El caso de Mumia: Las calumnias de la revista Time
C. Clark Kissinger
Obrero Revolucionario #1071, 24 de septiembre, 2000
Durante la semana de la Convención Nacional del Partido Republicano, la prensa grande atacó a Mumia con saña. El artículo más importante, de Steve López, salió en la revista Time del 31 de julio; otro, del columnista Eric Zorn, salió en el Chicago Tribune de la misma fecha y, por último, el Philadelphia Inquirer del 1º de agosto publicó un editorial.
Antes que nada, hay que señalar que esos ataques son un tributo a los logros del movimiento que lucha por justicia para Mumia. Los autores se vieron ante la necesidad de atacarlo precisamente porque el caso de Mumia es un tema candente, especialmente en el debate sobre la pena de muerte. El objetivo de los artículos es dividir al creciente movimiento contra la pena de muerte (es decir, no lo atacan de frente): "Buena causa, pero mal tipo", dice López; "Mal emblema", dice el Inquirer; y Zorn afirma que se debe alzar la voz por "una de las personas de veras inocentes que están en el pabellón de la muerte" y no por Mumia. ¡Los tres rezongan que no es justo llamar a la Convención Republicana el "Baile de los verdugos"! Se ve que la verdad duele, ya que no se puede negar que tres gobernadores republicanos—los hermanos Bush y el anfitrión de la convención, el gobernador de Pensilvania, Tom Ridge—han firmado el 30% de las ejecuciones en el país.
Veamos el artículo de López, ya que los otros le siguen la pauta centrándose en los actuales tres argumentos clave de la fiscalía:
1) las pruebas materiales son contundentes;
2) Mumia tenía un buen abogado, pero saboteó su propia defensa;
3) si es inocente, ¿por qué no aclara lo que sucedió esa noche?
A eso le añaden el drama de Maureen Faulkner, pero la verdad es que Maureen Faulkner no tiene nada que ver. ¿Por qué no contraponen a Mumia al juez Sabo, quien, con su parcialidad, marcó la pauta del juicio fraudulento de 1982? ¿Por qué no lo contraponen al fiscal Ed Rendell, quien además facilitó el bombardeo de la casa de MOVE de 1985, que dejó calcinadas a 11 personas y quemó 61 casas? El drama de Maureen les conviene porque provoca compasión, ya que Rendell o Sabo muy difícilmente inspiran compasión.
Empecemos con el segundo argumento de López, quien, dicho sea de paso, recibió información muy completa de la fiscalía. La apelación de Mumia ante el tribunal federal sostiene que el abogado nombrado por la corte (Anthony Jackson) fue incompetente. El mismo admitió que no se preparó para el juicio, no entrevistó ni a un solo testigo ni presentó pruebas de descargo. No presentó pruebas mitigantes en la fase de la sentencia. Además, sostuvo conversaciones inapropiadas con el juez y el fiscal. Posteriormente, le prohibieron ejercer la abogacía. Así que por ese lado hay fundamentos de sobra para que Mumia tenga un nuevo juicio.
¿Qué dice la fiscalía sobre la mala conducta del abogado defensor y el hecho de que la corte le negó a Mumia el derecho de representarse? ¡Le echa la culpa a Mumia! Afirma que Mumia contaba con un magnífico abogado, que hizo hasta lo imposible por representarlo, pero que él perjudicó su propia defensa porque quería un juicio político. López afirma que el abogado fue de primera: "Fui a verlo y dijo que defendió a unos 20 acusados de homicidio, pero que Abu-Jamal quería una defensa política".
Reparemos en eso: lo primero que salta a la vista es que López ha modificado la versión oficial. La fiscalía lleva años diciendo que Anthony Jackson fue abogado defensor en por lo menos 20 casos de pena capital, pero López lo rebaja a homicidios. Sin embargo, nadie, ni el propio Anthony Jackson, ha documentado siquiera uno de esos casos. Veamos lo que dijo bajo juramento en 1995 sobre sus siete años en el oficio de abogado defensor antes de representar a Mumia:
P: Y en los siete años transcurridos entre 1974, cuando se recibió, y 1981, cuando se encargó de la defensa del Sr. Jamal, según entiendo por la respuesta que le dio al Sr. Grant, usted trabajó por un tiempo breve en la fiscalía, en un despacho de una dependencia federal y otro de bienestar social, ¿es cierto?
R: Sí, señor.
P: Con respecto a esos siete años en los que se desenvolvió en esa capacidad, ¿recuerda usted cuántos casos de pena capital le tocaron?
R: Uno en capacidad de coabogado y, disculpe, creo que dos como abogado principal.
(31 de julio de 1995, p. 76)
Cuando le pidieron a Jackson que mencionara uno de los tres casos, dijo que no los recordaba y que durante los tres años antes del juicio de Mumia trabajó en un bufete de bienestar social que hacía litigación civil (no penal). Así que de ninguna manera defendió a 20 acusados de homicidio ni tuvo las agallas de afirmarlo bajo juramento.
Es más, en las audiencias de 1995, Jackson dijo que no estaba preparado para el juicio, que pidió más tiempo pero el juez lo rechazó, que no le dieron suficientes fondos para contratar los expertos que necesitaba y que por eso no podía defender debidamente a Mumia.
¿Y la afirmación de López de que Mumia planteó una estrategia política? De eso no cabe duda. Desde el comienzo fue un caso sumamente político. Tanto la fiscalía como Mumia plantearon una estrategia política, pero el juez solo permitió que la fiscalía la aplicara. A Mumia le bloquearon toda estrategia de defensa. No le permitieron representarse; le impusieron un abogado defensor en quien no tenía confianza (y tenía razón, véase el memorial de la Fundación Chicana/Chicano), no le permitieron tener a su lado a un asesor en quien tenía confianza y lo echaron del juzgado muchas veces por ejercer su derecho de repreguntar a los testigos.
Según López: "Hizo discursos políticos y lo sacaron del juzgado". A continuación, un "discurso político" de Mumia: la repregunta a Priscilla Durham, una guardia de seguridad del hospital que dijo que oyó a Mumia "confesar":
EL ACUSADO: Señorita Durham, ¿por qué esperó hasta el 2 de febrero para hacer esa declaración?
EL JUEZ: Señor Jamal, es evidente que usted busca causar disturbios.
EL ACUSADO: No estoy causando ningún disturbio. Al contrario, es muy evidente que busco defenderme.
EL JUEZ: Una vez más ordeno que lo retiren del juzgado.
(24 de junio de 1982, p. 89)
Mumia simplemente quiso repreguntar a los testigos y reclamó el derecho de representarse. En cambio, la fiscalía citó declaraciones políticas de 12 años atrás e instó al jurado a que lo sentenciara a muerte.
Pasemos al tercer argumento de López: "Para colmo, nadie disputa lo más absurdo del caso: que solo dos personas saben lo que pasó el 9 de diciembre de 1981 y estas no dicen ni mu". Bueno, lo disputo yo.
Primero, Mumia tenía muy buenas razones para no dar testimonio en el juicio de 1981. El último día lo llevaron al juzgado y le dijeron que tenía el "derecho" de hacer una declaración. Contestó:
EL ACUSADO: Desde el comienzo de este juicio me han asegurado que gozo de ciertas garantías constitucionales: el derecho de representarme, el derecho de elegir a un jurado de mis iguales y el derecho de hacerles preguntas a los testigos. Pero me han quitado esos derechos. Al parecer, el único derecho que el juez y este tribunal me dan es el de estar en el banquillo de los acusados, el cual no es ningún derecho. Que me den todos mis derechos, y no unos cuantos. Reclamo el derecho de representarme y de presentar argumentos de conclusión. No pido caridad. Simplemente reclamo mis derechos porque mi vida está en juego.
(1º de julio de 1982, p. 41)
Mumia tenía toda la razón. El "derecho" de dar testimonio y responder a preguntas, sin las demás garantías supuestamente amparadas por la Constitución, es una farsa y una burla a la justicia.
En la audiencia de sentencia, el último día del juicio, Mumia señaló:
"Sabo me arrebató mis `derechos’. Rechazó mis repetidas peticiones de tener a John Africa como asesor de la defensa. Sin embargo, en otro juicio en el mismo edificio, un acusado de homicidio tiene la asesoría de su padre, quien `por casualidad’ es policía. Ese hombre, un blanco acusado de matar a golpes a un negro, pasó varias semanas en libertad bajo fianza. Le revocaron la fianza tras fuertes protestas de la comunidad negra. En mi caso, revocaron la fianza ($250.000) en el plazo de un día. A un acusado, le dan todo. A otro, le niegan todo....
"Soy inocente de los cargos que se me imputan. Soy inocente a pesar de la conspiración de Sabo, McGill y Jackson para negarme mis presuntos derechos de representarme, de escoger a un asesor, de elegir a un jurado de mis iguales, de repreguntar a los testigos, y de presentar mis argumentos de apertura y conclusión ante el jurado".
(3 de julio de 1982, pp. 13-16)
La fiscalía y sus fieles servidores de la prensa creen que es muy astuto pedir que Mumia cuente los pormenores de lo que pasó la noche que él y el agente Faulkner cayeron heridos de bala. ¡Acaso la defensa debe informarle a la fiscalía los argumentos que presentaría en un nuevo juicio (como condición para recibirlo... quizás)! Ni un estudiante de primer año de derecho caería en esa trampa. Si quieren oír el testimonio de Mumia, que le den un juicio justo que respete el proceso.
Si Mumia diera a conocer su testimonio, ¿a poco los periodistas que lo atacan dirían: "Bueno, todo está claro. Es evidente que merece un nuevo juicio"? Ni modo. ¡Tildarían su declaración de propaganda interesada que no vale nada porque no la hizo bajo juramento!
Y, ¿el testimonio de Billy Cook, el hermano de Mumia? Es cierto que no dio testimonio en la farsa de juicio de 1982, y es obvio por qué: es un negro que se metió en una refriega con un policía blanco, quien acabó muerto. Era natural que temiera que a él también lo acusaran. Si la fiscalía tenía tantas ganas de oír su testimonio, ¿por qué no lo mandó comparecer?
En 1996 Billy habló con el nuevo equipo defensor de Mumia y ofreció dar testimonio en la audiencia para solicitar un nuevo juicio. Pero la fiscalía anunció que si se presentaba, lo arrestarían con una vieja orden de detención. Era una amenaza seria, pues a Veronica Jones la arrestaron al bajarse del banquillo tras dar testimonio en defensa de Mumia.
Al último momento, Billy se echó para atrás por temor (y lo detuvieron). Quizás un periodista vendido como López no entiende sus motivos, pero los negros jóvenes de Filadelfia con toda seguridad lo ven de una manera muy distinta.
¿Y el primer argumento de López, de que las pruebas son contundentes? Repite como loro las afirmaciones de la fiscalía y pasa por alto el montón de evidencia que contradice la "versión oficial"... con una excepción interesante. ¡Ahora no sostienen que Mumia confesó... ni en el artículo de López ni en el editorial del Inquirer ni en la columna de Zorn! ¿Será que el cuento de la "confesión" está tan desgastado que ni siquiera los partidarios de la fiscalía lo repiten?
López termina con el ataque de costumbre a los personajes prominentes que reclaman justicia para Mumia ("un desfile de celebridades"). Menciona de todo—manifestantes enmascarados en Dinamarca, los Beastie Boys, etc., etc.—pero no toca para nada el reciente informe de Amnistía Internacional, "A Life in the Balance: The Case of Mumia Abu-Jamal" (Una vida en juego: El caso de Mumia Abu-Jamal), que examina las grandes injusticias del juicio de 1982 y concluye que Mumia merece un nuevo juicio. Amnistía Internacional es una organización que el gobierno estadounidense cita muy a menudo al criticar a otros países. ¿Acaso no tiene credibilidad cuando condena las violaciones de este país? ¿O simplemente no conviene mencionarlo?
Por último, López afirma que el caso de Mumia perjudicará la lucha contra la pena de muerte. Hace unos meses, escribí lo siguiente en respuesta a Marc Cooper:
"¿A poco la ejecución de Jamal (y lo matarán si el movimiento de defensa no sigue cobrando fuerza) ayudaría a abolir la pena de muerte y a fomentar la justicia social? Una victoria en el caso de Jamal salvaría a un partidario de los condenados a muerte y de los oprimidos en general. ¿A poco no vigorizaría al movimiento por la justicia social y daría esperanza a los desesperanzados? ¿Acaso no le asestaría una gran derrota a la maquinaria de castigo y muerte? Con ganarla no ganamos la guerra, desde luego, pero es una batalla decisiva y debemos mover mar y tierra para ganarla".
La verdad es que Mumia Abu-Jamal es un crítico elocuente de la pena de muerte; además, es un vocero de una nueva generación de críticos, muchos de los cuales le han entrado a la lucha a través de su caso. No se combate la pena de muerte en el abstracto, sino en los hechos, en casos muy concretos que concentran los grandes problemas sociales del día.
El hecho de que millones de personas han conocido las realidades del asesinato oficial a través del caso de Mumia Abu-Jamal NO representa ningún peligro para el movimiento contra la pena de muerte. Al contrario, en este momento el gran peligro proviene de los que, buscando oposición más pura, se prestan al juego de los que quieren ejecutar a Mumia y silenciar su voz para siempre.
(21 de agosto de 2000)
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