Francia 1968:
Los tumultuosos días de mayoObrero Revolucionario #961, 14 de junio, 1998
Era la primavera de 1968. En Francia, al acercarse mayo, nadie hubiera creído que en unos pocos días la sofocante atmósfera de la Quinta República de Charles De Gaulle se haría añicos; la influencia de los falsos comunistas del Partido Comunista de Francia (PCF) sería desafiada; y toda la sociedad estaría en medio de una sublevación revolucionaria. Treinta años después, la historia de los "Días de Mayo" sigue asombrándonos y planteando un reto.
En enero de 1968, las fuerzas de liberación de Vietnam lanzaron la ofensiva Tet; fue una vuelta de marea de la guerra de agresión yanqui en Vietnam y desencadenó una tremenda marejada de antiimperialismo por todo el mundo.
En enero en Tokio, los estudiantes atacaron el buque de guerra estadounidense Enterprise y el Ministerio de Relaciones Exteriores. El 17 de marzo en Londres, durante la mayor protesta contra la guerra en Inglaterra hasta la fecha, 25.000 manifestantes atacaron la embajada estadounidense.
El 1° de marzo en Roma (una ciudad controlada por el revisionista Partido Comunista de Italia), la policía lanzó un feroz ataque contra los estudiantes reunidos en las Escalinatas Españolas para demandar reformas educativas. En las batallas campales que siguieron, las radiopatrullas quemadas paralizaron la ciudad. Dos semanas después, los universitarios se apoderaron de la Universidad de Roma, marcharon a la embajada estadounidense y pelearon con la policía. Más de medio millón de estudiantes de 26 universidades entraron en huelga. Ocuparon la Universidad de Trento y luego la Universidad de Torino, donde los "Guardias Rojos" (que seguían el modelo los jóvenes revolucionarios de la Revolución Cultural de China) centraron una rebelión contra la sociedad italiana, y extendieron la mano a los obreros de la enorme fábrica automotriz de Fiat y por todo el país.
El 11 de marzo, en Alemania Occidental, un pintor de casas baleó y casi mata a Rudi Dutschke (un líder de la Liga de Estudiantes Socialistas de Alemania, que desempeñó un papel crucial en las militantes protestas contra la guerra del invierno de 1967-68). Después de ese incidente, grupos de estudiantes con estandartes rojos y retratos de Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht (los asesinados dirigentes del levantamiento comunista de 1919) chocaron con la policía durante un ataque al ayuntamiento de Berlín Occidental y la elegante calle Kurfurstendamm. Hubo protestas en media docena de ciudades germanooccidentales.
En Estados Unidos, el movimiento contra la guerra forjaba vínculos con el movimiento de liberación negra. El 5 de abril, millones de negros se alzaron en 110 ciudades al oír la noticia del asesinato de Martin Luther King. Las llamas se veían desde la Casa Blanca; las batallas con la policía y 75.000 soldados de la Guardia Nacional fueron las más encarnizadas en un país imperialista desde la II Guerra Mundial. El mismo mes, estudiantes negros y blancos se apoderaron de la Universidad Columbia de Nueva York y la declararon un centro de rebelión. Se conectaron con los ghettos negro y puertorriqueño. La clase media se dividió en dos campos hostiles: los simpatizantes de los estudiantes y los de la policía.
Estos sucesos resonaban en Francia. En las universidades, la población estudiantil se había duplicado (a 500.000) en unos pocos años porque el gobierno quería trabajadores más educados para una economía de alta tecnología. Había mucho descontento con el sistema educativo. En una pared de la Sorbona una pinta típica decía: "Gracias a los maestros y examinadores, el arribismo comienza a los 6 años de edad". Los estudiantes se unieron al movimiento contra la guerra. En marzo, muchos de los 500 estudiantes de lycée (preparatoria) y universitarios que participaron en un ataque contra la oficina de American Express en París fueron a parar a la cárcel. En respuesta, el 22 los estudiantes de la nueva facultad de la Universidad de París en el suburbio de Nanterre, que ya habían chocado con la policía, tomaron el edificio de la administración y exigieron que pusieran en libertad a los arrestados. Cuando el director llamó a un dirigente del revisionista Partido Comunista de Francia para apaciguar a los estudiantes, estos lo echaron corriendo. Los directores cerraron la escuela, pero nadie esperaba lo que pasó después.
Empiezan los Días de Mayo
El 3 de mayo, 500 activistas se reunieron en la Sorbona, en París, para protestar contra el cierre de la Universidad de Nanterre. Entre ellos estaba Daniel Cohn-Bendit, quien sería uno de los dirigentes más conocidos de los sucesos que seguirían. La policía rodeó a los estudiantes y empezó a empacarlos en camionetas. Pero cuando la primera camioneta intentó cruzar la plaza de la Sorbona frente a la universidad, los estudiantes bloquearon el paso. La policía golpeó salvajemente y al azar a estudiantes y transeúntes por todo el barrio universitario. Coreando "¡Libertad para nuestros camaradas!", los estudiantes rompieron el cerco policial y se desperdigaron por el Barrio Latino, trabándose en una furiosa batalla con la policía a lo largo del bulevar St. Michel. Con barras de hierro y todo lo que encontraban a su alcance, los estudiantes rompieron la calle y construyeron barricadas con los antiguos adoquines. El Barrio Latino (Quartier Latin) se volvió un campo de batalla sin precedentes en la historia europea moderna. Al rayar el sol, había unos 600 presos y centenares de heridos, entre ellos 83 policías.
La semana del 6 al 13 de mayo, por todo el país los estudiantes se apoderaron de universidades y lycées. Además, los trabajadores entraron en la batalla. En los primeros meses del año, trabajadores jóvenes (especialmente de los sectores bajos de la clase obrera) lanzaron una serie de huelgas violentas. En mayo, empezaron a llegar a la capital desde las afueras trabajadores jóvenes, desempleados, desmovilizados del ejército y estudiantes de escuelas de capacitación laboral, así como muchos estudiantes de preparatoria movilizados por los Comités Vietnam de Base. Todos participaron en los debates del Barrio Latino al lado de los universitarios. Casi la mitad eran mujeres.
La policía entró a las universidades; era la primera vez en el siglo 20 (con la excepción de la ocupación nazi) que violaba la autonomía universitaria. Por toda la ciudad la gente miraba con asco de la brutalidad del estado. El 8 de mayo, después de una semana de motines, una encuesta de opinión pública proclamó que el 80% de la población de París estaba del lado de los rebeldes.
Por todo el país reinaba un espíritu colectivo; se llamó a formar Comités de Acción: "Si tienen un grupo de camaradas, formen un comité, escriban un volante, organicen reuniones diarias, planeen manifestaciones. Pónganse en contacto con el comité coordinador provisional de los Comités de Acción y escojan un delegado. Si te encuentras solo, ponte en contacto con el comité coordinador". En las primeras dos semanas se formaron 250 Comités de Acción nada más en París. Se creó una Asamblea General de comités (que se podía retirar instantáneamente y cuya responsabilidad se limitaba a coordinar los comités) y se lanzó el periódico Action, con una distribución diaria de 30.000 ejemplares.
La noche de las barricadas
La noche del 10 de mayo, los estudiantes y jóvenes proletarios montaron docenas de barricadas. La noche anterior, los Comités de Acción habían organizado reuniones de estrategia por todo el barrio. A las 6:30 p.m., el gobierno ofreció retirar a la policía, darles permiso a los estudiantes para celebrar una reunión esa noche y volver a abrir la Sorbona. Pero cuando oyó el plan del gobierno, la multitud contestó coreando: "¡Libertad para nuestros camaradas!" El plan del gobierno había llegado tarde. Ahora, al grito de "Tenemos que retomar el barrio a toda costa", miles entraron a "liberar" el barrio de la policía.
Con carros volcados, árboles cortados, postes y cualquier cosa que estuviera a la mano, levantaron más de 60 barricadas, algunas de más de 3 m de altura. La gente de la retaguardia, armada de picas y de vez en cuando con un taladro liberado, rompía furiosamente las calles y pasaba los adoquines de mano en mano a la vanguardia, de donde le llovían a la policía. En los techos, los observadores comunicaban por señales las maniobras de la policía. Por todas partes tronaban radios transistores, pues los rebeldes usaban los informes de noticias en vivo y en el lugar de la acción para determinar las posiciones de la policía y para recibir noticias de sus camaradas rebeldes en otras partes del barrio y la ciudad.
Un rebelde describió innovaciones en las calles:
"Fueron a la calle Gay-Lussac a un edificio en construcción en busca de alambre. Montaron una barricada de 2,5 o 3 m de alto y unos 50 m de largo en la calle l'Abbe-de-l'Epée, que estaba a oscuras porque se habían cargado las lámparas. Armaron un desmadre fenomenal con el alambre, amarrado de modo que a cualquier policía que entrara a la calle le diera en la garganta; ¡nadie se podía mover! ¡Luego los periódicos informaron que los que lo hicieron habían recibido entrenamiento! Todo lo contrario: las primeras barricadas que se construyeron eran de pésima calidad, pero las últimas, las de la calle Gay-Lussac, tenían genio; pusieron estacas al frente, al estilo de Vietnam; los compañeros idearon grandes soluciones técnicas con el material a su alcance".
Otro observador describió el estado de ánimo en el barrio esa noche:
"En muchos de los participantes y espectadores, las barricadas hicieron pensar en el pasado: 1830, 1848, 1871. El lugar en sí era propicio: había visto barricadas antes. 'Barricadas', una palabra impregnada de historia, fue traducida en este lugar impregnado de historia... como 'muertes heroicas'. Gavroche, Baudin, ¿quién sabe? Todos nosotros, especialmente esa noche, pensamos en pólvora y balas, en los versalleses y los comuneros...". A medianoche, un aterrorizado inspector de policía entró desgañitado a la oficina del Ministerio del Exterior exclamando: "¡Si vieran eso, si lo vieran! ¡Es increíble! ¡Es la Comuna!" "Todavía no", le replicó acremente un alto funcionario del ministerio, "pero ya es una insurrección".
A las 2 de la mañana, la policía atacó las barricadas con gas lacrimógeno y granadas. Millones de personas vieron lo que pasaba por la televisión y muchos vecinos acudieron a apoyar a los rebeldes. Como describió un residente del barrio: "Todos nosotros pasamos la noche del 10 al 11 de mayo en la calle. Ahí estaban todos los vecinos: tenderos, maestros, lavanderas. Teníamos curiosidad y nos sentíamos algo exaltados; la atmósfera era definitivamente fuera de lo ordinario. Todo mundo contribuyó cosas para ayudar a los muchachos a montar sus barricadas: los sótanos se vaciaron, donaron hasta macetas y cajas viejas...". Los vecinos abrieron sus puertas para recibir y tratar a los heridos, arriesgándose a los golpes y granadas de gas que los gorilas desbocados de la policía soltaban a quemarropa por entre ventanas. Los taxistas respondieron en masa a un llamado para evacuar a los heridos.
Otro testigo escribió la reacción de algunos vecinos: "La conducta de las fuerzas del orden disgustó tanto a la gente que observaba desde sus balcones que, desde esos pisos altos, comenzaron a lanzar inmensos muebles contra los policías, que se agazapaban bajo sus escudos como los viejos soldados romanos". La policía tuvo que luchar por cada centímetro de terreno ganado y solo logró derruir las barricadas ingeniosamente construidas con una aplanadora de dos pisos de alto, prestada al cuerpo de ingenieros del ejército.
Aunque en la mañana la policía logró dispersar a los rebeldes, la "noche de las barricadas" llevó al aislamiento político del gobierno, a un sentimiento nacional de que se había vuelto inaguantable. El gobierno tuvo que anunciar una amnistía para los arrestados. Los estudiantes y sus aliados se apoderaron de la Sorbona y organizaron una reunión política permanente con participantes de todos los sectores y regiones de Francia. Todo el mundo tomaba muy en serio sus debates.
Por lo menos mil personas se unieron a las docenas de estudiantes que tomaron la Escuela de Bellas Artes y la convirtieron en una fábrica de afiches. Formaron equipos de 200 personas que presentaban sus diseños a la Asamblea General en la Sorbona, donde se hacía una votación. De esa manera, lograron producir docenas de miles de ejemplares de unos 350 afiches durante la ocupación de seis semanas. Sus afiches se mofaban de las autoridades con imaginación, impaciencia y fuerza; suscitaron regocijo de los de abajo y horror de los de arriba.
Ocupaciones de fábricas
y falsos comunistasSe cuenta que como a las 4 de la madrugada de la "noche de las barricadas", varios estudiantes telefonearon al director de la Confederación Nacional de Sindicatos (CGT) dirigida por el PCF, Georges Séguy, y le dijeron: "No podemos aguantar; necesitamos que los proletarios vengan a ayudarnos". Séguy replicó: "Uno no moviliza a la clase obrera a esta hora de la noche".
Al día siguiente, los falsos comunistas del PCF y la CGT se encontraron ante una oleada nacional de indignación por la represión de los rebeldes. El PCF se presentó como el representante del "orden público" ante las dificultades del tambaleante partido de gobierno de Charles De Gaulle. Desde el comienzo, los falsos comunistas condenaron a los estudiantes de Nanterre y de la Sorbona y los tacharon de "delincuentes". La derecha le echó la culpa al "judío rojo" Cohn-Bendit; el PCF corrió a apoyar su deportación. Pero también tenía sus propios intereses y métodos para atacar el levantamiento.
Con el doble objetivo de colocarse a la cabeza de la oleada y apaciguarla, el PCF organizó un paro general de 24 horas el 13 de mayo. Pero lo que pasó es que los paros paralizaron el país durante todo un mes. Era una situación muy complicada. Unas fábricas cerraron sus puertas porque la dirección del PCF quería alejar lo que llamaba la "plaga ultraizquierdista" de "sus" trabajadores y mantener la iniciativa. Por ejemplo, la dirección revisionista de la CGT en la fábrica automotriz Renault en Billancourt, cerca de París, decidió que apoderarse de la fábrica y cerrar sus puertas con cadenas mantendría afuera a los estudiantes radicales. Pero de todos modos, unos trabajadores jóvenes subieron al techo para confraternizar con los estudiantes. En otras fábricas, predominaban sentimientos radicales.
Por todo el país los trabajadores tomaron sus fábricas; la CGT, incapaz de frenar las ocupaciones, corrió a controlarlas. Al día siguiente del paro, jóvenes trabajadores de la Sud-Aviation cerca de Nantes ocuparon su fábrica. Detonando La Internacional por los altoparlantes, encerraron a los administradores en sus oficinas y fortificaron el lugar contra ataques policiales. Al día siguiente, las fábricas de Renault en Cléon y Flins fueron ocupadas; en Cléon también encerraron a los administradores. Esto armó un escándalo en el gobierno y la CGT envió una delegación especial para intervenir.
En un plazo de dos semanas, más de diez millones de obreros se apoderaron de centenares de fábricas, minas, astilleros, oficinas gubernamentales, una instalación nuclear y hasta un pueblo entero. Oleada tras oleada de huelgas paralizó el transporte público, los servicios aéreos, de ferrocarril y marítimos, las comunicaciones, y hasta los bancos y la bolsa de París. En una de las huelgas más prolongadas, unos 13.000 productores, corresponsales y técnicos cerraron la radio y televisión estatales, con consignas como: "Si la policía está en la televisión, está en su casa". Los técnicos encargados de las comunicaciones entre el Ministerio del Interior y el cuartel de la policía entraron en huelga.
París, el corazón de Francia, estaba paralizado, y el país entero en ascuas. Por todas partes se mofaban de los funcionarios públicos.
En muchas partes se impuso la autogestión, o sea, los trabajadores seguían trabajando sin los directores, como por ejemplo los trabajadores de electricidad y gas. En Cheviré, los trabajadores no permitieron entrar a los directores a pesar de una oferta de aumentar su salario un promedio de 150 francos. Un trabajador dijo: "Hace quince días que los directores no están aquí, y todo va bien. Podemos seguir produciendo sin ellos". En el Centro de Energía Atómica en Saclay, el Comité Central de Acción organizó la producción; cuando hubo escasez de gasolina en la zona, los huelguistas de Finac en Nanterre enviaron 30.000 litros. En Vitry, los trabajadores de las fábricas de Rhone-Poulenc establecieron un sistema de intercambio directo con los granjeros y se pusieron en contacto con otros trabajadores de productos químicos por todo Europa Occidental.
En Nantes, un Comité Central de Huelgua organizó la distribución de comida y gasolina, el control del tráfico y otras actividades de la vida diaria; el comité se apoderó del ayuntamiento durante seis días y hasta imprimió su propia moneda.
Un mundo nuevo
El 13, unos 800.000 trabajadores y estudiantes se echaron a las calles de París para apoyar la rebelión estudiantil. Retomaron la Sorbona y se estableció un soviet estudiantil. Bajo el control de una Asamblea General, el soviet se encargaba de los servicios médicos, la comida, la asignación de salones y oficinas y las demás actividades de una universidad liberada. Abrieron la universidad a todo el mundo (una universidad sin fronteras); el piso de los anfiteatros y auditorios muchas veces crujía bajo el peso de 30.000 personas esperando turno al micrófono. Muchos exigieron un nuevo tipo de educación y que las universidades se convirtieran en bases de apoyo revolucionarias para tumbar el sistema. Toda tendencia política radical entró en los debates, y Mao y la Gran Revolución Cultural Proletaria ganaron mucha influencia. Los maoístas tenían una amplia gama de puntos de vista.
Latió un espíritu internacionalista de "a la mierda las fronteras". Los huelguistas recibieron a los trabajadores inmigrantes como camaradas. A comienzos de junio, la Asamblea General de los Comités de Acción Obrero-Estudiante aprobó una resolución a favor de "abolir la condición de extranjero en Francia". Mencionando la dirección multinacional de la Comuna de París, la resolución pidió que se abolieran las tarjetas de residencia y de trabajo, y las deportaciones:
"Los extranjeros están sujetos a una condición opresiva especial de casi constantes requisas y amenazas policiales, que nosotros, como franceses, evitamos simplemente por nuestra nacionalidad. Este concepto de 'nacionalidad' es sumamente reaccionario. Los que trabajan, sufren explotación, sueñan y luchan por la libertad en cierto contexto geográfico y social, ahí deben disfrutar de todos los derechos".
En oposición a las deportaciones de activistas extranjeros y la exclusión de jóvenes radicales de Alemania e Italia, en París se formó un Comité de Acción para Abolir las Fronteras, que exhortó a hacer la revolución por toda Europa.
La tormenta llegó a casi todas las esferas de la sociedad y todos los sectores de la población. Por todas partes se organizaban grupos y comités. Inquilinas de multifamiliares, oficinistas y profesionales, astrónomos y conservadores de museos, médicos y gente de una gran variedad de lugares de trabajo y barrios formaron comités de acción para organizar tanto la lucha como muchos aspectos de la vida diaria, dado que las autoridades estaban paralizadas.
A fines de mayo, había 450 comités en París ligados a la Asamblea General de la Sorbona.
Directores de cine se rebelaron y se apoderaron del Festival de Cine de Cannes; ahí su comité de acción promulgó un manifiesto revolucionario.
El partido de miedo
El gobierno temía que los soldados se pusieran del lado de los trabajadores y estudiantes, así que no quería despachar al ejército contra los huelguistas. Como temía la radicalización de sus fuerzas armadas, dejó a los soldados en sus bases sin contacto con el mundo de afuera; en vez, movilizó a la reserva. A fines de mayo el primer ministro Georges Pompidou, con voz abatida y pesimista, advirtió que se acercaba la guerra civil. Más tarde, los historiadores llamarían su discurso el primer día de la "semana peligrosa" en Francia.
A los dos días del discurso, el gobierno, la federación de patrones y los sindicatos se reunieron para negociar un acuerdo nacional llamado los acuerdos de Grenelle, siguiendo el patrón de los acuerdos de 1936 que apaciguaron los levantamientos proletarios de esa época. Decidieron aumentar un tercio el salario mínimo (que recibían muchos trabajadores), aumentar los demás salarios un 10% y recortar la semana laboral de 48 a 40 horas. Pero cuando los representantes del PCF llevaron el acuerdo a una fábrica que consideraban una de sus plazafuertes, los trabajadores lo rechazaron. En las fábricas donde habían ido estudiantes maoístas, el rechazo fue más rotundo. Llevando retratos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao, los estudiantes marcharon del Barrio Latino a Billancourt con un estandarte que decía: "Las manos de los obreros agarrarán de las manos frágiles de los estudiantes la bandera de la rebelión contra el gobierno".
El rechazo de los acuerdos de Grenelle, junto con las muchas efigies anticapitalistas que aparecieron colgadas frente a las fábricas, demostró que muchos trabajadores estaban luchando por más que mejores condiciones para la esclavitud salarial. Querían un nuevo modo de producción.
Pero el movimiento de huelga en sí no podía desafiar a todo el estado burgués, a pesar de la gravedad de la crisis en que se encontraba. El 27 de mayo, el mismo día que se anunciaron los acuerdos de Grenelle, se celebró un enorme mitin en el estadio deportivo de Charléty. Dirigentes estudiantiles, sindicales y fuerzas del Partido Socialista propusieron una "solución política" a la crisis: Pierre Mendes France, el "hombre de la izquierda" (quien era primer ministro cuando Francia empezó su guerra en Argelia), quería ser líder de un "gobierno provisional" y pedía elecciones. Un dirigente sindical socialista dijo: "Hoy la revolución es posible". Pero su plan era en realidad un cambio de gobierno sin una revolución.
El 29, De Gaulle, su esposa y sus asesores desaparecieron en tres helicópteros. Según los periodistas, De Gaulle le dijo a su esposa: "¡Dése prisa, madame, se lo ruego!". Las clases acaudaladas cayeron presa del pánico; en la calle reinaba el júbilo. De hecho, De Gaulle fue a una reunión secreta en Baden-Baden, Alemania Occidental, con los comandantes del ejército francés. Ahí trazaron planes para transportar los 20.000 soldados franceses que estaban en Alemania para reprimir el levantamiento en París. A cambio, De Gaulle prometió absolver a los oficiales que se opusieron a su decisión de terminar la guerra en Argelia, entre ellos el general que por poco lo mata.
Al día siguiente, De Gaulle dio un ultimátum a las clases acaudaladas: apóyenme, pues si no... Advirtió que si su gobierno caía, el PCF, un partido pro soviético, tomaría las riendas. Ese argumento lo aceptaron hasta los socialistas, que habían logrado ganar cierta influencia en el movimiento estudiantil con un aparente apoyo a la rebelión. Los socialistas temían que el PCF dominaría el nuevo gobierno que formara la oposición. El PCF también se echó para atrás porque la rebelión no le ofrecía la oportunidad de compartir el poder con los demás partidos de la clase dominante y tampoco cuadraba con las metas de la Unión Soviética y sus aliados. Se dice que los representantes de De Gaulle pidieron a la dirección del PCF que protegieran a Francia de los socialistas, que querían subordinarla a Estados Unidos. Así que todos los partidos reaccionarios, de derecha e "izquierda", se pusieron de acuerdo: era apoyar a De Gaulle o hundirse en el desastre.
En respuesta al llamamiento de De Gaulle, centenares de miles de hombres y mujeres bien vestidos llenaron los elegantes Campos Elíseos y juraron lealtad al gobierno, la patria y dios. A las criadas las hicieron marchar al lado de su señora. Pero también participó gente de las clases bajas, movilizada por el "partido de miedo". Los Comités para la Defensa de la República de De Gaulle se estaban preparando en serio para una guerra civil también.
La unidad temporal de los socialistas, el PCF y sus sindicatos y los estudiantes radicales se hizo añicos. A mediados de junio, una vez más la policía entró a la Sorbona. Miles de tropas fueron a desalojar a los obreros que ocupaban la fábrica de Renault en Flins, a 50 km de París, donde los estudiantes revolucionarios habían trabajado y forjado vínculos en el invierno. A las 4 de la madrugada, llegaron 36 baterías de ametralladoras móviles, tumbaron el portalón y sacaron a los obreros a punta de fusil. Sorprendidas por el ataque, los obreros intentaron volver a tomarse la fábrica con la ayuda de 1500 estudiantes que se colaron por las barricadas policiales. Libraron batallas campales contra las tropas que ocupaban la fábrica, que duraron varios días en los alrededores de la fábrica; la policía de motín ahogó a un estudiante maoísta de 17 años.
Una vez más el barrio estudiantil de París estalló en llamas. Otros dos trabajadores murieron en batallas con la policía en la fábrica de Peugeot en Sochaux. También hubo batallas en las fábricas de Cléon y Citroen, donde más de un tercio de los trabajadores eran inmigrantes. El gobierno mandó disolver todas las organizaciones asociadas con la rebelión y arrestar a sus dirigentes. En la primavera de 1969 De Gaulle tuvo que renunciar, su poder y prestigio quebrantados por los Días de Mayo.
Un obrero sacó este balance: "Considérenlo así: lo que ocurrió en mayo fue un ensayo general". Y ese es el reto. Sin una vanguardia organizada con la perspectiva de conquistar el poder, los Días de Mayo no podían alcanzar su potencial. Pero el atrevimiento y la visión radical de esos días volvió a plantear la posibilidad de una revolución proletaria en un país imperialista. Esa posibilidad nos hace examinar esos tumultuosos días y preguntarnos cómo reaccionaríamos nosotros ante una crisis parecida.
Fuentes:
"Be Realistic, Demand the Impossible", revista A World to Win, 1988/12
"Los Días de Mayo", Obrero Revolucionario, No. 150, 9 de abril de 1982
The Imagination of the New Left: A Global Analysis of 1968, George Katsiaficas
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