esclavos y que la esclavitud continuó allí hasta 1827.

Los holandeses que colonizaron Nueva York pensaron que ese terreno baldío no tenía ningún valor y lo dejaron para el entierro de africanos (de 1710 a 1790).

La batalla por los antepasados

La agencia gubernamental a cargo de la obra (la GSA) decidió seguir adelante. A fin de evitar demoras costosas, mandó desenterrar los restos lo más pronto posible. Sin ningún respeto por las costumbres africanas, sus excavadoras profanaron las sepulturas y causaron daños irreparables. Los africanos enterraban varios objetos encima del ataúd: monedas, botones, cuentas, juguetes, conchas, vasijas de barro y ropa. Las excavadoras destruyeron muchos de ellos.

Al darse a conocer el descubrimiento, muchos afroamericanos hicieron una peregrinación al Camposanto Africano. Les dio coraje lo que hacía la GSA, pues sentían que sus antepasados merecían descansar en paz. Se organizaron reuniones y protestas para parar la excavación. Se exigió un trato respetuoso de los restos, que se desenterraran solamente los que se necesitaban para realizar estudios antropológicos, y que el gobierno construyera un monumento y museo para rendir homenaje a los muertos.

Asimismo, se protestó porque en el equipo a cargo de la excavación no participaban científicos negros. Además, los 427 esqueletos desenterrados fueron enviados a la universidad de Lehman en el Bronx para que los estudiara el equipo de Antropología Forense de Nueva York, que se especializa en investigación criminal, no cultural. El gobierno actuaba como si se tratara de un crimen en vez de un importante hallazgo antropológico.

Antropólogos afroamericanos como Michael Blakey de la Universidad Howard en Washington, D.C., se consternaron al ver que este estudio tan importante para la comunidad negra quedaba enteramente en manos de investigadores blancos sin conocimientos de historia, cultura o biología africana. Blakey abogó para que hicieran el estudio en la Howard (una universidad predominantemente negra): "Era importante permitir que los afroamericanos preparados para esta clase de investigación contáramos nuestra propia historia".

Se hicieron manifestaciones frente al camposanto; activistas, académicos y políticos realizaron campañas de presión política. Finalmente, la GSA aceptó la propuesta de Blakey de hacer un estudio arqueológico, histórico y bioantropológico del camposanto. En una ceremonia de homenaje a los antepasados, se entregaron los restos a la Universidad Howard. Posteriormente, los enterrarán de nuevo en el mismo sitio.

Ante la presión, la GSA se vio obligada a parar la obra y a construir un monumento. El foso se llenó con arena estéril, se cubrió con tierra y pasto, y se rodeó con una cerca y una banqueta. Un letrero grande explica su importancia histórica y da una cronología del monumento. Varias veces al año, se rinde homenaje a los antepasados esclavos.

Ciencia para el pueblo

Un programa de televisión educativa sobre el Camposanto Africano, llamado "El pasado enterrado de la esclavitud", contó la fascinante historia del estudio de los huesos y artefactos del Camposanto Africano por una nueva generación de antropólogos y "arqueólogos urbanos" que están sacando información acerca de la vida y la cultura de los esclavos.

La escasa información que existe acerca de los esclavos de Nueva York no proviene de los mismos africanos, a quienes se les prohíbia leer y escribir, sino de los dueños, que los veían como simples bestias de carga. El descubrimiento del Camposanto Africano nos da una rara oportunidad de examinar su historia.

Al norte del camposanto se encontraba la comunidad de Los Cinco Puntos, un centro africano del siglo 19. Allí, varias obras de construcción también se han topado con muchos artefactos de la vida de los antepasados negros. En total, han recuperado más de un millón y medio de artefactos de barro y vidrio, herramientas, juguetes y sobras de comida. Brindan una increíble cantidad de información que no está en los libros de historia y que probablemente no se encontrará en otro lugar.

Blakey explicó: "En cierto sentido, podemos recurrir a los mismos antepasados y reconstruir sus experiencias por medio de lo que queda de ellos y de lo que dejaron".

Los científicos que hacen el estudio del Camposanto Africano en la Universidad Howard tienen lazos estrechos con la comunidad afroamericana. Blakey sigue el enfoque conocido como "antropología comprometida" (relacionado con una corriente de antropólogos negros que colaboran con la comunidad y la consultan sobre cuestiones importantes).

Mark Mack, otro antropólogo de la Howard, dijo en el programa de televisión: "Uno debe tener en cuenta los sentimientos de la gente acerca de sus seres queridos, sus antepasados. El antropólogo no puede meterse a una comunidad y sacar los restos sin informar sobre los hallazgos ni tomar en cuenta los sentimientos de la gente".

Los científicos de la Howard se propusieron aprender mucho de los artefactos "haciéndoles muchas preguntas". Esperaban que el análisis de los platos, herramientas, juguetes, botones, cuentas de vidrio, prendedores de mortajas y sobras de comida revelara de qué regiones de Africa vinieron, qué comían, aquí y en sus tierras; cómo los trataban los dueños, y cómo murieron.

Arqueólogos y antropólogos han emprendido estudios similares en el Sur. Por ejemplo, se está realizando un estudio de artefactos de una plantación de Andrew Jackson, bien conocido como general y después presidente del país (pero no como dueño de más de 140 esclavos). Dicho estudio ha revelado mucho acerca de la esclavitud, pero algunos científicos le ven otro valor. Como explicó Brian Thomas, un arqueólogo blanco: "La relación entre las razas es un problema tan importante en nuestra sociedad y los problemas de las razas tienen raíces muy profundas. Creo que es importante investigar eso precisamente en un sitio que atrae a mucha gente para honrar a quien es considerado un héroe nacional".

Los horrores de la esclavitud

El estudio del Camposanto Africano ha revelado pruebas físicas incontrovertibles de las barbaridades de la esclavitud.

Una mujer fue enterrada con un recién nacido. A otra la golpearon en la cara, le torcieron el brazo y después le metieron un balazo en la espalda, un claro ejemplo de que los esclavos oponían resistencia y los dueños contestaban con violencia.

El narrador del programa de televisión comentó: "Todos conocemos las crueles imágenes de la esclavitud, pero ha sido difícil comprobar cómo el trabajo forzado afectaba el bienestar físico. Ahora, los mismos huesos de los esclavos dan testimonio de esos horrores".

La mayoría de los esqueletos adultos tienen lesiones en los brazos, piernas y hombros. Un hueso normal tiene una ranura muy pequeña, adecuada para ligar el músculo. Pero muchos de los huesos en el Camposanto Africano tienen surcos profundos. Debido al enorme exceso de trabajo, los músculos se desgarraban de los huesos una y otra vez, arrancando pedacitos de hueso. Ese defecto aparece en la mayoría de los esqueletos (tanto de hombres como de mujeres).

Asimismo, se han encontrado fracturas que demuestran cómo el exceso de trabajo mataba a los esclavos. Las fracturas están en la base del cráneo y tienen forma circular. ¿Su causa?: cargar bultos muy pesados en la cabeza o los hombros. En algunos casos, la lesión era fatal, por ejemplo, la espina dorsal se clavó en la cavidad del cráneo cuando una esclava se tropezó. O quizás la obligaban a cargar tanto día tras día que finalmente se le abrió un hueco en la base de la cabeza y el cráneo chocó con la espina dorsal. Si no murió al instante, habría muerto muy pronto, por tanto trabajar.

Niños encadenados

El esqueleto "No. 39" del Camposanto Africano es de un niño de seis años que murió en el siglo 18. Lo enterraron en un ataúd de cedro, envuelto en una mortaja de lino blanco con un prendedor de cobre. Su nombre nunca lo conoceremos, pero ahora sabemos más de la vida y muerte de niños como él.

Casi la mitad de los restos hallados en el Camposanto Africano eran de niños de dos a doce años, lo cual implica que la mortalidad infantil era muy alta: quizás el 50% de la población negra moría al nacer o durante los primeros años de infancia. Se sabe que la mortalidad infantil de los esclavos era más del doble que la de los europeos.

Los dientes y huesos del "No. 39" revelan que desde que nació estaba desnutrido y anémico, además de padecer serias infecciones. Incluso a la tierna edad de seis años tenía anormalidades de los huesos y músculos por levantar cargas pesadas; tenía fracturas en el cuello por cargar en la cabeza. No se sabe la causa precisa de su muerte, pero es innegable que lo mató la esclavitud.

Los esqueletos revelan que los niños sufrían de raquitismo, desnutrición y enfermedades crónicas. Se han encontrado muchos casos de retraso de crecimiento: hay una discrepancia de un año entre la edad del esqueleto y la edad dental. Asimismo, en muchos casos había defectos del cráneo.

Es sabido que el esmalte de los dientes se deposita a cierto ritmo durante el crecimiento. Defectos cerca de la terminación del diente implican desnutrición o trauma en los primeros meses. Defectos más cerca de las encías implican problemas más adelante. En el caso de los niños del Camposanto Africano, los defectos están en la terminación de los dientes, o sea que tenían problemas desde el nacimiento.

Los huesos de los niños comprueban que desde el nacimiento sufrían de desnutrición, enfermedades y los efectos de un increíble trabajo forzado. Muchos murieron a los cuatro o cinco años.

Cultura y resistencia

"Cuando enterraban a sus muertos, disfrutaban de cierta privacidad y ponían regalos simbólicos para expresar el gran aprecio que les tenían. Cuando pasan cosas así, se ve cierto valor y corage".

Michael Blakey

Los dueños ideaban todo tipo de leyes y métodos crueles para controlar a los esclavos. Prohibieron las costumbres africanas y que se reunieran en grupos; ni siquiera permitían que tocaran un tambor en los entierros. Los hacían "convertirse" al cristianismo.

Pero el Camposanto Africano comprueba que los africanos oponían resistencia a todo eso, a veces en formas muy secretas y sutiles pero audaces. Ante una opresión inhumana, se aferraban a su propia cultura e identidad. Por ejemplo, tenían amuletos y talismanes.

Las mismas sepulturas dan testimonio de la gran importancia que tenían sus ceremonias fúnebres. Bajaban cada difunto a la tierra con gran cuidado y respeto; les colocaban monedas en las manos o encima de los ojos. A uno lo enterraron con una concha junto a la cabeza. Un arqueólogo urbano piensa que a lo mejor era un símbolo de libertad relacionado con el dicho: "Vinimos por el mar, por el mar nos iremos".

Una mujer de treinta años fue enterrada con una cadena de 111 cuentas en la cintura. En ciertas regiones de Africa eso se hace con la gente de alto rango o de familia real. En otras regiones es una antigua tradición.

Los dientes también revelan el afán de seguir fieles a la cultura africana: por lo menos 20 esclavos cambiaron la forma de los dientes. Según una tradición africana, cuando una persona llegaba a ser miembro de cierto pueblo, le limaban los dientes para que todo mundo se diera cuenta de cuál pueblo era. Puede que otros esclavos se hayan limado los dientes por razones estéticas o como rito de maduración.

Uno de los arqueólogos del estudio comentó: "Lo que encontramos son formas de resistencia que no están en los libros de historia. Son formas más encubiertas en que luchaban bajita la mano contra un sistema que quería controlarlos en cuerpo y alma. De por sí, ponerse conchas en el cabello y seguir haciendo las cosas que hacían en Africa son formas de resistencia muy importantes que no debemos menospreciar".

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En los ataúdes se encontró un símbolo de un corazón, elaborado de clavos de bronce: el símbolo Sankofa del pueblo ashanti. Como Haile Gerima explica en su película Sankofa, el símbolo significa: "regresar al pasado para recuperar lo perdido y seguir adelante". Los científicos de la Howard comentan que el Sankofa es un símbolo muy apropiado para el estudio del Camposanto Africano, pues propone dos metas: recuperar el pasado y ofrecer la información al futuro.

El Camposanto Africano nos enseña el pasado enterrado de la esclavitud. Gracias a la lucha de activistas comunitarios y científicos comprometidos, los antepasados nos pueden hablar y hacernos entender más profundamente los horrores de la esclavitud y el gran valor de un pueblo que luchó para seguir fiel a su identidad.


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