Obrero Revolucionario #999, 21 de marzo, 1999
Recibimos esta carta de un trabajador de la fábrica Rouge de la Compañía Ford Motor de Dearborn, Michigan.
A la 1:10 de la madrugada del 1º de febrero estaba chambeando en la Rouge cuando se fue la luz y nos mandaron a casa, en medio de gritos de ¡bravo!.
Pero al llegar al estacionamiento vimos algo que nos paró el corazón: una fila casi interminable de ambulancias que pasaban a toda velocidad con las sirenas prendidas.
Algo horrible había ocurrido: la explosión de una caldera de la central eléctrica que produjo vapor supercaliente, una enorme bola de fuego y varias explosiones secundarias. Donald Harper, de 58 años, murió instantáneamente; 19 compañeros fueron hospitalizados con quemaduras muy graves. En el momento de escribir esta carta, cinco de ellos han fallecido--Cody Boatwright, de 51 años; Ken Anderson, de 44; John Arseneau, de 45; Ron Maritz, de 46 y Warren Blow--y siete siguen hospitalizados en Detroit, Ann Arbor y Toledo.
Los trabajadores actuaron con mucho heroísmo. Hubo explosiones en cadena y se caía el techo. Ante esa situación, arriesgaron la vida para rescatar a los heridos; inclusive regresaron al edificio y desafiaron las llamas para buscar a más compañeros. Por otra parte, seguramente salvaron muchas vidas al cerrar las válvulas de gas.
Por su parte los patrones, como de costumbre, corrieron ante las cámaras a llorar lágrimas de cocodrilo y declarar que fue una tragedia lamentable.
Muchos compañeros contribuyeron a este relato de lo que realmente sucedió. Varios de ellos leen el periódico cada semana. Una compañera me dijo que de niña veía a su papá leer el OR. ¡Imagínense, una segunda generación de lectores del Obrero Revolucionario en la Rouge! De verdad esta fábrica tiene mucha historia revolucionaria y, al acercarse la publicación del número 1000 del OR, se me ocurrió que cada uno de esos números se ha distribuido aquí.
La fábrica Rouge, construida en 1918, es un complejo de casi dos kilómetros de largo que ocupa unas 2750 hectáreas a la orilla del río. Tiene altos hornos, acerías y fábricas que producen carrocerías, motores, tanques de combustible, piezas metálicas, parabrisas y el modelo Mustang. En las últimas décadas, se ha robotizado la producción. En la época de la II Guerra Mundial, había 100.000 trabajadores; ahora son apenas 11.000.
La central eléctrica de la Rouge es un edificio de siete pisos con varios generadores; siete calderas convierten agua en vapor para accionar las turbinas que generan electricidad para todo el complejo. La energía producida allí abastecería a Boston, una ciudad de medio millón de habitantes.
La central eléctrica es totalmente anticuada y los patrones sabían muy bien que en cualquier momento podría producirse un siniestro.
Recién empezó la construcción de una nueva central eléctrica que producirá energía con menos peligro. Un señor de una compañía que fabrica calderas dijo que las de la Rouge eran "polvorines".
Uno de los trabajadores hospitalizados le dijo al Detroit Free Press que cuando les avisaron de la construcción de la nueva central, aplaudieron pero enseguida empezaron a preocuparse. Dijo: "Sabía que iban a hacer todo a la chafa, poner unos parches... hacer lo indispensable para que funcionara".
Siempre se consideraba que trabajar en la central era "fácil": buenos trabajos con buen salario. Inclusive los compañeros se burlaban de los que trabajaban allí, diciendo que lo pasaban "cuidando" las calderas. No es casualidad que la mayoría de ellos eran blancos, aunque la mayoría de obreros de la Rouge son negros. Don Harper es el único negro de los muertos y heridos en el siniestro. Hasta ahora nos damos cuenta de que esos trabajos "fáciles" ya no lo son; al contrario, se han vuelto difíciles y muy peligrosos.
Un trabajador, quien habló en voz baja para que nadie más oyera, me dijo que en la central eléctrica hubo muchos despidos y que eso aumentó los riesgos. Un hombre hacía el trabajo de dos; prácticamente no se hacía mantenimiento. Ahora con los compañeros que han muerto y los heridos, eso da mucho coraje.
Los compañeros me hablaron de válvulas que no funcionaban; a cada rato se lo decían a los supervisores. Un trabajador le dijo al Detroit Free Press que estaban por reemplazarlas, que las nuevas ya estaban en la fábrica en el momento de la explosión.
Un compañero comentó que en ningún momento había oído decir que la explosión fue por "error humano".
¿Fue una tragedia lamentable... algo que no podía prevenirse?
Aquí en la Rouge, estamos convencidos de que NO. Sucedió porque las ganancias están al mando, así de sencillo.
Mató a seis de nuestros compañeros; dos están en peligro de muerte; y nueve más, heridos de gravedad, posiblemente no vuelvan a trabajar jamás. ¿Cuántos perdieron a su padre, esposo o amigo en ese terrible incendio?
La compañía sabía muy bien que la central eléctrica era peligrosa, totalmente anticuada, una chingadera chafa. Así y todo, esperó hasta el último momento para construir la nueva central.
No es que no tuviera dinero; tiene $22 billones de reservas. A los ejecutivos les paga primas de millones de dólares y los dueños reciben cientos de millones de dólares al año. ¿A poco la Ford no pudo haber construido una central segura hace 5, 10 ó 15 años?
El dinero lo tenía y conocía el riesgo... de plano decidió no tomar medidas preventivas. La compañía acaba de comprar la Volvo por $6 billones, para abonar ganancias y mejorar su imagen. Esas son las decisiones que tienen prioridad.
Desde el día de la explosión sigo pensando en otra infamia de los años 70, cuando Ford supo que el modelo Pinto estallaba al recibir un golpe por atrás, debido al mal diseño del tanque de gasolina. El problema podía resolverse poniéndole un escudo protector al tanque, pero la compañía decidió no hacerlo porque, según documentos internos, ¡era más barato indemnizar a las familias de las víctimas que modificar el error de diseño!
Los compañeros dicen que la explosión del 1º de febrero pudo haber sido peor porque existía el peligro de explosiones en "cadena" a través de una red de túneles que se extiende a lo largo y ancho del complejo. Los patrones también lo tenían muy presente. Amigos que trabajan en los hospitales me dijeron que todas las ambulancias de Detroit estaban en alerta por si acaso las necesitaban en la Ford. Por lo menos 45 ambulancias se quedaron en la fábrica varias horas después de apagarse el incendio en la central. Todos los hospitales de la región estaban en máxima alerta y se notificó al personal de las salas de emergencia que debían prepararse para una gran cantidad de heridos. La compañía evacuó la Rouge porque sabía que podían desencadenarse explosiones en todo el complejo.
A lo mejor los trabajadores que cerraron las válvulas salvaron a los demás. Por su parte, los voceros de la compañía han repetido sin cesar que no existió un peligro general.
Desde hace décadas el sistema capitalista se ha empeñado en convencer a los trabajadores automotrices de que ellos y las compañías son como familia. Cuando ocurrió el siniestro, los dueños de la Ford hicieron mucha publicidad en ese sentido. El Detroit Free Press señaló con acierto que el propósito de dicha campaña publicitaria fue "limitar el daño a las ganancias, la imagen y la producción".
Cabe señalar que los charros del sindicato United Auto Workers (UAW) han ayudado a la Ford (y al capitalismo en general) a soslayar su verdadero papel de responsable de la muerte de los trabajadores. Un vicepresidente de la UAW salió en la tele diciendo que se sentía orgulloso de la relación del sindicato con la Ford y que le merecía todo el respeto la manera en que manejó el desastre.
Tras el siniestro observé una increíble movilización de recursos para que la fábrica volviera a trabajar. Instalaron nuevos generadores prácticamente de la noche a la mañana. La cantidad de dinero, mano de obra, expertos y equipos era asombrosa; es increíble lo que los capitalistas hacen cuando peligra la producción (y sus ganancias). Quedé pensando: ¿por qué no hacen eso cuando se trata de resolver las necesidades del pueblo? ¿Por qué no resuelven el problema de la falta de vivienda? ¿Por qué no mejoran las escuelas públicas? ¿Por qué no renuevan los multifamiliares y ghettos? ¿Por qué no modernizaron la central eléctrica antes de la explosión? Todo por las ganancias, nada por la humanidad.
Todos los compañeros de la Rouge (y millones más que se enteraron del desastre) aplaudimos el desinterés personal de los que arriesgaron la vida para salvar a los demás. Lloramos con las familias de nuestros compañeros muertos y heridos. Hay que canalizar nuestra pena e ira contra el sistema que solo se preocupa por las ganancias porque es el responsable de la explosión del 1º de febrero y, mientras exista, seguirá provocando siniestros, uno tras otro.
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