Mes de historia de los negros
La matanza de Tulsa de 1921
Obrero Revolucionario #1044, 27 de febrero, 2000
El 30 de mayo de 1921, en la pujante ciudad petrolera de Tulsa, Oklahoma, corrió la voz de que un joven negro había insultado a una señorita blanca en un edificio del centro.
Según las reglas de supremacía blanca imperantes en la sociedad estadounidense, eso merecía la muerte inmediata del joven negro. Desde fines del siglo 19, cuadrillas de justicieros lincharon y torturaron a centenares de negros, muchas veces por "ofender a la mujer blanca", sin investigación ni juicio.
Pero esta vez, se opuso resistencia. Audaces grupos organizados de la comunidad negra se presentaron a defender al acusado Dick Rowland.
Las odiosas fuerzas supremacistas de la región se movilizaron para responder a esa resistencia con dos días de asesinatos e incendios. Los cadáveres negros fueron amontonados como si fueran leña. El distrito comercial del barrio negro quedó completamente destruido.
Lo que pasó en Tulsa en 1921 es un ejemplo más de genocidio y "limpieza étnica" al estilo yanqui. Fue el "disturbio" más grande desde la guerra de Secesión y las guerras contra los pueblos indígenas del siglo anterior. La estructura de poder lo ha borrado sistemáticamente de la historia, a pesar de repetidas críticas de parte de la prensa negra, historiadores progresistas y fuerzas revolucionarias.
Ahora, después de casi ochenta años, empieza a romperse el silencio y los últimos sobrevivientes están sacando a la luz la verdad que el sistema negó y ocultó.
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El barrio "Pequeña Africa" de Tulsa
Por varias décadas, llegaron a Tulsa negros que huían de los horrores de los estados sureños. Cien años atrás, llegaron los seminolas negros (esclavos fugitivos que se aliaron y se casaron con los indígenas), expulsados a punta de fusil de sus tierras en Florida. Juntos forjaron una nueva comunidad de 15.000 habitantes al norte de la ciudad, llamada el distrito Greenwood o la "Pequeña Africa".
La mayoría de los residentes de esa comunidad negra a diario cruzaban las vías del tren que separaban Greenwood de la ciudad blanca de South Tulsa, donde iban a los trabajos peores o a un trabajo de servicio doméstico. La segregación estricta de ese tiempo obligó a los negros de la "Pequeña Africa" a crear su propio distrito comercial en la avenida Greenwood. Los proponentes del capitalismo negro lo llamaron "la calle Wall Street negra" (refiriéndose al famoso centro financiero de Nueva York).
Había cines, joyerías, un periódico, tres mercados, varios restaurantes y una compañía de autobuses de propietarios negros. Había 15 médicos negros, tres bufetes de abogados y varias iglesias negras.
Sin embargo, el periódico Tulsa Tribune y los racistas blancos de South Tulsa llamaban a la comunidad "Niggertown".
La invención del automóvil y las exigencias de la I Guerra Mundial impulsaron el crecimiento explosivo de los campos petroleros y de la ciudad de Tulsa, reconocida por su corrupción. Para la clase dominante de Tulsa, la comunidad negra de Greenwood era un obstáculo al crecimiento del distrito comercial central; quería echar a los negros. Por eso, el comisionado de policía Adkison y el Tulsa Tribune pintaban a Greenwood como centro de prostitución, drogas, alcohol y apuestas.
Al mismo tiempo, en la "Pequeña Africa", al igual que en otras comunidades negras, se sentía un nuevo espíritu de resistencia y mucha impaciencia. Los soldados negros regresaron de la I Guerra Mundial orgullosos y con una convicción renovada de que merecían respeto e igualdad. En las zonas urbanas, estaban más dispuestos a desafiar el racismo y los linchamientos. Asimismo, las tormentas revolucionarias de Europa y Rusia después de la I Guerra Mundial estimularon la organización revolucionaria y comunista de los negros.
A linchar
Dick Rowland, el joven negro limpiabotas, y Sarah Page, la operadora blanca del ascensor, se conocían. Los investigadores de la NAACP (Asociación Nacional para el Fomento de la Gente de Color) descubrieron que Rowland llamó al ascensor. Page se enojó de que un negro la llamara y cerró la puerta aunque Rowland todavía no estaba completamente adentro. Rowland tropezó y le pisó el pie. Cuando Rowland salió, Page gritó a todo mundo que la había insultado.
A Rowland lo arrestaron y lo llevaron al tribunal del condado, pero no lo acusaron ni presentaron pruebas en su contra.
Al día siguiente, el Tulsa Tribune sacó un rabioso editorial: "A linchar al negro esta noche". Esa noche, una turba de blancos armados se reunieron frente a la cárcel para linchar a Dick Rowland.
Pero sucedió una cosa maravillosa. De repente, llegó de Greenwood un grupo de 50 a 75 negros armados y en uniforme de soldado. Con un valor espectacular, enfrentaron a la chusma racista (ahora unas 2000 personas) y anunciaron que estaban dispuestos a defender la vida de Rowland.
Se lanzaron gritos mutuamente y luego hubo disparos. Varios hombres cayeron muertos. Había muchos más racistas que soldados negros y estos se retiraron hacia el norte de la ciudad, de regreso a Greenwood.
La policía organizó un ataque asesino contra la comunidad negra. Solicitó la ayuda de centenares de hombre de la chusma; los nombró policías y les dijo: "Ahora pueden dispararle a cualquier negro que vean y la ley los protegerá". Grupos de blancos se metieron en ferreterías, armerías y casas de empeño para sacar armas y municiones.
Los racistas intentaron cruzar las vías del tren, pero los francotiradores negros los tuvieron a raya por varias horas. Cuando amaneció, se reunieron unos 10.000 blancos armados; a las cinco, entraron en la "Pequeña Africa". Fue una invasión militar, con todo y ametralladoras.
Un memorial presentado por una compañía de seguros (American Central Insurance Company) en 1924 describió "el objetivo de todos de llevar a cabo un plan en común: el exterminio de la población negra de Tulsa y la destrucción por incendio del asentamiento negro, sus casas y sus edificios".
La resistencia fue heroica. Se formaron equipos de combatientes negros y pelearon de casa a casa e incluso de mano a mano. Más tarde, Mary Jones Parrish, una mujer negra, escribió: "Miramos por la ventana hacia el sur, donde estaba el Edificio Woods, y vimos carros de hombres armados descargando cerca del granero.... En ese momento, comprendimos que nuestros hombres peleaban en vano para salvar a su querido Greenwood".
Los sobrevivientes relataron que hubo bombardeos aéreos explosivos y bombas incendiarias. Van B. Hurley, un policía de Tulsa, informó que varios importantes funcionarios municipales se reunieron con propietarios de aviones para planearlo todo. Fue uno de los primeros bombardeos aéreos de la historia mundial.
Incendio y matanza
"Incendiaron la casa; nosotros estábamos en el desván... éramos cinco niños.... Logramos salir pero las balas nos pasaban cerca silbando.... Cuando bajamos, los postes de teléfono se estaban cayendo quemados y mi hermana, pobrecita, que era dos años menor que yo, me preguntó: `Kinney, ¿arde todo el mundo?'. Yo le dije: `Pienso que no, pero estamos en un gran lío".
Kinney Booker, que tenía 8 años cuando ocurrió la matanza
Enseguida, los agresores prendieron fuego a la comunidad negra. Una muralla de llamas recorrió el distrito comercial de Greenwood y arrasó todo.
Grupos de agresores fuertemente armados fueron de casa en casa: mataron a los que estaban dentro, se llevaron a los hombres, se robaron todo lo que había de valor y prendieron fuego a las casas. Los testigos dijeron que la policía roció con keroseno las casas más lujosas. En total, incendiaron unos 1200 casas, hoteles y negocios.
Arrasaron 35 manzanas. Más tarde, se encontraron los restos carbonizados de los residentes en los escombros.
La Guardia Nacional de Oklahoma despachó un tren con tropas a toda prisa. Llegó el 1º de junio. El comandante escribió después: "Veinticinco mil blancos fuertemente armados recorrían las calles con un desprecio total hacia todo concepto de leyes o de justicia. Automóviles atiborrados de armas recorrían a toda velocidad la ciudad y los choferes disparaban alocadamente". La Guardia supuestamente fue a poner fin al "disturbio", pero de inmediato se puso a acorralar a bayonetazos a los negros.
Los defensores armados de la comunidad negra dieron su última batalla al pie del cerro Standpipe. Disparaban desde detrás de los árboles y las paredes. La Guardia Nacional colocó dos ametralladoras y lanzó una lluvia de balas. Los últimos defensores negros se rindieron. La Guardia les decomisó las armas y los hizo marchar en columnas a los cuatro centros de detención: el Centro de Convenciones, el campo de béisbol McNulty, la feria y el aeropuerto.
La matanza fue sistemática y desalmada. Escuadrones de racistas (muchos pertenecían al Ku Klux Klan) fueron de casa en casa por los barrios en llamas, con ganas de matar a negros. Mataban a cualquier persona que encontraban en la calle. A los hombres negros, los encadenaron a los carros y los arrastraron. En los barrios blancos, balearon sin ninguna advertencia a las negras que iban camino a Greenwood después de un día de trabajo doméstico. Asesinaron al médico A.C. Jackson (según un fundador de la Clínica Mayo, "el cirujano negro más diestro del país") después de que se entregó a la policía.
La Guardia Nacional organizó equipos para amontonar los cadáveres en carretas y camiones. La Cruz Roja informó que atendió a casi mil heridos, la mayoría negros. En la escuela de Greenwood, a donde no llegó el incendio, se improvisó un hospital de campaña. Un observador escribió: "Se venían heridas de toda clase, como soldados después de una gran batalla: a uno le faltaba un ojo, otro tenía las piernas amputadas, quemaduras en la cara, o la cabeza vendada. Había mujeres con los nervios destrozados y hubo que confinar a algunas. ¿Acaso estaba en un hospital de Francia? No, estaba en Tulsa".
Muchos negros huyeron de la ciudad a los cerros Osage o a las muchas comunidades negras del campo de Oklahoma. Varios miles de negros fueron capturados a punta de pistola y ejecutados a sangre fría en campos de exterminio. A otros (incluso a los niños) los hicieron marchar a los centros de detención. Los racistas estacionaron un camión frente al Centro de Convenciones de Tulsa, y ahí exhibieron, como si fuera un trofeo, el cadáver de un negro asesinado. Los capturados tenían que pasar a su lado para entrar en el edificio.
El periodista Brent Staples, del periódico New York Times, dio una descripción en la edición del 19 de diciembre, 1999: "Los cadáveres se apilaban en las esquinas como si fueran leña y los curiosos les sacaban fotos como recuerdo. Otros fueron amontonados en carretas, camiones y al lado de las vías. Había otros enterrados en un túnel subterráneo del centro; un testigo dijo que ahí mataron a porrazos a 123 negros. En un parque, los cadáveres quedaron expuestos varios días al sol abrasador de Oklahoma, hasta carcomerse. Tiraron otros al río Arkansas, que los llevó río abajo".
El 2 de junio, cesaron los combates. La comunidad negra quedó en cenizas. Mil negros tuvieron que pasar el invierno viviendo como refugiados en carpas y casuchas de tablas. En los meses siguientes, veían pasar por las calles de Tulsa a gente blanca vestida en ropa y joyas robadas durante la matanza.
La lucha por la verdad
La prensa negra de Estados Unidos luchó mucho por poner al descubierto lo que pasó en Tulsa.
El recién fundado Partido Comunista (PC) sacó centenares de volantes con el título "La matanza de Tulsa". Sin pelos en la lengua, apoyó la autodefensa de las comunidades negras y exhortó al derrocamiento revolucionario del sistema capitalista y la canalla supremacía blanca. El volante se distribuyó por todo el país: en fábricas, comunidades negras y en los congresos de organizaciones como la NAACP.
Los soplones del gobierno informaron que en Chicago, para dar un ejemplo, se distribuyó una tonelada de volantes.
Revolucionarios y gente progresista organizaron campañas de socorro para los sobrevivientes de la matanza.
En Tulsa, sentían horror y mucha pena, pero también una enorme satisfacción por la liberación de Rowland y porque la comunidad se armó y peleó valientemente contra el ataque racista.
Por otra parte, la estructura de poder de Estados Unidos inmediatamente impuso su versión oficial y tapó la verdad. Se convocó un gran jurado que anunció que todo fue culpa de la comunidad negra y en particular, de "un grupo de hombres negros que se presentaron frente al tribunal...", y en segundo lugar, de la "agitación de los negros por igualdad social". Las autoridades de Tulsa dijeron que la organización revolucionaria Hermandad de Sangre Africana instigó la resistencia y acusaron formalmente a figuras eminentes de la comunidad negra de "incitar" los sucesos del 31 de mayo. No arrestaron ni acusaron a ningún blanco por la matanza.
El alcalde informó que solo 36 personas murieron: 10 blancos y 26 negros. Los libros de historia repiten esas cifras y propagan la versión oficial.
Los encabezados del periódico Tulsa Tribune eran racistas a morir:
"Culpan a propaganda negra"
"Culpan a agitadores negros por el disturbio: ¿Un complot de la sociedad negra?"
"La sangre derramada en guerra racial limpiará a Tulsa"
"Distrito negro abolido por órdenes municipales"
Las autoridades municipales consiguieron que la "Pequeña Africa" jamás se reconstruyera: bloquearon la construcción con nuevas leyes y negando préstamos.
El FBI, recién establecido, centró su trabajo durante el verano de 1921 en identificar y hostigar a los grupos que distribuían los volantes del PC sobre "La matanza de Tulsa". Las compañías de seguros se negaron a indemnizar a las víctimas.
Poco después, la matanza se borró de la historia oficial y del debate público. La mayoría de la gente de Estados Unidos ni siquiera sabe que ocurrió. En las oficinas del Tulsa Tribune, desapareció toda mención de los llamamientos a linchar a Dick Rowland; hoy no existe ni una edición con los artículos incendiarios.
Por muchos años, se trató de romper el silencio. Los sobrevivientes denunciaron los ataques aéreos y hablaron de cadáveres tirados a minas y al río. El gobierno decía que eran mentiras y exageraciones infundadas. Cuando el poderoso movimiento de liberación negra surgió en los años 70, la matanza de Tulsa apareció por primera vez en revistas progresistas, libros radicales sobre la historia de Estados Unidos y los nuevos cursos sobre Estudios Negros.
La memoria y las fosas comunes
Hace seis años, el mundo se enteró del ataque racista ocurrido en 1923 en Rosewood, Florida, a través de la película "Rosewood" y de una demanda judicial (que le pagó una indemnización de dos millones de dólares a los sobrevivientes).
Desde 1997, ha brotado un movimiento implacable de justicia por lo sucedido en Tulsa que pide indemnizaciones por la brutalidad y la destrucción sufridas. Más de 150 testigos, entre ellos 60 sobrevivientes, han hablado ante la "Comisión sobre el Disturbio Racial de Tulsa" del gobierno de Oklahoma. Sus informes han sacado a luz la verdad después de tantos años. Se han identificado tres fosas comunes de negros. En el verano, se iniciará la exhumación de una fosa.
Los historiadores ahora calculan que unas 300 personas murieron en la matanza y que más del 90% eran negros. Otros piensan que murieron muchos más. Es posible que la verdadera cantidad nunca se sepa.
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Ninguna fuerza es capaz de cambiar la historia y deshacer los crímenes de la matanza de Tulsa; pero la lucha y la determinación del pueblo negro obligó a las autoridades a iniciar la investigación pública de los hechos. Asimismo, se han entablado justas demandas de indemnización y divulgación.
La AmeriKKKa de hoy niega la existencia del racismo sistemático e institucionalizado, pero la realidad de la opresión de los negros está a la vista de todos.
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