Ser chicano en Estados Unidos:
Reflexiones sobre la educación bilingüeObrero Revolucionario #957, 17 de mayo, 1998
La pelea está dura en California con la educación bilingüe. Una nueva proposición, la 227, quiere desmantelar todos los programas de educación bilingüe en las escuelas y dejar a su suerte a los niños que no saben inglés en clases de "English Only". Es la vieja teoría de "sink or swim": cuando te echan al agua, o aprendes a nadar o te ahogas. La oposición a la 227 es amplia: cuenta con una amplia gama de maestros y educadores, y de todos sus sindicatos; de la junta de educación de varias ciudades; de varios distritos escolares; de organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes; del sindicato de trabajadores del campo (United Farm Workers); Chinos Pro Acción Afirmativa, Asociación de Educadores Coreano-americanos y del capítulo del norte de California de la Unión Americana de Derechos Civiles (ACLU). Además, miles de estudiantes de preparatoria se salieron de clase para protestar contra la 227. Se necesitará un resuelto movimiento de oposición para frenar este canalla ataque contra el idioma y la cultura de los pueblos oprimidos. (Véanse los artículos de los números 953 y 955.)
Esta semana entrevistamos a un revolucionario con muchos años de experiencia en la lucha, quien nos cuenta lo que era ser chicano en las escuelas de California antes de los programas de educación bilingüe.
OR: Cuando eras estudiante de primaria y secundaria, no había programas de educación bilingüe; el método de las escuelas se llamaba "inmersión", o sea, meter a los niños en clases donde solo se hablaba inglés. ¿Cómo era?
A: Tienes razón, en esos años nos metían en clases donde solo se hablaba inglés, no importaba si uno sabía mucho o poco inglés. Del primer al cuarto grado, yo sabía muy poco inglés y por eso me costó mucho trabajo aprender en esos primeros años. Recuerdo que tuve muchos pleitos porque pensaba que se estaban burlando de mí; que se reían de mí. Recuerdo que tenía mucho miedo de que la maestra me mandara a leer algo en voz alta o me hiciera una pregunta. Esto me humillaba mucho y me daba mucha vergüenza. Hasta cambió mi personalidad y me afectó mucho tiempo.
Fue una experiencia horrible. No me gustaba la escuela. Iba solo porque me obligaban y aprovechaba toda oportunidad para escaparme. Que haya gente que quiere quitarnos los programas de educación bilingüe (aunque sean inadecuados) y someter a todos a la misma humillación que experimenté es una infamia.
Creo que si la gente que hoy apoya la 227 realmente entendiera lo que está en juego y lo que los partidarios de la 227 realmente quieren, se opondrían. Puede haber una amplia oposición. Creo que es de suma importancia concientizar a la gente. Por eso decidí aceptar esta entrevista, a pesar de que son temas que todavía me duelen mucho. Pero eso valdría la pena si lleva a entender mejor lo que los niños tienen que sufrir sin programas bilingües.
OR: Me contaste que, como tus padres hablaban español en la casa, la atmósfera de "English Only" los excluía de lo que estaba pasando en la escuela. ¿No era difícil para ellos?
A: Sí, mis padres creían que los maestros y directores lo sabían todo y que ellos no sabían nada. Es decir, creían que eran gente más sabia y más inteligente que ellos. Sea como fuera, se creían unos ignorantes y tontos, y no era así. Las dos ideas van juntas. Si uno cree que no tiene el derecho de cuestionar a las autoridades y, además, que sus propias ideas son inferiores, se encuentra en una situación de gran desigualdad. Así pasaba con mis padres, especialmente mi papá. Pero a mi mamá tampoco le gustaba cuestionar lo que dictaba la escuela. Para ellos era muy duro. Era como si captaran que su papel era obedecer órdenes sin protesta.
OR: Cuéntanos más sobre tus experiencias en la escuela cuando no entendías lo que decían los maestros. Ron Unz, el multimillonario del Silicon Valley que financió la 227, dice que la "inmersión" es el mejor método didáctico.
A: Primero, yo no era tonto. Pero no entendía lo que decían. De haberlo entendido, hubiera podido aprovechar todo lo que había aprendido antes de entrar a la escuela.
Por ejemplo, si te preguntan algo sobre matemáticas y ya sabes sumar o restar, y si te hacen la pregunta en un idioma que sabes, aunque no contestes bien, por lo menos entiendes la pregunta. Pero si te hacen la pregunta en un idioma que no sabes, ¿cómo vas a contestarla? Tu nota depende de si contestas correctamente o no, pero el problema no es que no puedas contestar correctamente sino que no entiendes. Terminas pensando que eres estúpido, que todo lo que aprendiste antes, ahora no vale nada, y que ellos son la fuente de todo lo bueno y útil. Que hasta la fecha no has aprendido nada de valor. Eso te lleva a sentirte inferior, a despreciar tu propia cultura y tu gente. Empezar los estudios así es llevar una carga muy pesada. Uno no debe empezar así.
OR: Participaste en las luchas de los años 60, cuando se crearon los programas de educación bilingüe. ¿Cómo te sientes al ver a los chavos salirse de las preparatorias para protestar contra la 227 y defender la educación bilingüe?
A: Muy chévere. Mucha gente no lo sabe, pero tuvimos que luchar para crear esos programas en primer lugar. Estábamos hartos de que nos trataran así y nos comprometimos a cambiar la situación. Con nuestras demandas y nuestra lucha, los boicots y muchas otras formas de protesta, empezamos a arrancarles unas cuantas concesiones, entre ellas la educación bilingüe. Las protestas hicieron añicos el plan de eliminar la educación bilingúe sin oposición. La opinión de los que sufrirán más con la 227, ¿no es mucho más importante que la de los politiqueros que toman las decisiones pero no captan la situación? Ahora parece que muchos jóvenes dicen que `no vamos a aguantar'. Tienen un buen estado de ánimo. Con esa actitud es posible que los partidarios de la 277 no logren sus metas.
Reitero que la meta de la 227 es volver a ponernos en nuestro lugar, o sea, abajo.
OR: ¿Qué más recuerdas de tus experiencias en la escuela?
A: Cuando era estudiante, no hace tantos años, los libros no decían nada sobre los chicanos o mexicanos que vivimos en este país. No es que dijeran toda la verdad sobre las demás gentes; no, le restaban importancia a toda la gente de color y a otros sectores de la sociedad.
Pero como tenía ganas de saber y como me gustaba leer, iba a la biblioteca y leía todo lo que podía. Recuerdo que una vez me dediqué a buscar un libro sobre los chicanos. Regresé a casa y le pregunté a mi abuela, y ella me contó unas historias. Les pregunté a mis tíos, y ellos me contaron historias sobre el trabajo en los ferrocarriles y en la construcción de puentes y carreteras. Conocí a gente que trabajaba en el campo. Pero los libros no mencionaban a ninguno de ellos. Como si no importaran un comino. Era como si no tuviéramos sombra ni historia. Como si hubiéramos salido de la nada y no hubiéramos hecho nada de interés para nadie. Como si el ayer no existiera. Y si uno no tiene pasado, ¿cómo puede soñar con el futuro? Ni siquiera tiene el presente porque no está escrito en ningún lado.
En ese entonces salió un libro acerca de los chicanos. Incluso gente que no sabía leer lo compró. Cinco o seis chavos se sentaban alrededor de un compañero que sabía leer mejor, y él leía en voz alta. Era increíble. Sentíamos mucho orgullo al leer ese libro.
OR: No enseñaban la historia de los pueblos chicano y mexicano.
A: No. Nos enseñaban que Estados Unidos se "anexó" gran parte de México. No querían decir que le robaron la tierra a los indígenas, que cometieron genocidio, que esclavizaron a los negros y los trajeron contra su voluntad, encadenados, bueno, a los que no tiraron al mar.
Se robaron mucho territorio mexicano. Por ejemplo, si voy al Banco de América y les digo que `estoy aquí para anexar su dinero', ¿en cuánto tiempo me meterán al bote? ¡Pero ellos se anexaron estados enteros! Un territorio enorme. Además, al concluir la guerra con México se firmó el tratado de Guadalupe Hidalgo, que garantizó a los mexicanos el derecho de preservar su propio idioma y cultura. Respetaron ese tratado de la misma manera que "respetaron" los tratados con los pueblos indígenas, o sea, lo tiraron a la basura.
OR: Cuéntanos más sobre tu visita a la Universidad Nacional Autónoma de México.
A: Fui con un amigo de California a ciudad de México. Fue un viaje muy interesante. Apenas llegamos, me llevó a la UNAM. Es una ciudad universitaria hermosa; cuenta con magníficas facultades de Ingeniería y de Antropología. Es una universidad de primera categoría, creo que se fundó 100 años antes de la primera universidad de Estados Unidos.
Recuerdo que estábamos en el techo de un edificio alto, mirando el panorama. Veíamos a los estudiantes entrando y saliendo de edificios y caminando por todos lados. En ese momento exclamé: "¡Dios mío! son mexicanos". Todos los que entran y salen de las facultades de Ingeniería, Física y Medicina son mexicanos; esta es una universidad. Y en eso me dije: "Toda la vida me han dicho que esto es imposible". Esa fue la primera vez que me di cuenta de lo que el sistema me había metido en la cabeza; de que me había tragado el cuento de que éramos inferiores; inútiles para aprender matemáticas o física; que solo valíamos para hacer trabajo físico; y que ni pensáramos en algo diferente.
Me acuerdo de un estudiante de prepa de Los Angeles, a quien solo lo querían meter en clases vocacionales, como carpintería, metalurgia, etc. Bueno, esas son buenas clases, no tienen nada de malo, pero él no quería cursos vocacionales. Perseveró y sacó un doctorado en la Universidad Harvard. Si les hubiera hecho caso a las autoridades, hubiera terminado en clases de carpintería. Eso es lo que quieren hacer con todo un sector social, y no me refiero únicamente a los latinos.
Con eso lo que decían era: "Quédense en el fondo, donde se merecen". Y se lo "merecen" porque no sirven para nada más, así que no vamos a gastar dinero ni recursos en ustedes.
OR: ¿Cuánto español sabías cuando te graduaste de la prepa?
A: Para los que dicen que así se aprende inglés, tengo algo que decirles: yo hubiera aprendido inglés de cualquier forma, y así fue. Pero olvidé el español. Además, abandoné los estudios en el noveno grado, y para entonces sabía inglés muy bien. No abandoné los estudios porque no sabía inglés, sino porque odiaba la escuela. Y ya hablamos de cuando empecé la escuela.
Quiero preguntarles algo a los que andan promoviendo la Proposición 227: ¿qué pasa con los chavos negros o blancos que abandonan los estudios? No los abandonan porque no saben inglés, sino porque el mismo sistema escolar los rechaza. Algo muy interesante que he leído sobre las protestas de los estudiantes de San Francisco es que fueron al nuevo cuartel de la policía de Concord a condenar la enorme cantidad de dinero que gastaron en la construcción de ese cuartel mientras que las escuelas están que se desmoronan; son inadecuadas. Están gastando mucho dinero, solo que no lo gastan en escuelas sino en prisiones, policías y cárceles. Y ese es el otro lado de la moneda, o sea, sí tienen un lugar para nosotros, solo que no es en la escuela sino en ese nuevo lugar donde han gastado tanto dinero.
En fin, llegué a la universidad. Primero a un colegio comunitario y después a la universidad. Me matriculé en una clase de "Español para chicanos". Para mí fue algo muy especial. De la misma manera que odiaba mis primeros años de escuela, me encantaban clases como esa. El maestro nos dijo: "Aquí nadie sabe bien el español o no estarían aquí. Hay dos cosas que tienen que entender. La primera es que no tienen la culpa de no saberlo. Les robaron la cultura; les robaron el idioma. Les dijeron que son inferiores a los demás idiomas y culturas. Es importante que sepan eso". Luego nos dijo otra cosa muy importante: "También necesitan saber que solo ustedes pueden recuperar lo que les han robado. Les toca a ustedes recuperarlo. No será fácil y la lucha durará años, años y años. Será una lucha de toda la vida, pero sí se puede". Y lo hice. Así que logré recuperar lo que me habían robado, lo que había perdido. Aunque no lo recomiendo como método. Nadie debe sufrir tanto. Es completamente innecesario.
OR: Cuéntanos sobre la clase que casi era ilegal.
A: Cómo no; fue en Los Angeles. Era una clase que daban en español, creo que era de antropología. Tenía que empezar a las 7 a.m. para terminar antes de que empezaran las clases oficiales, porque en ese entonces el gobierno estatal prohibía la enseñanza en cualquier idioma que no fuera inglés, a no ser que fueran clases de lenguas extranjeras. ¿Te imaginas, en una universidad?
OR: Hace poco estuve en una reunión de ¡Rehusar & Resistir! y se estaba hablando de los ataques contra los inmigrantes. Un señor blanco comentó: "Lo que no comprendo es por qué no enseñan español en las escuelas; es indispensable para vivir aquí".
A: Me parece una buena idea. Quiero contarte algo interesante que me contaron. Hace unos años, en el Este de Los Angeles había un programa que se llamaba Proyecto Malibar. Era un plan piloto, un programa positivo que por milagro el gobierno costeó. Les preguntaron a los padres de familia de un barrio mexicano y chicano qué idioma o idiomas preferían que aprendieran sus hijos. Y la gran mayoría dijo que quería que aprendieran a leer, escribir y hablar el español y el inglés. Una minoría solo quería inglés o solo español. Pero la gran mayoría eligió ambos idiomas. Eso tiene sentido. Hay que aprender los dos.
Te pongo otro ejemplo. En un barrio blanco de los suburbios iban a dar clases bilingües, creo que desde el primer grado. Pero solo una clase y, para colmo, solo para unos pocos estudiantes. Leí en un periódico que los padres hicieron cola a las 3 a.m. para matricular a sus hijos en esa clase. Para mí que hay mucho interés en eso. Pienso que la gente de veras quiere comunicarse con la gente que está a su alrededor.
Tengo otra pregunta: ¿por qué no hacerlo, por qué seguir gastando dinero en cárceles, por qué no permitir que nuestros hijos se comuniquen entre sí? Si uno sabe tres idiomas, es mejor que solo saber dos. Pero para mí que los que están en el poder no piensan así.
OR: ¿Hay algo más que les quieres decir a nuestros lectores?
A: Bueno. Los partidarios de la Proposición 227, los que atacan a los inmigrantes y a todos los de abajo, no dejan de mencionar que los resultados de los exámenes son muy bajos y demás. Deben contestar un par de preguntas.
Primero, ¿cómo explican que California, que tenía uno de los más altos presupuestos de educación, ahora tiene uno de los más bajos? El único estado que gasta menos por persona en educación es Misisipí. Les pregunto entonces: ¿no tendrá eso algo que ver con lo pésima que es la educación?
Segundo, los distritos escolares ricos gastan casi el doble por estudiante; allí ya saben inglés y el aprendizaje ya es parte de la vida cotidiana. Allí los padres son profesionales y se espera que los hijos estudien en las mejores universidades. Eso afecta la calidad de la educación y de los resultados de los exámenes. Así que es necedad decir que las notas tienen que ver con el idioma que uno habla.
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