Colombia:
Intervención yanqui, dominación yanqui

Obrero Revolucionario #1017, 8 de agosto, 1999

En la madrugada del 23 de julio, un avión se estrelló en la selva de Putumayo, Colombia, cerca a la frontera de Ecuador. No era un avión cualquiera, sino un avión espía RC-7, dotado con modernos sistemas de radar y censores infrarrojos, capaz de interceptar mensajes radiales terrestres. Su tripulación eran cinco soldados de Estados Unidos y dos oficiales de la Fuerza Aérea de Colombia; todos perecieron. Los informes de prensa sobre el accidente revelan que los vuelos estadounidenses en la región ahora son muy comunes: 2000 en Colombia y países vecinos en 1998.

Dos semanas antes del accidente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el mayor grupo armado que lucha contra el gobierno, inició una ofensiva de gran escala con combates a 40 kilómetros de Bogotá. La ofensiva prendió la alarma en Washington, D.C., donde el principal opresor del pueblo colombiano corrió a apuntalar al gobierno. Ante lo que funcionarios de la administración Clinton calificaron como "una situación de emergencia", anunciaron un aumento de un billón de dólares de ayuda militar para Colombia y otros países de la región.

Como consecuencia de los acontecimientos recientes, se ha podido ver lo extensa que es la intervención de Estados Unidos en Colombia. El gobierno yanqui dice que quiere "parar el narcotráfico" porque ahí se produce gran cantidad de cocaína. Pero es un pretexto, algo que aprovecha para intervenir, respaldar la guerra contra la guerrilla y proteger sus intereses imperialistas.

Colombia es el país latinoamericano que más ayuda militar recibe: unos $300 millones al año. De hecho, es el tercer país receptor de ayuda militar de Estados Unidos, después de Israel y Egipto. Además, Estados Unidos tiene 200 asesores militares que entrenan y participan en operaciones de espionaje y de otro tipo.

Se dice que el personal militar estadounidense se limita a asesorar en operaciones "antidroga". Los capos de la droga en Colombia controlan enormes extensiones del campo, donde se cultiva coca y se produce cocaína. Colombia es un puente por el que pasa cocaína procedente de Perú y otros países andinos también. Sin embargo, la mayoría de las operaciones "contra la droga" son en realidad contra las FARC. Según el número del 18 de julio de Weekly News Update on the Americas: "En medio de los combates, que no cesaron toda la semana, la prensa informó que el presidente Bill Clinton ha autorizado a la embajada estadounidense a dar `rutinariamente' a las fuerzas armadas de Colombia información de inteligencia sobre el movimiento de la guerrilla en el momento que la obtenga, y no días después. Con esa información, de satélites e intercepción de llamadas telefónicas, el ejército colombiano conocerá los movimientos de la guerrilla".

El cuento oficial de Estados Unidos es que las FARC son narcotraficantes y, por tanto, blancos legítimos de las operaciones militares. El general Barry McCaffrey, director de la Oficina Nacional de Control de la Droga, dijo el 16 de julio que era "ridículo" diferenciar entre las operaciones contra la droga y contra la guerrilla, ya que los narcotraficantes y las FARC trabajan de la mano. Lo que sí es ridículo es que Estados Unidos se quiera hacer pasar como el adalid de la lucha "contra la droga".

Estados Unidos financió su guerra secreta en Laos en los años 70 con el tráfico de heroína desde el sudeste asiático; en la década del 80 apoyó a fuerzas de oposición en Afganistán profundamente involucradas en el tráfico de heroína; apuntaló la distribución de cocaína por la contra nicaragüense en ciudades estadounidenses. Ahora, en Colombia, Perú y otros países, Estados Unidos está interviniendo bajo el pretexto de la "guerra contra la droga".

Las FARC tienen influencia en casi la mitad del campo, lo que abarca zonas donde se cultiva coca. También es cierto que las FARC han confabulado con el narcotráfico y han sacado provecho de él. Pero no se puede decir que las FARC y otras fuerzas de oposición sean la causa o el principal factor del narcotráfico.

La economía de la cocaína en Colombia está íntimamente ligada al hecho de que el imperialismo ha distorsionado y dominado por muchos años al país. Los capos de la droga son parte de la clase dominante de Colombia: los capitalistas compradores y terratenientes semifeudales ligados y sometidos al imperialismo. El narcotráfico está profundamente integrado en la economía colombiana y los narcodólares corren por las venas de la clase dominante. Hay mucha corrupción gubernamental y confabulación con los traficantes. Las enormes ganancias del narcotráfico han sido invertidas en ganado, bienes raíces y turismo. Además, los narcodólares Estados Unidos, donde son lavados por bancos e inversiones ``legítimas''.

Las ganancias del narcotráfico solo benefician a un puñado de colombianos; los explotados y oprimidos son víctimas de la situación. La economía está en una severa depresión, la peor desde los años 30. Más del 20% de la población está desempleada. Según la revista Z Magazine: "Entre 1990 y 1994, la cantidad de colombianos que vive debajo del nivel oficial de pobreza aumentó en un millón; son casi la mitad de los 33 millones de habitantes del país. En el campo, el 48% de la tierra pertenece a terratenientes ausentes, que son el 1,3% de la población rural; mientras que los campesinos, que son el 63% de la población rural, tienen menos del 5% de la tierra...". Muchos campesinos sin tierra se ven obligados a trabajar en fincas de grandes corporaciones o cultivar pequeñas siembras de coca para los capos de la droga.

El pueblo es el blanco de diferentes ejércitos reaccionarios que defienden los intereses de las élites. Entre esas fuerzas están el ejército nacional, las milicias privadas de los capos de la droga, y los paramilitares ligados a los narcotraficantes, a las fincas de café y a los terratenientes. Con frecuencia, esos grupos operan juntos para cometer atrocidades. El número de marzo/abril 1998 de la revista NACLA Report on the Americas describe una operación militar de julio de 1997: "Más de 100 hombres con uniformes militares ocuparon por seis días el pueblo de Mapiripán, en el Meta. Mataron a 30 residentes y, por temor, muchos más huyeron y dejaron al lugar abandonado. La revista colombiana Cambio 16 informó que los paramilitares aterrizaron en el aeropuerto de San José del Guaviare, que también es una base antinarcótica del ejército colombiano y sede de pilotos y otros civiles de Estados Unidos. Según el jefe de policía, el general Rosso José Serrano, el asistente de la embajada estadounidense para asuntos de narcóticos estuvo en esa base el día que aterrizaron los paramilitares". Los paramilitares, narcomilitares y el ejército nacional aúnan fuerzas para atacar a las FARC y otras fuerzas de oposición.

La existencia de varios ejércitos reaccionarios se debe a la falta de unificación de la economía nacional y a que el gobierno central es débil. Históricamente, la situación ha llevado a guerras civiles y complejos conflictos internos de la clase dominante. La revista internacionalista revolucionaria Un Mundo Que Ganar, (No. 14, 1989) señala: "Así los capos de la droga han surgido en el contexto de la situación ya existente en el campo y en el país en su conjunto, del floreciente poder de los despóticos `gamonales' locales, basados en la tierra, la autoridad semifeudal y los ejércitos privados... el problema es que el estado central no es capaz de imponer su autoridad sobre el país en su conjunto, ni política ni militarmente, ni de responder de manera adecuada a las necesidades del imperialismo yanqui".

La situación ha obligado a Estados Unidos a involucrarse cada vez más política y militarmente en Colombia. El actual presidente, Andrés Pastrana, contó con el apoyo directo de Estados Unidos, y con su bendición propuso dialogar con las FARC para concluir el conflicto armado. Este diálogo tiene el apoyo de poderosas fuerzas de la clase dominante de Estados Unidos. Un ejemplo es que en junio, Richard Grasso, presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, viajó al sur de Colombia a reunirse con un representante de las FARC. Grasso le dijo a la prensa que hizo el viaje en nombre de círculos financieros estadounidenses que están interesados en el "proceso de paz" y en asuntos económicos.

Por su parte, las FARC combinan la lucha armada con negociaciones y demandas de reformas políticas y económicas. Las FARC están ligadas al Partido Comunista de Colombia, un partido revisionista (falso comunista) vinculado en el pasado a la imperialista Unión Soviética. Con el colapso del bloque soviético, muchos de los partidos pro soviéticos abandonaron la lucha armada, lo cual las FARC no han hecho. Pero no libran una guerra popular maoísta que apunta a tumbar todo el viejo orden, transformar el campo con la movilización revolucionaria de las masas de campesinos y cortar todos los lazos con el imperialismo.

Las negociaciones entre el gobierno colombiano y las FARC han fracasado, por razones que no están del todo claras, y Estados Unidos está respondiendo con maniobras y amenazas de intervención. El general McCaffrey pide $1 billón en asistencia "de emergencia" para Colombia y otros países que "cooperan" con la campaña "contra la droga". Jesse Helms, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, dijo que Estados Unidos debe "robustecer" a las fuerzas armadas colombianas con "más asesoramiento y entrenamiento, más acceso al espionaje, mejores redes de comunicaciones y helicópteros Blackhawk para ampliar su zona de operaciones". El 29 de julio, el New York Times publicó un artículo sobre el entrenamiento de un "batallón antinarcóticos" de las fuerzas armadas colombianas. La misión de esa unidad es perseguir a las FARC. Un general colombiano dijo: "Seguiremos entrenando batallones como este por todo Colombia hasta que tengamos los que necesitamos".

La intervención de Estados Unidos, ya sea con el pretexto de la "guerra contra la droga" o lo que sea, perjudicará a las masas colombianas. Lo que Estados Unidos quiere es una Colombia "estable" en lo que llama, con arrogancia, su patio trasero. Pero esa "estabilidad" reaccionaria solo lleva más opresión, muerte y sufrimiento para la gran mayoría de los colombianos.

¡Estados Unidos: Manos fuera de Colombia!


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