Del Comité del Movimiento Revolucionario InternacionalistaIra popular estremece a Indonesia
Obrero Revolucionario #965, 12 de julio, 1998
El Comité del Movimiento Revolucionario Internacionalista nos hizo llegar esta declaración. La traducción es del OR:
Tras una rebelión popular que abarcó casi todo el archipiélago de Indonesia, cayó por fin el dictador Suharto, títere de Estados Unidos. Su reino de 32 años empezó y terminó con represión sangrienta, y su derrota ignominiosa la celebran los oprimidos del mundo.
Desde hace unos meses los imperialistas de Occidente y sus lacayos tienen entre manos una profunda crisis económica en el este de Asia. En Tailandia, Corea del Sur, Malaya e Indonesia, los gobiernos compradores han impuesto medidas de austeridad exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El gobierno de Suharto, como muchos otros, alzó precios, recortó servicios y facilitó el saqueo extranjero. Las monedas se desplomaron y el desempleo subió, golpeando duro a las masas y hundiéndolas más en la pobreza. Por su parte, las clases dominantes y sus amos imperialistas hacían maromas para mantener abierto el chorro de riqueza.
Las masas de Indonesia se rebelaron y desafiaron a una de las fuerzas represivas más feroces del mundo. Las fuerzas armadas, entrenadas y armadas por Estados Unidos y sus aliados imperialistas, quisieron hacer lo que siempre han hecho: aplastarlas con la bota de hierro. Pero esta vez fue en vano, y a los estudiantes se unieron jóvenes de los tugurios y cientos de miles más. Con su monopolio de la prensa, el gobierno soltó bravatas y trató de dirigir la furia de las masas contra los comerciantes chinos para escudar y proteger la sede del poder reaccionario. Pero las fuerzas avanzadas de las masas no se dejaron engañar, movilizaron a muchos más y apuntaron su ataque contra el clan de Suharto y otros símbolos del dominio occidental.
Ante las olas de rebelión que barrían al país entero, los imperialistas empezaron a distanciarse de Suharto, tal como lo hicieron el año pasado con Mobutu en Zaire. La prensa de Occidente condenó el capitalismo de amigachos de Suharto, desenmascaró sus complicados negocios familiares y lamentó el robo de billones de dólares del pueblo. Era algo que conocían bien, pues los imperialistas lo pusieron en el poder y lo respaldaron hasta cuando pudieron. Suharto era un monstruo, al igual que Mobutu, Duvalier de Haití y otros, pero era un monstruo del imperialismo.
Suharto tomó el poder sobre los cadáveres de medio millón de personas: comunistas y otros que soñaban con la independencia y campesinos que ansiaban tierra. Pero los reprimieron con una ferocidad y baño de sangre como pocas veces se ha visto desde la II Guerra Mundial; cientos de miles más fueron a dar a los calabozos. De eso, casi nada ha dicho la prensa reaccionaria. De hecho, Estados Unidos alabó la llegada de Suharto al poder y la revista liberal Time dijo que era "la mejor noticia de Asia que ha tenido el Occidente en muchos años".
Con el golpe de estado de Suharto en 1965, los imperialistas y reaccionarios procuraban frenar en la región el auge de luchas de liberación nacional y revolución. En Vietnam, los campesinos le estaban dando una buena paliza a la supuestamente invencible maquinaria de guerra yanqui, y otras rebeliones cobraban fuerza en Asia y otras partes del tercer mundo, apoyadas por el bastión revolucionario de la China de Mao. Los imperialistas necesitaban un lacayo en Indonesia, que es una importante fuente de petróleo, es el cuarto país en población del mundo y tiene la mayor población del mundo musulmán. Estados Unidos y otras potencias escogieron, entrenaron y respaldaron a Suharto para desempeñar ese papel.
El golpe de estado aprovechó graves errores de los revolucionarios. La dirección del Partido Comunista de Indonesia (PCI) tomó una posición "intermedia" ante el gran debate que rugía en el movimiento comunista internacional, entre la línea revolucionaria de Mao Tsetung y la línea revisionista de capitulación y traición predicada por los soviéticos. El PCI negaba la enseñanza leninista de que el estado es la dictadura de una clase para reprimir a las demás y decía que porque estaba de presidente Sukarno, el gobierno tenía un "aspecto popular". Si bien fue el títere Suharto y sus compinches quienes derramaron la sangre de cientos de miles de personas, los revisionistas fueron los que prepararon el terreno.
En vez de emprender el camino de la guerra popular, la dirección del PCI le ató las manos al pueblo. El PCI, que parecía un poderoso partido con cientos de miles de militantes, se derrumbó y los obreros, campesinos revolucionarios y militantes revolucionarios no pudieron oponer una resistencia eficaz. Esa amarga lección demuestra una vez más la certeza de las enseñanzas de Mao Tsetung: "el poder nace del fusil" y "sin un ejército popular, nada tendrá el pueblo".
La sangre todavía chorreaba de las manos de Suharto cuando invadió y ocupó a Timor Oriental en 1975. Las tropas indonesias han matado a 200.000 personas, la tercera parte de la población. Per cápita, fue el mayor genocidio desde el holocausto de la II Guerra Mundial. Hasta la fecha Indonesia tiene 60.000 soldados, policías y soplones en Timor Oriental, o sea, uno por cada 10 timoreses. Así y todo, los timoreses siguen luchando valientemente y su lucha fue una parte integral de la rebelión que tumbó a Suharto.
Hoy, los imperialistas y la clase dominante de Indonesia pugnan con urgencia para desviar la ira popular y proteger el núcleo de las instituciones reaccionarias, especialmente las fuerzas armadas. Apenas unos meses atrás, pensaron que podían salvar a Suharto y lo siguieron apoyando. Estados Unidos entrenó y armó a las odiadas fuerzas KOPASSUS. Tony Blair y el gobierno Nuevo Laborista de Inglaterra firmaron contratos de ventas de armas y suministros. En la primavera las fuerzas armadas de Australia llevaron a cabo maniobras militares conjuntas con las fuerzas armadas indonesias. Así y todo, el auge de rebelión sacudió a Indonesia, y los reaccionarios y sus padrinos imperialistas tuvieron que ceder hasta que cayó el tirano.
Fue una gran victoria. Suharto fue, sin duda alguna, un gran explotador y opresor del pueblo de Indonesia, aunque no el mayor. Su familia se robó billones de dólares, pero los imperialistas mucho más. Los Suharto operaban la agencia local de los enormes tentáculos del imperialismo, que penetraron en todo sector de la vida económica para cebarse de la riqueza y trabajo del pueblo. La familia Suharto era "el 10% más rico", pero en otro sentido, eso es todo lo que era, solo el 10%: lacayos que viven de las migajas de sus amos, que se llevan la mayor parte. Tipos como Bill Gates, Camdessus del FMI, Clinton, Blair, Chirac, Kohl, etc., son los que manejan el sistema que ha mantenido a Indonesia en el atraso y la pobreza. El "milagro" del tigre asiático mejoró un tanto la situación de las clases media y alta, pero no alivió la pobreza que agobia a las masas básicas. Ahora, muchos de los que pensaron que la situación tomaba un rumbo mejor, también se encuentran en la pobreza. Los que ya eran pobres no saben cómo vivirán. Para ver que eso se debe a un sistema mundial, basta con echar un vistazo a los países vecinos, Malaya o Tailandia, donde millones de personas ya padecen de las mismas medidas de austeridad que están imponiendo en Indonesia. Sus gobernantes, como Suharto, son corruptos tiranos de poca monta y, como él, son el fruto del sistema histórico mundial llamado imperialismo.
Para transformar verdaderamente a Indonesia, hay que liberarla del imperialismo y arrancar de raíz el semifeudalismo; romper el dominio del imperialismo en las arterias económicas, que le permite llenar sus arcas con las riquezas de Indonesia. La única manera de tumbar del poder a los gobiernos neocoloniales respaldados por el imperialismo y sus fuerzas armadas es librando una guerra revolucionaria. Esta tiene que apoyarse en el campesinado y movilizarlo como fuerza principal por el camino de la Revolución de Nueva Democracia que trazó Mao Tsetung. Mao demostró que es posible derrotar a los ejércitos supuestamente invencibles de reaccionarios e imperialistas y que, una vez en el poder, las masas pueden construir una economía autosuficiente, apoyar a los pueblos del mundo y ser antorcha de la revolución mundial. Ese es el camino que seguía China hasta 1976. Hoy, la ciencia de la revolución, elevada por Mao al marxismo-leninismo-maoísmo, alumbra el camino de los oprimidos del mundo.
A menos que una guerra revolucionaria aplaste al viejo gobierno, las fuerzas reaccionarias manejarán el poder para aguantar la tormenta, dar concesiones a unos y reprimir salvajemente a los demás. Millones de indonesios sueñan con la revolución, y esperan que la caída de Suharto sea el preludio a mayores y profundos cambios. Pero para que eso no quede en sueño, el pueblo necesita una dirección, la dirección que solo puede dar un partido de vanguardia pertrechado con el marxismo-leninismo-maoísmo. Si no existe esa inquebrantable dirección, la clase dominante volverá a imponer su autoridad sobre las masas oprimidas y las mantendrá encadenadas.
Solo días después de la caída de Suharto, la camarilla reaccionaria encabezada por B.J. Habibie está demostrando de qué lado está: protegió a los compinches de Suharto y no soltó de la cárcel a quienes considera más peligrosos: muchos militantes y partidarios del PCI que llevan presos más de 30 años, así como a combatientes timoreses. Pero no deja de hacer promesas que jamás se cumplirá.
Hace más de un siglo, al perfilarse una crisis en Europa, Federico Engels dijo que las coronas se verán tiradas por decenas en la calle. La pregunta es: ¿quién las recogerá? Hoy, la corona de Suharto ha caído, no mucho después de la de Mobutu. La pregunta de Engels es más apremiante que nunca. El Movimiento Revolucionario Internacionalista saluda al pueblo de Indonesia, cuyo ardor y desafío ante la mano de hierro ha renovado los ánimos de todos los que luchan contra el imperialismo y la reacción en el mundo entero. Exhortamos a los elementos revolucionarios más avanzados a que hagan un gran esfuerzo para agruparse en torno al marxismo-leninismo-maoísmo y conectarse con el MRI; exhortamos también a los maoístas de otros países a que contribuyan a esa tarea. Las deudas de los reaccionarios de Indonesia y de sus amos imperialistas son demasiado grandes y las aspiraciones de las masas demasiado altas como para considerar algo menos.
Comité del Movimiento Revolucionario Internacionalista
18 de junio de 1998
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