El imperio malvado escoge presidente
Obrero Revolucionario #1084, 24 de diciembre, 2000, en rwor.org
El imperio tiene presidente.
El 12 de diciembre, la Suprema Corte federal canceló el recuento de votos en la Florida, y básicamente le dio la Casa Blanca al candidato republicano. George W. Bush salió orondo de su rancho a recibir el regalo. Al Gore se presentó ante las cámaras para legitimar al ganador y pedir apoyo al nuevo presidente. De la noche a la mañana, la prensa bajó el telón a la dura lucha por el poder y cambió de tema: desearle lo mejor a Bush.
Pero la cosa no funcionará porque millones y millones vieron el truco. Vieron la lucha intestina de la clase dominante, y vieron al sistema sin sus usuales mitos y camuflajes.
Cuando las elecciones quedaron empatadas, la prensa coreó: "Cada voto cuenta". Ahora, un mes después, es patente que eso es pura paja.
El país entero vio que en la Florida descartaron papeletas de votación al por mayor y que el gobierno estatal se dio sus mañas para impedir que miles de negros e inmigrantes votaran: tacharon nombres de las listas de votantes; "perdieron" urnas; pusieron máquinas baratas en los barrios pobres y uno de cuatro votos no quedó bien marcado; no había intérpretes para los haitianos y pusieron retenes en las carreteras. Una vez más, la opresión de los negros, como pueblo, se vio clarito.
La selección del presidente no tuvo nada que ver con la "voluntad del pueblo". De repente, apareció a la vista de todos el Colegio Electoral: una institución que se inventaron los "padres de la patria" para que el pueblo no fuera a controlar la selección del presidente. En la Florida, el principal campo de batalla, las decisiones las tomaron instituciones de la clase dominante con componendas, no con votos. Los dos campos políticos trataron de que tomara las decisiones finales una institución a su favor. George W. Bush se atuvo a su hermano, quien controla la legislatura de la Florida y la burocracia que certifica los votos. El alcalde de Miami mandó parar los votos tras un arreglo secreto. Gore buscó ayuda de la Suprema Corte del estado (demócrata), pero Bush acabó ganando gracias a la Suprema Corte del país. Fue un "duelo de instituciones" dentro de la clase dominante y, al final, Bush ganó porque su lado tenía más palanca.
¿Legitimidad?
"Para decirlo en una oración: las eleccuiones son controladas por la burguesía; no son de ningún modo el medio por el cual se toman las decisiones básicas; y se efectúan con el propósito primario de legitimar el sistema, la política y las acciones de la clase dominante-dándoles la fachada de un mandato popular-y de canalizar, confinar y controlar la actividad política de las masas populares".
Bob Avakian, Presidente del PCR
"¿Quién soltó los perros?"
Frente al Capitolio de la Florida,
contra la decisión de la Suprema CorteEsta vez, el despelote electoral ha puesto en tela de juicio la legitimidad que deben conferir las elecciones, y eso preocupa mucho a la clase dominante. Precisamente porque se opone diametralmente a los intereses de la gran mayoría de la población, necesita que el gobierno tenga una apariencia de apoyo popular.
Ese problema pesó mucho sobre el proceso de selección del presidente. Poderosas fuerzas no querían un recuento de votos en la Florida porque les parecía que no iba a resolver la pelea y porque temían que aunque Gore ganara de todas formas las instituciones del estado iban a escoger a Bush; o sea, el nuevo presidente perdería públicamente el voto popular del país y el recuento de la Florida.
Cuando el gobierno estatal y la Suprema Corte de la Florida chocaron, se metió a arreglar el asunto la Suprema Corte federal... y eso también fue sumamente revelador.
Con una patente maniobra política, la Suprema Corte paró el recuento en la Florida y acabó el voto. Los magistrados tomaron la decisión según el partido de cada cual (5 a 4). Los conservadores pasaron por alto sus "principios"; los demócratas quedaron furiosos y lo dijeron.
Los conservadores de la Suprema Corte se jactan de ser "constitucionalistas estrictos" y de respetar los derechos de los estados. Pero hicieron justamente lo contrario: no permitieron que la Suprema Corte de la Florida resolviera el problema por su cuenta y pasaron por alto la Constitución (que dice que una disputa de un estado sobre los delegados del Colegio Electoral debe resolverse en el Congreso). Hicieron exactamente lo que le dijeron a la Suprema Corte de la Florida que no debía hacer: crearon nuevas reglas para reemplazar las leyes y trámites electorales que estableció la legislatura estatal.
Pero tenían sus motivos: ante la crisis de legitimidad de las elecciones, la alternativa era que la resolviera el Congreso, donde los republicanos son mayoría y toman decisiones crasamente partidarias. Esa era la "opción de pesadilla" para muchos sectores de la clase dominante porque el Congreso tiene poca legitimidad y porque la mayoría republicana tiene pésima reputación por su extremismo.
La selección de un presidente republicano por las huestes republicanas del Congreso, tras parar el conteo de votos, apestaría a escándalo. Por eso los conservadores de la Suprema Corte resolvieron meter mano, acabar la contienda en un tribunal y no en el Congreso, y darle la legitimidad del "primer tribunal de la nación" al nuevo presidente.
Pero el agua sucia salpicó a la Suprema Corte y su propia legitimidad sufrió; especialmente, se vio que el cuento de que toma decisiones imparciales e independientes es puro cuento. El magistrado liberal Stevens escribió: "Aunque puede que nunca conozcamos con certeza la identidad del ganador de estas elecciones presidenciales, la identidad del perdedor está perfectamente clara. Es la confianza de la nación en el juez como guardián imparcial del imperio de la ley".
A Stevens le preocupa que esto contamine a todo el sistema judicial: "Endosar la posición de Bush reforzará la opinión más cínica sobre el trabajo de los jueces por toda la nación".
Bajan el telón
¿Qué institución no quedó por los suelos en este despelote electoral? ¿La farsa del voto? ¿El servilismo de la prensa? ¿La maquinaria electoral de la Florida a favor del hermano del gobernador? ¿Los legisladores de la Florida que tiraron votos a la basura? ¿Los tribunales que votaron por su favorito pero se las dan de defensores de la ley?
Tras la selección de Bush, la TV entrevistó a una observadora de elecciones en el tercer mundo que dijo: "En ninguna otra parte hubiéramos certificado estas elecciones". Todo el proceso fue, y es, patentemente corrupto.
Desde el principio, la clase dominante seleccionó a dos candidatos de confianza y los despachó a hacer campaña con más de 200 millones de dólares por cabeza: a adoctrinar a la gente, a decidir qué temas tocar y cuáles dejar de lado. En un mundo dividido profundamente entre ricos y pobres, entre países imperialistas y países oprimidos, entre burgueses y proletarios, los temas de la campaña fueron "reducir impuestos" (léase recortar programas sociales) y privatizar el fondo de jubilación, darle más lana a los militares y apretar los exámenes de las escuelas. Fue un debate burgués altamente controlado.
Prohibido hablar de la intolerable situación de los oprimidos aquí y en el resto del mundo: de acabar la pobreza, la criminalización de millones por la "guerra contra la droga", la militarización de la frontera que ha matado a miles. Prohibido hablar del cambio radical. Los debates televisados fueron tan estrictos que ni siquiera aceptaron las ideas nada radicales de Ralph Nader. La clase dominante y la maquinaria política decidieron quiénes eran los candidatos, qué iban a decir, quién los iba a oír y, cuando quedaron empatados, escogieron al ganador.
A la final, la clase dominante decidió poner las instituciones centrales del gobierno en manos del Partido Republicano, por ahora. Por primera vez desde 1952 (la época del macartismo), los republicanos controlan la Casa Blanca y el Congreso. Tras meses de taparse la boca, los perros de ataque de la derecha republicana están pelando los dientes.
Con razón millones sienten repugnancia y desilusión, y se están preparando para lo que venga.
La unidad de la clase dominante
"Por nuestra unidad y por la fuerza de nuestra democracia, acepto la derrota".
Albert Gore
¿Cuál unidad? Después de todo lo que pasó, nos dicen que aplaudamos al nuevo presidente y le deseemos "éxitos".
Un propósito de las elecciones es "canalizar, confinar y controlar la actividad política de las masas populares". Eso es precisamente lo que busca el tradicional discurso del perdedor.
Muestra que la clase dominante (que va a seguir peleando) necesita preservar la legitimidad de sus instituciones; necesita respeto a la presidencia (no necesariamente al presidente). Ahora se dedicarán a eso. El New York Times escribió que la ciudadanía necesita "una sensación de integridad, estabilidad y rectitud".
Esto también muestra la naturaleza de clase de Gore y los demócratas, y lo poco que los separa de los republicanos. La lucha entre los dos partidos se ha centrado en el ritmo y la forma de implantar un programa reaccionario común (la "política de la crueldad"), pero los dos se han desplazado paso a paso a la derecha.
Esa lucha, que estalló en los ataques a Clinton y el juicio de destitución, seguramente se agudizará en los próximos meses. Como analizamos durante el juicio de Clinton: aunque los demócratas han impuesto muchas medidas de la "política de la crueldad" en estos tiempos de "grandes transiciones" para la clase dominante, los republicanos han tomado más la iniciativa y han impulsado su causa reaccionaria con más alevosía. En particular, la "derecha de hueso colorado" se ha salido de las "normas" convencionales y de la tradición burguesa, como se vio en los ataques a Clinton desde el primer día. Los republicanos han atacado a los demócratas con mayor intensidad que viceversa.
Parece que los demócratas prefieren cumplir su "misión" (y librar su lucha) tomando la posición de "centro" del espectro político y de centro de unidad: dicen que respetan la Constitución, la ley, etc. Luchan con los republicanos, pero no confrontan a los "conservadores", no se salen del "centro"... porque no tienen apoyo de la clase dominante para hacerlo. Esto se desenvolvió durante las elecciones y seguirá en los próximos meses, cuando los demócratas se reorganicen para la próxima lucha.
La importancia de la resistencia
La clase dominante está estrenando un presidente que perdió el voto popular, ganó la Casa Blanca con el voto de un magistrado de la Suprema Corte, tendrá un Congreso dividido, y tiene que poner en práctica un programa hostil contra el pueblo en un mundo donde inspira odio y desconfianza. Cuando los obreros de construcción montaban tarimas y plataformas fuera del Capitolio, en la tele los cómicos preguntaban si eran para la toma de posesión o para la próxima racha de ejecuciones de Bush.
La clase dominante quiso disimular sus diferencias durante la campaña electoral, pero estallaron de nuevo y millones pudieron ver cómo opera el sistema. Hay que abrir bien los ojos y ver lo que ha mostrado el sistema, no importa cuántos políticos negros pongan.
Después de estas elecciones, ¿quién puede decir que este sistema o proceso acabará con el racismo, la pobreza y atenderá las necesidades del pueblo?
El imperio tiene nuevo presidente, pero el pueblo tiene que redoblar la resistencia a la política de crueldad, que va a ser peor. En las protestas contra la toma de posesión, es crucial poner las miras en un movimiento revolucionario que pueda tumbar este sistema e implantar un programa revolucionario de verdad.
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