Los aborígenes de Australia
Una historia de injusticia y dolor
Obrero Revolucionario #1073, 8 de octubre, 2000
"Los despojamos de sus tierras, destruimos sus cultivos; los sometimos a nuestras leyes que son ajenas a sus costumbres y tradiciones; procuramos que aceptaran nuestros gustos, los cuales les disgustan; los masacramos cuando defendieron a su manera su vida y sus posesiones; y libramos una guerra sin cuartel para que nos reconocieran como el amo".
Anthony Trollope, novelista inglés que
viajó a Australia a finales del siglo 19."El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista".
de Capital de Carlos Marx
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Los aborígenes llevaban en Australia aproximadamente 60.000 años cuando los primeros ingleses desembarcaron en 1770. De 300.000 a 750.000 aborígenes habitaban el continente, pero en 1911 (123 años después de los primeros asentamientos ingleses), solo quedaban 31.000 aborígenes.
Los ingleses declararon que Australia era terra nullius--es decir, sin habitantes humanos--y así justificaron el despojo de las tierras indígenas y el saqueo del continente. Arrebataron las tierras fértiles y arrojaron a los aborígenes a las zonas áridas del interior. Llevaron enfermedades desconocidas y en dos años la viruela mató casi la mitad de la población aborigen de la zona donde hoy se encuentra la ciudad de Sydney. Una epidemia de viruela estalló 15 meses de la llegada de los primeros colonos, en abril de 1789. Posteriormente, muchos aborígenes murieron en las epidemias de 1829 a 1831 y 1865 a 1869.
Las nuevas enfermedades acabaron con muchas vidas, y las masacres también. Se calcula que de 1860 a 1930, los colonos del Territorio del Norte mataron a 10.000 aborígenes. Oficialmente, se registró apenas una pequeña parte de las masacres. En la masacre de Myall Creek de 1838, ataron a 28 aborígenes, la mayoría mujeres y niños, los llevaron a unos corrales y los mataron con espadas. Ese mismo año, la policía mató a cientos de aborígenes en la masacre de Slaughterhouse Creek. En 1840, los colonos mataron a unos 80 aborígenes en la masacre de Fighting Hills. En 1868, 30 a 60 cayeron víctimas de un grupo de policías/colonos en la masacre de Jaburrara. En 1886, los mineros balearon a 150 aborígenes.
Para los colonos de Queensland, los aborígenes eran "fieras para la caza". De 1824 a 1908, mataron a 10.000.
En 1803, los primeros colonos llegaron a la isla de Tasmania, en la costa de Australia; tres años después, comenzó el genocidio de los indígenas. Como represalia por cazar ganado, raptaban a los niños y los ponían a hacer trabajos forzados; violaban y torturaban a las mujeres, y les daban harina envenenada; y ejecutaban a los hombres. En 1824, el gobernador autorizó a los colonos balear a los aborígenes y en 1828 instituyó la ley marcial. Los soldados y colonos arrestaban o mataban a los aborígenes que encontraban en los pueblos. Grupos racistas respondían a todo acto de resistencia con masacres despiadadas. Hacia 1835, el saldo era de 3000 a 4000 muertos. Solo quedaban en la isla 123 aborígenes y a esos los expulsaron a otra isla.
"Protectores" crueles
En la década de 1840, el gobierno promulgó las "leyes de protección" y nombró "protectores" para "cuidar" a los aborígenes y "consolar al agonizante" (es decir, a una raza que se encontraba al borde de la extinción). Se establecieron misiones cristianas y caseríos en zonas apartadas y alejaron a los aborígenes de sus comunidades en aras de "civilizarlos" y convertirlos al cristianismo.
Los misioneros tenían mucho poder. Impusieron la segregación y, más tarde, la asimilación. Eran las únicas autoridades en algunas zonas a cargo de las escuelas, clínicas, granjas y viveros, además de los servicios de agua, alcantarillado, etc. Construían dormitorios y cárceles; juzgaban y mandaban a la cárcel, controlaban los ingresos, prohibían las costumbres tradicionales y eran los guardianes oficiales de todo adulto y niño.
La segregación y degradación de los aborígenes bajo las "leyes de protección" duró hasta el siglo 20, y miles de indígenas pasaron toda la vida en esa condición, en los lugares más apartados del país. El gobierno controlaba la vida cotidiana--el trabajo, el matrimonio, lo que leían, sus actividades de tiempo libre, y sus ritos culturales y religiosos--por la "protección de la moralidad aborigen".
De 1911 a 1964, en el Territorio del Norte, los aborígenes de "raza pura" vivían "bajo la protección del estado" y no podían salir de las reservas sin permiso. Se prohibía el consumo de alcohol, relaciones sexuales entre las razas y matrimonios entre las razas sin permiso oficial. En Queensland, a los "culpables" de "conducta escandalosa" o "desobediencia" los expulsaban a otro estado de 12 meses hasta de por vida. Los metían a la cárcel por tres semanas por "contestar mal", "negarse a trabajar", "decirle cabrón al encargado de higiene", "cometer adulterio", "jugar naipes", "invitar a un hombre a pasar la noche", "dejar sucio el salón de recreo", "negarse a dar una muestra fecal al servicio de higiene, además de destruir la botella que se proporciona para ese fin, la cual es propiedad del departamento".
Muchas de esas leyes e instituciones estuvieron en vigor hasta 1972.
En 1944, la Ley de Derechos de Ciudadanía para los Indígenas les facilitó solicitar la "ciudadanía", pero tenían que demostrar a un magistrado que habían "disuelto sus afiliaciones indígenas y tribales", "adoptado las costumbres de la vida civilizada" durante dos años, y que "hablaban y entendían el idioma inglés", además de ser "muy trabajadores". Les revocaban la ciudadanía por ofensas menores como cortar árboles, ser desordenado, no mantener la lavandería limpia o tomar mucho. Esa ley siguió en vigor hasta 1971.
Niños robados
Te digo la verdad, toda la verdad
de mi mentiras no escuchas
como las promesas, promesas, promesas
cuando nos cercaron como ovejasayuda nos prometieron
pero a las misiones nos mandaron
a leer, escribir, orar, nos enseñaron
y los niños nos robaron
los niños
los niños, los robaron
del pecho materno
mejor para el niño
mejor separarlo
robarloEl welfare, la policía
prometía, prometía
darles lo que uno no tenía
enseñarles de la vida
enseñaron, enseñaron
humillaron, humillaronRacismo les enseñaron
a los niños que robaron
los robaron, los robaron
y el corazón materno
llora por el niño
por el niño que robaron
los robaron, los robaronDe la canción "Took the Children Away" (Robaron a los niños)
del cantante aborigen Archie Roach*****
"Jamás se compensarán las pérdidas, el dolor y el trauma de los aborígenes como consecuencia de las leyes de separación. Ninguna indemnización compensará el amor y el cariño que perdieron hijos y padres ni el sufrimiento psicológico, físico y sexual de los niños indígenas que vivían aislados en un mundo de adultos que los consideraba una `raza despreciada'. El trauma de esos sucesos afectará a los sobrevivientes de por vida y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos".
Link-Up, una organización que ayuda a las víctimas
de las leyes de separación*****
En 1997, una comisión nacional de derechos humanos publicó el informe de una investigación de tres años, Bringing Them Home: National Inquiry into the Separation of Aboriginal and Torres Strait Islander Children from Their Families, que examinó la separación de unos 100.000 niños indígenas de sus familias hasta 1970. Los investigadores recabaron información de 535 relatos personales, 1000 escritos personales y 242 testigos, y concluyeron que prácticamente todo aborigen del continente de Australia sufrió las penas de la separación de los niños.
El informe afirmó "fundamentándose en la evidencia" que el objetivo central de las leyes de separación era "eliminar las culturas indígenas como entidades" y que por eso constituía "genocidio", según lo define la Convención de la ONU sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio.
La política oficial de robar niños, que duró muchos, muchos años, se fundamentó en el planteamiento de que los aborígenes eran inferiores genéticamente y que era necesario eliminarlos como grupo étnico.
Desde 1858, se exhortaba a distinguir a los de "media casta" y los de "raza pura" porque, según la Junta de Protección, en el caso de los primeros era su deber "intervenir de inmediato para que no crezcan con los hábitos salvajes, pues poseen los instintos, la inteligencia y el temperamento totalmente distinto del hombre blanco".
En 1886, la Ley de Protección de los Aborígenes otorgó ayuda a los aborígenes mayores de 34 años, sea de "raza pura" o "media casta", y ordenó la expulsión de las misiones y reservas de los menores de 34 años que no fueran de "raza pura", y cobrarles una enorme multa si regresaban. Así se sentó la base para 60 años de asimilación forzada y "niños robados". El gobierno se llevó los niños aborígenes y los entregó a padres adoptivos blancos o a casas especiales de "asimilación" de niños de "media casta".
En 1905, el "Protector General de los Aborígenes" de Queensland ordenó que se elevara "la posición social de los niños de media casta" y que "en el futuro, se criara a los niños que recuperamos de las reservas como niños blancos".
En 1909, el "Protector General" de Australia Occidental escribió que: "No tendría ninguna reserva en cuanto a separar a un niño de media casta de su madre aborigen, por frenético que sea el dolor momentáneo de esta. Muy pronto olvidan a sus hijos".
Por su parte, el "Protector General" a cargo del Occidente de 1915 a 1940 planteó: 1) que se dejara que los de "raza pura" se extinguieran; 2) que se separara a los "media casta" de su madre; y 3) que el gobierno regulara los matrimonios entre los "media casta" y les mandara casarse con blancos. Según ese racista, a cargo de los asuntos indígenas en el Occidente, eso permitiría "que con el paso del tiempo se olvidara que una vez hubo aborígenes en Australia".
En 1928, el "Protector de Aborígenes" de Queensland afirmó que los que tenían más del 50% de "sangre aborigen", "independientemente de la atención que se preste a criarlos y a su educación", inevitablemente "regresarán" a sus costumbres indígenas. Había que separarlos completamente de los que tenían menos del 50% de "sangre aborigen" para que estos "evitaran los peligros de la influencia sanguínea", así como separar completamente a los negros y blancos "en sus propias colonias" para que "se casen entre sí".
Un informe oficial de 1933 pone de relieve los planteamientos racistas genocidas que prevalecían: "Se prohíbe que un aborigen se case con un no aborigen, y que un negro de origen extranjero se case con una aborigen de media casta. Nos esforzamos por eliminar el color a través de elevar las mujeres de media casta a la calidad de blancas con miras a asimilarlas a la población blanca por medio del casamiento".
En una reunión de 1937, los gobiernos de los estados y la Commonwealth abordaron el control de los aborígenes y concluyeron unánimemente que: "El destino de los aborígenes que no sean de raza pura es asimilarse a la población de la nación, y por eso recomendamos que dediquemos todas nuestras energías a lograr ese objetivo".
El dolor de las generaciones
"Jamás vi la cara de mi madre. No hablo su idioma.... La policía, los pastores o cualquier persona de alta posición social tenía el derecho de entrar a un hogar, decir que descuidaban a los niños y llevárselos. Era genocidio, simple y llanamente genocidio."
Julie Wilson, una aborigen
de la "generación robada".*****
"Podemos decir con certeza que de 1910 a 1970 separaron del 10% al 30% de los niños indígenas de sus familias y comunidades".
Del informe de la Investigación
Nacional de 1997*****
A la gran mayoría de las familias aborígenes les quitaron hijos, y en algunos casos eso se repitió varias generaciones. Muchos niños nunca volvieron a ver a sus padres y hoy muchos los buscan.
A las familias que opusieron resistencia las sancionaban y castigaban cruelmente a los niños robados por hablar el idioma de sus padres o intentar huir y regresar a su familia.
El gobierno se robaba principalmente a los niños de raza mixta, es decir, de piel clara. Los capacitaban para trabajar de sirvientas o trabajadores agrícolas, y les enseñaban a rechazar su identidad y cultura. Kathy Rioli dice que le daba vergüenza bailar en una ceremonia aborigen, pues a sus padres los separaron de su tierra y cultura. Ella creció en una casa de crianza que era un punto intermedio entre la cultura indígena y la sociedad blanca. A Francene George de Yirrkala le daba vergüenza el hecho de que creció en la isla Palm, una colonia penal de "aborígenes revoltosos" y no se lo contaba a nadie.
En 1964, se empezaron a derogar las leyes de separación estado por estado y el proceso duró hasta 1984.
Vergüenza nacional
Muchos australianos blancos respondieron a las conclusiones de la Investigación Nacional de una forma insólita. En mayo, se realizó la manifestación más grande en la historia del país; 200.000 personas marcharon por el puente del puerto de Sydney pidiendo reconciliación. Cientos de miles han firmado "libretas de perdón" y miles han acudido a oír los relatos de aborígenes robados de sus familias. Miles y miles de personas han colocado pequeñas manos de madera en jardines y playas en señal de vergüenza y dolor.
En julio, la fotógrafa Polly Borland no fue a saludar al primer ministro cuando visitó su exhibición "Australianos", una colección de retratos de 50 prominentes expatriados. Borland escribió en el catálogo de la exhibición que el colonialismo australiano la hace sentir que tiene "las manos manchadas de sangre" y que se opone a la política oficial hacia los indígenas. En cuanto a la invitación del primer ministro, señaló: "No quería conocerlo. Hubiera sido muy hipócrita de mi parte. No quiero que nadie piense que apoyo a una persona de esa laya".
En una carta al primer ministro que se repartió en la exhibición, Borland explicó que no podía aceptar su invitación, condenó la política oficial "que creó las generaciones robadas, el genocidio..." y dijo: "No es simplemente un problema del pasado colonial sino una parte vergonzosa de la vida actual".
De igual modo, varios artistas y escritores australianos han alzado una voz de protesta. Tres obras de teatro que se estrenaron en Londres condenan las leyes de separación y, en un taller de lecturas, la escritora Germaine Greer dijo que jamás regresará a Australia a vivir hasta que respeten los derechos de los aborígenes a sus tierras y les pidan una disculpa oficial.
Actualmente, muchas personas celebran el Día Nacional de Pedir Perdón, pero el gobierno se niega a pedirles una disculpa a los aborígenes.
El primer ministro, John Howard, sostiene que sería "incorrecto" pedir disculpas por algo que hizo una generación anterior, y además sería inconveniente porque podría dar pie a reclamos de indemnización.
En agosto, una corte federal siguió la pauta establecida por Howard y rechazó las demandas de Lorna Cubillo y Peter Gunner, dos aborígenes robados de su familia. Fue una victoria para el gobierno, que no quiere indemnizar a los niños robados, y sentó un precedente muy negativo para los 750 casos de niños robados que se oirán próximamente en los tribunales.
A Peter Gunner se lo llevaron de su familia en 1956 a la edad de siete u ocho años. A Lorna Cubillo se la llevaron en 1947, cuando tenía apenas siete años. Aunque su abuela le ponía ceniza en la cara para que pareciera de "raza pura", se la llevaron y la mandaron a una casa para niños de media casta.
El primer ministro aprovechó la decisión de la corte para reiterar su posición; dijo que no existe ninguna evidencia de "una política general de separación y detención" de los niños aborígenes de media casta.
La opresión que sufren los aborígenes
Actualmente, hay aproximadamente 400.000 aborígenes, solo el 2.1% de los 19 millones de australianos, pero un porcentaje muy alto de esa población son pobres, desempleados y presos, y mueren muy jóvenes.
Los aborígenes tienen una tasa de desempleo de 34%, casi cinco veces el promedio nacional. Según cifras oficiales, el 55% recibe welfare y el 11% no tiene ingresos. Una familia aborigen tiene una probabilidad 20 veces mayor de estar sin casa. El promedio de vida de los aborígenes es de cinco a 20 años menos que el de los australianos blancos.
En una comunidad de la isla Tiwi, el suicidio es tan común que han colocado alambre de púas en los postes de alumbrado para que los jóvenes aborígenes no se lancen a los cables de alta tensión. En 12 meses, la policía respondió a 50 llamadas por tentativa de suicidio y en un año cortaron la electricidad en más de 40 ocasiones.
Por otra parte, los aborígenes tienen muchos problemas de salud y una gran falta de servicios de salud. En algunas comunidades el 30% de la población padece diabetes (cuatro veces más que los blancos). La mortalidad infantil es de tres a cinco veces mayor. La frecuencia de enfermedades infecciosas es 12 veces mayor y la cantidad de niños internados con pulmonía es 80 veces mayor.
Menos del 50% de los jóvenes aborígenes de 15 a 19 años estudia, comparado con el 90% de otros grupos. Solo el 33% de los aborígenes se gradúa de la prepa, comparado con un promedio nacional del 77%.
Otra generación robada
Un aborigen tiene una probabilidad 17 veces mayor de ser arrestado que un blanco, y la cantidad de presos indígenas ha aumentado en un 61% en los últimos siete años, casi dos veces la tasa de aumento de presos blancos. Un aborigen tiene una probabilidad 15 veces mayor de ir a la cárcel y 16 veces mayor de morir ahí.
Si bien han abolido las leyes de separación de los niños, ha surgido una nueva generación de niños robados. En las audiencias de la Investigación Nacional, los testigos aborígenes señalaron que las leyes de welfare y el sistema judicial de menores continúan la práctica oficial de separar a los niños aborígenes de su familia. Según un estudio citado en el informe de la Investigación, al 30% de los aborígenes que fueron separados de sus padres les quitaron sus niños y los encargaron a otras familias, a la policía o a centros de detención de menores.
Según cifras de 1997, los jóvenes aborígenes de 10 a 17 años tienen una probabilidad 21 veces mayor de estar en un centro de detención de menores que el resto de la población de esa edad. En Australia Occidental, la probabilidad es 48 veces mayor. En junio de 1997, el Instituto Australiano de Criminología informó que casi el 50% de los aborígenes de 18 a 24 años de edad ha sido detenido.
La mitad de los presos del sistema penal de menores son aborígenes.
En el Territorio del Norte, han sentenciado a chicos de 12 a 15 años a la cárcel porque su familia no pagó multas por infracciones como andar en bicicleta sin casco. En un caso en Australia Occidental, el magistrado dispuso que un chico de 15 años pasara 30 días "bajo observación" en un centro de detención por robarse un helado que costó A$1,90. Después de 18 días, la Corte de Menores ordenó que lo pusieran en libertad... a 600 kilómetros de su casa.
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Desde la invasión del continente por colonos ingleses en 1770, los aborígenes han sufrido una opresión bárbara bajo la bota del colonialismo capitalista y el imperialismo, que los despojaron de su tierra y masacraron a miles. La política racista del gobierno creó generaciones de niños robados.
El genocidio ha continuado por más de 200 años hasta hoy, cuando los aborígenes viven una sistemática y sumamente cruel opresión nacional. Ni la fanfarria ni el bombo y platillos de las Olimpiadas 2000 puede tapar esa verdad.
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