Predicando desde un púlpito de huesos:
Lo que no dice `Virtudes' de William Bennett o,
necesitamos moral, pero no la moral tradicional

Es la hora de rupturas radicales

Cuentos de hadas y las cadenas de la tradición

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #975, 27 de septiembre, 1998

"Por cualquier lado que se mire, no cabe duda de que en la actualidad hay lo que se podría llamar una `crisis moral en Estados Unidos'. Ha habido un considerable `derrumbamiento de la moral tradicional'. Pero la respuesta a esto, si se piensa en lo que más le conviene a la gran mayoría de la población de Estados Unidos y a la gran mayoría de la humanidad, no es reafirmar agresivamente esa `moral tradicional', sino conseguir que la humanidad encarne una moral radicalmente diferente, a medida que vaya transformando radicalmente la sociedad y el mundo, y como algo necesario para lograrlo. No se trata de apretar las cadenas de la tradición sino de romperlas".

Bob Avakian

En vista de la actual lucha intestina de la clase dominante, la serie de artículos de Bob Avakian sobre la `crisis de la moral' es muy pertinente. Entre esos importantes ensayos figuran: "Predicando desde un púlpito de huesos: Lo que no dice `Virtudes' de William Bennett o, necesitamos moral, pero no la moral tradicional", y "Acabar con el `pecado' o, necesitamos moral, pero no la moral tradicional (Parte 2)". Estos artículos salieron en el Obrero Revolucionario, en una serie titulada "¿Qué es la moral comunista?", de enero a mayo de 1996.

En esta parte de "Predicando desde un púlpito de huesos", Avakian critica el libro de William Bennett titulado Libro de virtudes. Hoy en día, Bennett es uno de los que piden que Clinton renuncie; su nuevo libro, Death of Outrage (La muerte de la indignación), es un análisis del escándalo de Clinton y de la persistencia de las ideas de los años 60 sobre las relaciones sexuales, algo que considera un gran problema para el país.

El OR publicará más partes de esta serie. Los lectores la encontrarán en su totalidad en el website del OR en: http//mcs.net//rwor.com

*****

Para sorpresa mía, la primera impresión que tuve al hojear el Libro de virtudes de William Bennett es que parecía bastante inocuo. Al fin y al cabo, Bennett ha sido uno de los jinetes de la Brigada Derechista; fue funcionario en las administraciones de Reagan y de Bush, libró una guerra contra los pobres bajo el pretexto de la "guerra contra la droga" y la "guerra contra el crimen", y atacó agresivamente todo abandono de las tradiciones en la educación y en general. Conseguí el libro porque ha sido un best seller en Estados Unidos y es una punta de lanza de una ofensiva cultural e ideológica de alto nivel que propaga "la vida tradicional americana" y los "valores tradicionales". Pero Virtudes no es una proclamación de principios "conservadores", sino más bien una recopilación ecléctica de cuentos de hadas y fábulas, discursos, cuentos, poemas, pasajes de novelas, ensayos, diálogos, homilías, etc., etc.

Sin embargo, como dicen, las primeras impresiones pueden engañar. Virtudes no es inocuo sino insidioso, y la impresión de ser inocuo le ayuda a ocultar lo insidioso que es. Empieza diciendo que se "propone contribuir a la venerable tarea de la educación moral de la juventud... de forjar el corazón y la mente para lo bueno". Ahí mismo, crea la impresión de que hay una definición de lo "bueno", con la cual todos podemos, o debemos, estar de acuerdo; que lo BUENO ha existido eternamente tal como existe hoy y como siempre será. Con eso, quiere tapar el hecho de que él tiene una "agenda" y que su noción de lo "bueno" corresponde a la cosmovisión y los intereses de una clase específica, una clase que amasa enormes riquezas y que gobierna explotando y oprimiendo.

Bennett profundiza el engaño al construir su modelo de lo "bueno" con cualidades que, si bien tienen un contenido clasista, él las presenta como si fueran "virtudes" universales. Por ejemplo, en la "Introducción" nos dice: "La gran mayoría de los americanos sienten respeto por ciertos rasgos de personalidad: honradez, compasión, valentía y perseverancia". Luego organiza el libro en capítulos dedicados a esas y otras seis cualidades: autodisciplina, responsabilidad, amistad, trabajo, lealtad y fe. Con la posible excepción de la última (dependiendo de si se refiere a "fe" ciega, a una creencia incuestionable, como la fe religiosa, o a creencias profundas pero basadas en la realidad material), de ninguna manera me voy a oponer a esas cualidades generales, y pocos lo harían. La pregunta es: ¿cuál es el contenido que se les da a esas cualidades y cuál es el contexto en que existen?

Tomemos como ejemplo la "perseverancia". En las Obras escogidas de Mao Tsetung hay un comentario sobre una fábula china tradicional que se llama "El Viejo Tonto que removió las montañas". La fábula cuenta que un anciano llevó a sus hijos a remover con azadones dos montañas. A pesar de las dificultades y la burla, el anciano persistió, dijo que si él no lo lograba, sus hijos y futuras generaciones continuarían cavando las montañas hasta removerlas. Finalmente, dios, conmovido ante esto, removió ambas montañas. Mao aplicó esta fábula a la guerra revolucionaria para tumbar las "montañas" que oprimían al pueblo chino; dijo que los revolucionarios eran como el Viejo Tonto y que dios eran las masas populares que se unirían a los revolucionarios para remover las "montañas"; por lo tanto, los combatientes revolucionarios deberían perseverar. ¡Algo me hace pensar que esa no es la lección que William Bennett tenía en mente!

Veamos otro ejemplo, el "trabajo", otra de sus "virtudes". Una de las cosas interesantes que Mel Watkins menciona en su libro On the Real Side (un estudio del humor afroamericano desde la esclavitud hasta el presente) es que una forma popular de humor de los esclavos eran chistes sobre cómo evitar trabajar siendo más vivos que el amo. ¿Debemos pensar que esos esclavos no eran "virtuosos"; o que las masas negras que se identifican con esa forma de resistencia no tienen una "ética de trabajo" apropiada?

Veamos ahora una selección del primer capítulo ("Autodisciplina"), en que nos dice que los niños deben forjarse--o ser forjados--a la imagen de un niño correcto o una niña correcta, y las diferencias entre los dos son muy claras y reconocidas por cualquiera que se crió en Estados Unidos en la década de los 50. Por ejemplo, una de las selecciones (un poema de Emilie Poulsson) nos dice que "las niñas/que agradan" son "modestas como una violeta/dulces como una rosa... brillantes como un diamante/puras como una perla". Como todos sabemos, esas no son las cualidades que deben tener los varones, quienes deben ser bruscos y enérgicos, siempre y cuando sean obedientes y serviles ante las autoridades.

Cuentos de hadas y estereotipos de género

Una vez más, por más que Bennett lo quiera tapar con venalidades de que se opone al racismo, el sexismo, el chovinismo y demás, y a pesar de que incluye unos cuantos escritos de gente como la feminista del siglo pasado Susan B. Anthony, no cabe duda de que, de principio a fin, lo que Bennett promueve como modelo es el papel "tradicional" de los géneros, mejor dicho, estereotipos. Al fin y al cabo, lo que Bennett busca es alabar esas "virtudes tradicionales".

Así, el poema que introduce con la calamitosa advertencia--aprende a controlarte tú mismo o serás controlado de maneras que no te gustarán--lleva como título: "Erase una vez una niñita", que una vez más presenta el "doble criterio" que le permite más libertad al hombre que a la mujer. La última estrofa lo dice todo: "Su mamá oyó el ruido/y pensó que eran los varones/jugando a la guerra en el ático/pero cuando subió a ver/encontró a Jemima/a quien le dio una buena paliza". Además de joyas como esa, Virtudes tiene los conocidos cuentos de hadas de princesas vírgenes rescatadas o llevadas a la dicha por guapos príncipes (aunque primero sean sapos).

Pero, por qué tanta lata, acaso no son cosas inocentes; claro que perpetúan los estereotipos sexuales, pero, ¿no estamos cayendo en el extremo de lo "políticamente correcto" y en el "feminazismo"? ¿No se está poniendo ya ridículo, y de hecho irritante, lo "políticamente correcto"? Eso es lo que sostiene el librito de parodias Politically Correct Bedtime Stories, que tengo entendido fue un best seller en Estados Unidos hace poco. Pero, si bien ese libro se burla de la crítica "políticamente correcta" de los viejos cuentos de hadas, en lo que me dejó pensando, más que en que hay que volver a escribirlos, es en que hay que verlos bajo su propia luz, tal y como son: faros de una época en la que se enseña que las divisiones entre ricos y pobres, príncipes y comunes, hombres y mujeres, etc., etc., son naturales e inevitables.

¿Se puede decir en serio que la influencia que esos cuentos de hadas tienen, los modelos y la moral que recomiendan, son de veras inofensivos? Como parte del trabajo preparatorio que llevé a cabo para escribir este artículo, leí un artículo del periódico USA Today (24 de enero, 1995) escrito por Judith Sherven y James Sniechowski titulado: "Por qué las mujeres se quedan con hombres que les pegan" y que tiene como subtítulo: "Para millones, el hombre ideal es una fantasía de las novelas de romance: Poderoso, protector, sexualmente agresivo. Una receta para problemas".

En la sociedad estadounidense de hoy, las novelas de romance son como los cuentos de hadas del "Príncipe Azul". Se dirigen a las adolescentes y mujeres. Según el mencionado artículo (que cita a la revista Forbes), ¡25 millones de mujeres estadounidenses se leen 20 novelas de romance al mes! El artículo hace una importante pregunta y da una reveladora respuesta: "¿Qué encuentran tan irresistible esas mujeres? La esperanza y fascinación de que las `salve' un varón fuerte, dominante, que las cuide y las haga sentirse seguras". Pero en el mundo real, en la vida con (y bajo la bota de) semejantes hombres, no se cumplen esas fantasías románticas, y en muchos casos se vuelven pesadillas.

(Eso me hace recordar la observación de Engels de que en sus orígenes la palabra familia no significaba el "ideal, mezcla de sentimentalismo y de disensiones domésticas, del filisteo de nuestra época" sino el "conjunto de los esclavos" de un antiguo hogar romano y cuyo jefe tenía el derecho de vida o muerte no solo sobre los esclavos sino también sobre la mujer y los hijos.)

¿Es difícil ver la influencia que tienen los cuentos de hadas de los hermanos Grimm (y versiones modernas de la misma clase de cuentos) en el condicionamiento de las niñas a que acepten y aspiren a vivir esas fantasías románticas, y que las consecuencias son todo menos inofensivas y chistosas? Cuando William Bennett y otros refuerzan ese ideal de "virtudes femeninas" y las "recompensas" que obtendrán, ¿cuál es la naturaleza y el efecto de la "educación moral" que promueven?

El hogar: Un lugar peligroso

Con toda la inexorable andanada de propaganda sobre el crimen violento, el crimen en la calle, los niños que matan niños, etc., (y a pesar del hecho de que el crimen violento es un problema social grave en Estados Unidos), una cosa a la que ni la prensa ni los politiqueros le dan mucha publicidad es al hecho de que para la mujer y los niños, el lugar donde es más probable que sean víctimas de crímenes violentos y de golpes que llegan a ocasionar la muerte es el hogar, a manos del "jefe del hogar". Es más probable que la mujer sea violada por su esposo, y que los hijos sufran abuso sexual por sus padres, que por un desconocido. Solo en los últimos años, y en gran medida debido a los levantamientos sociales de los "años 60" (que en realidad duraron hasta mediados de los 70), y en particular debido al movimiento de la mujer que surgió durante esos levantamientos, se logró iluminar esa horrorosa violencia "doméstica". Antes, era algo oculto; quedaba tras las puertas cerradas del "hogar", protegido por la "santidad" de la "familia tradicional".

Hasta hace poco, el concepto de la "violación matrimonial" era considerado una contradicción de términos. Hasta la década pasada, en la mayoría de los estados de Estados Unidos el hombre podía violar legalmente a su esposa; solo en los últimos dos años se declaró delito en todos los estados (Carolina del Norte fue el último estado que aprobó esa ley a fines de 1993). Naturalmente, a pesar de que se han aprobado esas leyes, la violación matrimonial es una de las principales formas de violencia que sufre la mujer y uno de los principales crímenes que no es castigado (junto con "crímenes de oficina" y otros en los que las víctimas son negros o personas a quienes la sociedad considera infrahumanas). El robustecimiento de las "relaciones tradicionales" y sus "valores tradicionales" acompañantes no ayudará a eliminar ese crimen y violencia; más bien les dará más pantalla e incluso "legitimidad", al igual que a las relaciones sociales opresivas de las que esos crímenes son una dramática expresión.

Cuando oímos a Bennett y otros decir que es hora de "volver a los principios fundamentales" sobre los que se fundó Estados Unidos, y que los ataques de la "contracultura de la década del 60" contra esas tradiciones son la razón de la "corrosión moral" y el crimen desenfrenado en Estados Unidos, debemos preguntar: ¿o sea, volver a los tiempos en que un sinnúmero de mujeres eran violadas por sus esposos y eso era legal? ¿O a cuando cientos o probablemente miles de negros eran linchados todos los años y casi nunca se consideraba crimen?

Indudablemente, Bennett y compañía dirían que no se refieren a eso. Pero la verdad es que quieren robustecer la "tradición" que hace de las niñas y las mujeres posesiones sexuales del hombre: "vírgenes puras" y "protegidas" por su padre hasta que se casen y luego objetos de gratificación, e incluso botín, por sus esposos.

(Hay que desenmascarar y eliminar la cosificación de la sexualidad, la conquista y el saqueo sexual, así como el núcleo misógino de todo eso, pero los "valores tradicionales" y sus defensores no lo pueden hacer, pues ellos mismos son expresiones y representantes de ese punto de vista.)

Bennett y compañía quieren darles a los negros ciertos "derechos civiles" de palabra, y a cambio quieren que "se porten de una manera `civil'", mejor dicho, que acepten abnegada y sumisamente la realidad en la que son sometidos a discriminación y violencia de una manera sistemática, a injurias e insultos diarios.

La verdad es que tipos como Bennett de hecho quieren reafirmar agresivamente el machismo y la supremacía blanca, que son pilares de la estructura institucional del capitalismo estadounidense, y sí quieren--y deben--defender y llevar adelante la "tradición" fundamental y los monstruosos crímenes sobre los que se ha levantado este sistema y en los que se sustenta.

Rupturas radicales

Una de las principales razones por las que tipos como Bennett atacan tanto los "años 60" y su "contracultura" es que esa época sacó muchos, aunque no suficientes, trapos sucios a la luz del día; mostró la realidad que se esconde detrás de las "virtudes" de Bennett, y puso en tela de juicio la autoridad y legitimidad de la clase dominante cuando se presenta como abanderada de la justicia y bastión de la libertad. Pero los "años 60" hicieron mucho más.

En el contexto de un levantamiento revolucionario mundial, millones de personas en Estados Unidos desecharon las normas predominantes y la autoridad tradicional, empezaron a luchar por forjar nuevas relaciones humanas y nuevas expresiones culturales que no se basaran en el arribismo y la competencia, y a sabiendas rechazaron el lema de "Estados Unidos es el número uno y dios está de nuestro lado". Mucha gente llegó a darse cuenta de que la fuente de todos los males contra los que luchaba, y el obstáculo que impedía lograr las cosas por las que luchaba, era el sistema capitalista-imperialista. Muchos que vivían una vida de crimen se despertaron y empezaron a luchar por la revolución. Se vieron muchas expresiones y manifestaciones poderosas y conmovedoras de la enorme capacidad que tiene el pueblo de transformar el mundo y de transformarse a sí mismo en medio de la lucha revolucionaria.

Los campos de batalla estaban claramente deslindados: entre los manifestantes contra la guerra y el Pentágono; entre los Panteras Negras y J. Edgar Hoover del FBI; entre negros, latinos, asiáticos e indígenas por un lado y el gobierno por el otro; entre las mujeres que se rebelaban contra su papel "tradicional" y los viejos chochos ricos de la clase dominante; entre la juventud con su nueva música y los curas que los acusaban de ser discípulos del diablo y destructores de la civilización. En esos tiempos tumultuosos, los que se rebelaban contra el orden imperante y las relaciones y tradiciones dominantes encontraron causa común y forjaron una poderosa unidad. Ganaron cada vez más iniciativa, tanto moral como política, mientras que la clase dominante se atrincheraba y daba manotazos para defender su posición dominante que se le escapaba, y muy merecidamente fue perdiendo su autoridad moral y política.

Desafortunadamente, si bien cientos de miles de personas se volvieron revolucionarias durante ese período y millones más se radicalizaron y llevaron a cabo diversas formas de resistencia, no hubo una revolución: la vieja clase dominante permanece en el poder y el viejo sistema sigue vigente. Así, con los cambios en las condiciones y relaciones dentro de Estados Unidos y a nivel mundial, mucho de lo que surgió en ese tumultuoso período se anuló; otras cosas las cooptaron, otras las corrompieron y otras las aplastaron. Pero no todo, y por eso sigue siendo una espina en el costado de la clase dominante.

NO HAY REGRESO. No se pueden repetir los sucesos de los "años 60", y aunque se pudiera, no serían suficientes. Porque, por más que se logró mucho, no fue suficiente. Pero tipos como William Bennett tampoco pueden repetir los "años 50". La batalla por el futuro se tiene que librar de aquí en adelante.

El desafío para quienes no han perdido de vista un mundo radicalmente diferente y mejor--así como para quienes recién empiezan a buscar esa visión o la han vuelto a encontrar--es defender y aplicar lo mejor de los levantamientos anteriores y desarrollar los medios para efectuar las dos rupturas radicales de las que hablaron Marx y Engels, o sea: romper con las relaciones de propiedad tradicionales y con las ideas tradicionales.

Esto es una revolución verdadera y sin precedentes, en contraposición al fortalecimiento de las cadenas tradicionales bajo la trillada bandera de la "revolución"--¡contra la liberación! Lo que se necesita es impulsar a la humanidad hacia una nueva etapa histórica, dejando atrás las opresivas divisiones que por miles de años han tenido horripilantes consecuencias pero que hasta hoy han sido inevitables. Un aspecto clave de la batalla para romper las cadenas tradicionales es promover la moral radicalmente diferente que corresponde a esta transformación histórico-mundial; que puede desenmascarar y destapar la "tradición moral", y a la vez iluminar el camino hacia una nueva y superior etapa de relaciones humanas.


This article is posted in English and Spanish on Revolutionary Worker Online
http://rwor.org
Write: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Phone: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(The RW Online does not currently communicate via email.)