Elecciones 2000:
El sistema que creó el despeloteObrero Revolucionario #1079, 20 de noviembre, 2000, en rwor.org
Cuando la maquinaria electoral del sistema no pudo declarar un ganador la noche de las elecciones, se vieron los colmillos. Los dos bandos mandaron a la Florida a "hombres de confianza" (James A. Baker III y Warren Christopher, ambos ex secretarios de Estado), como los concilieri de la Mafia en la película El padrino. Por entre las fracturas del malogrado proceso político, se vieron las luchas intestinas de la clase dominante que llevaron al juicio de Bill Clinton. Siguieron días de amenazas y exigencias.
James Baker, vocero de Bush, ordenó que Gore aceptara la derrota por el bien de la nación "antes de que la situación se desborde completamente". Por su parte, los voceros de Gore dijeron que Bush quería que la situación se resolviera a la carrera porque si se hacía un nuevo conteo le iría mal. Ninguno de los lados quería "portarse como caballeros por el bien del país".
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Cada día que pasaba el enredo de la Florida se enredaba más, especialmente por ser el estado que gobierna otro Bush, quien prometió que su hermano ganaría ahí. Se sospecha fraude y robo de votos: encontraron un chingo de papeletas en un sótano; se supo que le prohibieron votar a 12.000 personas por haber cometido "delitos", pero que fue un error y 8000 sí podian votar; los haitianos no tenían intérpretes; en las comunidades negras cerraron temprano las mesas de votación; la policía estatal jodió a los negros ese día.
En otros estados se dieron casos similares: en Missouri el Partido Republicano hizo cerrar los puestos de votación en los barrios negros a la hora exacta, aunque quedaban largas colas por votar; en Illinois, cuando el cardenal fue a votar le dijeron que ya había votado.
En medio de esas controversias, George Bush se declaró ganador en la Florida antes de que terminara el conteo, entabló una demanda para parar un nuevo conteo manual en los condados en disputa y empezó a montar el gobierno de transición.
Los que votaron por Gore pensaron que Bush se estaba robando las elecciones y se enfurecieron. En el condado Palm Beach (donde las papeletas eran confusas y muchos demócratas acabaron votando por el ultraderechista Pat Buchanan) hubo manifestaciones y en el capitolio estatal hubo una protesta estudiantil.
Mucha gente pidió a gritos un examen de las papeletas o un nuevo voto en partes de la Florida, con la esperanza de que Gore resultara ganador. Un hecho que causó mucha furia es que al presidente no lo eligiera el voto directo (que por lo visto ganó Gore) sino el Colegio Electoral: una institución creada en los primeros tiempos de la república, cuando solo podían votar los propietarios blancos y los esclavos contaban como 3/5 de un ser humano.
No faltaron las comparaciones con las elecciones de gobiernos corruptos del tercer mundo, de esas que Estados Unidos supervisa arrogantemente. Varios países de Africa, Rusia y Cuba ofrecieron mandar observadores.
Sorpresivamente, las elecciones llevaron a muchos a pensar que el proceso electoral es chafo.
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"Ningún americano podrá volver a decir: `Mi voto no cuenta'".
Bill Clinton después de las elecciones
Para sacar algo bueno para el sistema de este despelote, dicen que este empate demuestra que el voto de un individuo cuenta, inclusive en una votación de millones. De hecho, este episodio demuestra todo lo contrario.
Eso se ve claramente en la respuesta de la clase dominante a esta crisis. La primera preocupación fue resolver el empate político, y al carajo los derechos del pueblo.
El tema del debate público de la clase dominante fue exclusivamente cómo estabilizar el sistema y proteger el poder del próximo presidente. Gore recibió amenazas: si va demasiado lejos, será un cadáver político. Los políticos y los expertos corrieron a delinear las reglas del juego para terminar la crisis con el menor desprestigio posible.
En las elecciones, normalmente la mano de la clase dominante (y la prensa) inclina la balanza a favor de un candidato. Pero eso no sucedió este año. Parecía que la clase dominante se sentiría igualmente cómoda con Bush o Gore en la Casa Blanca.
Pero ahora, la clase dominante teme que ninguno de los casi-presidentes pueda gobernar con plena legitimidad y apoyo.
La democracia está al servicio de una clase de opresores, pero esta dice representar a la "mayoría del pueblo". Las elecciones sirven para que la ciudadanía le dé una aprobación rutinaria a los políticos que escoge la clase dominante. Como afirma Bob Avakian, Presidente del PCR, las elecciones "se efectúan con el propósito primario de legitimar el sistema, la política y las acciones de la clase dominante-dándoles la fachada de un mandato popular-y de canalizar, confinar y controlar la actividad política de las masas populares".
Pero si ese proceso no funciona, si millones creen que los líderes del gobierno se robaron el poder, será mucho más difícil para ellos obtener el consenso de la clase dominante para imponer las medidas necesarias y reprimir la oposición de las masas a esas medidas.
Esto es lo que le preocupa a la clase dominante, y no los derechos del pueblo.
Gane quien gane, no cabe duda de que las masas perderán. Pero a la estructura de poder le preocupa que sigan las luchas intestinas en los más altos niveles, que grandes sectores de la población rechacen la legitimidad del nuevo presidente y que toda la situación lleve a convulsiones sociales.
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Los seguidores de Gore no son los únicos decepcionados; por su parte, los seguidores de Nader recibieron una clara lección de la farsa de la democracia.
Nader llevó a las urnas a millones de jóvenes y descontentos, con promesas de cambio por medio de la campaña electoral. Pero terminaron atrapados en la lógica "de dos males, el menor" y la mayoría acabó votando por Gore. En vez de rechazar el statu quo, le dieron su sello de aprobación.
Nader solo recibió el 3% del voto. En la Florida, el 6% que se le proyectaba no llegó sino a 1,7%: los demás votaron por Gore.
No contentos con quitarle a Nader la mayoría de los votos, los demócratas dicen que todos los naderistas han debido votar por Gore y que los 96.000 de la Florida que votaron por Nader "eligieron a George Bush". Les dicen que poner medio pie fuera de los partidos oficiales fue horrible y destructivo.
Pero en realidad, estas elecciones demostraron la total podredumbre de este sistema político. Para el pueblo, es arena movediza: le roba la energía y la conciencia política, y lo chupa al campo de los opresores. Es más que hora de que el pueblo hunda a este sistema de opresión.
"¿Quién quiere el derecho, el dizque derecho, de determinar cuál grupo de opresores y explotadores nos va a oprimir y explotar? No queremos ese derecho; ¡no vale ni mierda! Queremos el derecho de acabar con ser oprimidos y explotados, de acabar con la farsa de la democracia y la realidad de la dictadura".
Bob Avakian, Presidente del PCR
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