Confrontación en Big Mountain

Obrero Revolucionario #1014, 18 de julio, 1999

"Somos como los albano-kosovares, expulsados de nuestra tierra, obligados a abandonar todo lo nuestro. Están acabando con nuestra vida tradicional. ¿Cómo podremos subsistir?... ¿Por qué nos imponen tanto sufrimiento y hambre? A lo mejor, para que nos dejemos echar de aquí..."

Glenna Begay, indígena navajo de Big Mountain

Big Mountain queda en una región apartada y hermosa donde se unen los cuatro esquinas de los estados de Arizona, Colorado, Utah y Nuevo Mexico. Ahí en Coal Mine Mesa, Arizona, viven dos hermanas octogenarias de la nación dineh, o navajo. Anna y Ella Begay cuidan borregos y siembran lo que se cultiva en esa tierra árida. Tejen alfombras con la lana de las ovejas; su venta les permite comprar productos básicos. Tienen dos caballos para el transporte, y burros para cargar agua y leña y arar su pequeña parcela. No tienen electricidad ni agua potable.

El 23 de febrero, docenas de funcionarios del Departamento de Asuntos Indígenas y policías fuertemente armados se llevaron los caballos y burros de las hermanas Begay. Despojadas de sus animales, se encuentran en una situación sumamente precaria, víctimas del gobierno y de las compañías de energía que quieren expulsar a los indígenas de Big Mountain y robarse los minerales de la zona.

La confrontación en Big Mountain empezó hace muchos años. Es la región más pobre del país y la de mayor población indígena; tiene reservas de los hopi y los navajo, y un ingreso per capita inferior a muchos países del tercer mundo. Por décadas, las grandes corporaciones han explotado sus recursos naturales; el campo está contaminado con desechos radiactivos de minas de uranio; y se calcula que 18 billones de toneladas de carbón yacen a apenas dos metros de la superficie. La Compañía de Carbón Peabody tiene ahí la mayor mina de carbón a cielo abierto del país, que consume más de cinco billones de litros de agua subterránea al año, agotando y contaminando así un recurso invaluable de esa tierra árida. Las centrales eléctricas que queman carbón proveen energía a las ciudades del suroeste: Las Vegas, Los Angeles, etc., mientras los indígenas viven en la miseria sin electricidad ni agua potable.

Campaña de desalojo

"Queremos dejar claro que culpamos al gobierno, y no a los navajo, por quitarnos la tierra. Hace muchos años los hopi y los navajo hicieron las paces, y sellaron su acuerdo espiritualmente con hierbas sagradas. Los `consejos tribales' vendidos de las dos naciones han creado un espejismo de conflicto fomentando el falso concepto de la propiedad privada de la tierra".

Martin Gashweseoma, hopi
(de la página web de Big Mountain
Dineh Relocation Resistance)

Por cien años, los navajo y los hopi vivieron en Big Mountain, pero cuando se descubrieron vetas minerales, el gobierno le encargó a sus "consejos tribales" atizar antiguos conflictos y enemistar a las dos naciones, y expulsar a los navajo. En 1974, una ley federal transfirió todas las escrituras de los navajo al consejo hopi (que recibe el 80% de su dinero de la Compañía de Carbón Peabody), y les prohibió sacar agua y reparar sus casas y corrales.

Desde entonces, han echado de la región a más de 10.000 navajo: el mayor desalojo de este siglo, aparte del traslado de japoneses-americanos a campos de concentración durante la II Guerra Mundial. De remate, los trasladaron a zonas contaminadas por uranio de un derramamiento de 1979 que vertió más de 98 millones de galones de desechos radiactivos al río Puerco. La Nación Soberana Dineh entregó un documento de protesta a las Naciones Unidas: "Un pueblo que basaba su vida en una relación profundamente espiritual con la tierra fue arrojado a las ciudades sin indemnización y sin la posibilidad de regresar a la tierra donde ha vivido por generaciones".

Mucha gente se ha opuesto al traslado a la fuerza de los navajo. La ONU inició la primera investigación del gobierno estadounidense por violaciones de los derechos religiosos de los navajo. Roger Lewis, uno de los encargados del traslado, renunció a su puesto y dijo: "Trasladar a esos ancianos es igualito a lo que hicieron los nazis con sus campos de concentración en la II Guerra Mundial".

Por otra parte, la minería está destruyendo el ambiente. Las centrales eléctricas de la región producen el 10% de la electricidad del país. No cumplen con regulaciones ambientales; sueltan toneladas de contaminantes y como consecuencia se ha reducido la visibilidad del Gran Cañón en un 50% en los últimos 15 años. El polvo de carbón provoca enfermedades respiratorias y de los riñones, y envenena al ganado. El gobierno y las compañías de energía han profanado la religión: destruyen los antiguos entierros anasazi y dineh, al igual que los lugares sagrados y los sudaderos. La minería ha extinguido las hierbas de la medicina tradicional. Un anciano cuenta: "El Departamento de Asuntos Indígenas (BIA) y la Compañía de Carbón Peabody han arrasado con las casas ceremoniales de nuestras familias, donde vivía nuestra gente. Antes había una piedra que hablaba; tenía un hoyo y la usaban los curanderos. Los que tenían problemas mentales por haber estado en la cárcel o en la guerra, iban a la piedra y esta les hacía eco a su voz. Mi abuelo la usaba mucho para ayudar a la gente. Peabody la destruyó. Había entierros aquí pero ya los destruyó".

En 1996, Clinton apoyó una ley que fija el 1º de febrero del año 2000 como fecha límite para completar el desalojo. Dicha ley o "acuerdo" permite quedarse a algunas personas, pero con restricciones que les hacen imposible subsistir: tienen que pagar rentas muy altas al consejo hopi, además de limitar el tamaño de los rebaños, la leña y la construcción. Mucha gente firmó el acuerdo con la esperanza de quedarse en sus tierras (a los que no firmaron les negaron permisos para criar ganado).

Al acercarse la fecha límite, el gobierno ha acelerado la campaña de desalojo. En enero, los que no firmaron el acuerdo recibieron órdenes de desalojo y hace poco, John McCain, candidato republicano a la presidencia, les pidió a Janet Reno y Bruce Babbitt (secretario del Interior) que procedieran "cuidadosamente... para cumplir el traslado" y que le avisaran si "las demás familias han decidido firmar el acuerdo o han solicitado compensación para trasladarse". El BIA ha confiscado el ganado de los que no tienen permiso o sobrepasan la "cuota": se roba ovejas, vacas y caballos solapadamente, los vende en subastas y se queda con el dinero. Disfrazan el propósito del programa de confiscación de ganado diciendo que es "por el bien de la comunidad", para que los animales no acaben con el zacate.

Roberta Blackgoat de la Nación Soberana Dineh dijo: "¡Qué cuento que están protegiendo el zacate! Es una matanza como la `Larga Caminata' del siglo pasado; mis abuelos me contaron cómo trasladaron a nuestra gente a Nuevo Mexico en 1864: muchas mujeres embarazadas y hasta gente discapacitada tuvo que caminar, y cuando se desplomaban, los mataban a golpes o a bayonetazos.... En el campo de concentración de Fort Sumner se morían de hambre, gripe y otras enfermedades o los mataban a balazos por darse a la fuga. Llevamos 20 años luchando contra la Ley de Traslado. Pido que mi pueblo regrese a su tierra natal, a su vida tradicional: sus ceremonias, canciones y altares sagrados".

La resistencia de los navajo

"Los colonizadores europeos y los fundadores de Estados Unidos mezclaron la argamasa con sangre indígena, hicieron los ladrillos con la carne de nuestros antepasados y reforzaron las paredes con sus huesos. No podemos cambiar el pasado por más que le demos vueltas en la cabeza; nos acordaremos de la valentía de nuestros antepasados y aprenderemos las amargas lecciones del pasado. Sí podemos cambiar el futuro: lucharemos contra el gobierno. ¡No permitiremos que sigan masacrando a nuestra gente...".

(de un comunicado de la Alianza Amerindia del Suroeste)

La Ley de Traslado de 1974 prohíbe a los navajo cortar o recoger leña y reparar sus casas y corrales. Los multan o arrestan por componer un vidrio roto o un agujero en el techo. Tienen que traer agua desde muy lejos (hasta 30 kilómetros) porque el BIA cerró las bombas de agua; además, les confisca leña en pleno invierno. Cuando oponen resistencia, los arrestan. No tienen para alimentar a los animales. Se "enteran" de las decisiones del gobierno, los consejos tribales y las compañías de energía cuando llega una orden de desalojo o unos bulldozers para destruir las casas y entierros. Pero a pesar de todo, siguen luchando.

Unos 2000 navajo--la mayoría de ellos mayores de 65 años, que no hablan inglés--han decidido quedarse en Big Mountain a pesar de los constantes atropellos. Los bulldozers de la Peabody destruyeron un entierro para hacer un basurero y desenterraron a las hermanas gemelas de Bah Begay. Multaron a Kee Shay por reparar un hoyo en el techo para que no le cayera agua a sus hijos. Asimismo, a Leonard Crowdog le pusieron una multa de $5000 por cortar un árbol para una ceremonia religiosa. Rena Babbit Lane confrontó a la policía hopi y el BIA cuando se llevaron su ganado; le dieron una golpiza y le fracturaron la mano. Metieron a Katherine Smith (una bisabuela) al bote por disparar al aire cuando fueron agentes federales a poner una cerca en un lugar sagrado.

Unas 100 familias se negaron a firmar el acuerdo y otras han retirado su firma porque las autoridades las engañaron o falsificaron la firma. Dicen que firmaron porque Kathryn Hazard del Departamento de Justicia y el consejo tribal navajo los amenazaron con llevarse el ganado y quemar las casas si no firmaban.

Agentes del BIA y la policía tribal patrullan con armas semiautomáticas; sobrevuelan aviones militares. A pesar de las amenazas, el hostigamiento, las órdenes de desalojo y el robo del ganado, los navajo no han abandonado la tierra donde han vivido por generaciones. El año pasado, pidieron solidaridad: que voluntarios ayudaran a las familias y que se ofrecieran como "testigos y colaboradores de la resistencia pacífica al traslado". Este año exhortan nuevamente a participar en un "Campamento de Testigos" en Big Mountain, a convivir con las familias, ayudar a cargar agua, cuidar los borregos, etc.

Un luchador de Big Mountain escribió: "La primavera ha llegado y el zacate ha crecido. La Mesa tiene vida... brotan flores... hay muchos pájaros. Los indígenas esquilan las ovejas, preparan los maizales, tejen alfombras y hacen sus ceremonias; mientras, la mina de carbón más grande del país se expande y consume 12 millones de litros de agua cristalina al día. Los luchadores encuentran la paz".

Se puede obtener más información sobre Big Mountain de: Roberta Blackgoat de la Nación Soberana Dineh en el teléfono (520) 779-1956; Big Mountain/Leonard Peltier Support Group, 4609 Cedar Avenue, Apt.#1, Philadelphia, PA 19143, (215) 729-1740; Big Mountain Dineh Relocation Resistance, www.theofficenet.com/~redorman/pagea~l.htm. El Black Mesa Support Network, P.O. Box 23501, Flagstaff, Arizona 86002, (520) 773-8086, tiene información sobre el Campamento de Testigos. Se está organizando un concierto en Los Angeles para julio para recaudar fondos con la participación de Jackson Brown, John Densmore (del grupo the Doors), John Trudell y más. Se puede informar en (323) 340-8837.


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