Larry Everest
Obrero Revolucionario #1001, 11 de abril, 1999
El irlandés Denis Halliday, experto en desarrollo económico del tercer mundo, trabajó en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) durante 34 años. En 1997, lo nombraron coordinador general de ayuda a Irak; como tal, estaba encargado del programa "petróleo por alimentos", que es un elemento de las sanciones económicas dictadas por los yanquis y su coalición militar tras la guerra del golfo Pérsico de 1991. Las sanciones limitan severamente el comercio internacional; permiten la venta de cierta cantidad de petróleo, pero la administración de las divisas corre por cuenta de la ONU, que solo da una parte a Irak para la compra de alimentos y productos de primera necesidad. Eso ha causado mucho sufrimiento y desnutrición porque--como señala Halliday, entre otros--limita drásticamente la compra de alimentos, medicinas y otros productos.
En septiembre de 1998, Halliday se retiró de la ONU y dejó su cargo de Secretario General Adjunto porque quería manifestarse contra las sanciones y sus bárbaras consecuencias para el pueblo iraquí. Junto con Phyllis Bennis del Institute of Policy Studies emprendió una gira de 21 ciudades de Estados Unidos, donde ha condenado el castigo del pueblo iraquí. En febrero, dio una charla a 300 personas en Berkeley, California; después tuve la oportunidad de entrevistarlo.
Larry Everest: Primero, quisiera agradecerle esta oportunidad, pues sé que usted ha estado ocupadísmo con la gira. Me gustaría que comenzáramos con las consecuencias de las sanciones impuestas por Estados Unidos. Existe bastante información, por ejemplo, usted mencionó que UNICEF ha documentado que dichas sanciones causan la muerte de 5000 a 6000 niños al mes y que el total desde 1990, cuando se impusieron, es de más de un millón de hombres, mujeres y niños. Quisiera que describa a nuestros lectores los horrores de vivir bajo dichas sanciones.
Denis Halliday: Yo diría que es un horror muy personal, es decir, uno no encuentra cadáveres en la calle ni la extrema desnutrición que se ve, por ejemplo, en fotos de Somalia; pero muchas familias han perdido a un hijo por desnutrición o enfermedad, muchos hijos han perdido a sus padres por falta de una cirugía relativamente sencilla que no hubiera presentado mayor dificultad hace unos años. Digo que es muy personal, muy individual. No es una masacre, el pueblo no muere en masa como en otros países; muere gente todos los días en todo el país... no en grandes grupos sino uno por uno: un niñito por aquí, otro allá; acá un niño, una anciana... es difícil cuantificarlo, pero la muerte invade al país y afecta profundamente al pueblo.
LE: En la plática de esta tarde usted habló de "genocidio", lo cual me parece una forma muy contundente de señalar el alcance de la terrible devastación de Irak.
DH: Es la palabra más adecuada que encuentro y he empezado a emplearla. Hizo titulares en Le Monde y otros diarios franceses, y Reuters la mencionó. Cuando una política causa muerte y desnutrición en la escala que vemos ahora en Irak, pues no encuentro otra palabra. Es una política deliberada y activa--o sea, no es cuestión de descuido ni mucho menos--saben muy bien que dicha política está matando a niños, al pueblo. ¿Cómo debemos calificarla? Para mí, es evidente que es genocidio; la verdad, no encuentro otra palabra.
LE: Me impactó que usted dijera que las sanciones son una táctica bélica. Es cierto que no es cuestión de alimentos y medicinas sino de un ataque a la sociedad y la cultura.
DH: Sí, tiene enormes consecuencias en todos los renglones, sobre todo consecuencias sociales. Pongamos el caso muy concreto de la desnutrición; no se resuelve simplemente abasteciendo alimentos. Se necesita agua potable, que las aguas negras no contaminen el sistema de agua potable. Se requiere energía eléctrica para esos sistemas, así como para la agricultura y para reconstruir el sistema de salud pública. Es imposible resolver los problemas sin invertir en la infraestructura.
LE: ¿No es cierto que las sanciones limitan la importación de maquinaria que se necesita para reparar los sistemas de agua potable y desagüe?
DH: ¡Sí, efectivamente! De hace seis meses a un año, [la ONU] adoptó oficialmente un programa de rehabilitación, pero no avanza por falta de financiamiento. No existe una política de reconstrucción ni un concepto de inversión, desarrollo o reestructuración, lo cual queda muy claro si uno lee los documentos del Consejo de Seguridad [de la ONU]. No quieren invertir las divisas de "petróleo por alimentos" en la infraestructura del país.
LE: Y prohíben importar cosas imprescindibles para reconstruir la infraestructura, ¿no?
DH: Efectivamente. Tecnología, computadoras, maquinaria, camiones, ambulancias... un sinnúmero de cosas.
LE: Como estábamos comentando hace rato, fui a Irak como corresponsal del OR hace ocho años, un poco después de la guerra. Se veía muy claramente que la guerra y las sanciones provocaban mucha muerte y gran sufrimiento. En los hospitales encontré niños raquíticos que padecían diarrea y hambre por la destrucción de la infraestructura: los sistemas de agua, instalaciones sanitarias, infraestructura médica, etc. Eso se debía a la guerra, las sanciones y las restricciones a la importación de alimentos. Ahora, usted llegó a Irak en 1997, de lo que usted pudo ver, ¿la situación es peor que en 1991?
DH: Los que han observado la situación por cinco, seis, siete u ocho años hablan de un deterioro muy marcado. Yo solo vi lo que ocurrió en el transcurso de un año, pero ellos dicen definitivamente que la situación va de mal en peor.
LE: Usted lleva muchos años como experto en desarrollo económico, pero me imagino que el caso de Irak es insólito. Es decir, el país logró cierto nivel--usted mencionó que antes de la guerra de 1990 a 1991, tenía servicios de salud gratis, servicios sociales, educación, vivienda, empleo, su economía crecía--y ahora es un desastre total.
DH: He trabajado en países que lograron cierto avance como Malasia, Singapur y Tailandia; obviamente, después tuvieron problemas muy difíciles. Sin embargo, jamás he visto una situación tan dramática como la de Irak, en que toda la economía se viene abajo, no por un desastre natural ni por sus propios errores o lo que sea, sino por una fuerza exterior. Es una situación muy singular. Es decir, estas sanciones encima de la guerra Irán/Irak, encima de la guerra del Golfo, son algo muy singular y han provocado el terrible desastre que estamos presenciando.
LE: ¿En qué momento se dio cuenta de que debía retirarse de la ONU y emprender esta valiosa campaña?
DH: Desde luego, presenciar la muerte de niños es espantoso para cualquiera, pero creo que me impresionó más en mayo y junio de 1998 cuando me di cuenta de que los aumentos del programa petróleo por alimentos no iban a cambiar nada, en realidad, no iban a resolver la crisis de mortalidad y desnutrición porque la única forma de resolverla es levantar las sanciones. Había que hacer algo y, como funcionario de la ONU, no podía criticar a los gobiernos que pertenecen a dicha organización. Es decir, tenía que retirarme de la ONU para hacerme oír; entonces decidí hacerlo.
LE: Respecto a las sanciones usted dijo: "Se trata de arrogancia, de una acción ilegal, del terrible afán de este país [Estados Unidos] y los demás del Consejo de Seguridad de aplastar al país, al pueblo, a esa civilización y matar a miles de niños cada mes". ¿Cuál es el motivo de Estados Unidos?
DH: No puede ser otra cosa que hegemonía en el Oriente Medio, es decir, controlar el petróleo ahora y en el futuro, para su propio beneficio y quizás en relación a Japón, Alemania y sus demás aliados. Quiere reprimir un país--dos países: Irán e Irak--que tuvieron las agallas de desafiar la dominación estadounidense de la región, de esas economías, esos pueblos. Es decir, Irán e Irak tenían petróleo, mano de obra, sistema de agua, una economía fuerte; y tuvieron las agallas de trazar su propio camino, de declarar que tenían esa capacidad. Irak hablaba de desarrollar la industria petroquímica y eso seguramente espantó a los que querían mantenerlo exclusivamente como fuente de materia prima. Peligraba el proyecto estadounidense, creo que esa es la explicación.
Evidentemente--y lamentablemente--eso fortalece a la industria armamentista como pilar de la economía estadounidense. Creo que el presidente Eisenhower advirtió de ese problema al final de su gobierno. Hemos visto la guerra de Corea, de Vietnam y otras tantas. Después se formó la Coalición [contra Irak]. Lamentablemente, parece ser necesario--o conveniente, por decirlo así--para la economía, la riqueza, el éxito de Estados Unidos, como hemos visto ahora con el gobierno de Clinton. En los últimos cinco años, la venta [de armas] al Oriente Medio ha sido de 200 ó 300 billones de dólares. ¡Vaya estímulo para la economía! Parece maquiavélico, pero es verdad; es complejo y no digo que entiendo todo, pero es una combinación de todos esos factores bastante siniestros.
LE: ¿Dónde ha hablado y cuál ha sido la respuesta?
DH: He salido en programas de radio en Australia, Nueva Zelanda, Islandia, en muchos países. Hasta la fecha, he viajado a Italia, Francia, el Reino Unido (RU), Suiza, Irlanda y Estados Unidos, obviamente. Todos son distintos. Los italianos están muy decepcionados por la destrucción y manipulación de la ONU. No creen en el futuro, es decir, están muy pesimistas sobre el futuro de esa organización. Francia, lógicamente, tiene su propio plan, es decir, quiere llegar a un arreglo con Irak, levantar las sanciones e imponer un mecanismo internacional de control de armamentos. Eso es lo que quiere y busca convencer a Estados Unidos e Inglaterra, así que tiene un plan de acción.
En el RU, encontré que Tony Blair está completamente aislado, ni tiene el apoyo de su propio nuevo Partido Laborista, ni hablar de los demás partidos, que se oponen totalmente. Los sindicatos no están de acuerdo con la posición del gobierno. La encuentran repugnante... les da vergüenza que el gobierno--es decir, Blair--apoyara ciegamente a Clinton en el bombardeo ilegal de Irak en diciembre pasado. Así que cada país tiene su punto de vista muy particular, desde luego; sin embargo, toda Europa está alarmada por las acciones unilaterales de Estados Unidos, sin atender en lo más mínimo a las opiniones de los países de la ONU ni del Consejo de Seguridad en particular.
LE: ¿Cuál ha sido la respuesta aquí en Estados Unidos? Esta es la escala 10 ó 15 de una gira de 21 ciudades. ¿Cuál ha sido la respuesta hasta ahora?
DH: Muy, muy favorable. En cada ciudad hay una coalición que nos invita y arregla todo, como aquí. Por lo general, los asistentes están en la misma onda, por decirlo así, y eso es un poco frustrante. Sin embargo, creo que por la información que se filtra en la radio y la televisión, miles--y posiblemente millones--de estadounidenses ya saben que la política del gobierno está mal y se sienten muy frustrados porque no ven cómo cambiarla; además, les da rabia la tremenda falta de información. Eso es lo que veo.
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