La mano de obra inmigrante del valle Silicon
Obrero Revolucionario #1029, 7 de noviembre, 1999
El valle Silicon, situado al sur de San Francisco en el condado Santa Clara, es el centro internacional de la industria de computadoras; la prensa destaca la increíble riqueza que se crea ahí y dice que es el motor de la economía nacional. Las corporaciones construyen complejos de edificios modernos por todos lados. El año pasado, los ingresos de los principales diez ejecutivos sumaron $442 millones.
Sin embargo, la alta tecnología tiene otra cara, una cara oculta de disparidad económica, devastación ambiental y explotación.
El 14% de la fuerza laboral del condado recibe más de la mitad de los ingresos y de 1992 a 1997 los ingresos del 20% mejor remunerado aumentaron 32%. Sin embargo, el salario del 75% de la fuerza laboral disminuyó de 1989 a 1996, pues los nuevos empleos solo pagan $10 por hora. La organización Second Harvest Food Bank distribuye alimentos a 100.000 familias pobres en la zona, el 41% de las cuales tienen por lo menos un miembro que trabaja.
El valle Silicon tiene 29 sitios industriales altamente contaminados (la mayor cantidad del país): 24 eran plantas de alta tecnología y 18 producían chips (circuitos integrados). La mayoría están contaminados con tricloruroetano, un solvente que se empleaba para lavar chips y que ahora se sospecha que causa cáncer. Un estudio del Departamento de Salud encontró un aumento de 300% en defectos de nacimiento en una comunidad donde esos químicos contaminaron el sistema de agua.
La vivienda es muy cara: solo el 29% de las familias tienen para comprar una casa de precio mediano (comparado con el 55% en el resto del país). Además, de 1993 a 1997 las rentas aumentaron 29%. Unas 28.000 personas esperan vivienda pública y duermen en garajes, carros, el piso de un amigo, etc.
La mano de obra oculta de la alta tecnología
"La industria de alta tecnología, con sus modernos laboratorios, tiene otra cara, una cara totalmente distinta: una red de inmigrantes que laboran en casa para grandes corporaciones en violación de las leyes laborales y de impuestos. Familias enteras, especialmente en la comunidad vietnamita, trabajan hasta la medianoche en cocinas, garajes, etc., soldando alambres y montando transistores de múltiples colores a circuitos impresos para producir productos de alta tecnología por apenas un centavo el componente".
"La mano de obra oculta de la alta tecnología", San Jose Mercury, 28 de junio, 1999
Una serie de artículos del San Jose Mercury entrevistó a obreros del valle Silicon sobre esa práctica común de la industria electrónica: el trabajo en casa que se paga por pieza.
Las compañías tienen varias formas de eludir las leyes laborales en cuanto a horas extras, condiciones laborales y trabajo de menores. A veces le pagan directamente al empleado (lo llaman "subcontratista independiente") o le pagan a un familiar o a otra compañía que reparte el trabajo.
Un obrero de la compañía Top Flight Electronics dijo que recibía en promedio $5 la hora por el trabajo en casa cuando ganaba $11.20 por hora en la fábrica y, de acuerdo a la ley, le debían pagar las horas extras a $16.80. Un subdirector de Top Line le dijo al San Jose Mercury que el trabajo por pieza "motiva, pues trabajan más rápido que cuando se les paga por hora".
Hoang Nguyen trabaja en Mini Comptech en Huntington Beach, California; es común que lleve trabajo a casa, donde solda unos 100 componentes a una docena de circuitos impresos y emplea fundentes para reforzar la soldadura de plomo.
Tanto los fundentes como el plomo son materiales industriales altamente peligrosos; sin embargo, Nguyen lava los circuitos impresos en la cocina y los seca con un secador de pelo. Le dijo al San Jose Mercury: "Si no los enjuago, quedan sucios y se ven mal".
Betty Morales hace trabajo en casa para GMI Electronics de Plainfield, New Jersey, y recibe el salario mínimo; se queja de las sustancias tóxicas: "Cuando uno solda en casa... aspira agentes químicos".
Quyen Tong, vietnamita de 51 años de edad, trabaja en casa soldando transistores a circuitos impresos. Toda la familia-su hijo de 10 años, su hija de 18 años y un amigo-trabajan hasta bien tarde. "Todos me ayudan. Si no tienen tarea, trabajan", le dijo al San Jose Mercury.
A Tong le pagan un centavo por componente. Hay que insertar los transistores en pequeñas perforaciones de acuerdo a indicaciones muy específicas. Hace siete planchas con 1500 transistores y tres con 2380, y la familia gana $176.40 por dos noches de trabajo.
Muchos obreros se ven obligados a hacer trabajo en casa. Por ejemplo, Nancy Hugh hacía circuitos impresos en casa para Adaptive Electronics por $4 ó $5 la hora: "Uno no quiere perder el trabajo y por eso hace lo que piden, aunque gane muy poco".
"Manufactura escondida"
"Por lo general se piensa que el trabajo en casa es un fenómeno del pasado o de tierras lejanas, pero en realidad es un aspecto esencial de la alta tecnología porque se presta a la velocidad indispensable para el valle Silicon.... Las compañías manufactureras son muy competitivas y buscan llevar sus productos al mercado cuanto antes, es decir, ahorrar unos días y hasta unas horas en el tiempo de producción.... Por su parte, los subcontratistas independientes luchan por sobrevivir y están dispuestos a trabajar en el instante que los necesiten. Cuando una compañía deja la práctica [de pagar por pieza por trabajo en casa], otra toma su lugar, echando leña al ritmo frenético del valle Silicon".
San Jose Mercury
En los últimos años, gran parte de la industria del valle Silicon se ha trasladado al extranjero o al suroeste del país, donde los salarios son bajos y hay menos leyes de protección al ambiente. Por ejemplo, Intel-el mayor productor de chips en el mundo-tiene fábricas en Puerto Rico, Costa Rica, Malaysia, Filipinas y China. En México 470 maquiladoras se dedican a la producción de aparatos electrónicos; tienen 253.000 empleados y en 1997 pagaban un promedio de $5 a $7 al día.
Un vocero de Intel dijo: "En el futuro, no vamos a ver tanta manufactura de semiconductores en el valle Silicon". En 1993, Intel construyó una planta avaluada en un billón de dólares en Río Rancho, Nuevo México, una zona que llaman "El Desierto Silicon", donde el salario inicial es de $6 a $7 por hora. El 70% de los trabajadores de las líneas de montaje de alta tecnología del suroeste (los que reciben el salario más bajo y hacen los oficios más peligrosos) son de nacionalidades oprimidas, y la mayoría son mujeres.
Las grandes plantas están desapareciendo del valle Silicon y en su lugar están apareciendo subcontratistas que se encargan del montaje de circuitos impresos para las grandes empresas electrónicas, como Hewlett-Packard, Apple e IBM, y pagan muy poco.
Según un artículo del Wall Street Journal: "Está surgiendo una nueva clase de compañía estadounidense como consecuencia de la acelerada carrera por competir en el mercado mundial". El artículo llama a esos subcontratistas "manufactureras escondidas" porque los productos no llevan su marca.
Estas compañías que trabajan para las grandes empresas producen $90 billones al año, con un crecimiento anual de 25% (el doble de la industria electrónica). Hoy, los subcontratistas producen el 20% del mercado de aparatos electrónicos y el San Jose Mercury informa que en una década se espera que sea el 65% del mercado.
El valle Silicon, con cientos de subcontratistas, tiene la mayor concentración en el país de dichas compañías, las cuales "desempeñan un papel clave en la industria de alta tecnología". Ofrecen grandes ventajas a las empresas electrónicas que les dan trabajo: salarios bajos, flexibilidad y rapidez. Como hay una competencia feroz por el trabajo, rebajan los precios-y bajan los salarios-lo más que puedan. Las grandes empresas llaman a esas compañías en el momento que aumenta la demanda y así no tienen que contratar a nuevos empleados. Cuando la demanda disminuye, tampoco tienen que despedir obreros. Como los subcontratistas están situados en el valle de Silicon, pueden entregar los productos a todo vapor, lo cual es clave para una industria donde la velocidad es crucial.
"Se acabó el tiempo de la esclavitud"
En 1992, los trabajadores de Versatronex, un subcontratista del valle de Silicon, se lanzaron a la huelga por mejores condiciones de trabajo. El salario inicial era el mínimo ($4,25 la hora) y los que tenían más de 15 años ganaban $7,25; no tenían sindicato ni prestaciones. Los trabajadores que producían bobinas electrónicas para IBM las bañaban en sustancias químicas y las secaban en hornos: "Jamás nos informaron sobre cuáles eran esas sustancias ni sobre los peligros. A veces los vapores eran tan fuertes que nos sangraba la nariz".
La huelga estalló cuando despidieron a un trabajador por decir en una reunión con los dueños que ya "se acabó el tiempo de la esclavitud". Los huelguistas protestaron contra la compañía Digital Microwave Corporation (DEC), a la cual le fabricaba productos Versatronex. La huelga duró seis semanas; hicieron un plantón frente a las lujosas oficinas de DEC y 10 trabajadoras realizaron una huelga de hambre. Versatronex cerró la fábrica en enero de 1993, cuando los trabajadores solicitaron que los representara un sindicato.
Solectron es el mayor subcontratista de productos electrónicos en el mundo y la décima compañía del valle Silicon. Hace montaje para Sun, IBM y otras corporaciones. A fines de la década pasada, su crecimiento fue de 49% y, según el San Jose Mercury, el trabajo hecho en casa era la clave de su "éxito".
Solectron afirma que ya no manda trabajo a casa ni paga por pieza, pero los empleados le dijeron al Mercury News que lo hizo hasta 1996 y que seguía pagando por pieza en 1999. En todo caso, Solectron saca grandes ganancias gracias a los salarios bajos, pues los nuevos empleados trabajan para una agencia de trabajo eventual y ganan $6,50 la hora.
La tecnología encierra la posibilidad de grandes beneficios para la humanidad, pero en el capitalismo está al servicio de las ganancias y no beneficia al pueblo. El milagro del valle Silicon esconde maquiladoras, gran explotación y la destrucción del ambiente.
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