Un revolucionario en el pabellón de la muerte: La historia de Mumia Abu-JamalObrero Revolucionario #1003, 25 de abril, 1999
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Imaginemos el caso de un acusado: no le permiten representarse a sí mismo; a los testigos de la defensa los arrestan en el banquillo. Le imputan el homicidio de un policía y el juez es miembro vitalicio de la Orden Fraternal de Policía (FOP). Después rechaza su apelación una corte donde cinco de los siete jueces han recibido contribuciones o el endoso de la FOP para su candidatura. Inventan una "confesión". Para mí, no es cuestión de "imaginemos" porque todo eso me pasó tal cual.
Mumia Abu-Jamal lleva más de 15 años en el pabellón de los condenados a muerte, acusado falsamente de matar a un chota blanco de Filadelfia. No recibió un juicio imparcial; lo sentenciaron a muerte por sus creencias políticas. Mumia militó en el Partido Pantera Negra de Filadelfia cuando tenía 15 años; fue Ministro de Información. Posteriormente, trabajó de periodista y los radioescuchas lo llamaban la "voz de los que no tienen voz". Defendió a MOVE, un grupo de revolucionarios negros, y denunció los ataques policiales contra ellos. Puso su talento periodístico al servicio del pueblo, criticando el racismo y la brutalidad policial. En 1980, a la edad de 26 años, fue elegido presidente del capítulo de Filadelfia de la Asociación de Periodistas Negros. Por todas esas razones la policía y las autoridades odiaban a Mumia. Intentaron matarlo, pero fracasaron; entonces lo acusaron falsamente del homicidio de un policía llamado Daniel Faulkner. Mumia ha pasado 17 años en el pabellón de los condenados a muerte, en aislamiento 23 horas al día. Se le prohíbe todo contacto físico con sus familiares. Las autoridades penales han abierto y fotocopiado correspondencia confidencial sobre su proceso judicial. Lo castigaron por escribir el libro Live from Death Row. Prohibieron sus comentarios en la radio. En palabras de Mumia: "No basta con matarme, buscan silenciarme". Mumia ha dedicado su vida al pueblo, sobre todo a los que viven en los ghettos y barrios, y a los presos. No lo han quebrado la brutalidad, el aislamiento, las calumnias ni la censura; ha mantenido su conciencia y firme compromiso revolucionario. Es una profunda injusticia que este compañero esté condenado a muerte. Y esta historia de injusticia es mucho más que la historia de un solo hombre: es una concentración del tratamiento rutinario de los negros a manos de la policía, los tribunales, las cárceles, los medios de comunicación. Además, muestra cómo el gobierno trata a la oposición política, especialmente a los revolucionarios que logran conectarse con los del fondo de la sociedad. Lo que le han hecho a Mumia demuestra patentemente por qué este gobierno y sistema judicial no debe tener el poder de ejecutar a seres humanos. El sistema está construyendo cárceles a diestra y siniestra, está criminalizando a la nueva generación. Hay una epidemia de brutalidad y asesinato policial; la chota anda de juez, jurado y verdugo en nuestras comunidades. Con sus leyes de "tres strikes" zampan a un chingo de chamacos a pasar la vida entre rejas. Las ejecuciones proceden a todo vapor; los politiqueros piden más cárceles, más policías, más castigos y más ejecuciones. Para todos los que quieren parar estas medidas fascistas, la lucha en defensa de Mumia es un frente de batalla clave. Condenado a muerte por sus creencias políticasEl 9 de diciembre de 1981, Mumia Abu-Jamal estaba manejando su taxi en el centro de Filadelfia. Vio que un chota estaba golpeando a su hermano, William Cook, con una linterna metálica; acudió corriendo; hubo pelea. Al rato Mumia estaba en la acera sangrando de un tiro en el pecho y el chota, Daniel Faulkner, estaba a punto de morir. A Mumia lo acusaron de homicidio y no ha estado libre un solo día desde aquella fecha. Dos meses después de que lo arrestaron, Mumia escribió: "Es una pesadilla que mi hermano y yo nos encontremos en este horrible apuro, especialmente dado que mi principal acusador, la policía, también fue mi atacante. Parece que mi verdadero crimen fue que sobreviví sus ataques, pero esa noche nosotros fuimos las víctimas". La verdad es que la policía trató de matarlo varias veces esa noche. Primero, lo baleó cerca de la esquina de la Locust y la 13. Más tarde, medio muerto de un balazo que le perforó un pulmón y el diafragma, los agentes que respondieron al incidente lo golpearon salvajemente y le zamparon la cabeza contra un poste. Mumia se despertó en el hospital después de la cirugía cosido de punta a punta con grandes grapas y con tubos en la nariz. Sintió un intenso dolor en la vejiga y los riñones: un policía tenía el pie puesto sobre su recipiente de orina (de modo que no pudiera drenar más orina) y se estaba sonriendo. Más tarde, después de que los médicos advirtieron que podía contraer pulmonía en el pulmón perforado y que esta podía matarlo, lo hicieron pasar noche tras noche en una celda glacial. El 1 de junio de 1982, se inició el juicio de Mumia en el tribunal del juez Albert Sabo. El 3 de julio, su condena a muerte puso de relieve las mentiras del gobierno, pues este afirma que no acusa, mete a la cárcel ni ejecuta a nadie por sus creencias o actividades políticas. Pero es patente que a Mumia lo condenaron en una farsa de juicio--y lo quieren ejecutar--porque es un revolucionario de gran influencia política. Desde sus días en el Partido Pantera Negra, Mumia estaba en sus miras. Se han hecho públicas más de 800 páginas de los expedientes secretos de la policía política sobre Mumia. Documentan que el gobierno federal y de Filadelfia empezó a seguirle los pasos ¡cuando apenas tenía 14 años! A los 15 años, Mumia fue uno de los fundadores del capítulo de Filadelfia del Partido Pantera Negra. A los 17 años, era su Ministro de Información y escritor del periódico Black Panther. Ha dicho que esa experiencia "cargó mi pluma con un carácter distintivamente antiautoritario y antisistema que sobrevive hasta hoy". Escucharon sus conversaciones telefónicas y enviaron informantes a espiarlo. Entrevistaron y hostigaron a sus amigos y maestros. La policía de Filadelfia, con el jefe de policía Frank Rizzo al mando, llevó a cabo una brutal campaña de represión contra los Panteras. Durante los años 70, Mumia siguió sirviendo al pueblo. En su trabajo periodístico, denunció el salvajismo y racismo del Departamento de Policía de Filadelfia, y especialmente su campaña contra la organización de negros utópicos radicales MOVE. En 1978, después de asediarla 10 meses, un ejército de 500 policías atacó la casa de MOVE en Powelton Village. A 15 militantes de MOVE los condenaron por la muerte de un policía que murió en el fuego cruzado durante el ataque. Mumia informó sobre el juicio y dio su apoyo a MOVE. En las calles los radioescuchas empezaron a llamarlo la "voz de los que no tienen voz", pero autoridades de Filadelfia lo odiaban. Rizzo amenazó a Mumia; dijo que sus informes "tienen que parar.... Un día, y espero que sea durante mi comandancia... tendrá que pagar por lo que está haciendo hoy". En la audiencia de sentencia por el homicidio de Faulkner, el subfiscal McGill adujo sus 12 años de militancia para pedir la pena de muerte. Le preguntó a Mumia: "¿Ha dicho alguna vez que el poder nace del fusil?". Mumia contestó: "Esa es una cita de Mao Tsetung. Estados Unidos le quitó la tierra a los indígenas, y no lo hizo con sermones de cristianismo y civilización. Creo que Estados Unidos ha demostrado que esa cita es verídica". Por sus creencias políticas, el juez Sabo lo condenó a muerte. Mumia lo resumió con estas palabras: "La pura verdad es que para los niggers, para los pobres, los puertorriqueños y los indígenas que quedan después del genocidio, la justicia es un engaño, una broma, una treta.... Soy inocente de las acusaciones por las que me han enjuiciado, a pesar de la confabulación de Sabo, McGill y Jackson para negarme el dizque `derecho' de representarme yo mismo, de contar con mi propio asesor, de escoger un jurado de mis iguales, de interrogar a testigos y de hacer declaraciones al principio y a la conclusión del juicio. ¡Soy inocente a pesar de lo que piensen ustedes 12, y la verdad me liberará!... El 9 de diciembre de 1981 la policía intentó ejecutarme en la calle. Este juicio se debe a que fracasó.... ¡Al sistema no le queda más tiempo! ¡Babilonia va pa'bajo!". Fue una farsa de juicioEl juez Sabo tiene a su haber la mayor cantidad de sentenciados a muerte del país; seis ex fiscales de Filadelfia afirmaron en declaraciones juradas que es sumamente parcial. En medio de la selección del jurado, no permitió que Mumia siguiera interrogando a los candidatos, con el pretexto racista de que su apariencia (un negro con barba y dreadlocks) "intimidaba" a los potenciales jurados. Contra la voluntad de Mumia, la corte nombró a Tony Jackson su abogado. Cuando Jackson rehusó participar en la selección del jurado en vez de Mumia, Sabo amenazó con meterlo a la cárcel. Entonces, ¡Sabo se encargó de escoger el jurado él mismo! No escogió a ninguna persona opuesta a la pena de muerte. La fiscalía usó la facultad de recusación sin causa para rechazar a 11 afroamericanos (ahora ha salido a la luz que la fiscalía de Filadelfia elaboró un video de capacitación para enseñar esa práctica racista a nuevos fiscales). Al final, Mumia quedó con apenas un jurado negro. La discriminación de Sabo contra Mumia fue indignante: dijo que Mumia estaba causando disturbios; durante gran parte del juicio lo sacó del juzgado. Rechazó la solicitud de que John Africa (el fundador de MOVE) asesorara a Mumia. El investigador de la defensa renunció antes del juicio porque la corte no autorizó fondos para un experto de balística ni un patólogo. La campaña de mentirasEl juez Sabo es miembro vitalicio de la Orden Fraternal de Policía (FOP) y cinco de los siete magistrados de la Suprema Corte de Pensilvania, que rechazaron la apelación de Mumia, recibieron contribuciones o el endoso de la FOP para su candidatura. Además, la FOP ha orquestado una campaña en pro de su ejecución: ha piqueteado las reuniones de apoyo a Mumia; ha escrito cartas a prominentes opositores de su ejecución; ha animado a la viuda de Faulkner a regar mentiras en todas partes; y ha trabajado de la mano con la prensa grande para calumniar a los partidarios de Mumia y tergiversar la información. Después de la farsa de juicio, han seguido las mentiras incesantes de la FOP y la prensa: que los testigos identificaron a Mumia como el homicida, que confesó en el hospital, que su arma mató a Faulkner. Pero la verdad es que las autoridades inventaron pruebas, coaccionaron a los testigos, fabricaron una "confesión" y ocultaron evidencia. Coaccionaron a testigosLa fiscalía entrevistó a más de 100 testigos, pero solo presentó a los pocos testigos dispuestos a apoyar su versión de los hechos, y no le dio el nombre de los demás a la defensa. Mumia no tenía dinero para contratar a investigadores ni buscar testigos. Antes del juicio, cuatro testigos dijeron que vieron a un hombre salir corriendo del lugar de los hechos, pero la fiscalía se lo ocultó al jurado y los coaccionó para que respaldaran la versión oficial. Es decir, Veronica Jones, Robert Chobert y Cynthia White apoyaron la versión de la fiscalía porque la fiscalía los amenazó. En 1996, Veronica Jones dio a conocer que la policía la había coaccionado. Inicialmente, Jones le dijo a la policía que vio huir a un hombre. Pero en el juicio, dijo que no vio huir a nadie y eso fue muy contraproducente para Mumia. Ahora, en una declaración jurada, Jones ha admitido que mintió en el banquillo por amenazas de la policía. Dijo que dos tiras fueron a verla a la cárcel poco antes del juicio de 1982 y le dijeron que si su testimonio ayudaba a Mumia, le iban a quitar los hijos y se pudriría en la cárcel. Cuando Jones dio ese testimonio en 1996, la corte tomó represalias; la detuvieron por una vieja orden de arresto. El equipo de la defensa, encabezado por Leonard Weinglass, le presentó la declaración de Jones a la Suprema Corte de Pensilvania, junto con una moción para una audiencia. Pero la corte le mandó la documentación a Sabo, ¡el mismísimo juez que presidió el complot contra Mumia! El resultado no sorprendió a nadie: Sabo dijo que las nuevas pruebas no eran creíbles y rechazó la petición de un nuevo juicio. Está claro que Robert Chobert y Cynthia White--dos testigos que dijeron que Mumia mató a Faulkner--recibieron favores de la fiscalía. Robert Chobert, un taxista blanco, le dijo a la policía esa noche que el asesino era un hombre grande y gordo (de más de 200 libras) y que huyó. Esa información hubiera sido muy favorable a la defensa: Mumia era flaco, tenía graves heridas y estaba tendido en la acera incapaz de huir. Sin embargo, Chobert cambió su versión de los hechos en el juicio. El jurado nunca se enteró de que estaba en libertad condicional por un delito grave, y que por esa razón era vulnerable al chantaje de la policía. Cynthia White, testigo clave de la fiscalía, corroboró la versión oficial. Pero según otros testigos, ni siquiera estaba en el lugar de los hechos sino que llegó después del incidente. Después del arresto de Mumia arrestaron a White varias veces por prostitución. Cada vez que la metieron a la cárcel, cambió su "versión" de la muerte de Faulkner. La policía la llevó de la cárcel para dar testimonio, y después del juicio le permitió volver a trabajar de prostituta con protección policial. En 1997, los abogados de Mumia presentaron una declaración jurada de otra testigo del juicio de 1982. En esa declaración, Pamela Jenkins, una ex prostituta, decía que la policía la presionó a mentir que Mumia fue el pistolero; que ella no estaba en el lugar de los hechos; y que no cedió a la presión de la policía. También declaró que su amiga Cynthia White (la principal testigo de la fiscalía en 1982) le admitió que dio testimonio contra Mumia porque la policía amenazó con matarla. En una audiencia de junio de 1997, Sabo una vez más rechazó la nueva prueba. Otra testigo, Dessie Hightower, no cambió su versión de que Mumia no disparó, incluso cuando le hicieron una prueba en un detector de mentiras, pero no dio testimonio en el juicio porque la fiscalía no se lo mencionó a la defensa. El cuarto testigo, William Singletary, dijo primero que Mumia no fue el asesino. Más tarde la policía lo obligó a firmar una declaración de que no vio nada. Lo hostigaron tanto que se mudó de Filadelfia antes del juicio. La "confesión" fabricadaAquella noche, Faulkner baleó a Mumia y los demás chotas lo golpearon; después lo llevaron al hospital donde, según la fiscalía, hizo una confesión espectacular. Pero el agente Gary Wakshul, quien escribió en su reporte que "el hombre negro no hizo ninguna declaración", jamás declaró en el juicio. Cuando los abogados de la defensa trataron de llamarlo a testificar, la fiscalía dijo que estaba de vacaciones. Sabo no permitió aplazar el juicio. En realidad, Wakshul estaba en casa y hubiera podido dar testimonio. En 1995, Wakshul hasta dijo que no "recordó" la confesión porque estaba "angustiado". Luego admitió que "recordó" la confesión dos meses más tarde y después de reunirse con el subfiscal McGill y otros policías. No cabe duda de que esa "confesión" la inventó la policía. El médico que atendió a Mumia dijo que no mencionó nada. Dos meses después, una guardia de seguridad salió con el cuento de la "confesión". Falta de pruebasPor otra parte, la fiscalía afirmó que las pruebas balísticas inculparon a Mumia. Pero la policía no examinó la pistola de Mumia ni las manos para saber si la disparó. Tampoco demostró que dicha arma mató al policía. Además, perdieron un fragmento de la bala que sacó el médico forense. La policía afirma que Mumia recibió su balazo cuando estaba parado encima de Faulkner, pero el informe de patología dice que la bala tenía una trayectoria hacia abajo. Eso concuerda con el testimonio de Mumia de que Faulkner le disparó cuando se acercó. En fin, lo acusaron y condenaron falsamente: hubo una conspiración para rechazar jurados, presentar testimonio chueco, ocultar pruebas e imposibilitar una defensa adecuada; después lo condenaron a muerte por sus creencias y actividades revolucionarias. La lucha contra la ejecución de MumiaEl 2 de junio de 1995, el gobernador de Pensilvania, Tom Ridge, firmó una orden de ejecución y fijó la hora y fecha: las 10 de la noche del 17 de agosto de 1995. El abogado de Mumia, Leonard Weinglass, entabló una Apelación de Remedio Post-Condena (PCRA) para aplazar la ejecución y realizar un nuevo juicio. La acompañó un documento de 300 páginas que, según Weinglass, demostró: "... sin duda alguna que Mumia, quien se ha declarado inocente desde el primer momento, fue víctima de un proceso judicial políticamente motivado y racista, que suprimió pruebas que hubieran comprobado su inocencia". Al mismo tiempo, los abogados entablaron una Moción de Recusación para que no se le permitiera al juez Sabo evaluar la apelación de Mumia. Sabo rechazó la moción, a pesar de las muchas pruebas que presentaron los abogados de su claro prejuicio contra Mumia. A pesar de todo eso, los abogados de Mumia presentaron muchas pruebas que demostraron que merece un nuevo juicio. Pero tres días después de terminarse la audiencia, Sabo rechazó la petición de un nuevo juicio. Y la orden de ejecución seguía en pie. Un amplio y resuelto movimiento internacional luchó fieramente contra la ejecución y Mumia llegó a ser un símbolo de la injusticia del sistema. Se hicieron manifestaciones en muchas ciudades de Estados Unidos y de otros países. Artistas, escritores y otras figuras prominentes lo defendieron públicamente. Y en los ghettos y barrios, cobró fuerza un movimiento resuelto a plasmar la fuerza de los oprimidos. Finalmente, el poder del pueblo obligó al gobierno a echarse para atrás y aplazar la ejecución. Pero todavía quiere matarlo. En palabras de Mumia: "Por el momento no estoy bajo una orden de ejecución, aunque sigo sentenciado a morir. Por tanto, permanezco en el infierno". Desde las mazmorras, Mumia esgrime su pluma; denuncia los crímenes del sistema e inspira al pueblo. Sus enemigos jamás han cejado en sus intentos de sofocar su voz. En 1994, la red nacional de radio pública (NPR) anunció que iba a transmitir comentarios de Mumia, pero se doblegó bajo presión de policías y politiqueros. Cuando Mumia encontró una editorial para publicar su libro Live from Death Row, la policía lanzó una campaña para impedir su publicación, pero fracasó. El 29 de octubre de 1998, en una decisión unánime, la Suprema Corte de Pensilvania rechazó la petición de un nuevo juicio, lo cual demuestra claramente que el gobierno ha tomado una decisión política de seguir adelante con el plan de ejecutar a Mumia. Es una clara declaración, que redobla los ataques contra Mumia. Le toca al pueblo salvar su vida: hay que dar una poderosa respuesta, hay que decir con toda claridad: ¡NO PERMITIREMOS QUE EJECUTEN A MUMIA ABU-JAMAL! Hace falta que millones de personas comprendan que no deben quedarse de brazos cruzados ante una ejecución política. Hay que ganar esta batalla. No permitiremos que el sistema nos robe la vida de nuestro compañero Mumia porque es muy valioso para los oprimidos y los que ansiamos justicia. ¡ALTO A LA EJECUCION DE MUMIA ABU-JAMAL! Se puede encontrar más información sobre el caso de Mumia en el website del OR/RW (en: www.mcs.net~rwor), el de ¡Rehusar & Resistir! (en: mojo.calyx.net/~refuse) y el de Familiares y Amigos Internacionales de Mumia Abu-Jamal (en: www.mumia.org). Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
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