Escándalo de Washington:
Lucha intestina de la clase dominante

La inquisición en el Congreso

Ala Roja

Obrero Revolucionario #990, 17 de enero, 1998

Donde vivo, estamos enterrados por la nieve, mucha nieve, y nos toca palear. La nieve ha llegado a proporciones de crisis y ha puesto de relieve las relaciones de clase: qué barrios son pobres y negros, la falta de servicios sociales, la crueldad de una sociedad gobernada por el afán de ganancias, los ricos y los pobres. Para salir de la nieve, se necesita lucha colectiva y palear. Parafraseando a Mao: la nieve no desaparece sola, sin que la paleen. Igual pasa con la inquisición. Estamos enterrados hasta el cuello en el horroroso show que ha montado el gobierno de la "mejor democracia del mundo" y tenemos que palear colectivamente para sacar cabeza.

La inquisición está en plena sesión. Por segunda vez en la historia, la clase dominante de este país ha llevado a juicio a su presidente. Mientras pongo a secar en el radiador mis medias congeladas, la comentarista Cokie Roberts se asoma a la pantalla para pintarle una cara solemne a la farsa que se desenvuelve en el Senado.

Los senadores juran que se guiarán por la "justicia imparcial". La cámara de TV recorre el Senado y muestra un desfile de supremacistas blancos y machistas. El detestable Henry Hyde, nombrado caballero papal (por sus destacados servicios contra la mujer), honor que le confiere el derecho medieval de entrar a la iglesia a caballo, ha cabalgado a la cabeza de la inquisición y se pavonea en el podio del Senado, donde lee los artículos de destitución. El vejestorio sureño racista Strom Thurmond (presidente Pro Tem y tercero en la línea de sucesión a la presidencia) le da su asiento al supremo reaccionario de la Suprema Corte, William Rehnquist, para que presida el juicio. Hojeo unas notas sobre Rehnquist: nombrado por Nixon a la Suprema Corte; se inició en el mundo del derecho escribiendo memorandos a favor de la doctrina racista Jim Crow que decía que las razas eran iguales pero debían vivir separadas; aprobó leyes federales que permiten la intercepción de teléfonos y el espionaje sin orden judicial, la entrada de la policía sin llamar a la puerta y la detención preventiva; piensa que los estados no tienen que obedecer las garantías constitucionales que enumera la Carta de Derechos.

Alaban al viejo klanista e historiador del Senado Robert Byrd por su actuación en una reunión celebrada a puertas cerradas en un salón que es famoso porque ahí se debatió el tema de la esclavitud antes de la guerra de Secesión. El rastrero senador Trent Lott (amigacho de los extremos supremacistas del Consejo de Ciudadanos Conservadores) ahora resulta que es un "moderado" y pide que esta farsa se conduzca de un modo bipartidario, para que el Senado no sea el hazmerreír del país y del mundo, y para que no se ensanche la brecha de desconfianza entre el público y el mundo oficial de Washington.

Ha empezado el juicio del presidente y una vez más vuelvo a las contradicciones que me han picado desde que todo esto comenzó. Todos hemos tenido que pensar y repensar duro qué significa todo esto y descifrar cuáles son los intereses del pueblo en esta grotesca comedia.

Por un instante me pongo a imaginar lo delicioso que sería ver que todo el Senado se volviera un circo con un desfile de testigos como Linda Tripp y Lucien Goldberg. Pero los maestros de ceremonias de este circo no buscan nada bueno para el pueblo con su atmósfera de inquisexión, imposición de la moral religiosa en asuntos políticos y jurídicos, manipulación de la ley para ponerle trampas a los acusados y manía acusatoria.

Ahora veremos un juicio en que los reaccionarios republicanos emperrados en "corregir" al país tendrán una tribuna para sermonear a pleno pulmón. Como el inspector de policía de Los miserables, han tomado la ley como arma y se han desbocado, sin guardar ninguna proporción, para imponer su agenda reaccionaria. ¿Qué impacto tendrá todo esto para el pueblo?

La cosa con esta inquisición es que toda la FORMA en que están atacando a Clinton, todos los rasgos políticos e ideológicos de este asunto, se oponen fundamentalmente a los intereses del pueblo. Por eso hay que repudiarla y oponerse. Todas las "normas", todo el paquete social y "moral" de los cristianos fascistas, y todas las represivas medidas político-jurídico-constitucionales con que le han caído encima a Clinton se oponen completamente a los intereses del proletariado. Ya han sentado precedentes muy negativos para que los tribunales ahora le caigan encima a "Pablo Pueblo" y, hüelga decir, a la oposición política. Todo esto ha creado la extraña situación de que al pueblo no le conviene que a Clinton lo saquen a patadas en esas condiciones.

Eso no se debe a que Clinton sea bueno para el pueblo, como dicen por ahí. No señor. Su gran talento de hablar como un liberal por la mitad de la boca y por la otra mitad decir que "hay que acabar con el welfare" le ha servido a las mil maravillas a la clase de explotadores que gobierna este barco de esclavos moderno llamado Estados Unidos de América. El gran don de Clinton de combinar la política de la crueldad con el maquillaje de la diversidad lo ha enemistado con los fascistas cristianos y los teócratas, que se propusieron desgraciarlo desde que pronunció el juramento presidencial. Pero Clinton también se opone fundamentalmente a los intereses populares.

Imagino una situación diferente: una fuerte oposición a Clinton, a la brutalidad policial y los campos de trabajos forzados, a la militarización de la frontera y los ataques a los inmigrantes, al bombardeo de Irak, crea una crisis; sectores de la clase dominante resuelven atacar a Clinton porque sus crímenes contra las masas y contra la humanidad han creado grandes levantamientos sociales. Esa sería una situación muy diferente, una dinámica radicalmente distinta.

Pero eso no es lo que motiva esta inquisición. Destituir a Clinton es la meta del momento de fuerzas poderosas que buscan, resueltamente y desde muchos ángulos, imponer una agenda social altamente represiva y reaccionaria. ¿Cuáles serán las consecuencias de esto para el pueblo?

¿Qué clase de moral quieren imponer? Hojeo un artículo de Stanley Crouch, reportero del New York Daily News, sobre las conexiones entre Trent Lott (líder de la mayoría del Senado), Bob Barr (del Comité Judicial de la Cámara de Representantes) y el Consejo de Ciudadanos Conservadores (una bola de supremacistas blancos). ¿Por qué el Congreso no dice que a esos dos congresistas, fieros paladines de la destitución de Clinton, hay que destituirlos por asociarse abiertamente con supremacistas reconocidos? ¿Por qué el Congreso no considera que esa conducta mina la integridad de la sociedad y sus instituciones?

Me pasan por la mente ideas de guerra civil. El juicio de destitución presidencial anterior tuvo que ver con la guerra de Secesión. En esa época, después de la guerra, los republicanos radicales opuestos a la esclavitud fraguaron la destitución de Andrew Johnson porque quería suspender la Reconstrucción y devolverle su poder a los esclavistas. Hoy, poderosos conservadores reaccionarios (neo-confederados) han subido a la cima del Partido Republicano y buscan reimponer un manto social de inequidad e injusticia por medio de esta inquisición. Han lanzado una guerra cultural. La última guerra civil de este país acabó con la esclavitud; se me ocurre que la próxima puede acabar otra forma de esclavitud.

Recuerdo una escena de las audiencias del Comité Judicial: en el banquillo están dos mujeres condenadas de mentir bajo juramento sobre asuntos sexuales. Las pusieron en exhibición para demostrar que nadie está por encima de la ley; confiesan sus pecados y dicen que la condena y la cárcel les hizo bien. Su humillación muestra un vistazo de lo que le depara la inquisición al pueblo: destrucción de derechos judiciales; invasión de relaciones sexuales de común acuerdo; imposición de la moral religiosa como norma jurídica; imposición de la moral tradicional patriarcal. Nada de eso depara justicia.

¿Y cómo así que ante este ataque político, ante esta guerra cultural (que es una especie de guerra civil contra el pueblo) haya que responder con "decoro" y "buena educación"? Cuando el Senado levantó la sesión un viernes por la noche y se felicitó por el avance sin obstáculos de la inquisición, se vio una vez más con toda claridad por qué no podemos atenernos a que Clinton y los demócratas den la pelea. Con el pretexto de respetar la Constitución, el juicio sigue adelante contra la voluntad nacional.

Los periódicos hablan de lo unido que está el Senado. Ahora la estructura de poder está tratando de tapar sus profundas divisiones internas y haciendo grandes esfuerzos por dar una apariencia de "estabilidad". En poco tiempo se volverán a sacar los ojos. Pero toda resolución de esta crisis que empuje la "política oficial" más y más hacia la derecha, que legitime e institucionalice más las normas morales y legales de los fascistas cristianos, que respete los veredictos de esta inquisición... va contra los intereses populares. Vi un buen ejemplo de eso en el New York Times: el senador demócrata Christopher Dodd comparó el acuerdo sobre el juicio al "Acuerdo de 1850" con los esclavistas del Sur antes de la guerra de Secesión (que mandó devolver esclavos fugitivos a su dueño). Dodd comentó: "Permitimos que el espíritu de los Webster, Calhoun y Clay nos contagiara un poco".

El hecho de que se esté llevando a cabo el juicio muestra la fuerza que tienen los reaccionarios cristianos en el gobierno, y que no quieren dar su brazo a torcer. Y el show de unidad que ahora vemos en el Senado muestra que la clase dominante quiere resolver este asunto sin trastornar su agenda reaccionaria. Solo el pueblo puede darle la lucha a esta inquisición.

Vuelve a nevar y busco mi pala....


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