Informe directo de la guerra popular de Nepal

Parte 10: Tambores y fusiles

Li Onesto

Obrero Revolucionario #1025, 10 de octubre, 1999

El 13 de febrero de 1996, una serie de ataques armados coordinados inició un nuevo capítulo en la historia de Nepal. Bajo la dirección del Partido Comunista de Nepal (Maoísta), miles de hombres y mujeres dieron inicio a una guerra popular con el fin de barrer el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático de la faz del país. Durante tres años, la revolución se ha extendido, ha echado raíces y ha logrado mucho en Nepal. Es un acontecimiento significativo, pero altamente desconocido en Estados Unidos. Los que hemos tratado de mantenernos al tanto de esta guerra popular hemos obtenido información valiosa, pero es escasa.

Ahora el Obrero Revolucionario/Revolutionary Worker presenta un reportaje exclusivo. Hace poco nuestra corresponsal Li Onesto regresó de un viaje de varios meses a Nepal, donde recorrió el país con el Ejército Popular, se reunió y platicó con dirigentes del partido, guerrilleros, activistas de las organizaciones populares y habitantes de muchos pueblos... o sea, con los que están librando una auténtica guerra popular maoísta y empiezan a ejercer el nuevo poder popular. Damos un saludo rojo "lal salaam" a todos los de Nepal que hicieron posible este viaje.

A continuación publicamos la décima parte de una serie de artículos sobre Nepal. (Vea las partes 1-9 en el OR No. 1014-1020 y 1022-1923.)


Esta mañana me despertó el ruido de martillazos; al salir, vi un grupo de combatientes en cuclillas fabricando granadas. Formaban un círculo: un compañero cortaba clavijas de madera; el segundo daba martillazos a un trozo de metal para hacer metralla; y otro armaba la granada y acomodaba el disparador.

Ando con el ejército popular aquí en la Región Occidental de Nepal, conociendo de cerca la vida cotidiana de los combatientes. Caminan largas horas, generalmente de noche. Al llegar a una aldea, los campesinos les dan de comer y un lugarcito donde dormir. O sea, la escuadra se apoya en las masas, pero también practica la autosuficiencia; tiene relaciones muy buenas con los campesinos y les da un trato respetuoso, de iguales, o sea, jamás los trata como servidumbre. Cuando llegamos muy noche a una aldea, agotados por la larga caminata, los compañeros se ponen a recoger leña, a preparar la cena y ¡a platicar de política y de las metas de la guerra popular con los aldeanos!

En esta aldea, como las demás, los campesinos recibieron a los guerrilleros con gran alegría; como los hijos e hijas de los aldeanos militan en el ejército popular, aquí los camaradas están en familia. Su presencia inspira confianza, pues son una defensa contra la policía y, como líderes revolucionarios, ayudan a resolver problemas, brindan educación política y movilizan el pueblo a luchar contra los opresores.

El trabajo cultural es un aspecto muy importante de su labor. Una escuadra cultural llegó en la madrugada y se puso a ensayar; todo el día oímos canciones, tambores y teclados. La presentación está programada para las 8:00 p.m.; tengo muchas ganas de asistir, pero resulta que salimos de la reunión con los dirigentes del partido a las 10:00 p.m. y todavía sin cenar. Nos sirven dal baht y papas con curry. Estoy triste pensando que me he perdido parte de la presentación cuando de repente me dicen que apenas comienza. ¡Estaban esperando a "la invitada de honor"!

Vamos a un campo abierto donde unas 500 personas están sentadas en el suelo. Hay un biombo de paja y dos antorchas de querosén alumbran el "escenario". La noche está estrellada, pero estamos envueltos en una oscuridad profunda, y el frío de la noche invade el campo. Aunque estamos en medio de árboles, terrazas de cultivo y cumbres, siento que estamos flotando en la oscuridad, como una pequeña zona liberada de celebración revolucionaria.

Diez compañeros integran el equipo cultural-cuatro mujeres y seis hombres-todos muy jóvenes, de unos 20, 18, hasta 14 años. La presentación es maravillosa con canciones, baile y pequeñas obras de teatro; tocan tambores, guitarras y teclados. Las canciones relatan la vida de los mártires revolucionarios y describen acciones guerrilleras; los bailes, que combinan estilos tradicionales y nuevos, ilustran el heroísmo revolucionario; y las obras provocan risa y lágrimas.

Una divertida obra aborda el tema de los comicios. Todos sueltan la carcajada al mirar a un político del Congreso Nepalés que anda pavoneándose, haciendo falsas promesas a los campesinos. Pero la siguiente obra es más seria. Un joven guerrillero habla con sus padres; están muy tristes porque se va a la guerra y temen que muera. El hijo les dice que es su deber luchar por el pueblo y que no deben preocuparse. Al final, volteo y observo que mucha gente tiene los ojos húmedos o está llorando pues la obra habla muy concretamente de su realidad.

Las presentaciones son muy buenas; los temas revolucionarios se entretejen en la letra de las canciones, el diálogo de los actores y las figuras de los danzantes. Todo el mundo se divierte; compruebo que esta clase de presentación cultural es muy alentadora y fortalece la voluntad revolucionaria.

El maestro de ceremonias lee los nombres de aldeanos que han donado cinco o diez rupias, y el público responde con aplausos y vítores. Son campesinos muy pobres y las aportaciones son pequeñas (de unos diez centavos), pero de esa forma apoyan al ejército popular, que da una parte a las familias de los mártires revolucionarios.

Al final, presentan una "ópera", una obra con canciones, donde una escuadra del ejército popular se enfrenta con la policía. Un camarada cae y lo envuelven en una tela roja con la hoz y el martillo. Las canciones son muy conmovedoras y comunican una gran resolución. Nuevamente, veo ojos húmedos y lágrimas.

El programa termina pasadas las 3:30 de la madrugada, pero todo el mundo se queda hasta el final.

Una tarea clave de la guerra popular es eliminar la cultura feudal y desarrollar la cultura revolucionaria. El ejército popular cuenta con muchas escuadras culturales; jugaron un papel imprescindible en los preparativos de la lucha armada y siguen siendo una forma muy importante de divulgar la línea y programa del partido. En medio de la lucha armada se está forjando una nueva cultura revolucionaria que educa, moviliza y recluta a las masas.

Las escuadras culturales van de aldea en aldea; dan presentaciones, trabajan la tierra y participan en los comités del poder popular, además de realizar acciones armadas contra la policía y los reaccionarios. Constantemente crean nuevas obras, bailes y canciones. Veo que apuntan poemas y la letra de las canciones en una pequeña libreta, y a cada rato la sacan para compartir lo último con otro compañero. Observo diferentes estilos en las distintas regiones, pero hay ciertos temas comunes y algunas canciones aparecen en todas las libretas.

Arte peligroso

Al día siguiente llegamos a otro paraje, donde Man Kumari Bista se presenta a platicar conmigo. Hace tres años, la policía mató a su esposo, Masta Bahadur Bista, de 23 años: "Mi marido estaba en la clandestinidad desde el inicio de la guerra popular. Una noche la policía allanó la casa donde estaba y lo mató en la cama. Era presidente del equipo cultural del distrito, un buen músico que escribía y cantaba canciones revolucionarias".

Esta conversación me recuerda mi primer encuentro con el ejército popular: en la Región Oriental, nos reunimos hasta muy noche con una escuadra cultural, y los jóvenes guerrilleros me hablaron de su militancia y su gran determinación de tumbar al enemigo. Apunté sus palabras en mi libreta, tantas cosas bellas que decían... y a los diez días me enteré de que siete de los compañeros murieron en un ataque: la policía incendió la casa donde estaban y los mató a tiros cuando salieron.

Asimismo, han asesinado a muchos integrantes de las escuadras culturales, además de hostigar, arrestar y matar a muchos artistas progresistas y revolucionarios. En una ciudad, arrestaron a 15 personas en un programa cultural. Posteriormente, las dejaron en libertad, pero arrestaron nuevamente a dos de los compañeros.

En Katmandú entrevisté a Bhaktu Bahadur Shrestha, el presidente del Comité Coordinador del Movimiento Popular Nacional (NPMCC), el cual "lucha por la democracia, la nación y el bienestar del pueblo, por las causas del pueblo y contra la represión". Shrestha se dedica a fomentar la cultura revolucionaria; me platica de la supresión del arte: "La cultura revolucionaria y progresista de Nepal se desenvuelve plenamente y choca con la cultura burguesa. El gobierno quiere aplastar la nueva cultura; ha matado a destacados artistas, bailarines y cantantes democráticos. En todo el país han arrestado y hostigado a figuras culturales, e incluso hacen redadas durante las presentaciones. A los artistas los tienen fichados, los arrestan y los matan. Me refiero a artistas que critican al gobierno, que lo condenan. Algunos apoyan la revolución mundial y la guerra popular en Nepal, y son muy populares, sobre todo en el campo".

Un escritor reconocido me cuenta que lo han arrestado en más de 100 ocasiones. Al entrevistar al Dr. Rishi Raj Baral aprendo más sobre la represión contra los artistas revolucionarios. Es profesor de la universidad de Tribhuvan, intelectual revolucionario, conocido escritor de cuento, crítico y periodista. Ha leído y traducido muchos artículos del OR, particularmente sobre Mumia Abu-Jamal, y le interesan mucho los reportajes sobre cultura progresista y revolucionaria en Estados Unidos.

"Desde el inicio de la guerra popular, los reaccionarios han matado a unos 25 trabajadores culturales: cantantes, bailarines y escritores. La tendencia revolucionaria en el arte está bastante arraigada, pues la literatura revolucionaria aquí en Nepal se remonta a los años 50. Actualmente, el Foro Cultural Nepalés, una organización que apoya la guerra popular, dirige a los escritores; tiene dos departamentos, teatro/danza y periodismo/literatura. El segundo publica la revista literaria KALAM (pluma) y yo soy editor de la revista.

"Por lo general, los trabajadores culturales hacen su labor en el campo y los escritores en la ciudad. El gobierno hostiga a los escritores revolucionarios. A mí me han arrestado en tres ocasiones: en noviembre pasado, en enero y la semana pasada. Llegaron a la casa de noche, confiscaron mis libros revolucionarios y mis trabajos, y me trataron como un delincuente. El registro duró cuatro horas y lo dirigió el subinspector de la policía. En el mismo momento, arrestaron a Sakti Lamsal en el local del periódico revolucionario Janadesh y a otros escritores. Una docena de escritores están presos y muchos trabajadores culturales han pasado a la clandestinidad. Nos acusan con las leyes antiterroristas, es decir, como delincuentes y no como escritores o periodistas; nos dan un trato inhumano. Mucha gente (incluso burócratas) se opone a esas medidas dictatoriales y se une a la lucha contra la represión de los artistas progresistas y revolucionarios.

"La literatura y cultura revolucionaria tienen una gran acogida. Hemos sacado seis cassettes de música revolucionaria de Katmandú y otras regiones. La ideología maoísta y las Intervenciones en el foro de Yenán sobre arte y literatura (de Mao) son nuestra guía. Nuestros trabajadores culturales esgrimen la pluma y el fusil, son un pelotón cultural. Hemos publicado cuentos, novelas y obras de teatro. Tenemos destacados críticos, poetas, dramaturgos y novelistas revolucionarios... todos hostigados por la policía. La nueva cultura revolucionaria también tiene danza y canto, que son muy populares.

"En el frente cultural revolucionario de Nepal se conoce las Intervenciones de Mao en el foro de Yenán desde los años 50; los escritores revolucionarios las estudian y hasta los escritores burgueses las leen. Es nuestro texto de cabecera. Además, nos han influido Gorki, Howard Fast, Lu Xun, Premchand (de India), así como los escritores revolucionarios que cayeron mártires en el movimiento maoísta Naxalbari de los años 60 en India y, desde luego, la Gran Revolución Cultural Proletaria de China".

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Aquí en el centro de la guerra popular soy testigo del desenvolvimiento de la nueva cultura revolucionaria, que fortalece e impulsa a la lucha armada. Recuerdo las palabras del Dr. Baral: "La guerra popular nos nutre y la nutrimos. Nos ha brindado una nueva realidad, nuevos temas para las obras de los escritores revolucionarios: bases de apoyo, fusiles, la lucha armada. Antes escribíamos del fusil, de los guerrilleros y de la guerra, pero ahora todo eso es realidad".

Continuará.


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