Obrero Revolucionario #1010, 13 de junio, 1999
"Apenas oyó el sonido de helicópteros y disparos, Alí Hassan Mohamed corrió a la puerta de la tienda de dulces y hamburguesas de su padre. Desde ahí vio que unos soldados americanos descendían por sogas desde helicópteros al callejón detrás de la carretera Hawlwading.... Los soldados americanos disparaban hacia todos lados apenas tocaban suelo. Unos somalíes les respondían el fuego. Alí sabía que estos soldados eran diferentes a los que habían ido a repartir alimentos; estos eran los Rangers. Eran crueles, llegaban con blindaje y armas pegadas al pecho. Para los ataques nocturnos se pintaban la cara para verse feroces. Unas cuadras arriba, otro grupo de Rangers se encontraba trabado en combate. Alí vio a dos Rangers retirar de la calle a un soldado que parecía muerto.
"Los Rangers entraron en el patio de una casa en frente y empezaron a disparar. Un helicóptero descendió y abrió una ráfaga de fuego, pulverizando su lado de la calle. Su hermano menor, Abdulahi Hassan Mohamed, cayó muerto frente a la casa. Le salía sangre de la cabeza. Abdulahi tenía 15 años. Alí lo vio....
"Alí se acercó a su hermano y vio que tenía la cabeza partida como un melón. Luego se fue corriendo a toda velocidad hacia la izquierda, lejos de la casa que los Rangers estaban atacando.... Las calles estaban atestadas de mujeres y niños que gritaban; al correr, tenían que evitar tropezar con gente y animales muertos. Unos corrían hacia la pelea y otros en sentido contrario; otros no sabían para qué lado correr. Alí vio a una señora desnuda agitando los brazos y gritando. Arriba se oía el estrépito de los helicópteros y por todos lados el sonido de armas de fuego.
"Las milicias de Aidid* ya estaban en la calle gritando por altoparlante: `Kasoobaxa guryaha oo iska celsa cadowga!' (`¡Salgan a defender sus hogares!').
"Alí no era un hombre de armas; no era mooryan, o sea mercenarios de los ejércitos particulares de los ricos, a quienes servían a cambio de arroz y khat. Alí era estudiante y trabajaba en la tienda; pertenecía a la milicia del barrio, que se había formado para defenderse de los mooryan. Pero ahora los Rangers invadieron y mataron a su hermano. Lleno de ira y terror corrió... hacia la casa de su amigo Ahmed, donde tenía escondida su AK-47. Con el arma en la mano fue a encontrarse con sus amigos. En medio de todo el caos, corrieron hacia atrás del hotel Olympic. Alí le contó a sus amigos lo que le pasó a su hermano y juntos regresaron a la casa y tienda, resueltos a vengarse.
" Escondidos detrás del hotel Olympic, les dispararon a los Rangers que estaban en la esquina. Luego avanzaron hacia el norte, escondiéndose detrás de carros y edificios. De vez en cuando se turnaban para asomarse a la calle y disparar contra los Rangers. A veces solo sacaban el barril y disparaban en su dirección sin ver. Ninguno tenía experiencia de combate.
"Los Rangers tenían mejor puntería. Una vez que le tocó a Adán Warsawe asomarse para abrir fuego, una bala de los Rangers le dio en el estómago y lo tumbó. Alí y otro amigo se arriesgaron para retirar a Adán de la calle. La bala le perforó el estómago y le dejó un enorme hueco en la espalda desde el cual le chorreaba sangre, que fue dejando una mancha por donde lo arrastraron. Adán parecía estar vivo y muerto a la vez, como en un estado intermedio.
"Alí avanzó hacia la calle siguiente, dejando a dos amigos con Adán. Mataría a un Ranger o moriría. ¿Por qué estaban haciendo esto? ¿Quiénes eran esos americanos que cayeron a su barrio disparando y matando?".
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Acababa de leer Black Hawk Down (Black Hawk derribado) cuando vi el OR/RW con el artículo sobre la Operación "Guerrero Urbano" en San Francisco**. Me maravillaron los parecidos y las diferencias entre las dos operaciones militares: el simulacro de invasión de Oakland, California, para exhibir a sus invencibles soldados y brillante tecnología bélica; y el ataque de veras de octubre de 1993, en Mogadiscio, Somalia, donde un levantamiento popular asestó una contundente derrota a esos soldados y a esa tecnología.
La batalla de Mogadiscio no es un ejemplo de guerra popular. No es un modelo de la guerra popular prolongada que se necesita en los países oprimidos como Somalia. No es un modelo de insurrección urbana para los países imperialistas como Estados Unidos. El pueblo somalí no tenía un ejército popular ni un partido maoísta dotado de la doctrina militar, la estrategia y las tácticas para conquistar el poder. Por eso es que, aunque me gustó mucho el libro, no dejaba de pensar para mis adentros: caray, si..., si....
Lo emocionante e importante de esta batalla es que da lecciones sobre cómo los oprimidos pueden vérselas con un ejército mejor armado y mejor organizado, y volverlo papilla. ¿Qué puede hacer el pueblo ante "todo eso"?
El 3 de octubre de 1993, en las calles de Mogadiscio se trabaron intensos combates entre el pueblo somalí y los soldados yanquis. Después de soportar un mes de hostigamiento, maltrato y muerte a manos de los invasores sin oportunidad de contraatacar, de repente se presentó esa oportunidad. El pueblo se levantó y le dio duro a los Rangers y otras fuerzas élite: aniquiló a 18 e hirió a 75. Además, derribó cuatro helicópteros, destruyó mucho equipo militar y le arrebató al enemigo armas y munición.
Yo no sabía nada de esto. Recuerdo ver fotos y artículos de un piloto que las masas arrastraron por las calles, así como innumerables escenas de soldados estadounidenses y de la ONU que repartían comida. Pero la verdadera historia "desde las calles" sobre la victoria somalí no se contó.
Hasta que Mark Bowden, un corresponsal del Philadelphia Inquirer, decidió investigar a fondo. El libro es una colección de viñetas, cada una escrita desde el punto de vista de un participante en la batalla. Bowden entrevistó a cuantos participantes de ambos lados pudo. Trata de contar la historia tal como cada uno la vio. No sé con que intenciones Bowden escribió el libro, pero quien lo lea con los ojos abiertos sacará ricas lecciones.
El libro da un breve pero muy incorrecto análisis de la historia de la región y de las razones de la invasión de Estados Unidos. A diferencia de lo que decía la prensa, esta no fue una misión "humanitaria para salvar a los somalíes". No fue, como dice el autor, un plan "bien intencionado pero mal dirigido". Baste con decir que Estados Unidos quería imponer el orden imperialista en un país cuyo conflicto interno le estaba causando problemas. Estados Unidos declaró "enemigo número uno" al general Aidid, el líder de un clan que se oponía a su nuevo plan.
Miles de soldados de Estados Unidos, Italia, Pakistán, India y otros países ocuparon a Somalia. Se la pasaban deteniendo, revisando y arrestando. Mataban a los somalíes ante la menor provocación. El 19 de septiembre, helicópteros de la División 10 del Ejército lanzaron cohetes contra una multitud y mataron a 100 civiles desarmados.
Sin lugar a dudas, los invasores más odiados eran los Rangers, cuya tarea era cazar a Aidid y sus tenientes. Eran fuerzas especiales dirigidas por el supersecreto Equipo Delta, una unidad élite que hace el trabajo más sucio y secreto del gobierno. Los somalíes los llamaban a todos Rangers, así como llamarían "maalintin Rangers" ("el día de los Rangers") a la batalla que estaba por darse.
Los Rangers ya llevaban varios meses haciendo de las suyas en Mogadiscio. Su especialidad eran los ataques relámpago con tecnología avanzada. Llegaban de repente en helicópteros abriendo fuego contra todos y todo. Antes de octubre llevaron a cabo seis ataques. Mientras los Rangers descendían por sogas, los helicópteros lanzaban cohetes y ráfagas de armas de grueso calibre; mataban gente y ganado, y destruían viviendas y negocios. La rutina era caer rápidamente sobre su objetivo, destruirlo o secuestrarlo y, con la misma rapidez, regresar. A veces invadían por aire y por tierra, siempre con sus juguetes caros.
Una vez que intentaron secuestrar a Aidid, por equivocación atacaron a un general que Estados Unidos estaba preparando para gobernar. Cuando se dieron cuanta de su error, ya habían destruido la casa del general.
El libro describe la mentalidad de los Rangers, una unidad altamente entrenada, imbuida de chovinismo imperialista y arrogancia. Se pavoneaban como si fueran dueños del mundo y tuvieran el derecho y el poder de joder a cualquiera. No se quitaban las gafas ni adentro. Se saludaban con un aullido y consideraban a los somalíes infrahumanos. Todos eran hombres y el autor dice que "casi todos eran blancos", aunque había unos pocos latinos y menos negros. Cuando se aburrían, por gusto, cazaban animales desde helicópteros en la sabana africana.
Les encantaba sembrar terror. Aun cuando no estaban cumpliendo una misión, descendían sobre mercados, calles o barrios, a cualquier hora del día o de la noche, para que los fuertes vientos causados por las hélices de los helicópteros destruyeran barrios enteros, y tumbaran casas, mezquitas, quioscos y paredes. Los helicópteros espantaban al ganado. A las mujeres el viento les arrancaba la ropa y los bebés de los brazos.
Durante un ataque los Rangers esposaron a una señora que no dejaba de gritar. Media hora después, por medio de un intérprete, se supo que su hijo se le fue volando de las manos.
Aunque no habían podido capturar a Aidid, sus operaciones siempre eran rápidas, eficaces, mortales... y con cero bajas. Siempre se salían con la suya.
Lo peor para los somalíes era sentirse impotentes. Los odiados yanquis eran intocables. Helicópteros, tanques y armas de grueso calibre defendían sus bases. Los helicópteros eran lo peor, hasta que un día....
"Fue más que la caída de un helicóptero. Fracturó el escudo de invulnerabilidad. Los Black Hawks y Little Birds eran su as en este lugar desolado. Más que sus rifles y metralletas, los helicópteros mantenían las turbas a distancia. ¡Los somalíes no podían derribarlos!".
Pero el ataque del 3 de octubre no les salió como de costumbre, aunque empezó como una redada típica. Cien Rangers iban a caer en medio de una reunión de líderes del clan de Aidid para capturar a los que pudieran. Sobrevolaron el barrio, lanzaron cohetes contra el edificio, y mataron e hirieron a muchos. Luego los Rangers bajaron por sogas; unos empezaron a tomar presos mientras que otros montaron un perímetro colocándose en las esquinas. Capturaron a dos líderes del clan.
Los vecinos contraatacaron apenas empezó el ataque. Quemaron llantas, una contraseña para empuñar las armas y acudir a las columnas de humo. En previas ocasiones los Rangers lograron retirarse antes de que llegaran suficientes vecinos, pero esta vez fue diferente.
"...las llantas quemadas creaban altísimas columnas de humo en el perímetro de las manzanas disputadas. Desde todas direcciones, miles de somalíes se encaminaron, a pie o en carro, hacia las plumas de humo. Los vecinos levantaban barricadas y excavaban zanjas en las carreteras: trampas para los vehículos blindados americanos. Las calles donde estaba el edificio atacado ya estaban repletas. El cinturón se estaba apretando".
El plan era que 15 vehículos blindados Humvee y camiones recogieran a los Rangers y a sus prisioneros y regresaran a la base. Sin embargo, el convoy se perdió entre calles y callejones; eso dio a más gente tiempo para llegar al lugar.
El punto de viraje de la batalla ocurrió cuando un combatiente somalí derribó un helicóptero Black Hawk con un misil portátil RPG. El combatiente salió de detrás de una pared, puso una rodilla en el suelo, se acomodó el RPG en un hombro y puso la mira en el pilón de rotor de atrás. El RPG dio en el blanco y el helicóptero cayó descontroladamente.
Los combatientes somalíes sabían que tumbar un helicóptero les dolería mucho a los yanquis, así que se habían dedicado a estudiar el asunto. De los sudaneses, que combatieron contra los helicópteros rusos en Afganistán, aprendieron que a los RPG les podían poner un cronometrador para hacerlos estallar sin que tuvieran que dar en el blanco. Aprendieron a camuflar huecos con árboles o tela verde para disparar, en vez de disparar desde los techos porque serían presas fáciles. También aprendieron a atacar a los helicópteros por atrás, ya que ahí está su punto débil.
En pocas palabras, aprendieron cómo usar las armas que estaban a su alcance, como los RPG, contra las armas de alta tecnología (los helicópteros) del enemigo.
El derribo del Black Hawk lo cambió todo. ¡El enemigo estaba al alcance! La gente seguía acudiendo a la zona de combate; muchos buscaban armas para luchar contra los invasores.
Al caer el helicóptero los Rangers tuvieron que cambiar de plan; ahora tenían que rescatar a la tripulación. Cuando el "convoy perdido" por fin dio con los Rangers asediados, se le ordenó ir directamente a auxiliar al helicóptero derribado. Eso también les dio más tiempo a los somalíes para juntar fuerzas. El convoy, con los 100 Rangers y sus prisioneros, se volvió a perder.
¡Luego cayó otro Black Hawk! También tenían que rescatar a la tripulación. Otros dos helicópteros recibieron impactos y se estrellaron cuando regresaron a la base.
Miles de somalíes, armados y desarmados, les estaban dando duro a los Rangers desde todos los lados. El libro contiene muchísimas escenas de intensos combates entre los Rangers y los somalíes en edificios, calles y callejones de Mogadiscio. Los relatos de luchas urbanas desde el punto de vista de los combatientes son muy raros, especialmente entre un pueblo pésimamente armado, pero resuelto, y un enemigo con armas de alta tecnología.
Una cosa que me encantó de este libro fue ver cómo la confianza de los Rangers se fue a pique cuando vieron los límites de su tecnología y su manera de luchar.
Subvaloraron al pueblo somalí. Su arrogancia y prepotencia los llevaron a atacar en pleno día un mercado en un barrio de Mogadiscio donde los odiaban.
Antes siempre atacaban en la oscuridad de la noche, cuando su equipo de visión nocturna les daba la ventaja. Además, es más fácil sembrar terror en la oscuridad aterrizando en helicópteros negros con uniformes negros y con la cara pintada de negro.
Los Rangers no habían puesto pie en ese barrio; solo lo habían atacado desde el aire. Ese día sí bajaron a tierra.
A pesar de toda su confianza y bravatas, no estaban acostumbrados a verse cara a cara con el enemigo. Su manera de luchar es lanzar misiles y bombas desde el aire (como en Irak y Yugoslavia), realizar ataques relámpago con poco riesgo, pero no una lucha campal en las calles de una ciudad.
El ejército bloqueó todas las frecuencias radiales somalíes para impedir las comunicaciones de las fuerzas de Aidid. No se sabe cómo afectó esto a Aidid, pero no fue mucho problema para el pueblo. Los lugares de batalla se los comunicaban quemando llantas. Las patrullas barriales reunían gente y armas de boca en boca. No contaban con la tecnología, así que su ausencia no les provocó una crisis.
Por otro lado, el libro da un vistazo de los problemas que la tecnología les causó a las fuerzas yanquis. En medio de esta batalla, por ejemplo, un operador de radio se dio cuenta de que su radio estaba descompuesta después de transmitir mucho tiempo. Luego recurrió a un walkie-talkie portátil, pero no funcionaba bien en los callejones estrechos de la ciudad, con sus muros y edificios.
Los Rangers establecieron posiciones defensivas a poca distancia unos de otros. Pero por su falta de conocimiento de la geografía de Mogadiscio, no podían encontrarse.
El equipo de visión nocturna le dio al ejército estadounidense una gran ventaja. Según el libro, funcionó muy bien a pesar de que limita la visión periférica. Pero en esta redada, la arrogancia de los Rangers anuló esa ventaja. Atacaron en pleno día con toda la confianza de que podrían cumplir su misión en un par de horas. ¡Por eso ni siquiera llevaron el equipo de visión nocturna! Y cuando se puso el sol...
Esto me trajo a la mente algo que dijo Malcolm X acerca del ejército estadounidense y su superioridad tecnológica en Vietnam: en la selva, el ocaso del sol igualaba a los dos lados.
Además, los helicópteros y vehículos terrestres le causaron algunos problemas. Los camiones de cinco toneladas y los Humvees eran tan anchos que no podían entrar a las pequeñas calles y callejones de Mogadiscio. Como tenían que manejar por las calles principales, era fácil predecir las rutas, montar barricadas y preparar emboscadas.
Por otro lado, los somalíes inventaron lo que llamaban "técnicos", o sea, camionetas Toyota con ametralladoras en la parte de atrás. Eran angostos, manejables y cuadraban con su manera de luchar.
Los somalíes lucharon con todo valor. El libro describe muchos ejemplos de valentía y resolución. Como por lo general esos incidentes los narran soldados estadounidenses, su interpretación da risa. Por ejemplo, ¡a los Rangers les sorprendía que los civiles desarmados corrieran hacia una batalla en vez de huir de ella! O que los civiles agarraran las armas y dispararan contra sus opresores sin saber manejar el arma. ¡Y los dejaba helados que mujeres y niños les dispararan!
La otra cara de la moneda también se puede ver en el libro. Los líderes somalíes eran militares y no una fuerza de liberación. No cabe duda de que tenían ciertos puntos fuertes militares. Aidid, por ejemplo, fue jefe del estado mayor del gobierno somalí, que recibió armas y entrenamiento de varias potencias imperialistas. Pero no era un levantamiento organizado de un pueblo revolucionario, dirigido por una vanguardia maoísta, armado con la teoría y doctrina de la guerra popular. Por eso, en cierto sentido los somalíes luchaban heroicamente "con una mano atada en la espalda". De todos modos, lograron mucho y le dieron duro a invasores sumamente arrogantes. "El día de los Rangers" fue notable y es un rico manantial de lecciones para los oprimidos.
Por eso recomiendo este libro a los lectores del OR/RW.
* Mohamed Farah Aidid fue el principal dirigente del clan Habr Gidr y el principal contrincante de las fuerzas yanquis en Somalia. Murió unos años después de la invasión.
**"La Operación Guerrero Urbano llega a Oakland", OR No. 1002.
Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero
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