Indignación en China

Protestas, huelgas y rebeliones de obreros y campesinos

Obrero Revolucionario #1071, 24 de septiembre, 2000

Una ola de huelgas, protestas y rebeliones urbanas y rurales está sacudiendo a China, donde la restauración del capitalismo ha llevado más sufrimiento y pobreza a centenares de millones de obreros y campesinos.

Durante más de 25 años, China fue un país socialista: la sociedad se gobernaba para beneficio del pueblo y para eliminar todas las formas de explotación y opresión. Pero en 1976, después de la muerte de Mao Tsetung, un nuevo gobierno, dirigido por Deng Xiaoping, tomó las riendas, tumbó el socialismo, restauró el capitalismo y puso en marcha atrás el camino socialista de eliminar las desigualdades y las divisiones de clase. Hoy la brecha entre los ricos y los pobres, la ciudad y el campo, el hombre y la mujer, aumenta. Una vez más el país está bajo la dominación de potencias extranjeras y el gobierno le ha abierto la puerta a los inversionistas capitalistas, los cuales sueñan con jugosas ganancias de la explotación de la mano de obra barata.

El gobierno chino ejerce un fuerte control de los medios de comunicación, y censura las noticias de oposición. A veces un informe de un paro o rebelión de miles de obreros o campesinos se filtra tras semanas o meses, y a veces nunca. Pero los pocos informes que hemos recibido pintan un cuadro de una situación muy volátil y de una creciente lucha contra el desempleo, los altos impuestos, la corrupción oficial, la falta de servicios médicos y el deterioro de la situación de las masas. Millones de campesinos y obreros han demostrado la veracidad de una declaración de Mao: "Donde hay opresión, hay resistencia".

Rebeliones campesinas

En agosto más de 20.000 campesinos se alzaron contra los impuestos en Jiangxi, la zona montañosa del centro donde Mao y el Ejército Rojo establecieron la primera base de apoyo revolucionaria en la década de 1920.

La rebelión se centró en Yuandu, una ciudad de 100.000 habitantes, donde los campesinos, armados con palos y porras, rodearon un edificio gubernamental. Durante 10 días estallaron protestas en otros pueblos cercanos; la agencia noticiosa Reuters informó: "Despacharon a la policía paramilitar porque los campesinos destruyeron oficinas oficiales y saquearon las casas de los ricos, lo que puso de relieve la amenaza al gobierno que representa el descontento campesino que arde por todo el país".

El gobierno dijo que envió a 2000 milicianos y arrestó a docenas de campesinos, y que la lucha duró cinco días.

En el campo, donde vive dos tercios de la población, el ingreso de la gran mayoría de los campesinos se ha estancado o disminuido, pero los impuestos han aumentado. Los campesinos dicen que de cada 400 yuan que ganan al año por cada acre (.4 hectáreas) de tierra, tienen que pagar 180 yuan en impuestos. Con los demás gastos, solo ganan 100 yuan por acre al año. También tienen que trabajar sin remuneración en proyectos de prevención de inundaciones y de irrigación, y comprar un montón de permisos al gobierno, como por ejemplo para tener casa y para cultivar un terreno particular. Un campesino dijo que en 1995 el 85% de los habitantes de su aldea tenía dinero ahorrado, pero que ahora el 85% está endeudado.

Además, este año se ha rebajado el precio del grano a raíz de una cosecha sin precedente. El gobierno, que monopoliza la compra de grano, optó por no comprar toda la cosecha y prohibió que se vendiera aparte. En algunas zonas, los campesinos tienen que pagar el almacenamiento del grano.

Todo eso contribuye al descontento campesino, que lleva varios años cobrando fuerza.

Un incidente que salió a flote al comienzo del año pasado demostró la volatilidad del campo. El 8 de enero más de 10.000 campesinos se reunieron frente al edificio gubernamental de Daolin para reclamar que bajaran los impuestos y despidieran a funcionarios corruptos. Llegaron centenares de policías y un escuadrón antimotín, con máscaras, escudos, cachiporras y gas lacrimógeno, de la capital provincial de Changsha. Antes de que empezara el mitin, la policía ordenó dispersarse y disparó gas lacrimógeno.

Una lata de gas estalló en la pierna de un campesino, Zhang Huangli, que quedó gravemente herido en la calle en un charco de sangre. Su esposa dijo que cuando un sobrino fue a ayudarlo, la policía lo golpeó y lo arrestó. Zhang murió al llegar al hospital.

Las protestas continuaron al día siguiente y arrestaron a 110 manifestantes. La policía se puso a buscar a cuatro líderes de la protesta, pero los campesinos arrancaron en seguida los afiches de recompensa por su captura.

La rebelión en Daolin es típica de muchas zonas. Unas 50.000 personas viven en la zona; producen dos cosechas de arroz al año en pequeñas parcelas. Desde hace varios años la indignación popular por la corrupción y los impuestos hierve.

A comienzos de 1997, los campesinos de varias aldeas de Daolin establecieron una organización clandestina y adoptaron un nombre inofensivo: "Voluntarios que Dan Publicidad a los Reglamentos". Luego establecieron grupos parecidos en cuatro de las 12 aldeas del condado. Según los reglamentos del gobierno central, los impuestos no deben exceder el 5% del ingreso del año previo. Pero los campesinos dicen que ese reglamento se viola con un truco: los funcionarios del gobierno exageran el ingreso de los campesinos y así les cobran más impuestos.

También condenan los demás permisos que vende el gobierno. Por ejemplo, tienen que pagar cada vez que matan un cerdo, y cada familia tiene que pagar una vez al año incluso si no tiene cerdos; tienen que pagar por la producción de "productos especiales", como nueces, incluso si no los producen; por la inoculación de los animales, las escuelas, el matrimonio y los hijos, y proyectos especiales como la construcción de centrales eléctricas. Para los campesinos, que ganan muy poco, eso es una carga terrible.

La indignación obrera

También ha habido descontento y disturbios en las ciudades debido a la gran cantidad de trabajadores despedidos por las compañías paraestatales, que están en un proceso de privatización.

El 25 de agosto, 70 trabajadores de la compañía de embalaje Meite de Tianjin detuvieron durante 40 horas a seis ejecutivos: un estadounidense, seis malasios y tres de Hong Kong. A partir del comienzo de agosto, los trabajadores se presentaron a las puertas diariamente y bloquearon el paso a entregas y personas. Los dueños se negaron a reunirse con ellos. Hace 10 años Meite era una empresa paraestatal que producía tubería; luego pasó a manos de copropietarios chinos y estadounidenses. Ahora el gobierno tiene programado privatizarla y vender las acciones a la compañía estadounidense Ball Corporation, la cual planea despedir a muchos de los mil empleados.

La transformación de Meite es típica de lo que está pasando en miles de empresas por todo el país, y como consecuencia millones de trabajadores terminan desempleados. El gobierno atrae inversiones extranjeras y quiere integrarse a la Organización Mundial de Comercio. Para cumplir con los requisitos de la OMC, ha mandado que las empresas paraestatales sean "autosuficientes económicamente", lo que requiere despedir a muchos trabajadores, cerrar fábricas, privatizar y transferir el control a inversionistas extranjeros. A ese proceso lo ha acompañado una corrupción desbocada: funcionarios del gobierno, del partido y de las empresas terminan con posiciones lucrativas en las nuevas empresas. La venta de empresas paraestatales presenta muchas oportunidades para la corrupción, y muchos directores de fábricas han logrado comprarlas a precios de ganga.

La fábrica de Meite, como muchas miles en China, ha sido víctima de la ola de inversiones extranjeras. Tras una serie de sociedades conjuntas en los años 90, Ball terminó con cuatro fábricas de embalaje en Tianjin. Ahora su plan es consolidarlas y trasladarlas a una sola fábrica en una zona de desarrollo económico, donde el gobierno rebaja los impuestos. Esos cambios requerirán grandes despidos de trabajadores, quienes dicen que la oferta de cesantía de $1200 no es suficiente. Con sede en Broomfield, Colorado, Ball lleva más de 15 años en China y tiene 17 empresas propias y conjuntas.

Otros informes demuestran lo extenso que es el descontento obrero:

• A fines de 1999, los trabajadores de la empresa paraestatal de pintura Red Lion de Beijing confrontaron a los nuevos dueños que iban a cerrar la fábrica y vender los terrenos. Cuando una delegación de trabajadores no los pudo disuadir, unos trabajadores intentaron suicidarse en la gerencia: una señora se tragó un pesticida y dos hombres se cortaron la muñeca.

• En una provincia del sur, hubo dos grandes motines en un lapso de seis meses. En una ciudad, miles de mineros de carbón despedidos bloquearon una vía ferroviaria hasta que les pagaron la cesantía. En otra, docenas de miles de trabajadores chocaron con la policía durante una protesta contra la corrupción.

• En diciembre, mil trabajadores de la industria de seda bloquearon una carretera en el sudoeste durante dos días porque llevaban un año sin pagarles. Pelearon con 200 policías, y les lanzaron piedras y botellas. Los estandartes decían: "Queremos comer. Nuestros hijos quieren estudiar".

• Al comienzo del año pasado, hubo una manifestación en Hunán, una provincia del centro del país. Unos 500 trabajadores bloquearon un puente importante y pararon mil vehículos porque no les pagaron. Los trabajadores, de la empresa paraestatal de algodón Changde recién vendida, reclamaron los tres meses de salario que les debían y condenaron la corrupción. La empresa tenía 10.000 trabajadores pero los nuevos dueños despidieron a 3000.

• En 1997, los trabajadores despedidos de varias empresas paraestatales realizaron una protesta de brazos cruzados en la estación ferroviaria Acheng de Harbin, en la provincia de Heilongjiang. Según varios informes, las autoridades rechazaron sus solicitudes de subsidios, así que decidieron "buscar comida y ropa por sí mismos", y se apoderaron de talleres, almacenes y reservas de azúcar. En la madrugada del año nuevo, unos trabajadores ancianos, débiles, enfermos y minusválidos se sentaron en la vía del ferrocarril de la estación de Acheng para suicidarse y así quitarle la carga a sus familias. Pero los familiares los siguieron; luego llegaron 3000 trabajadores de textiles y otras mil personas, y paralizaron el transporte durante todo el día.

Desarrollo capitalista = Desempleo y privación

En la economía socialista planificada de China, cuando las ganancias no estaban al mando, las empresas tenían suficientes fondos para pagar más altos salarios y beneficencia social. Pero con la restauración del capitalismo, ahora la acumulación de ganancias lleva la batuta en el desarrollo industrial y millones de trabajadores son víctimas de la privatización, la consolidación de fábricas, las inversiones extranjeras y otras medidas para que las empresas sean más rentables.

A fines de 1996, más de la mitad de las empresas paraestatales no podían vender sus productos ni pagar a sus empleados. En las ciudades industriales más afectadas, han dejado cesante hasta al 80% de la fuerza de trabajo. En Shenyang, capital de la provincia de Liaoning, suspendieron a 350.000 trabajadores, muchos sin salario. En Tianjin, que ha atraído mucha inversión extranjera, las empresas paraestatales llevaban un año despidiendo a los trabajadores. Muchas compañías también suspendieron la producción durante una parte de cada mes. El nivel de desempleo industrial en Tianjin alcanzó el 40%.

Según estadísticas oficiales, las empresas paraestatales cesaron a 11 millones de trabajadores en 1999. Menos de cinco millones lograron reintegrarse a la fuerza de trabajo. Con los otros seis millones, la cantidad oficial de desempleados alcanzó 12 millones. Pero esa estadística no representa la verdadera cantidad de gente que no tiene trabajo.

El gobierno solo denomina "desempleados" a los que no tienen trabajo y que están inscritos en el Ministerio de Trabajo y Seguro Social. Los "obreros desplazados del trabajo" por las empresas paraestatales reciben un subsidio mientras buscan trabajo, así que no figuran en esa estadística.

Contando a los cesantes, la tasa de desempleo alcanza el 20%, o sea, 70 millones de los 350 millones de trabajadores urbanos chinos. Además, el Banco Mundial calcula que pronto despedirán a otro 35% de los 140 millones de trabajadores del sector paraestatal.

La mujer sufre mucho por los despidos. El Ministerio de Trabajo informó que en 1997 las mujeres fueron el 39% de la fuerza de trabajo pero el 61% de los cesados. Además, el 75% de las mujeres cesadas siguen sin trabajo al año, en comparación con menos del 50% de los hombres.

Para apaciguar el descontento de los desempleados, el gobierno estableció "centros de re-empleo" en todas las ciudades y mandó que los gobiernos locales compartieran el costo del subsidio con las compañías. Esos centros deben ofrecer capacitación, ofertas de trabajo y un subsidio mensual de $20 a $35, pero muchas veces esa ayuda no se materializa y las compañías no pagan nada. Esa floja red de seguridad desaparecerá a finales del 2001.

La Fábrica de Textiles No. 2 de Beijing tenía 7000 trabajadores a comienzos de la década pasada. Hasta la fecha ha suspendido a unos 3000 y seguirá haciéndolo. La Fábrica de Textiles No. 3 cerró sus puertas en junio y suspendió a 6000 obreros. Los trabajadores de esas fábricas no tienen un "centro de re-empleo", y reciben un subsidio mensual de $28. Unos trabajan de conserjes y otros de vendedores ambulantes.

Con el fin de agilizar la eliminación de las empresas paraestatales, el gobierno abolirá el "sistema de obreros desplazados" en el 2003 y los trabajadores perderán los subsidios. Las empresas paraestatales dan dos formas de ayuda a los "empleados desplazados": la mitad del salario durante tres años si no encuentran trabajo y capacitación laboral, pero como mencionamos este sistema se eliminará. Esos cambios empezarán en la provincia de Guangdong, donde hay muchas empresas particulares y de extranjeros.

El nivel oficial de desempleo es de 3,1%, pero no cuenta a los millones de trabajadores cesantes que están inscritos en los "centros de re-empleo", ni los millones que no se han inscrito en los centros de desempleo porque no cumplen los requisitos, ni los 100 millones de campesinos que se han ido ilegalmente a las ciudades en busca de trabajo. Además, solo abarca la población urbana y pasa por alto completamente la situación en el campo.

Se calcula que hay unos 130 millones de desempleados en el campo, donde la crisis se ha exacerbado debido al regreso de millones de campesinos que fueron en busca de trabajo a las Zonas Económicas Especiales y las ciudades costeras.

Crece la brecha entre ricos y pobres

La restauración del capitalismo en China ha ahondado la brecha entre los ricos y los pobres.

Un estudio oficial de 150.000 hogares urbanos y rurales a fines del año pasado encontró que el 20% de los hogares más ricos recibe el 42% del ingreso total, con un ingreso promedio de $120 por persona al año; el 20% más pobre recibe el 6,5% del ingreso total, con un ingreso promedio de $15, o sea, la octava parte del 20% más rico; y el 10% más pobre solo recibe el 2,2% del ingreso total.

Los individuos de ingreso más alto son el 1% de los estudiados, pero su ingreso promedio anual es $24.000 por hogar.

Los pobres son trabajadores cesantes, desempleados, jubilados, empleados de empresas que han cerrado o recortado sus operaciones y los que reciben pensiones o seguro social debido a problemas físicos.

En agosto de 1999, más del 6% de los hogares recibieron un ingreso por persona de unos $12.

Cuando China era socialista dio grandes pasos para reducir las diferencias entre el campo y la ciudad, como parte de eliminar todas las desigualdades sociales. Sin embargo, hoy China practica la economía de libre comercio que pone las ganancias encima de todo, y por eso están aumentando la pobreza y el sufrimiento. En esta situación explosiva, los obreros y campesinos chinos están comprobando una vez más la verdad de las palabras de Mao: "ˇSe justifica la rebelión contra los reaccionarios!".


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