Respuesta a Vanity Fair y a la OFP

Un mito repetido

El verdadero mito en el caso de Mumia Abu-Jamal

C. Clark Kissinger

Obrero Revolucionario #1016, 1 de agosto, 1999

"...un mito que, de repetirse las suficientes veces, podría asumir la autoridad de verdad absoluta".

Buzz Bissinger

En 1995 surgió un movimiento internacional contra la ejecución del escritor Mumia Abu-Jamal. Golpeada, a la estructura de poder de Filadelfia se le ocurrió usar a la viuda del difunto agente Daniel Faulkner como símbolo de una cruzada nacional en pro de la ejecución de Jamal. Desde entonces se han ocultado los hechos y, en vez, se ha proyectado la "conmovedora historia" de una viuda que lucha sola y valientemente por la justicia, atormentada a diario por liberales ricos de Hollywood, activistas políticos radicales y el malévolo abogado de Jamal, que los tiene engañados a todos. El número de agosto de la revista Vanity Fair, una revista para la gente bella (publicada por un gran emporio editorial), repite este mito oficial, cortesía del periodista Buzz Bissinger.

Decir que los que piden la ejecución de Jamal están en desventaja pues buscan justicia por su cuenta es ridículo. Al fin y al cabo, ¿quién viajó a Washington, D.C., para estar al lado del presidente Bill Clinton y la Procuradora General, Janet Reno?: Maureen Faulkner, y no Pam Africa de MOVE. ¿A quién ha atacado Sam Donaldson, en el programa 20/20?: a Jamal, y no a la Orden Fraternal de Policía. ¿A quién han atacado en el Senado (Bob Dole, entonces líder de la minoría) y en la Cámara de Representantes (el nuevo líder de la mayoría, Tom DeLay)?: a Jamal. Además, las fuerzas que quieren ejecutar a Jamal son las que se han beneficiado de las medidas de ambos partidos tradicionales para agilizar las ejecuciones con un mínimo de apelaciones.

El verdadero logro de Buzz Bissinger es llenar ocho páginas de Vanity Fair sin siquiera mencionar una vez a los principales jinetes de la cruzada contra Jamal: el alcalde de Filadelfia, Ed Rendell, quien fue fiscal de distrito durante el juicio de Mumia; Rick Costello, cabecilla de la Orden Fraternal de Policía; y Mike Smerconish, actual abogado de la OFP y ex edecán del ex alcalde Frank Rizzo.

La verdad es que las voces que piden un examen imparcial de la parodia de la justicia que ha sido el caso de Jamal están luchando cuesta arriba contra las fuerzas más poderosas del país.

A nivel federal, tanto el Congreso como la Suprema Corte quieren limitar drásticamente el papel de los tribunales federales de revisar fallos judiciales estatales. Importantes politiqueros han dicho claramente que prefieren ejecutar inocentes a poner en tela de juicio la pena de muerte. En todo el mundo solo cuatro países aplican la pena de muerte con regularidad: Estados Unidos, China, Arabia Saudita e Irán.

Para ambos lados, el caso de Mumia Abu-Jamal ha puesto de relieve esos asuntos y, por eso, poderosas fuerzas políticas piden su ejecución. Jane Jarvis, presidenta de la Universidad Estatal Evergreen, resumió muy bien la situación; dijo que Jamal ha "galvanizado un diálogo internacional sobre la pena de muerte, la desproporción de condenados a muerte negros, y la relación entre la pobreza y el sistema de justicia criminal".

Por si fuera poco, estamos hablando de Filadelfia, una ciudad que es sinónimo de corrupción policial y tribunales racistas: una ciudad donde una comisión federal examinó los lazos entre la policía y los mafiosos; donde el abiertamente racista jefe de policía y alcalde Frank Rizzo atacaba a niños negros y arrestaba a líderes negros, como Malcolm X, por puro placer; donde condenaron de fraude organizado a líderes de la OFP; y la única ciudad donde el gobierno federal ha entablado una demanda para parar la brutalidad policial. En los últimos años, han puesto en libertad a muchos presos porque se demostró que la policía fraguó pruebas. Y hace poco se escogió a Filadelfia para llevar a cabo un estudio sobre el prejuicio racial y la pena de muerte.

El ataque contra el periodista Jamal

Una de las pistas que nos indica lo deshonesto que es el ataque de Bissinger y Vanity Fair es lo que dice sobre el periodismo de Jamal. Para negar que lo condenaron por sus creencias políticas y su oposición a la brutalidad policial, ¡Bissinger dice que Jamal no escribió nada sobre la policía! Pero Mumia empezó a escribir sobre la brutalidad policial cuando militaba en el Partido Pantera Negra, en Filadelfia y después para el periódico nacional de la organización.

Rosemari Mealy, miembro fundador del capítulo de Filadelfia del Partido Pantera Negra, recuerda: "En 1969, ocurrió un importante incidente que electrizó al partido: el asesinato de un joven negro retardado por un infame agente (de nombre Bushwinger) en la esquina de la calle 15 y Oxford. El joven teniente de Información [Jamal] habló con la familia de la víctima y se puso a escribir sobre esa y otras infamias de la policía de Filadelfia (que conocía en carne propia)".

Ya que Bissinger no recuerda ni un solo ejemplo, quiero recordarle uno que recibió mucha publicidad en 1978, durante el primer ataque contra la casa de MOVE, cuando se vio en vivo por TV a la policía golpear y patear a Delbert Africa. Después, en una conferencia de prensa, Frank Rizzo defendió airadamente esas medidas y respondió de esta manera a una pregunta: "La gente cree lo que usted escribe y lo que dice, y eso tiene que parar. Un día, y espero que sea durante mi comandancia... tendrá que pagar por lo que está haciendo". Mumia Abu-Jamal planteó esa pregunta.

Antes de que lo metieran al pabellón de la muerte, Mumia fue corresponsal de periódico y de emisoras, y recibió el premio de periodismo radial Armstrong. Desde la cárcel ha publicado dos libros, escrito más de 420 artículos y grabado muchísimos comentarios. Bissinger tampoco menciona "la regla Mumia", que prohíbe a los periodistas grabar en audio o video a los presos de Pensilvania. Como Mumia ha dicho elocuentemente: "No basta con matarme, buscan silenciarme".

La patraña de la confesión

Quizás el argumento más ridículo contra Mumia es que confesó a gritos en la sala de emergencia que él mató a Faulkner. Esto es típico de la policía de Filadelfia: cuando no tienen pruebas se las inventa.

Es lógico pensar que si un grupo de agentes de experiencia hubieran oído una confesión pública, especialmente en el caso de la muerte de otro agente, lo hubieran anotado en el informe, lo cual no se hizo. De hecho, el agente que estaba con Jamal en el hospital anotó en su informe que no dijo nada, lo cual corrobora el testimonio del médico que lo atendió.

Dos meses después de que la policía lo baleó y lo golpeó, Mumia entabló una queja por brutalidad policial. La policía se enfureció. En una reunión de policías y fiscales, un subfiscal preguntó si en realidad nadie oyó una confesión. En respuesta, de repente varios "recordaron" que confesó. ¿Y por qué no lo habían recordado antes? Porque estaban muy "angustiados".

Cuando ese cuento recibió el escepticismo que se merece, Priscilla Durham (una guardia de seguridad del hospital y amiga del agente muerto) también "recordó" la confesión y dijo que además se lo dijo a su supervisor al día siguiente. Pero a él tampoco se le ocurrió mencionarlo y nadie le mandó corroborarlo en los tribunales. En fin, NADIE "se acordó" de la confesión hasta dos meses después, y el único informe escrito de lo que sucedió ese día indica que Jamal no dijo nada.

No hay que ser experto en asuntos judiciales para darse cuenta de que ese es un punto débil de los argumentos contra Jamal. Ahora Buzz Bissinger sale con una nueva confesión; pero esta vez encuentra a alguien que la "recuerda", no meses sino años después.

Hace unos años, Philip Bloch era voluntario de una organización que trabaja en prisiones y así conoció a Jamal. Jamal lo recuerda y recuerda que varios años después de haberlo conocido recibió una carta en que le decía que estaba convencido de que era culpable. Ahora lo acusa retroactivamente. Jamal dice lo siguiente sobre la acusación: "Una mentira es una mentira, no importa si la dicen hoy o diez años después. Supongo que el señor Bloch ansiaba sus quince minutos de gloria y espero que los haya disfrutado; sin embargo, me asombra que ni el autor del artículo ni la revista ni el mismo Bloch me hayan mencionado ese rumor. La revista tampoco lo ratificó; !puro periodismo mercenario!'.

También dijo: "Peor que una confesión olvidada es una que se fragua simplemente para hostigar, demuestra que las autoridades son capaces de cualquier cosa. Le agradezco a Vanity Fair, no por su labor sino por atizar la polémica en torno a mi caso, la cual producirá un mayor cuestionamiento, en particular de esta supuesta confesión tardía".

El caso de la fiscalía recalentado

A los estudiantes de periodismo se les dice que jamás deben "tomar partido", pero en el mundo real todos los periodistas toman partido; lo que hay que preguntar es ¿con quién? En el caso de Bissinger no cabe duda. Presenta los argumentos de la fiscalía uno por uno, pero no menciona las pruebas contrarias. Por ejemplo, nos dice que cuatro testigos dijeron que Jamal era culpable. Pero hubo 10 testigos presenciales y Bissinger solo menciona a los cuatro que están de acuerdo con la fiscalía. Tampoco menciona los favores que les hicieron a esos testigos para que cambiaran su testimonio. (Un informe completo sobre los testigos salió en el OR No. 963 en el artículo "Informe de KGO TV: Periodismo irresponsable", de C. Clark Kissinger y Leonard Weinglass.)

Bissinger descarta la posibilidad de que el pistolero pudo haber sido un tercer individuo, pero no menciona que la fiscalía ocultó por 13 años el hecho de que la licencia de manejo de una tercera persona fue hallada en posesión del agente muerto.

Las pruebas balísticas no inquietan a Bissinger. No explica cómo dos fragmentos de bala que el médico forense identificó como de calibre .44 acabaron siendo una bala completa de calibre .38. Bueno, al fin y al cabo suceden muchas cosas raras con las pruebas en los laboratorios de la policía. Bissinger comenta que la bala es "compatible" con la pistola de Mumia. No menciona que también es compatible con miles de pistolas. Si Bissinger de veras quisiera hacer periodismo de investigación, se preguntaría por qué en el lugar de los hechos se encontró un casquillo de cobre, cuando el experto de balística de la policía testificó que las balas de Faulkner y de Jamal no tenían casquillos de cobre.

Bissinger nos ofrece su propia "narración de lo que sucedió esa noche". Es idéntica a la teoría de la policía, solo que omite cómo fue baleado Jamal. La teoría de la policía es que Jamal cruza la calle corriendo para socorrer a su hermano, a quien la policía está golpeando con una linterna. Jamal le dispara a Faulkner a quemarropa en la espalda; al caer, Faulkner alcanza a descargar su revólver y le pega un tiro a Jamal. Luego, Jamal, gravemente herido, se acerca a Faulkner y le dispara en la cara.

El problema con esa teoría es que no cuadra con las pruebas ni con los testimonios. A Faulkner no le dispararon a quemarropa: no había residuos de pólvora en su ropa. Jamal no fue baleado por Faulkner cuando se caía: la trayectoria de la bala es hacia abajo no hacia arriba. Además, uno de los testigos de la fiscalía (Michael Mark Scanlan) dijo que vio a un hombre cruzar la calle hacia donde estaban Faulkner y el hermano de Mumia, que oyó un disparo y luego otro, y que entonces Faulkner cayó al suelo.

Una de las cosas más irritantes del artículo de Bissinger es su ataque contra los abogados defensores de Mumia por cosas que él sabe que no son ciertas. Por ejemplo, dice: "Una cuestión pendiente es por qué no se llamó a comparecer a testigos que podrían apoyar a la defensa". Bissinger sabe perfectamente por qué no se les llamó. Con respecto al agente Wakshul, quien escribió en su informe que Jamal no dijo nada en la sala de emergencia, se le dijo a la defensa que estaba de vacaciones y no podía dar testimonio. Hoy sabemos que estaba en casa pero el juez Sabo no pospuso el juicio ni un solo día para buscarlo. Con respecto a otros testigos que podrían haber ayudado, o se ocultó su existencia o a la defensa se le negó la dirección o el número de teléfono.

Bissinger también nos asegura que la preponderancia de negros que hay en el pabellón de la muerte de Pensilvania "no tiene nada que ver con los hechos de este caso". Aparentemente, para Bissinger el prejuicio racial solo existe en la esfera etérea de las estadísticas y no tiene efecto en la vida de los acusados negros. Tal vez para Bissinger "un hecho" como la exclusión por la fiscalía de candidatos negros del jurado no es un ejemplo de prejuicio racial. Posteriormente, la Suprema Corte prohibió tal selección racial de jurados.

Finalmente, Bissinger asegura que la Suprema Corte de Pensilvania examinó y rechazó las apelaciones de Jamal. Aquí Bissinger no les dice todo a sus lectores. Primero, el juez que decidió si Jamal merece o no un nuevo juicio fue Albert Sabo, el mismo que lo sentenció a muerte en 1982. Sabo ya había pasado la edad de jubilación pero la Suprema Corte le permitió ver la apelación de Jamal. Sabo prohibió presentar pruebas que han salido a la luz desde el juicio de 1982 (pruebas que ocultó la fiscalía) y le informó a la Suprema Corte que el juicio fue imparcial y correcto. Luego la Suprema Corte le dio su sello de aprobación a las conclusiones de Sabo. Los magistrados de la Suprema Corte son políticos elegidos y cinco de los siete recibieron apoyo y endoso de la OFP. Uno de ellos fue el fiscal de distrito que rechazó la primera apelación de Jamal.

No leyó las actas

Bissinger repite un argumento favorito de la OFP y la fiscalía: que los partidarios de Mumia no han leído "en su totalidad las actas del juicio". Claro, no menciona que las actas del juicio de 1982, y de las audiencias de 1995, 1996 y 1997, son 12.306 páginas, sin contar miles más de páginas de memoriales y mociones de ambos lados. La verdad es que prácticamente nadie las ha leído en su totalidad, y no es necesario hacerlo para ver que Jamal no recibió un juicio imparcial.

Bissinger no las ha leído; de otra manera no hubiera cometido tantos errores crasos, como decir que en 1995 la defensa llamó al testigo que dijo que vio a dos personas dispararle al agente Faulkner, y que una se subió a un carro y se fue a alta velocidad. El juez Sabo llamó a ese testigo (William Harmon), a pesar de las fuertes objeciones de la defensa, precisamente porque no era creíble. Bissinger ni siquiera dice correctamente el nombre del juez Sabo: dice Alfred en vez de Albert.

Bissinger se burla de la escritora Alice Walker porque solo ha leído "partes y trozos" de las actas. Pero en la página web de la OFP ("Justicia para Daniel Faulkner") solo hay "partes y trozos", y eso no parece molestar a Bissinger.

La OFP afirma que solo la gente que no vive en Filadelfia apoya la petición de un nuevo juicio, pero la verdad es que mucha gente de Filadelfia también lo apoya. Muchos han vivido en carne propia la "justicia de Filadelfia" y saben cómo es el racismo en esa ciudad. Pero los que defienden a Mumia en Filadelfia asumen un gran riesgo. En otras ciudades y otros países, miles de personas han investigado el caso y reclaman justicia para Jamal.

La mayoría de los que examinan los argumentos contra Mumia por primera vez los consideran muy débiles, ven que hubo irregularidades en el juicio y piden una revisión en un tribunal no prejuiciado. Como ha dicho el escritor E. L. Doctorow: "Para mí, es inconcebible que no se quiera examinar el asunto de nuevo, a no ser que uno tenga un interés político".

Uno que tiene un interés político

Una persona que sin duda alguna tiene un interés político en el resultado de la apelación de Jamal es Buzz Bissinger. Por regla, los jueces y otros funcionarios del gobierno deben de dar a conocer si tienen algún interés personal en un fallo; desafortunadamente, a los periodistas no se les aplica esa regla.

¿Quién es Buzz Bissinger? Por muchos años Bissinger fue corresponsal del Philadelphia Inquirer y es conocido en el mundo político de Filadelfia. Fue galardonado con el premio Pulitzer por una serie de artículos sobre las cortes de Filadelfia, pero es más conocido por sus artículos sobre la alcaldía. Bissinger y el Inquirer eran aliados de las fuerzas que se oponían al retorno del alcalde Frank Rizzo. Después de los años 60 y la caída de Richard Nixon, el estilo abiertamente racista y de mano dura de Rizzo ya no concordaba con las necesidades de la élite. Los nuevos cabecillas iban a ser tipos como Wilson Goode y Ed Rendell.

Pero en 1987, ya de edad avanzada, Rizzo intentó volver a la alcaldía y el Inquirer designó a Bissinger para informar sobre la campaña. Los observadores le atribuyen a los informes de Bissinger la victoria de Wilson Goode, quien ganó con muy pocos votos. Su servicio no pasó desapercibido y, cuando Ed Rendell reemplazó a Goode en las elecciones del 91, Bissinger también entró a la alcaldía. Rendell le abrió las puertas de su oficina a cambio de que escribiera un libro sobre él.

El libro de Bissinger, A Prayer for the City (Un ruego por la ciudad), es un libro de alabanzas a Rendell por haber "salvado a Filadelfia", cuando aplastó el sindicato de trabajadores públicos y recortó servicios sociales (algo como lo que Giuliani ha hecho en Nueva York). El libro está repleto de historias sobre figuras cívicas, convenientemente catalogadas como buenos y malos. ¿A quién sorprendería que la mayoría de los buenos son blancos y la mayoría de los malos son negros?

Aunque Rendell es de la generación que tumbó a Rizzo, el cambio de guardia fue una especie de golpe palaciego, pues Rendell también es producto de la era de Rizzo: era fiscal de distrito cuando Rizzo era alcalde. Ahora que se aproxima el fin de su segunda gestión, como por ley no puede volver a postularse para la alcaldía, Rendell aspira a la gobernación estatal o al Senado.

Pero Rendell tiene un secreto muy escondido: fue fiscal de distrito en 1978, cuando la policía atacó a MOVE (y se vio en vivo a los agentes golpear y patear a miembros de MOVE); fue fiscal de distrito en 1982, cuando condenaron injustamente a Jamal; y fue fiscal de distrito en 1985, cuando bombardearon la casa de MOVE, mataron a 11 personas (cinco de ellas niños) y quemaron todo un vecindario negro.

Si ahora se demuestra que hubo un complot contra Jamal, y que él y la organización MOVE fueron víctimas de una gran injusticia, alguien preguntará: "¿Quién estaba a cargo?".

Así encontramos en Vanity Fair un matrimonio de conveniencia: el interés político de aplicar la pena de muerte y de ejecutar a un disidente muy conocido está íntimamente ligado a los intereses políticos de Ed Rendell y de su publicista, Buzz Bissinger.

Además, con el mito de la viuda que lucha sola, Bissinger busca ocultar el papel de Rick Costello, de la Orden Fraternal de Policía. Desafortunadamente para el mito oficial, Costello es un bocón y anda por todos lados jactándose de que la OFP recauda fondos y organiza la campaña para ejecutar a Jamal (lo cual se hace a través de una corporación postiza llamada "Justicia para el agente Daniel Faulkner"). Bissinger tampoco menciona el papel de Michael Smerconish, quien el 23 de abril organizó un cena de 800 personas a $100 la entrada para recaudar fondos para la campaña contra Jamal. Como Bissinger bien sabe, Smerconish fue un fiel compinche y edecán de Frank Rizzo, y ahora es abogado de la OFP.

Vanity Fair recibió información de los prejuicios de Bissinger, pero decidió publicar el artículo.

Interrogantes pendientes

Cuando no se pueden contestar ciertas preguntas, se cambia el tema. Esa era la misión de Bissinger. Habla de la viuda que lucha sola; de la confesión recién recordada; del abogado de Mumia que defiende a presos políticos en otros países... de todo menos de que excluyeron a los negros del jurado de Mumia; de que taparon las pruebas; de que citaron comentarios políticos de Mumia de diez años antes para sentenciarlo a muerte; de que en Filadelfia hay un patrón clarísimo de mala conducta de parte de la policía y de la fiscalía.

Y con razón, pues los hechos no son un terreno favorable para la OFP o la fiscalía. Por eso es que recurren a las apelaciones conmovedoras de la viuda. Ella es un mascarón de proa para perpetuar una gran injusticia y para pisotear los derechos de los acusados.

El artículo de Vanity Fair concluye con la ya trillada demanda de que Jamal divulgue los argumentos que presentará en el otoño ante los tribunales federales. Bueno, Buzz, si te interesa tanto, vas a tener que ir a la corte. Mientras tanto, presta atención a lo que Jamal dijo al cierre de la farsa de juicio de 1982:

"Soy inocente de las acusaciones por las que me han enjuiciado, a pesar de la confabulación de Sabo, McGill y Jackson para negarme el dizque `derecho' de representarme yo mismo, de contar con mi propio auxiliar, de escoger un jurado de mis iguales, de interrogar a los testigos y de hacer declaraciones al principio y a la conclusión del juicio. Soy inocente a pesar de lo que se me impute.

"Según su ley, yo no tengo que demostrar mi inocencia. Sin embargo, tuve que hacerlo desmintiendo el caso de la Mancomunidad. Soy inocente a pesar de lo que piensen ustedes 12, y la verdad me liberará.

"Este no es un jurado de mis iguales, pues quienes han compartido mi vida fueron intencional y sistemáticamente excluidos. Los únicos que quedaron fueron los que se inclinaban a favor de una condena, los que se formaron una opinión de que era culpable antes del juicio, parientes de agentes de policía, casi todos blancos y hombres. Que algún día se les juzgue de igual manera".

Se invita a comunicarse con Vanity Fair en vfmail@vf.com


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