La ghettoización de Chicago

Reflexiones sobre el libro Making the Second Ghetto

Obrero Revolucionario #985, 6 de diciembre, 1998

Recibimos la siguiente carta-artículo de un lector de Chicago:

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"Trabadas en una lucha crítica por sobrevivir, las grandes instituciones de la ciudad combinaron sus recursos económicos e influencia política para crear un programa de desarrollo y renovación urbana cuya meta era garantizar su futura prosperidad".

"Tumbaron los barrios deteriorados, trasladaron a sus habitantes y destinaron los terrenos a la construcción de viviendas para la clase media y a la expansión institucional".

"Cuando quedaba una sola familia en un edificio que quería tumbar, [el Departamento de Vivienda de Chicago] llevaba a cabo una especie de `juego de damas': movía a los expulsados de una vivienda provisional a otra `como si fueran damas o piezas de ajedrez'".

żNo es esto una descripción de la situación de la vivienda pública en Chicago en 1998? Cada palabra recuerda lo que les está pasando a los inquilinos hoy, y la lucha encarnizada que ellos y sus aliados están librando contra el Departamento de Vivienda de Chicago (CHA), el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano federal (HUD), la alcaldía y las compañías de bienes raíces.

Pero las citas son de un libro de Arnold R. Hirsch titulado Making the Second Ghetto, Race and Housing in Chicago 1940-1960 (La creación del segundo ghetto; Raza y vivienda en Chicago 1940-1960). La ghettoización de los negros de Chicago pasó por dos etapas previas, y las similitudes con la lucha de hoy son impresionantes.

Chicago ha sido un laboratorio donde se han llevado a cabo varios experimentos de vivienda pública para contener y controlar a los negros. Los planes para crear grandes proyectos habitacionales de Chicago sentaron la norma por todo el país. Y ahora, el plan de tumbar la vivienda pública en Chicago es también la norma para todo el país.

Lucho en la batalla contra el plan del gobierno para "acabar con la vivienda pública como la conocemos" desde hace varios años. A diario nos enteramos de una nueva medida, mentira, falsa promesa, amenaza o truco para dividir al pueblo, de chanchullos y asesinatos policiales contra los inquilinos que están luchando para defender sus viviendas.

Este excelente libro me dio una nueva perspectiva de la lucha en torno a la vivienda y del papel de "pionero" de Chicago en los ataques del gobierno.

Escribí este artículo porque quiero compartir con los lectores del OR la historia que revela. Quiero que otros lectores también lo lean y que saquen las mismas conclusiones, como parte del proceso de redoblar la lucha contra un enemigo tan fundamentalmente opuesto al pueblo.

Las primeras líneas de una difícil batalla

Durante los años 90, gente muy valiente se ha opuesto al desmoronamiento, desalojo y demolición de los proyectos habitacionales donde ha vivido muchos años. Por destartalados que estén, son parte de las pocas viviendas al alcance de los pobres.

Se han obtenido algunos triunfos. Mae Francis Johnson y su familia se han mantenido firmes contra el desalojo de Horner Homes, y su ejemplo ha inspirado a muchos otros inquilinos. Mucha gente lo ha arriesgado todo para desafiar las redadas policiales de sus edificios, la golpiza y el arresto de sinnúmero de chavos, los balazos a quemarropa (por ejemplo, de Shaunnay Royal, de 26 años, en marzo de 1997) y los asesinatos (como el de Michael Russell, de 21 años, en abril de 1998). Jóvenes revolucionarios han tomado partido con los inquilinos, movilizado oposición y ganado aliados, a pesar de la represión.

Se han desarrollado formas colectivas de vivir y de oponer resistencia. Por ejemplo, en los apartamentos de la calle Oak de Cabrini Green pusieron en práctica el lema "Repararlos, no tumbarlos". Los inquilinos trabajaron juntos durante tormentas de hielo, noches sin calefacción o agua y semanas sin servicios de recolección de basura. Lograron seguir viviendo en esos edificios muchos meses después de que las autoridades querían que se fueran.

Durante el invierno, hombres jóvenes (que las autoridades tildan de "pandilleros") han trabajado con el agua hasta las rodillas para reparar tuberías rotas. Las madres se han unido para proteger a sus hijos en los edificios oscuros y semidesiertos.

Pero de todos modos, hasta la fecha han clausurado y demolido todos los edificios que el CHA y HUD tienen en sus miras, y desalojado a los inquilinos a pesar de la resistencia. Los han regado por toda la ciudad, por el cual es difícil organizarse para luchar. A unos pocos les ofrecieron nuevos apartamentos en el mismo barrio, pero están mal construidos y la electricidad y el gas son muy costosos.

La lucha por la vivienda pública continúa. Pero a veces parece que las fuerzas de la resistencia están en una vía férrea por donde avanza un tren a toda velocidad y, a pesar de todo, el tren sigue adelante.

Aprendí tres cosas de Making the Second Ghetto:

Primero: Ningún truco, maniobra, plan o chanchullo del CHA/HUD o la alcaldía debe sorprendernos. Todas y cada una de esas tácticas las han usado de una u otra forma en el pasado y llevan muchos años perfeccionando esos métodos. Su total desdén por los pobres y especialmente los negros, y la manera en que tratan a seres humanos como si fueran piezas de ajedrez, debe enfurecernos pero no sorprendernos. Como dijo el líder revolucionario Mao Tsetung: Desechar las ilusiones, prepararse para la lucha.

Segundo: El propósito de la vivienda pública no es "ayudar a los pobres" sino fortalecer el control social y político sobre la población. En Chicago, trasladaron a los negros de un ghetto a otro por las ganancias y deseos de los capitalistas.

Tercero: La violencia ha sido la partera de todos los cambios en la vida del pueblo, y en particular de todos los cambios de los patrones de vivienda de los negros.

Hirsch escribió Making a Second Ghetto como tesis para la Universidad de Illinois a comienzos de los años 80; lo volvió a publicar con una nueva introducción en 1998. El autor se solidariza con los negros, pero no saca las mismas conclusiones que yo he sacado. No entiende que la repetida ghettoización es producto de un sistema que por naturaleza tiene que oprimir y explotar al pueblo negro. Sin embargo, el libro tiene información valiosa sobre las tramoyas del sistema.

La creación del primer ghetto

Dos veces en el siglo 20, millones de negros abandonaron las plantaciones del Sur y pasaron por una transformación histórica de aparceros rurales a proletarios urbanos. Los ferrocarriles trajeron a centenares de miles del delta del río Misisipí directo a Chicago con maletas de cartón llenas de sueños de una vida mejor.

Fue una migración tumultuosa y lo que encontraron en el Norte no cuadraba con esos sueños. Su experiencia concentra en la historia de la vivienda en Chicago: dónde viven, o dónde les permiten vivir, determina en gran parte el resto de la vida, ya sea la educación que recibirán sus hijos o el trabajo que podrán encontrar.

En una sociedad capitalista, la vivienda no existe simplemente para albergar a seres humanos; también es una manera de acumular riqueza y ejercer control social. Dos hilos se entretejen en esta historia: la riqueza que acumulan y manipulan los ricos (especialmente las compañías de bienes raíces) y la implementación de sus estrategias por parte del gobierno, con leyes, normas y violencia. Es una historia del funcionamiento del capitalismo y de los métodos represivos de la clase dominante.

Los negros llegaron al Norte en dos grandes oleadas en las dos guerras mundiales. Cuando la guerra paró la inmigración y el reclutamiento causó escasez de mano de obra industrial, el capitalismo sacó a los negros del campo a las fábricas.

La Gran Migración fue un proceso complejo: el deterioro y la mecanización de la economía rural expulsó a mucha gente de las plantaciones en algunas zonas; en otras, los dueños aplicaron métodos violentos para impedir que los negros se fueran. El Chicago Defender y otros periódicos expresaron los señuelo de libertad en el Norte; a miles de negros los atrajo el sueño de un salario y una vida sin las extremas leyes discriminatorias del Sur.

En 1920, la población negra de Chicago ya era de 109.458 habitantes. De 1940 a 1960, creció de 277.731 a 812.637: una de las mayores concentraciones de afroamericanos en el país.

Pero el viaje al Norte no acabó con la segregación. A los centenares de miles de negros que llegaron a Chicago los metieron a ciertos barrios y punto. Al comienzo, era una pequeña franja llamada el "cinturón negro" en el sur de la ciudad. Al llegar a la estación del tren, los dirigían a esa zona, donde se formó uno de los ghettos más atestados y horribles de la historia moderna.

Los edificios se caían a pedazos y los dueños cobraban una fortuna: sabían que los inquilinos no podían mudarse. Las compañías de bienes raíces se enriquecían dividiendo y subdividiendo casas y apartamentos en pequeñas habitaciones. Muchas no tenían calefacción ni agua corriente. Varias familias tenían un solo baño. Había montones de paracaidistas. Esa situación se ve en la película "Raisin in the Sun".

Tales condiciones eran un caldo de cultivo para las enfermedades. La tasa de mortalidad infantil era 16% más alta en la comunidad negra. Había una plaga de ratas: en 1940, el primer año de erradicación, mataron 29 toneladas de ratas. La amenaza de incendios era constante, muchas veces por accidente (porque a los inquilinos no les quedaba más alternativa que usar métodos peligrosos para calentarse y cocinar), pero otras veces (como hoy) por premeditación. Un inquilino mató a tiros a un dueño que le prendió fuego a su edificio para desalojarlo; murieron sus cuatro hijos.

Década tras década llegó más gente y la situación empeoró. La depresión económica de los años 30 paró en seco la construcción. "En los años 30 construyeron pocas viviendas; lo que es más, en 1934 la alcaldía inició un programa de demoliciones que destruyó 21.000 apartamentos inservibles, un tercio de ellos en los barrios negros. Incluso las medidas que tomaron para aliviar la situación de la comunidad negra la perjudicaron. La construcción del proyecto habitacional Ida B. Wells destruyó la misma cantidad de apartamentos que creó. Cuando se abrió en 1941, recibió 17.544 solicitudes para 1662 apartamentos". (MSG, p. 18)

Esa situación no podía continuar.

Los negros simplemente empezaron a desbordarse de sus barrios y a mudarse a zonas cercanas, a pesar de amenazas y violencia. Estallaron encarnizadas batallas. La búsqueda de vivienda puso a los negros en conflicto directo con las compañías y especuladores de bienes raíces, los bancos y redes de racistas organizadas (o por lo menos azuzadas) por la notoria máquina política del Partido Demócrata de Chicago.

Making the Second Ghetto describe el proceso de "cambio racial" en barrio tras barrio, principalmente al sur del "cinturón negro" y hacia el oeste.

Al acercarse el "cinturón negro" a un barrio blanco, este entraba en un período de "estancamiento". "Disminuían los alquileres y el precio de los edificios para atraer a inquilinos blancos; los bancos no ofrecían hipotecas a blancos en esas zonas `amenazadas' y, por supuesto, tampoco a los negros que querían mudarse ahí. Con un futuro y un ingreso incierto, los dueños no reparaban sus casas y edificios. Así que antes de la llegada de los negros, los barrios se empezaban a deteriorar. Los blancos se mudaban y las presiones económicas de un mercado dual de vivienda los obligaban a alquilar o vender a negros. En ese momento llegaban los especuladores". (MSG, p. 32)

Los que se dejan influenciar por ideas racistas dicen que "los negros dejan que sus barrios se deterioren", pero la historia de Chicago demuestra que la cosa es al revés: un barrio se deteriora y solo entonces pueden mudarse ahí los negros, pagando altísimos precios.

El Presidente del PCR, Bob Avakian, habló de ese proceso en un artículo titulado "La segregación a la fuerza: La historia de un barrio": "El barrio se volvió un basurero y entonces trajeron o permitieron que entraran negros y otros grupos antes excluidos. Lo transformaron sistemáticamente en un basurero, no los nuevos vecinos sino los bancos, las agencias de seguro, de bienes raíces, los especuladores de propiedades y el gobierno. Los nuevos vecinos no eran la causa y, además, no podían, no les permitían, hacer nada para mejorarlo". (OR No. 895, también en el website del OR)

Manipulando todos esos factores, los especuladores aumentaban los precios para los negros de 35% a 115%. Casi siempre conservaban la escritura del inmueble y si el nuevo dueño no podía pagar la hipoteca volvía a manos de los especuladores, esos ladrones armados con una pluma de escribir.

La violencia es cien por cien estadounidense

Se han escrito muchos cuentos sobre la fuerza de la pluma, pero en realidad esa fuerza descansa en la fuerza de las armas. Para comprender de lleno lo que pasó, tenemos que examinar el sistemático salvajismo que se ha utilizado para impedir que los negros se muden de los ghettos.

La historia de Chicago (como la de muchas ciudades estadounidenses) está salpicada de "motines raciales". El primero fue en 1919, cuando chusmas racistas se desmandaron por el sur y el centro, atacando y matando a negros. Los negros se defendieron; murieron 38 personas y 537 resultaron heridas.

Durante los años 40 y 50, miles de blancos (muchos de ellos inmigrantes recientes que acababan de salir de sus propios ghettos) entraron a redes racistas para atacar a negros, instigados por la clase dominante. En esos años se libró una intensa batalla sobre dónde podían vivir y reunirse los negros. Muchos ataques ocurrieron en lugares públicos y en las playas del lago Michigan, que tradicionalmente habían sido solo para blancos. En 1957, 7000 blancos atacaron a 100 negros que fueron a un picnic en el parque Calumet.

En los bordes de los barrios negros ocurrían brutales ataques todo el año, pero especialmente en la primavera y el otoño, cuando se vencen los contratos de arrendamiento. "De mayo de 1944 a julio de 1946, se llevaron a cabo ataques contra 46 casas de negros (nueve fueron atacadas dos veces y una casa cinco veces)...". (MSG, p. 53)

Durante un año, ocurrió un ataque al mes; hubo 29 incendios premeditados y murieron tres personas. El peor incidente fue el "motín de Cicero", cuando una chusma de "2000 a 5000 blancos furiosos atacó un multifamiliar de 20 apartamentos donde vivía una sola familia negra. Los incendios y el saqueo duraron varias noches, hasta que 450 soldados de la Guardia Nacional y 200 sheriffs de Cicero y del condado Cook restauraron el orden". (MSG, p. 53)

Making the Second Ghetto dedica todo un capítulo a la historia de violencia contra los negros que querían salir de los confines del ghetto. La brutal imposición de límites contaba con el apoyo de los medios de comunicación, que decidieron colectivamente no mencionar los ataques. La policía permitía que las chusmas atacaran a familias negras días y días. Luego arrestaba a negros que encontraba "donde no debían estar" (Ącomo hoy!).

Cuando estaba a punto de firmarse un acuerdo, la alcaldía refrenaba a las chusmas. La constante amenaza de violencia fue un mecanismo central para mantener la segregación y los ghettos.

La vivienda pública
y la construcción
del segundo ghetto

Pero la estructura de poder racista y los ataques no podían contener a los negros para siempre. Estaban en Chicago y necesitaban donde vivir.

Después de la segunda gran oleada de migración negra (la de la II Guerra Mundial), los hombres de negocios tomaron medidas para que el centro (el Loop) no fuera una "isla" rodeada de barrios negros. Además pensaron que los barrios negros tenían valioso potencial, si podían volver a apoderarse de ellos y parar el éxodo de blancos de la clase media a los suburbios. Así que trazaron un plan de "renovación" para esos "barrios pobres" negros.

"Trabadas en una lucha crítica por sobrevivir, las grandes instituciones de la ciudad combinaron sus recursos económicos e influencia política para crear un programa de desarrollo y renovación urbana cuya meta era garantizar su futura prosperidad.... Un observador dijo: `El verdadero propósito de la renovación era atraer población solvente e inversiones a las zonas moribundas de la ciudad'". (MSG, p. 100)

Los dirigentes de esa "renovación" fueron Milton C. Mumford, subvicepresidente de la tienda Marshall Fields, y Holman D. Pettibone, presidente de la compañía de escrituras Chicago Title and Trust. Presentaron la renovación como un plan para mejorar la ciudad, pero ellos serían los "mejorados". Mumford y Pettibone necesitaban un lugar para trasladar a los negros que querían desplazar, así que convencieron a varios niveles del gobierno de construir enormes proyectos de vivienda pública. Establecieron dos principios que serían parte de la "misión pública" de la alcaldía: (1) que la alcaldía debe financiar "la compra y el despeje de terrenos y venderlos a las compañías de bienes raíces por debajo del precio de adquisición" (MSG, p. 106), y (2) que se construiría vivienda pública para los negros desplazados de los terrenos designados para la renovación.

En Chicago, la clase dominante llevaba décadas bloqueando la expansión de los barrios negros; ahora trazó un plan para amontonarlos en una enorme red de rascacielos públicos.

El primer proyecto habitacional fue un rascacielos para negros de la clase media al sur llamado Lake Meadows. El plan era crear un "ancla" de negocios lucrativos, empezando con un edificio de oficinas de la compañía New York Life, y se realizó con la ayuda del hospital Michael Reese y la universidad Illinois Institute of Technology, que ya estaban comprando terrenos en la zona.

En la posguerra, la "renovación urbana" sacó a los negros de "propiedades valiosas" a un "segundo ghetto": los enormes rascacielos de vivienda pública. Hoy, la "renovación urbana" también saca a los negros de "terrenos valiosos", pero esta vez tumbará la vivienda pública y dispersará las grandes concentraciones de gente pobre.

Varios de los mismísimos capitalistas han participado en ambos procesos de "renovación". Hoy el Illinois Institute of Technology propone invertir millones de dólares en la "renovación" del "Southside Corridor", donde ahora están las docenas de rascacielos públicos de Robert Taylor Homes, el mayor proyecto habitacional del país.

Desplazamiento

La creación de los proyectos habitacionales después de la II Guerra Mundial cuadraba con las necesidades de los capitalistas. Desplazaron a mucha gente para despejar terrenos para el edificio de New York Life, pero el nuevo proyecto de Dearborn Homes no estaba listo para recibirlos. "El CHA se vio obligado a desplazar a los inquilinos antes de poder construir el proyecto [a donde iba a mudarlos]". (MSG, p. 123) Enmendaron las reglas, cambiaron las normas de alquiler y mudaron a gente de un lugar provisional a otro; incluso dividieron a familias para albergarlas en apartamentos más pequeños. Es una situación que conocen muy bien los inquilinos de vivienda pública hoy.

Al principio se dijo que los nuevos proyectos debían ser integrados, pero nunca fue así. Jane Addams Homes (parte del proyecto ABLA Homes, que ahora van a tumbar) fue el único proyecto integrado.

Harold Ickes, director de obras públicas de la administración de Franklin Roosevelt, propuso la "regla de la composición del barrio", es decir, que los proyectos públicos no cambiaran la composición racial de los barrios donde se construían. Solo construyeron dos proyectos en barrios blancos (Lathrop y Trumball Park Homes), y "solo para blancos".

En 1976, una enorme red de viviendas públicas tenía más de 40.000 apartamentos en 1273 multifamiliares; allí vivía 5% de la población de Chicago, en su gran mayoría negros. La clase dominante tenía su "segundo ghetto".

(CONTINUARA)


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