De nuestro corresponsal
Arizona: La guerra contra los inmigrantes y la resistencia
Parte 1: La oposición al muro
Obrero Revolucionario #1073, 8 de octubre, 2000
La joven de 19 años escondida entre la maleza estaba terriblemente angustiada. Viajó desde su país natal de Ecuador con su hermana de 17 años y junto con otros inmigrantes cruzaron la frontera por el desierto en la región Sonora/Arizona, pero de este lado la Patrulla Fronteriza los detectó y todo mundo echó a correr. Se separó de su hermana y por eso esperaba, angustiada, preguntándose cómo la iba a encontrar.
Tuvo suerte. No la encontraron agentes de la Patrulla Fronteriza ni racistas cazainmigrantes sino unas personas que la llevaron a un refugio, donde la hospedó gente que se opone a la guerra contra los inmigrantes. Le avisaron a su familia en el noreste de Estados Unidos que estaba bien y una semana después localizaron a su hermana en un pueblo fronterizo de México. Sortearon los retenes y sacaron a la hermana mayor de la zona, y la familia mandó dinero para que la menor volviera a cruzar. Unas semanas después, las dos hermanas estaban con su familia.
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El Arizona Star describió esa labor de dar santuario a los inmigrantes como "un nuevo ferrocarril subterráneo" (refiriéndose a las redes secretas que ayudaban a los esclavos a escapar al norte del país). Actualmente, la mayor concentración de indocumentados que buscan cruzar la frontera se encuentra en el estado de Sonora, México, y la mayor cantidad de detenciones de la Patrulla Fronteriza se registran en el sur de Arizona cerca de Tucson. Por ahí están las ciudades de Nogales, Arizona, y Nogales, Sonora; Douglas, Arizona, y Agua Prieta, Sonora; y Naco y Bisbee, Arizona, y Naco, Sonora. Un equipo del RW/OR viajó a esa región y entrevistó a activistas, inmigrantes y residentes sobre la represión de la Migra y la creciente lucha contra ella. Un miembro del equipo nos envió el siguiente informe:
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La "franja Tucson" es el blanco de la Segunda Fase del Plan Estratégico para resolver el problema de la frontera sur, es decir, los miles y miles de campesinos despojados y mexicanos pobres que vienen a este país a buscar trabajo, sobre todo ahora como consecuencia del Tratado de Libre Comercio (TLC/NAFTA). La Patrulla Fronteriza y el Centro de Conflictos de Baja Intensidad del Departamento de Defensa (los ideólogos de la guerra sucia contra el pueblo de El Salvador y otros países) elaboraron ese plan, que se inició el 1º de octubre de 1994 en San Diego/Tijuana con la "Operación Guardapuerta" (Gatekeeper), un cruel sistema de cercas de acero, grandes faros y "tecnología de vigilancia". Despacharon a la Guardia Nacional y unidades militares semiclandestinas, y aumentaron dramáticamente la Patrulla Fronteriza. Como consecuencia, aumentó la brutalidad y los asesinatos de inmigrantes indefensos.
Debido a la militarizació de la frontera es prácticamente imposible cruzar en las ciudades grandes de Tijuana y El Paso. Cientos de inmigrantes han muerto en las áridas y escarpadas montañas al este de Tijuana, y ahora pocos cruzan allí.
La carretera 8, que va de San Diego hacia el este, atraviesa una zona militarizada de cientos de kilómetros con retenes y autobuses de la Migra en todos los caminos. Es como una segunda frontera. Para los blancos, no hay bronca, pero paran a los latinos que manejan camionetas o campers. Sobrevuelan aviones y helicópteros, y los jeeps de la Migra corren por los caminos a toda velocidad. En Yuma, Arizona, se ven los enormes faros en la frontera a varios kilómetros. Docenas de personas se han ahogado en el canal de aguas negras cerca de la frontera y cientos han muerto en el desierto, llamado "el Valle de la Muerte" por ser la zona más cálida y árida del país.
Resistencia en la frontera
Nogales, frontera por donde quisiera a mi pueblo volver
frontera querida, yo diera mi vida por volverte a ver
Adiós, mi Sonora, donde el bacanora enciende pasión, tierra idolatrada,
serás venerada en mi corazónCorrido "Sonora querida"
de Saúl Castell; de Gilberto Vélez,
Corridos mexicanos, Ciudad de México:
Editores Mexicanos Unidos, S. A., 1994Un mexicano escribió ese corrido de las penas del inmigrante a principios del siglo 20. Cien años después, el "desarrollo" imperialista de la frontera sigue causando enorme sufrimiento.
Nogales, Sonora, está 100 kilómetros al sur de Tucson, Arizona; es una hora en la autopista. Hace 10 años era un lugar turístico y los universitarios de Tucson lo visitaban los fines de semana. Ahora es un centro de maquiladoras, donde Estados Unidos y otros países imperialistas explotan a obreros mexicanos que ganan 30 pesos ($3) al día, y donde hay muy pocas protecciones laborales y ambientales. Se ha registrado un aumento dramático de enfermedades como cáncer y lupus provocadas por contacto con sustancias químicas. La población ha crecido desmesuradamente; mucha gente del interior llega en busca de trabajo y los que no cruzan se quedan. Una joven de 18 años que creció en Nogales dice que antes no había villas miseria.
A la entrada de la ciudad está una zona comercial con restaurantes, farmacias y tiendas de tejidos, ropa, artículos de cuero y artesanías. Los turistas de Estados Unidos vienen a buscar gangas o a comprar medicinas baratas. A la vuelta el muro se extiende por muchos kilómetros en el desierto. Una pinta que se repite dice: "Mueran los muros".
El 20 de mayo de 1997, unos infantes de Marina del equipo especial JTF6 balearon a Esequiel Hernández, un joven residente del sur de Texas que cuidaba cabras cerca de la frontera. Este año, con motivo del tercer aniversario de su muerte, centenares de personas condenaron la guerra contra los inmigrantes. La manifestación contó con una participación muy amplia y diversa: partidarios del movimiento zapatista; Ciudadanos en pro de Soluciones en la Frontera (CBS) de Bisbee, Arizona, cerca de Naco; estudiantes de MEChA y miembros de Derechos Humanos de Tucson; el sacerdote de la iglesia católica San Lucas, Bob Carney; y gente de Douglas. Manifestantes de ambos lados de la frontera se unieron en el muro.
Mario, un trabajador social de 25 años y miembro de La Resistencia, le dijo al RW/OR: "Por el mismo hecho de crecer aquí en la frontera, siempre he tenido conciencia de la opresión y quería hacer algo. Por eso, en mi conjunto, canto una canción sobre la Patrulla Fronteriza y participo en las protestas, en lo que sea. En diciembre, recibí un volante de La Resistencia en una protesta. En abril, conocí al Grupo Kaos y en ese momento los cazainmigrantes estaban muy activos. Entonces tomé una decisión: `Tengo que hacer algo'". El Grupo Kaos son jóvenes mexicanos rebeldes, punks y roqueros, cuya consigna es "Sin fronteras y sin banderas".
Mario nos platicó de la vez que los conoció: "Nos pusimos a hablar y estábamos en la misma onda. Así que les dije: `¿Por qué no hacemos algo el 20 de mayo?'. Les platiqué lo de Esequiel Hernández. Buscaba una oportunidad para protestar contra los racistas y cazainmigrantes, y vi que era buen momento".
Mario nos dijo que en el lado mexicano "tenían una enorme manta con un cuate que echaba una esvástica nazi a la basura. ¡Muy chido! Y tenían pancartas que decían `Sin fronteras y sin banderas' y `Alto a la cacería de indocumentados'". Bob Carney agregó: "Marchamos por Nogales, Arizona, hasta la frontera. Nos metimos a un callejón y al otro lado de la cerca estaba el Grupo Kaos. Unimos nuestras voces e hicimos mucho ruido. ¡Muy padre! Luego dijimos: `Andale, vamos allá con ellos'. Así que pasamos a México con las pancartas, coreando consignas y todo, y fuimos a la placita a hacer un mitin con el Grupo Kaos". Quemaron un uniforme de la Patrulla Fronteriza.
El muro
Hace un calor bárbaro en el desierto de Nogales. El 20 de mayo, la temperatura rebasó los 38ºC. Los que cruzan aquí pasan por la ciudad, pues los barrios de los dos Nogales colindan. Por la nochecita, desde un cerro de Arizona, se oyen los portazos en México. Pero el muro es una barrera formidable. Han quitado toda la maleza y un jeep está estacionado cada 100 metros. Grandes faros iluminan el muro, y vigilan desde torres con cámaras y equipo.
Por la tarde, se ven jóvenes con mochilas a unos 10 metros de la estación de la Migra; observan los movimientos de los jeeps en el cerro al otro lado del muro o esperan en un pequeño parque a 30 metros de la línea. Frente al centro comercial están las cantinas y los clubs, y la entrada a los túneles.
Cuando construyeron el muro, separaron dos ciudades que tenían más de un siglo viviendo como una comunidad. Los dos Nogales tenían un sistema de desagüe común y ahora esos túneles--sucios, apestosos y lodosos--son un camino por debajo del muro. Del lado estadounidense, hay agentes de la Migra en algunas salidas, pero es posible esquivarlos.
Un hombre que espera al lado del túnel pasó hace dos noches, pero lo agarraron en un retén en Casa Grande, 115 kilómetros al oeste, y lo regresaron. Lleva muchos años trabajando en Estados Unidos, principalmente en construcción: construyendo paredes, reparando techos, remodelando. Otro hombre que encontramos allí vivió muchos años en Placentia, cerca de Los Angeles, e instalaba alfombras.
Mario lo llama "el túnel que alimenta a Estados Unidos". Un señor de 30 años sentado en un banco en la placita no quiere cruzar. Anoche la Migra lo agarró y ya no puede más. Busca cómo regresar a avisarle a la familia que sigue vivo. Después a lo mejor encuentra trabajo en Nogales. Es de Guadalajara, no de la ciudad sino de un pueblito "a 3 horas a pie". Es casado, tiene una hija y mantenía a sus padres, pues su hermano sufrió un accidente hace 12 años que lo dejó cojo. En el rancho cultivaban frijoles y maíz, los alimentos principales del pueblo mexicano, pero como el Tratado de Libre Comercio (TLC/NAFTA) ha inundado al país de cereales baratos, ahora no es rentable.
Por eso, estaba sentado en un banco, desamparado y necesitado, y su familia esperaba angustiada, por culpa de las decisiones políticas de un país lejano, por los crímenes del imperialismo yanqui. Se ha dicho que la política de Estados Unidos hacia los mexicanos es como el que incendia una casa y caza a los que salen a salvarse de las llamas.
En 1854, Estados Unidos se robó "La Mesilla" (Gadsden Purchase), un enorme territorio que se extiende de Yuma, Arizona, a El Paso, Texas. En 1853, cinco años después de que Estados Unidos se robó la mitad del territorio mexicano en una guerra de agresión, James Gadsden le hizo al gobierno mexicano "una oferta que no podía rechazar". Gadsden era un dueño de esclavos que luchó con Andrew Jackson (otro dueño de esclavos, posteriormente presidente de Estados Unidos) en las campañas de genocidio contra los indígenas. Como presidente del Ferrocarril de Carolina del Sur, buscaba abrir una ruta al océano Pacífico; la Mesilla era una buena ruta y también tenía gran riqueza mineral. Posteriormente, desterraron a Antonio López de Santa Anna, el presidente mexicano que vendió La Mesilla por $15 millones, y hoy es considerado un traidor. Ni el gobierno de Estados Unidos ni el de México pidió permiso a los pueblos yaqui y tohono o'odham que habitaban la zona desde 300 a.C.
Los activistas de Douglas, Arizona, condenan la hipocresía de los grupos racistas como Voces de Ciudadanos Unidos (VCT) y de los hermanos Barnett y otros rancheros reaccionarios cazainmigrantes; Bob Carney señala: "Nunca hablan de los trabajadores que se deslomaron en sus ranchos por cinco generaciones para que tengan lo que tienen. Para ellos son `mojados'. `No entren a la casa. Yo vivo en la casa grande y ustedes trabajan en los terrenos'. Los trabajadores viven a la intemperie y duermen bajo un árbol, y forran los bolsillos de tipos como esos".
Por su parte, los hermanos Barnett reciben welfare para los ricos; el gobierno les alquila tierras para la ganadería con un subsidio del 67%. Además, tienen un contrato exclusivo para proporcionar servicio de grúa a la Patrulla Fronteriza, que cada año confisca y vende en subasta pública coches valorados en cientos de miles de dólares.
La prensa grande, como USA Today y la revista Time, es favorable a los Barnett y da la impresión de que mucha gente está de acuerdo con ellos, cuando en realidad solo una minoría de rancheros tiene una actitud hostil hacia los inmigrantes que cruzan la frontera.
A fines de junio, una delegación de ciudadanos de Douglas y Tucson viajó a Washington, D.C. (entre ellos Bob Carney, representantes de los yaquis, el Proyecto en pro de los Derechos en la Frontera y la Liga Unida de Ciudadanos Latinoamericanos, LULAC). Los invitaron a participar en las audiencias del Senado sobre la frontera, pero en cuanto llegaron, las cancelaron debido a "problemas de tiempo". Sin embargo, sí hubo tiempo para oír el "testimonio" de los hermanos Barnett.
Douglas, Arizona, es una pequeña ciudad de 15.000 habitantes. La megacorporación minera Phelps-Dodge la dominó completamente hasta principios de los años 70, cuando trasladó sus operaciones. Cuando levantaron el muro en Tijuana, El Paso y Nogales, todo mundo iba a Douglas para cruzar la frontera. Todos los días miles de inmigrantes esperaban en Agua Prieta para cruzar a Douglas. Pero luego luego vino la represión.
Bob Carney le dijo al RW/OR: "Pasó de una forma solapada y siniestra: de repente había muchos jeeps y luego construyeron el muro. Una mañana amaneces y cada tercer carro es un jeep de la Patrulla Fronteriza. Así nos pasó. Nadie nos avisó que lo iban a hacer. He presenciado golpes militares en Guatemala y es lo mismo. Sales y de repente hay soldados en todas partes".
El muro destruyó la vida que existió desde principios del siglo 20. Bob Carney señaló: "Agua Prieta es parte de nuestra comunidad porque tenemos familia ahí. Convivimos en los nacimientos, bautizos, quinceañeras, bodas, entierros, todo eso. Y mantenemos esos vínculos, pero ahora es muy difícil que los de México vengan". La reserva tohono o'odham se extiende 120 kilómetros a ambos lados de la frontera. Los indígenas jamás se han considerado ciudadanos estadounidenses ni mexicanos pues habitan esas tierras desde antes de que existieran ambos países. Pero ahora los que viven al sur de la línea no pueden ir al hospital al norte de la línea, y se les dificulta asistir a ceremonias religiosas y reuniones familiares.
La policía para a la gente por el color de la piel. Bob señaló: "Discriminan a los trigueños. Un señor que vive por aquí es indígena y de piel oscura. Tenía una camioneta y cada vez que salía lo paraban, aunque su familia ha vivido aquí tres generaciones. No había de otra: vendió la camioneta".
Caminamos por la calle principal de Douglas un domingo por la tarde. Todo muy tranquilo. Un joven de México, D.F., nos cuenta de sus experiencias. Si uno tiene papeles, no hay problema siempre y cuando no tenga la ropa empolvada o embarrada. Un día salió después de trabajar en el jardín y lo pararon. Uno tiene que evitar ciertas zonas. En el centro no hay bronca, pero en el K-Mart, lo van a fregar. Tiene el pelo corto porque paran a los latinos con pelo largo. El y su esposa andan en bicicleta, pero si uno tiene carro, está el problema de las ventanas. Paran las camionetas con ventanas oscuras.
La estación de la Patrulla Fronteriza de Douglas tenía 58 agentes en 1994. En 1998, aumentaron a 200 y ahora hay 450. Según el alcalde: "Es una ciudad ocupada. Es como una zona militar". Hace poco, unos activistas encontraron a un tipo que hacía un estudio topográfico cerca del muro; se identificó como infante de Marina. Piensan que es posible que se haya reconstituido el equipo JTF6, desmantelado después del asesinato de Esequiel Hernández. Un senador de Arizona recomienda despachar la Guardia Nacional, como se hizo al iniciar se Operación Guardapuerta. La Patrulla Fronteriza informa que hace de 1200 a 1500 detenciones al día, y más y más gente muere en la frontera.
En Douglas, uno camina unos 8 kilómetros de la línea y llega a una carretera donde lo pueden recoger, pero la Migra informa que desde octubre de 1999 han muerto 58 indocumentados en ese trayecto, la mayoría de insolación y deshidratación, y 23 han muerto en la ciudad de Douglas.
A fines de la década pasada, ocho personas murieron porque se escondieron en el canal de aguas negras de Douglas y los arrasó una inundación relámpago. Bob Carney nos contó que hace poco: "Una señora murió aquí en las afueras de la ciudad. El día que murió su hija cumplía 15 años y estuvo a su lado muchas horas sin que nadie las ayudara. Después deportaron a la niña.... Doris Meisner [jefa del Servicio de Inmigración] dijo que cosas así no se preveían, que son una consecuencia inesperada o imprevista. ¡Puras mentiras! Sabían que iba a haber muertos. En Washington lo llaman `un conflicto de baja intensidad'".
Continuará.
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