Suharto: Asesino títere yanqui
Obrero Revolucionario #958, 24 de mayo, 1998
El imperialismo yanqui y el general Suharto, el dictador de Indonesia, tienen un pacto de sangre que ha durado tres décadas. En 1965, Estados Unidos apoyó su golpe de estado, tras el cual masacró a un millón de personas, y desde entonces lo ha seguido respaldando. La invasión de Timor Oriental contó con plena aprobación y apoyo yanqui.
La masacre de 1965 y 1966
En 1965, Suharto dio un golpe militar que tumbó al gobierno de coalición de Sukarno, en el cual tenía una importante participación el Partido Comunista de Indonesia (PCI). La masacre desencadenada tras el golpe tiñó de rojo los ríos y dejó entre 250.000 y un millón de muertos, de militantes y partidarios del PCI y otros grupos. Además, cientos de miles pasaron por las cárceles y cámaras de tortura.
Sukarno tenía una retórica nacionalista y tomó ciertas posiciones de la burguesía nacional. Sin embargo, no eran posiciones independentistas ni antiimperialistas, e Indonesia siguió siendo un país dominado por Estados Unidos y otras potencias. A mediados de los años 60, Estados Unidos se encontraba empantanado en Vietnam, la Revolución Cultural china estremecía al mundo y el antiimperialismo cobraba fuerza en Indonesia. Por ejemplo, en marzo de 1965, los estudiantes se tomaron la embajada yanqui en Yakarta para condenar el asesinato de Malcolm X. Indonesia es un país petrolero y está situado en un punto estratégico del sudeste asiático. Por eso Estados Unidos necesitaba un aliado firme y capaz de defender sus intereses en Indonesia, y Suharto y su camarilla fueron la solución.
A principios de los años 60, Estados Unidos redobló su apoyo a los derechistas, especialmente a los militares. Miles de oficiales recibieron entrenamiento. La CIA estableció redes de agentes y soplones en los sindicatos, donde el PCI tenía mucha influencia. El ex agente de la CIA Ralph Mcgehee documenta: "En 1963, el director Colby [de la CIA] ordenó a los sindicalistas capacitados por la CIA hacer listas de miembros o partidarios de los sindicatos afiliados a la federación nacional del trabajo, SOBSI. Esas listas sirvieron para llevar a cabo las masacres de 1965-1966. La CIA también se valió de elementos de la policía nacional (de más de 105.000 agentes) para infiltrar y espiar al PCI" (Covert Action Quarterly, otoño 1990).
La clase dominante de Estados Unidos aplaudió el golpe de estado de Suharto. En octubre de 1965, el Chicago Tribune escribió: "Qué alegría da leer que jóvenes musulmanes estén quemando oficinas del Partido Comunista y coreando `Viva Estados Unidos'". En julio de 1966, cuando ya se conocía la magnitud de las masacres, la revista Time dijo que el derrocamiento de Sukarno "es la mejor noticia de Asia que ha tenido el Occidente en muchos años".
Timor Oriental
La invasión de Timor Oriental por el ejército de Indonesia empezó el 7 de diciembre de 1975. Timor Oriental es una angosta isla del tamaño de El Salvador, ubicada al norte de Australia. La invasión ocurrió una semana después de que declaró su independencia de Portugal y pocas horas después de la partida del presidente Gerald Ford y su asesor Henry Kissinger de Yakarta, tras una reunión con altos funcionarios del gobierno de Suharto.
Un historiador la calificó como "una de las operaciones más brutales de la guerra moderna". En palabras del obispo de Dili, la capital: "Cuando llegaron, los soldados empezaron a matar a todo el mundo. Había montones de cadáveres en la calle. Por todas partes vimos a los soldados matando, matando y matando". En pocos meses masacraron a unas 60.000 personas.
Pero dos años después de la invasión, el pueblo, dirigido por el partido nacionalista Fretilin, había recuperado grandes partes de la isla tras una feroz guerra. Estados Unidos y sus aliados aumentaron los envíos de armas al gobierno de Indonesia; con ellas, el ejército lanzó una gran ofensiva. Bombardeaba sin cesar las zonas guerrilleras con bombas químicas y de napalm. Paralelamente lanzaba ataques terrestres. Para privar a la guerrilla de alimento, quemaba los cultivos y metía a la población en aldeas estratégicas, con la ayuda de pilotos y mercenarios de Estados Unidos.
En 1979, por lo menos 200.000 timorenses, casi la tercera parte de la población, habían muerto. En proporción a la población, ha sido el mayor genocidio desde el Holocausto.
El pueblo timorense sigue luchando y Estados Unidos sigue enviando armas a Indonesia y entrenando a sus oficiales, muchos de los cuales terminan en Timor Oriental. A una unidad élite entrenada por Estados Unidos, los Karpasus, la llaman nangalla, o "acuchilladores". La Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) ha financiado la transformación del sistema agrícola de Timor: de producción de comestibles básicos para la población a producción de productos de exportación monopolizada por los indonesios. Los préstamos del Banco Mundial y otras instituciones financieras de los imperialistas le permiten a Suharto canalizar recursos para librar la guerra.
Hoy día, Indonesia tiene 60.000 soldados, policías y soplones en Timor Oriental, o sea, uno por cada diez habitantes. Los invasores torturan, violan, desaparecen y masacran a diario. En 1994, un timorés dijo: "Nuestro país es la isla prisión más grande del mundo. Tienen que entender eso. Para nosotros la vida es un infierno". Suharto es el alcaide de esa prisión, pero su invasión y genocido tiene las huellas del imperialismo yanqui.
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