La policía de la comunidad:
Caballo de Troya

Obrero Revolucionario #1027, 24 de octubre, 1999

La lucha contra la brutalidad y el asesinato policial se ha prendido mucho este último año, y ha jalado a miles de individuos y a centenares de organizaciones. Se busca un cambio YA, pero para conseguirlo tenemos que pelear más duro, y eso es precisamente lo que vamos a hacer.

En el proceso, tenemos que hablar muy en serio de la forma de solucionar el problema de a de veras, no a medias y sin caer en trampas. Por eso debemos examinar a conciencia las soluciones que se proponen, sobre todo ahora que los políticos, los oficiales de la policía y la prensa grande andan proponiendo sus soluciones.

Una de sus soluciones favoritas es la "policía de la comunidad" ("community-based policing", o CBP). Bill Clinton la puso por los cielos en una charla sobre brutalidad policial. Después, el New York Times sacó un artículo de alabanza a los "éxitos de la policía de la comunidad" en San Diego, California, y Fort Wayne, Indiana, y la contrapuso directamente a las tácticas de mano dura del alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. Los que detentan el poder proclaman: "La policía de la comunidad es la alternativa realista" a la terrible violencia racista de la policía.

Desafortunadamente, eso no lo dicen solamente los políticos y los comandantes de policía. Es más, muchos luchadores de nuestro movimiento creen que es algo que no hace daño y que puede ayudar. Este artículo va dirigido a esos luchadores honestos.


CBP en la práctica

Los defensores de la CBP dicen que lleva a "cooperación en vez de confrontación" entre la policía y los barrios pobres, y que eso tiene dos resultados positivos: reducir los asesinatos policiales de gente inocente y la violencia diaria de la policía, y controlar el crimen que azota a los barrios pobres.

¿Pero cómo funciona esa "cooperación" en la práctica? Básicamente, CBP busca que todos sean los ojos y oídos de la policía, como lo reconoce el comandante de San Diego: "Nuestra premisa básica es que no tenemos suficientes agentes para todo, así que necesitamos participación de la comunidad". CBP hace eso de varias formas.

Primero, la policía provee servicios sociales básicos. En Fort Wayne, dice el Times: "La ciudad se divide en 227 barrios y cada uno tiene un agente asignado con autoridad para llamar a dependencias del gobierno como el departamento de parques o el departamento de reglamentación de viviendas". Eso les da a los agentes una "corriente constante de información", comenta el comandante. Pues claro. El control de los servicios sociales les permite "comprar amigos" y, por otra parte, atemorizar a los demás.

Segundo, CBP enrola "voluntarios". En San Diego hay 1200: "Muchos de ellos son jubilados que reciben entrenamiento policial, tienen uniformes al estilo de la policía y manejan carros oficiales. Realizan vigilancia en su barrio o trabajan en las computadoras del departamento de policía para que los agentes salgan a patrullar". Esos voluntarios son el embrión de una fuerza paramilitar que conoce la comunidad y, en ciudades fronterizas como San Diego, sirven para atacar a los inmigrantes.

Tercero, como la gente desconfía de la policía con toda la razón, CBP busca alianzas con instituciones de confianza de la comunidad. Por ejemplo, en Boston se vio un caso de cooperación entre unos ministros y la policía que Bill Clinton aplaudió. Resulta que los ministros le entregaron unos chavos a la policía para "salvar a los demás". Varios de esos ministros han tomado una buena posición en otras ocasiones, pero esta vez se dejaron engatusar con el cuento de "salvar de las pandillas a la juventud" y con ofertas de dinero para programas de servicios sociales; terminaron siendo un brazo de la policía y de las cárceles. (Eso trae a la memoria el caso de los Judenrat en Polonia durante la ocupación nazi. Los Judenrat eran concilios de judíos respetables que hicieron un trato con los nazis: podían escoger a los que irían a los campos de concentración si mantenían a los demás calmados. Al final, también los mataron. Si la analogía parece extrema, hay que pensar lo extremo que es que en los penales de este país haya casi dos millones de personas-la mayor cantidad del mundo-y que la mayoría sean negros y latinos.)

¿Vale la pena?

A cambio de esa "cooperación", las autoridades prometen dos cosas: que se acabará la brutalidad policial y que el crimen disminuirá. En un momento veremos por qué no cumplirán ninguna de esas dos promesas, pero supongamos por ahora que CBP logrará esas dos cosas. ¿Entonces valdría la pena?

De ningún modo. El objetivo de CBP es formar enormes redes de soplones en las comunidades oprimidas, cimentadas con sobornos e intimidación, para seguir adelante con la criminalización de toda una generación y reprimir toda resistencia. El pueblo no debe colaborar con los guaruras de su propia opresión: esto es un principio moral importante y una regla básica de la vida.

Veamos primero la regla básica de la vida: ¿acaso llamar a la policía ayuda? ¿Ayudó a Tyisha Miller? O recordemos el caso de Gidone Buch, un hombre con problemas psiquiátricos que tenía un martillo; seis vecinos con sentido común seguro hubieran podido calmarlo, o si no quitarle el martillo, pero llegaron seis policías y lo mataron. El Proyecto Vidas Robadas documenta docenas de casos similares: llaman a la policía a ayudar a una persona desequilibrada y la mata. Como dice Carl Dix: si uno tiene un problema y llama a la policía, entonces tiene dos problemas.

El principio moral es más importante. Los chavos de los barrios oprimidos no son "malos"; lo que pasa es que no han recibido buena educación ni servicios de salud pues son de familias pobres y, encima, la sociedad les dice todo el tiempo que no sirven para nada y que no valen nada. En los últimos 30 años se han reducido las oportunidades de trabajo para ellos y hoy la principal fuente de trabajo es la economía ilegal. Encima, la policía canaliza el crimen hacia los barrios pobres. Así que no es de extrañar que muchos acaben enredados en la delincuencia.

Pero eso no se debe al azar ni a que esos chavos y sus padres buscaran "el mal camino". Los recortes de servicios de educación y de salud, las imágenes racistas que fomenta la prensa, la eliminación de trabajos: todo esto se debe a decisiones conscientes de los capitalistas que controlan las palancas económicas y políticas de la sociedad. Y ahora, para resolver el problema del crimen, ¿hay que cooperar con los guaruras de la clase dominante que nos puso en esta situación? ¡Ni de peligro!

Por supuesto que los defensores de CBP dicen que las redes de soplones solo son para agarrar a los grandes criminales. ¿Pero quién decide quién es un criminal y quién es un peligro? Hoy, el sistema dice que un hombre sin techo que lava las ventanas de los carros es un "peligro", que hay que arrestarlo y que está bien matarlo; pero el dueño de montones de casas y edificios que echa a la calle a la gente pobre con incendios y exorbitantes tasas de interés es un "modelo". El sistema dice que un chavo que escribe en una pared "Libertad para Mumia" es un vándalo y se merece la cárcel; pero al político que tapó por seis años que a los negros los paran en las carreteras de Nueva Jersey lo nombraron a la suprema corte estatal. Dice que los inmigrantes que buscan trabajo son unos delincuentes desalmados, que hay que acorralarlos y matarlos; pero los que los explotan son "empresarios creativos". Tenemos que entender muy claramente quiénes son los VERDADEROS criminales, y después decidir si CBP soluciona nuestro problema o si más bien lo agrava.

También hay que ver la dimensión de represión política de CBP. Supongamos que una comunidad se organiza para impedir el cierre de una clínica o de un centro recreativo, o para filmar o fotografiar a la policía cuando golpea a una persona. ¿Qué creen que va a hacer la "policía de la comunidad" o sus "voluntarios"? ¿Cómo va a usar la policía su "corriente constante de información"?

Hay ejemplos recientes de esto: en Nueva York la policía filmó reuniones de estudiantes que se organizaron para frenar una serie de recortes a las becas y préstamos estudiantiles; en Chicago, la policía paró a 40 chavos que iban para la manifestación del 22 de octubre el año pasado, y trató de hacer lo mismo en Los Angeles. ¿A quién le conviene que facilitemos el espionaje y la represión de los movimientos populares? Eso es precisamente lo que hace CBP.

La "policía de la comunidad" busca un control total de nuestras comunidades. Los que estamos en el movimiento para parar la brutalidad policial, los que hemos aprendido con los golpes de la vida cuál es el papel y la función de la policía en la sociedad, NO debemos apoyar esas medidas sino todo lo contrario. Además, debemos abrirles los ojos a los amigos del movimiento que se han tragado el cuento de que CBP es una solución.

Por qué CBP no parará el crimen

Fuera del principio moral y político, CBP es puro cuento. Para comenzar, no va a parar el crimen. Eso se debe a que el oficio de la policía no es parar el crimen, sino preservar el orden, o sea, las relaciones de propiedad de la sociedad. La policía "sirve y protege" a los ricos y a los superricos, y defiende su propiedad de toda amenaza: ya sea de un criminal o de la gente que lucha contra su explotación. La policía aleja ciertos crímenes de los barrios ricos y usa el crimen como medio de control en los barrios pobres.

Hablemos de frente: la policía sabe quién maneja el narcotráfico, los talleres de carros robados o cualquier otra actividad ilícita en un barrio; manipula a los diferentes grupos de jóvenes para que se peleen; y en última instancia decide quién "trabaja" y quién no. A veces ellos mismos meten la mano en negocios ilícitos, aunque esa no es su principal forma de controlar el crimen. Su función es regularlo, no pararlo. La policía necesita cierto nivel de crimen en las comunidades oprimidas para justificar su existencia. Si este sistema de competencia despiadada donde el dinero reina no generara tanto crimen por su cuenta, la policía tendría que inventárselo.

Un ejemplo de lo anterior se ha visto en varias ciudades cuando la policía se pone a azuzar a pandillas que hicieron las paces, aunque con eso se han reducido mucho las muertes de pandillas en los últimos años. ¿Por qué quiere la policía que se vuelvan a pelear? Porque el movimiento que gestionó la tregua de las pandillas le quitó cierto control de la situación a la policía y porque es un ejemplo de que el pueblo puede resolver problemas por su cuenta.

En Nueva York, cuando bajó el crimen porque la economía mejoró un poco y el narcotráfico se estabilizó y cambió, el alcalde mandó arrestar por las tonterías más absurdas y la cantidad de arrestados aumentó.

En resumen, la red de soplones y los voluntarios de CBP le facilitan a la policía usar el crimen contra el pueblo, dirigirlo contra la oposición y alejarlo de sus colaboradores.

Por qué CBP no parará la brutalidad policial

La otra gran mentira sobre la "policía de la comunidad" es que reducirá la brutalidad policial. Primero que todo, ¿por qué necesitará la policía una gran red de soplones para dejar de ser tan salvaje? ¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro? ¿No es una forma de decir: "Miren, les estamos aplicando unas medidas de terror totalmente injustificadas, pero si nos dan lo que queremos, o sea, información, de pronto aflojamos un poco la mano"?

Que sepamos, ningún defensor de CBP ha contestado esa pregunta. La brutalidad policial no tiene justificación, pero sí tiene una razón. Poco después del asesinato de Amadou Diallo, un trabajador social explicó a la prensa por qué la policía para, registra y molesta sin motivo a tantos chavos negros y latinos:

"La peor experiencia que uno puede tener es sentir total impotencia y que tiene que encogerse en la presencia de alguien. Lo más frustrante es que nos dicen que es por nuestro bien. Dicen que lo hacen para protegernos y cuidar la comunidad. En el proceso... le quiebran el espíritu... a toda una generación... los desmoralizan".

El sistema no tiene futuro para la juventud, especialmente los jóvenes negros y latinos, así que necesita quebrarles el espíritu y desmoralizarlos. La brutalidad policial es un arma indispensable para eso. Puede que haya "policía de la comunidad", pero en casi toda comunidad pobre también hay equipos SWAT fuertemente armados. No hay suficientes maestros, enfermeros, etc., pero contratan policías. En Nueva York, la policía mató siete personas en agosto, en Houston tres, y así sucesivamente. Gente como Bill Clinton le hace propaganda a la "policía de la comunidad" para suplementar la mano dura de la policía y hacerla más eficaz, no para remplazarla. Sabemos por qué lo hace, ¿pero por qué debemos hacerlo NOSOTROS?

Luchemos con nuestros propios medios

Nuestro movimiento apenas empieza a caminar. Muchos jóvenes apenas empiezan a darse una idea del poder potencial del pueblo. Por primera vez en una generación, se ve la posibilidad de dar soluciones revolucionarias colectivas a problemas sociales: soluciones del pueblo y para el pueblo. No cometamos el terrible error de desperdiciar ese potencial.

En momentos como estos, conviene recordar la leyenda del caballo de Troya: los ejércitos de Grecia sitiaron muchos años a la ciudad de Troya con armas, fuego y hambre, pero Troya no se rindió. Entonces Grecia anunció que se retiraba y que, como reconocimiento de la valentía y combatividad de Troya, le tenía un regalo: un enorme caballo de madera. Troya aceptó el regalo y celebró la victoria. Cuando los troyanos se durmieron, los soldados griegos que estaban escondidos en el caballo salieron y los mataron.

Nuestro movimiento tiene que rechazar el caballo de Troya de la "policía de la comunidad".


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