Seattle: Contra los perros rabiosos
Orfeo
Obrero Revolucionario #1035, 19 de diciembre, 1999
"Mientras la clase media de América y América en general luchan por alcanzar el sueño americano y todos estamos medio perdidos en nuestra hipócrita y comatosa existencia, muy a gusto con nuestros perros, gatos y teles, en realidad cabalgamos sobre las espaldas del resto del mundo, y el resto del mundo lo sabe. Por eso para muchos América es una serpiente. Lo que está sucediendo en India y en México, lo que está sucediendo en Indonesia y Timor Oriental, está conectado. Incluso lo que está sucediendo en los ghettos de aquí está conectado, debido a la manera que el capital circula por el planeta".
Gabriel, voluntario de Direct Action Network "Mi vida ha cambiado completamente. Me imagino que cambió la vida de miles que estuvieron aquí. La verdad es que antes de venir no sabía qué era la OMC. Mi manera de ver el mundo ha cambiado completamente y creo que lo mismo le ha sucedido a miles que estuvieron aquí. Hemos logrado mucho".
Chavo de Seattle SEATTLE, 10 de diciembre. La Batalla de Seattle nos ha cambiado a todos los que participamos: celebramos la tunda que le dimos al sistema abrazando a personas que conocimos el día anterior... combatimos contra el enemigo sin importar la brutalidad que desató... platicamos sobre qué va a ser necesario para acabar con el imperialismo. Ahora viene la batalla para hacer un balance correcto. La prensa y las autoridades dicen que hay que investigar por qué la policía no estuvo debidamente preparada y permitió que las masas ganaran. Por su lado, las masas están denunciado la brutalidad policial.
La mañana del 30 de noviembre la policía atacó con gas lacrimógeno, gas pimienta y granadas de percusión a los manifestantes pacíficos que bloqueaban las calles del centro. Así empezaron varios días de batallas campales: los manifestantes, encarando tropas de la Guardia Nacional, gas lacrimógeno, gas pimienta, balas de goma, portatropas, policías de motín, palizas y brutalidad en las cárceles, dieron a conocer al mundo entero su protesta contra la OMC.
Miles, especialmente los chavos, se defendieron bloqueando calles, devolviendo latas de gas lacrimógeno, y lanzando piedras y botellas a policías armados con fusiles automáticos; ocuparon edificios y levantaron carpas para luchar contra la OMC, y vieron con sus propios ojos el trabajo que cumple la policía como perros guardianes de las repugnantes relaciones de la sociedad capitalista. Para muchos fue algo nunca visto.
La mayoría jamás había sentido la clase de brutalidad policial que se desató en Seattle. Sin embargo, incluso los que piensan que el sistema entero tiene que cambiar, no han llegado necesariamente a la conclusión de que la revolución requiere una lucha armada. Un manifestante nos dijo: "Me siento mucho más fuerte. Estoy más encabronado con mi gobierno porque es la primera vez que me ataca sin causa con gas lacrimógeno y gas pimienta. Estoy encabronado y cuando regrese a San Francisco voy a organizar más y nos vamos a fortalecer. He visto que sí se pueden efectuar cambios y construir un nuevo movimiento para rehacer la sociedad y hacer la revolución... una revolución sin violencia, ojalá".
El 1º por la mañana la policía lanzó ataques más fuertes en el centro y por la noche empezó atacando una manifestación convocada por Veteranos de Vietnam contra la Guerra, Antiimperialistas (VVAW-AI) y acabó atacando todo el barrio Capitol Hill.
La violencia de la policía esa noche mostró sed de venganza por la vergüenza que le causaron manifestantes desarmados y porque Capitol Hill tiene una tradición radical y de muchas protestas. El 1º, cientos de vecinos comunes y corrientes sintieron la brutalidad policial entre nubes de gas lacrimógeno y el estallido de granadas de percusión.
"Todo esto ha demostrado que tenemos menos libertad de lo que dicen; cuando tratamos de ejercerla, resulta que en realidad no existía".
Residente de Capitol Hill *****
"Estamos aquí desde las 5 de la tarde de ayer y nadie se ha ido; vamos a seguir aquí hasta que salga toda nuestra gente".
Chavo de San Francisco frente a la cárcel, 3 de diciembre Los más de 600 manifestantes presos continuaron protestando: no dieron el nombre, desobedecieron órdenes y gritaban que todos salieran juntos. Los detenidos en tres buses se negaron a desembarcar en la base naval Sand Point, hasta que la policía los sacó a la fuerza y con gas pimienta. Después de varios días de protestas frente a la cárcel, dejaron salir a todos los acusados de delitos menores; a unos cuantos los acusaron de delitos mayores. Los que salieron narraron horripilantes relatos de brutalidad a manos de los guardias.
Un chavo nos dijo que les rociaron gas pimienta, les dieron palizas, les jalaron del pelo y los metieron en calabozos; no les dieron comida ni agua y no los dejaron hablar con un abogado. A unos los metieron desnudos en celdas heladas. Los guardias atacaban más a quienes sospechaban que eran líderes o a los que se defendían, aunque fuera sin violencia. Dos mujeres que compartieron una celda le dijeron al Seattle Times que los policías abrieron la puerta de la celda, rociaron gas pimienta y volvieron a cerrarla. Un ex maestro de secundaria, de 83 años, le dijo al Seattle Times que vio que "patearon a una señora en los genitales y que la sacaron de la celda jalándola del pelo". Una señora dijo que la desnudaron y la amarraron de pies y manos cuando no quiso ponerse el uniforme de presa porque no se consideraba criminal. *****
A raíz de las protestas se están conociendo muchos casos de brutalidad policial, pues los policías de motín le cayeron encima a manifestantes y transeúntes por igual. El jefe de policía ya renunció y el subjefe está a punto de hacerlo. La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) anunció que demandará a la alcaldía por imponer una "zona prohibida" en el centro y está documentando casos de brutalidad policial. Doug Honig, de la ACLU, dijo que han recibido cientos de informes, y el Servicio de Prensa Independiente está examinando videos para identificar casos de brutalidad policial.
El boletín "Blind Spot", que se opone a la OMC, informa que los equipos médicos de Direct Action Network (que organizó muchas de las protestas) atendieron a unas 800 personas en sus clínicas, y entre dos y tres mil en las calles. El coordinador del equipo médico, Djennifer Whitney, dijo durante las protestas: "La policía está atacando a los equipos médicos, les está quitando y destruyendo el equipo. No atiende a los presos que necesitan asistencia médica y hasta bloqueó la entrada al Centro Médico Swedish para, según le dijeron a una enfermera, impedir que atiendan a los manifestantes".
Direct Action Network dice que se usó gas lacrimógeno y otros agentes químicos como en una "guerra química". Muchos se han quejado de problemas de salud como irregularidades cardíacas, malestar gastrointestinal y desorientación mental. Se especula que los gases tenían agentes químicos no divulgados que produjeron esos síntomas.
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Nuestros corresponsales vieron varios ataques y han conversado con muchos sobre la violencia de la que fueron víctimas. A partir de esa investigación, de informes de prensa y de una audiencia del consejo municipal, donde personas de todas las capas sociales dieron testimonio de lo que vieron, podemos informar lo siguiente:
Un anarquista no violento vegan nos narró lo que vio el 30 de noviembre: "El primer ataque ocurrió en la 6 y Pike. En la primera fila estaba un grupo de señoras mayores con una manta. La policía les dio cachiporrazos como si fueran animales, como si fueran un estorbo. Luego abrió fuego con balas de goma y de plástico.... Fue un ataque brutal, pero brutal, contra mujeres, niños y, en general, activistas pacíficos. Fue espantoso.... Patearon, dieron cachiporrazos, rociaron gas pimienta y otros gases". Dan, un chavo de Seattle, nos dijo: "A todos a mi alrededor les rociaron gases muchas veces. En Capitol Hill me dieron en la pierna con una bala de goma. Yo me iba a mi casa y se los dije, pero me dispararon de todos modos. Vi feroces palizas con macanas que los del canal KIRO no quisieron filmar". Una joven comentó sobre el ataque del 1º de diciembre: "Bloquearon todas las calles y dispararon gas lacrimógeno. Estábamos atrapados. Vi ancianos tosiendo y vomitando, no sabían qué hacer, de aquí para allá. Una señora con un bebé se me acercó; estaba empapada de gas lacrimógeno y el bebé parecía inconsciente. Me preguntó que por dónde podía escapar el ataque, pero no había salida, la policía nos tenía rodeados. Había gas lacrimógeno por la izquierda, gas lacrimógeno por la derecha... fue algo horrible". Uno de nuestros corresponsales presenció el asalto policial del barrio Capitol Hill y dijo que parecía una "zona de guerra". La policía disparó gas lacrimógeno y granadas de percusión contra todo lo que se movía; los estallidos de las granadas eran seguiditos. Mientras la prensa berreaba que los manifestantes quebraron las ventanas de un café Starbucks en el centro, un vecino de Capitol Hill nos dijo: "Dispararon gas lacrimógeno en un café Habitat Espresso. Eramos como 30 y es un lugar chiquito; estábamos apiñados cuando dispararon el gas lacrimógeno. Yo pensé que me iba a morir, no podía ni respirar ni ver nada". Los residentes salieron a maldecir a la policía porque sus hijos se estaban ahogando de tanto gas lacrimógeno. Les decían que se fueran a dispararle gas a sus propios hijos. En una conferencia de prensa para denunciar el ataque policial a una marcha de acereros, John Goodman, del sindicato de acereros, dijo: "Jamás he visto tan repugnante y obscena brutalidad policial contra una marcha de obreros del acero y compañeros ambientalistas y del movimiento pro derechos humanos. En los últimos cuatro días he visto cosas que jamás me imaginé que podría ver en este país, como cuando dispararon gas lacrimógeno y balas de goma a manifestantes pacíficos que ejercían los derechos que les da la primera enmienda. Es increíble que eso ocurra aquí. Fue un violento despertar". A un reportero del Seattle Post-Intelligencer, a quien el 30 de noviembre le rociaron gas lacrimógeno seis veces, lo tiraron al suelo y lo arrestaron, a pesar de que mostró sus credenciales de periodista. Una periodista de un periódico alternativo de Portland, Oregon, vio a los policías tirar a una chava contra el suelo y romperle los dientes. Un gay de Capitol Hill que padece del SIDA relató que el 30 de noviembre les rociaron gas a su amigo, a sus perros y a él. El 1º de diciembre le volvieron a rociar gas pimienta cuando iba caminando por la calle Broadway y un policía lo golpeó en el pecho con la cachiporra y le dijo: "Vete de aquí, puto". Melisa Benton y Shauna Lin Balaski estaban en un carro filmando el ataque de Capitol Hill cuando un policía de motín se les acercó y les dijo que abrieran la ventana. Mientras Balaski seguía filmando, el policía le roció gas pimienta a Benton y ladró: "filma eso, perra". Luego roció a la cámara y a Balaski. En la reunión del consejo municipal se lanzaron más denuncias contra la policía:
Meg O'Brien, una empresaria del centro y miembro de la Cámara de Comercio, relató que vio a tres policías vestidos de civil atacar a tres chavos que solo estaban esperando cruzar la calle. Dijo que los tiraron al suelo y les "dieron tremenda paliza", a tal punto que uno quedó inconsciente. Dijo que a una amiguita que los esperaba al otro lado de la calle y que se puso a gritar: "¡Qué les pasa, qué están haciendo!", le rociaron gas y le dijeron que no se metiera con la policía. O'Brien tomó fotos y se las dio al consejo municipal. Un estudiante de computadores dijo que fue al centro con una pancarta que él hizo y que les rociaron gas a él y a su novia. Agregó que si piensan que ambos lados fueron responsables, deben recordar que "el lado en que yo estaba no tenía gas lacrimógeno ni armas de fuego". Una "abuelita" que ha trabajado 18 años en Microsoft dijo: "Jamás había visto lo que vi esta semana. La policía es responsable de toda la brutalidad". Fue al centro con una pancarta en la que escribió "Democracia". Dijo en voz fuerte: "Cuando después de la protesta me iba al trabajo, sin advertencia alguna, sin dar orden de dispersarse y sin que se nos dijera que fuéramos por esta o aquella dirección, me rociaron gas pimienta en la cara.... Tengo asma y alergias graves. ¡Pensé que me iba a morir! El único que me auxilió fue un manifestante". Ahora es posible que la corran del trabajo por los días que ha faltado por estar enferma debido al ataque de gas. Pero dice: "Lo que hice esa semana es lo más importante". Al concluir la reunión del consejo municipal tuvimos la oportunidad de conversar con una proletaria negra de 18 años que estuvo en las protestas, aunque su padre le aconsejó que no fuera porque "es cosa de blancos, te van a dar una paliza". Pero no le hizo caso y fue porque se considera "humanitaria".
Dijo: "Lo que la policía hizo ahí nos lo ha hecho a nosotros desde hace años. Hemos aguantado todo eso, pero nadie nos creía.
"La policía de Seattle ha matado gente", dijo recordando el asesinato de Bodegaard Mitchell, un negro de 84 años a quien mataron y robaron en 1996, lo que provocó un escándalo de corrupción. "Le robaron $10.000, pero nada de eso le importa a la policía. Si hubieran podido, nos hubieran atacado con mangueras de alta presión como hacían en el Sur, o nos hubieran echado encima los perros, como hacen en Tukila [un barrio obrero de Seattle]. ¡Esto tiene que parar! La policía se ha pasado de la raya.
"Nuestro gobierno está contra nosotros. Tenemos que despertar y darnos cuenta de que todo eso que Thomas Jefferson escribió hace unos 200 años no sirve para nada. Te lo digo con toda verdad, fue escrito para los blancos, aunque después nos aplicaron una partecita a nosotros. Pero ahora, cuando uno quiere ejercer sus derechos, resulta que no existen: nos dicen, ¡qué se han creído! y declaran estado de emergencia!".
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