Dolly Veale
Obrero Revolucionario #1007, 23 de mayo, 1999
Con motivo del 30 aniversario de la Huelga Tercer Mundo de 1969 (el movimiento que estableció uno de los primeros programas de estudios étnicos en el país), el 9 y 10 de abril se celebró una importante conferencia en la Universidad de California en Berkeley, titulada: "P'alante: Estudios étnicos y política radical más allá del complejo educativo industrial; Sesión de estrategia y conmemoración del 30 aniversario de la Huelga Tercer Mundo en la Universidad de California en Berkeley". Cientos de estudiantes, maestros, participantes de la huelga de 1969, activistas comunitarios, artistas, músicos, revolucionarios, etc., se dieron cita.
Una semana después de la conferencia y como homenaje al movimiento de 1969, los estudiantes de UC Berkeley tomaron el nombre de Frente de Liberación Tercer Mundo (TWLF, en inglés) y ocuparon Barrows Hall, el edificio donde está el Departamento de Estudios Etnicos, para protestar contra la "casi extinción" de los mismos y para dar a conocer sus demandas. El 7 de mayo, tras tres semanas de protestas y ocho días de huelga de hambre de seis estudiantes, la universidad aceptó casi todas las demandas. (Ver los Nos. 1005 y 1006 del OR.)
La conferencia presentó una discusión plenaria sobre la historia de la huelga, una velada cultural con música de The Coup, Blackalicious y Kirby Dominant, y talleres sobre: "Las luchas estudiantiles por los programas de estudios étnicos: Compartir experiencias y construir solidaridad", "Organización juvenil, estudios étnicos y la política comunitaria", "¡Servir al pueblo! El papel histórico de los estudiantes en el Movimiento pro derechos de los inmigrantes", "Activismo a través de la música", "Política multirracial: Solidaridad, coalición y alianza". Un taller muy concurrido fue "Mao Tsetung, el Partido Pantera Negra y la Huelga Tercer Mundo", con Dolly Veale, del Partido Comunista Revolucionario, quien participó en la lucha por los estudios étnicos y asiáticos, y Fred Ho, activista, músico de jazz y escritor. Richard Aoki, ex Mariscal de Campo del Partido Pantera Negra y líder del TWLF, no pudo asistir pero envió una declaración. Esta semana presentamos el discurso de Dolly Veale.
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¡De veras necesitamos CRUZAR de los años 60 al nuevo milenio; desarrollar nuestra lucha para no estar aquí en 30 años, en esta misma institución elitista y bajo este mismo sistema capitalista opresivo, luchando otra vez por batallas como la acción afirmativa!
Cuando vine a estudiar en UC Berkeley, recién se habían establecido los programas de Estudios Asiáticos, como resultado de la Huelga Tercer Mundo. Me matriculé en clases de estudios asiáticos en Berkeley porque tenía fama de escuela revoltosa. Qué refrescante y emocionante fue ir a clases que no eran aburridas ni convencionales. No tenían nada de regurgitación que se hacía pasar por educación; historia y valores culturales blancos y machistas; razonamiento inútil, abstracto y memorizarse todo para pasar. Jamás olvidaré mi primer día cuando Richard Aoki entró a la clase con ropa militar, guantes y botas negras, maleta de cuero negra y hablando inglés negro.... Cuando en abril de 1970 me arrestaron y me prohibieron entrar a la escuela por participar en una manifestación contra la invasión de Camboya, Richard fue el único maestro que me dijo: "Te mereces una A en activismo". Fue una profunda lección que después entendería como principios revolucionarios: se justifica la rebelión y el objetivo de conocer el mundo es cambiarlo. El arresto también hizo estallar la falsa ilusión que tenía de que en este país hay libertad de expresión. Algo así como lo que le acaba de pasar a Troung Tran, el tendero vietnamita de Westminster, California, a quien atacaron por colocar un afiche de Ho Chi Minh en la ventana. Como Tran, aprendí que la libertad de expresión que tienen todos aquí es la libertad de repetir anticomunismo. El comentario de Richard fue la mejor educación que recibí en UC Berkeley: correr riesgos en la lucha por la justicia es una medalla de honor.
Parafraseando a Mao, los oprimidos primero luchan y después buscan la filosofía que los guíe. Y yo hice algo así, pues al salir de la cárcel, sin un centavo, busqué una manera de satisfacer el hambre y la sed de teoría revolucionaria que explicara el mundo y los acontecimientos que me rodeaban. Fui a la librería Yenan Books (el equivalente de Libros Revolución) y me ofrecí de voluntaria. Leía todos los días detrás de la caja. Aunque estaba en UC Berkeley no era intelectual; apenas había aprendido inglés ocho años antes cuando llegamos de Hong Kong. Debido a nuestra diáspora y pobreza solo teníamos unos cuantos libros viejos en casa. Leí Los condenados de la Tierra, La pedagogía del oprimido, el periódico del Partido Pantera Negra y publicaciones por el estilo. Debido a mi familia, nunca había leído nada de Mao. Meses después, en una reunión popular sobre la lucha por el Hotel Internacional, oí leer algo del Libro Rojo. Me sacudió porque mi mamá siempre me había dicho que no hiciera caso a gente así. Pero la lucha de la juventud me había despejado la mente, así que lo leí ¡y tenía sentido! Entiendo que hoy en día están en boga las mentiras y calumnias contra Mao y la Revolución Cultural. Es como si Scarlet O'Hara hiciera el balance de la guerra de Secesión o si Ward Connerly hiciera el balance de la Huelga Tercer Mundo. El camino que recorrí para dar con Mao muestra que la verdad respaldada por un movimiento revolucionario es más poderosa que el prejuicio clasista y las ideas falsas respaldadas por cuentos individualistas lacrimosos.
La lucha por los estudios étnicos fue parte de la lucha de toda nuestra generación, que cuestionaba los cimientos injustos de esta sociedad; la economía, la política, las relaciones tradicionales entre hombres y mujeres, trabajadores e intelectuales, blancos y gente de color, jóvenes y mayores. Como muchos yo también empecé a cuestionar y a rechazar los métodos y las metas de la educación capitalista. Nos reíamos de los "tontos educados de escuelas sin educación". Empezamos a ver que la educación reflejaba y concentraba los valores egoístas de la sociedad, y que nuestra lucha por una educación con igualdad y médula era parte de una rebelión más grande contra las muchas injusticias sociales. Rechazamos una carrera arribista y ser administradores de los de abajo. Empezamos a debatir alternativas.
Fue en debates y discusiones así, que dicho sea de paso son muy necesarias hoy, que empezamos a tomar en serio al Partido Pantera Negra y a Mao Tsetung. En ese entonces el Partido Pantera Negra era la vanguardia que luchaba por la liberación de los negros, una lucha que impulsó el auge revolucionario de este país. Ayudó a enlazar las luchas de otros países contra el imperialismo yanqui con las luchas de aquí, por ejemplo, Vietnam y la lucha de liberación negra. Los Panteras decían: "¡Mao es el más chingón del mundo entero!", pues vieron que el pueblo chino tenía el poder, el poder que tanto necesitaban y querían los oprimidos de aquí. Plantearon a millones de personas, como yo, si se podía reformar el sistema o si la revolución armada y el socialismo eran la solución a los problemas que veíamos aquí y en el mundo entero. Muchos de mis amigos asiáticos, chicanos y negros optaron por reformar el sistema, por trabajar desde adentro con la esperanza de que unos cuantos pudieran hacer algo. Pero otros empezamos a buscar soluciones radicales; algo aparte de esta locura. Uno de los asuntos que más me interesaba a mí y a mis compañeras era la eliminación completa y cabal del machismo, además de la supremacía blanca. Con respecto a la emancipación de la mujer, ¡la práctica de la China socialista era incomparable!
La Huelga Tercer Mundo, el Partido Pantera Negra y el movimiento contra la guerra fueron parte de una rebelión que estremeció a nuestra generación aquí y por todo el mundo. En México, se dio la masacre de estudiantes en Tlatelolco; en Francia los estudiantes lanzaron en 1968 una consigna que expresaba nuestros sentimientos: "Sé realista; pide lo imposible". Pero los jóvenes más radicales del mundo encontraron en China almas afines y un faro iluminador.
Al igual que toda nuestra generación, la juventud de China también luchaba por la transformación revolucionaria. ¡La gran diferencia era que hacían una revolución dentro de la revolución! Era algo sin precedente. Se proponían resolver el problema de que altos funcionarios de la dirección revolucionaria habían creado una nueva élite, en una nueva clase privilegiada y explotadora dentro de la sociedad socialista. Mao dirigió la rebelión de la juventud y de los obreros que luchaban contra los altos funcionarios que querían volver al capitalismo, y lograron frenarlos por 10 años, hasta que dieron un golpe de estado en 1976 después de la muerte de Mao. Lo singular que vimos en los estudiantes y obreros de China fue esto: marcaban, ideológica y prácticamente, el camino que debíamos seguir para impulsar la revolución y eliminar todos los vestigios de desigualdad y de injusticia, o sea, qué hacer para llegar al comunismo. Vimos el modelo de la clase de sociedad en la que queríamos vivir y por la que luchábamos. Nos llevó a rechazar tajantemente el aburrido estado de bienestar social que existía en la Unión Soviética y que se hacía pasar por socialismo.
La juventud rebelde, los Guardias Rojos, eran estudiantes universitarios y de prepas principalmente. Surgieron en Pekín en 1966 criticando los vestigios del viejo sistema de educación, que enseñaba a estudiar con empeño para ser un intelectual próspero. La Revolución Cultural empezó cuando Mao envió una declaración de apoyo a los Guardias Rojos de la Universidad de Pekín, cuyo cartelón proclamaba: "¡Se justifica la rebelión contra los reaccionarios!". Luego, se alentó a la juventud a viajar por todo el país para difundir política, cultura y servicios médicos en las zonas rurales y en las fábricas; para ello se les brindó transporte por tren, alimento y alojamiento gratis. ¡La juventud se mezcló con los obreros y campesinos como nunca antes, y los obreros y campesinos entraron a las universidades para enseñar sus conocimientos prácticos y participar en la actividad intelectual! Fue el programa de acción afirmativa más extenso que nos podamos imaginar.
Como dijo un Guardia Rojo: "El primer impacto importante sobre la joven generación fue el llamamiento de Mao a participar en las luchas políticas, a comprender cabalmente lo que pasaba en la sociedad. El aspecto inmediato que discutíamos eran los asuntos relacionados al sistema educativo. Si la educación hubiera seguido de esa manera, los jóvenes educados, los estudiantes que se graduaban no habrían podido hacer nada de trabajo duro, nada de trabajo manual, nada de trabajo agrícola o industrial, nada del trabajo de las masas comunes y corrientes. Solamente sabrían leer libros. Nos enseñaban a ser personas superiores, no un miembro como todos de la clase obrera. Así que, en otras palabras, si ese tipo de educación seguía sacando grandes cantidades de estudiantes, esos estudiantes no podían hacer más que ampliar las tres diferencias: la diferencia entre el campo y la ciudad, la diferencia entre clases y la diferencia entre los campesinos y los trabajadores.... Si seguíamos de esa manera... el color del país cambiaría de rojo a algún otro color".
Esa idea de lo que podía ser la educación nos energizó. Era una educación que se proponía erradicar la desigualdad y la división, no reforzarlas. Educación para aprender de la vida real y de luchas reales de la gente trabajadora, cuyo trabajo hace funcionar el mundo. Educación que critica y rechaza la competencia arribista, y la obediencia ciega a la convención y a la autoridad. Educación que liga la teoría con la práctica, como la investigación en los laboratorios con las clínicas.
Muchos admirábamos el papel de vanguardia que desempeñaban los Guardias Rojos en su lucha contra la desigualdad, el elitismo y el peligro de que los revolucionarios se vendieran. Empezamos a imitar a esos intelectuales, intelectuales revolucionarios que ponían sus conocimientos al servicio de la gran mayoría de la población, en vez de considerarlos propiedad privada. De hecho, los estudiantes y la juventud de hoy deben jugar ese papel de vanguardia.
Bajo la influencia de los Guardias Rojos surgió un movimiento de miles de estudiantes y jóvenes para integrarse con los trabajadores, o como en mi caso, volver a la clase obrera. Aunque estaba a punto de terminar mi licenciatura, decidí reintegrarme a la clase trabajadora y trabajar como revolucionaria en el barrio chino de San Francisco. Nos esforzábamos por comprender que los cimientos del sistema capitalista son la explotación, y por qué la clase obrera es la más anticapitalista y más revolucionaria de la historia humana. Todo eso nos llevó a muchos a estudiar la ideología revolucionaria de la clase trabajadora: el marxismo-leninismo-maoísmo.
Entre 1966 y 1999, el capitalismo ha empeorado y es un desastre peor para el pueblo de este país y el resto del mundo. Es una verdad profunda que para liberar el sistema educativo se necesitará hacer una revolución de la clase obrera y liberar a toda la sociedad. Solo entonces podremos levantar un nuevo sistema social sobre una nueva economía, que atienda las necesidades primordiales de la gran mayoría, y que promueva relaciones sociales nuevas con igualdad y justicia. Solo entonces será posible construir un mundo sin ricos ni pobres, sin racismo, sin machismo y sin el dominio de unas naciones por otras.
Nuestra lucha por los estudios étnicos era parte de la lucha contra las injusticias y desigualdades de la sociedad, así como el papel de las universidades en ella. Unificamos a una amplia gama de fuerzas, de diversas nacionalidades y capas sociales, para luchar contra el sistema y por nuevos currículos y estándares de educación. Por primera vez en la historia de Estados Unidos pusimos sobre el tapete el tema de qué clase de educación y sociedad es válida y equitativa. Si bien hoy se han deteriorado o hemos perdido del todo ciertas conquistas, no hay que olvidar que la lucha por los programas de acción afirmativa y estudios étnicos fue una parte importante de la lucha de los años 60, y que la nueva generación debe seguir defendiéndolos y luchando por que se extiendan los programas de estudios étnicos y la acción afirmativa, como parte de la lucha por una sociedad justa y equitativa.
En la lucha contra los atropellos del sistema aquí y al estudiar la historia y experiencias de otros pueblos, muchos de mi generación llegamos a la conclusión de que la revolución era la única solución para todo el sufrimiento del mundo. En la lucha contra los atropellos del sistema empezamos a aprender que si de veras queríamos eliminar la guerra imperialista, el racismo y la educación arribista, y reemplazarlos con una sociedad cualitativamente superior, teníamos que tomar muy en serio la teoría y la ideología revolucionarias y renunciar a viejos prejuicios. Si no lo hacemos, condenaremos a billones de seres humanos, a esta y a futuras generaciones, a librar las mismas batallas una y otra vez, bajo la falsa ilusión de que si luchamos duro, si nuestra lucha es justa, vamos a obligar al sistema a reformarse.
Para terminar de cruzar de los años 60 a los 90 es necesario hacer un balance crítico de las lecciones y aplicarlas para concluir lo que quedó inconcluso en los años 60: la revolución. Pero para llegar al punto en que sea posible lanzar la lucha armada por el poder, es necesario organizar al pueblo para luchar contra los ataques del sistema y, en medio de eso, desarrollar nuestra unidad y fuerza. La Rebelión de Los Angeles de 1992 puso en marcha a esta fiera generación. Luchadores jóvenes como ustedes se han puesto en las primeras filas de luchas clave, como la lucha para salvar a Mumia, defender los programas de acción afirmativa y la educación bilingüe, contra la brutalidad policial y de la Migra, y en pro de los derechos al aborto. Todas estas son luchas que tenemos que desarrollar. Para hacerlo, tenemos que convertir nuestras escuelas y comunidades en plazafuertes de resistencia; resolver colectivamente los problemas que enfrentamos, en vez de buscar soluciones individuales o, lo que sería peor, esperar que el sistema resuelva nuestros problemas.
En este contexto, el debate sobre la política, estrategia e ideología que debe guiarnos en las luchas colectivas es algo bueno. Todos los que de veras quieren y luchan por un mundo radicalmente diferente deben incorporarse a ese debate. Una importante lección que saqué de mi experiencia como estudiante rebelde en UC Berkeley es que para hacer la revolución en un país imperialista como Estados Unidos se necesita no solo ideología revolucionaria sino también un partido revolucionario. Si de veras quieren cambiar la situación, les urjo que chequeen al PCR y a su grupo juvenil, la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria.
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