Orfeo
Obrero Revolucionario #1101, 6 de mayo, 2001, en rwor.org
Quebec, Canadá, es una hermosa ciudad que queda a orillas del río San Lorenzo. Tiene calles de adoquines y edificios que hacen pensar en los que he visto en fotos de París. Al entrar a Quebec, por todas partes vimos radiopatrullas y retenes policiales. El chofer de nuestro taxi nos dijo que habían bloqueado la mitad del aeropuerto y todas las principales carreteras a la ciudad para dar paso a los dignatarios que iban a la Cumbre de las Américas. Dijo que la policía lo había parado varias veces para revisar el taxi y preguntarle dónde iba. Los helicópteros de la policía sobrevolaban la ciudad como si fuera un campo de batalla de la guerra de Vietnam.
La Cumbre de las Américas se celebró en Quebec del 20 al 22 de abril. Dentro de una ciudad amurallada, donde no permitieron entrar a la población, el presidente Bush y el primer ministro canadiense, Jean Chretien, hablaron de "extender la democracia" por medio del Tratado del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA/FTAA). Pero por todo el mundo se vieron imágenes de batallas campales. Los periódicos canadienses clamaban "Zona de guerra" y "Quebec: Otro Beirut". Durante dos días y noches, miles de jóvenes enmascarados pelearon con la policía de motín, firmes a pesar de gran brutalidad.
Los imperialistas esperaban callar el disentimiento, aplastar la resistencia y hacer tragar a los pueblos de las Américas la mentira de que el "libre comercio" llevará prosperidad a todos. En vez, docenas de miles de manifestantes denunciaron y condenaron sus planes de chupar más sangre de los países pobres del continente. La represión oficial desató una rebelión popular que no pudo contener.
Los líderes de la cumbre anunciaron al final que el ALCA/FTAA entrará en vigor antes de 2005. Pero como en la Batalla de Seattle de 1999, las noticias de la fiera resistencia a la globalización capitalista eclipsaron las de la reunión oficial.
La batalla de Quebec demostró lo intensa que es la oposición al sistema en las entrañas de la bestia imperialista... y lo viable que es la esperanza de un futuro revolucionario.
A los jefes de gobierno les tocó celebrar la cumbre detrás de una cerca y defendidos por 6000 policías. Los manifestantes la llamaron la "Cerca de vergüenza" (de 3 metros de altura y varios kilómetros de largo, de concreto y metal). Una vez más, la brutal realidad del sistema capitalista se impuso con la mano dura de la policía. Abrieron fuego a quemarropa con balas de plástico y latas de gas lacrimógeno; dispararon cañones de agua; lanzaron enormes ataques de gas lacrimógeno que envenenaron barrios enteros, y arrestaron a más de 400 manifestantes. Pero a pesar de todo eso, los valientes combatientes de Quebec tumbaron partes de la cerca varias veces y trabaron batalla con la policía. Le devolvieron las latas de gas lacrimógeno, le tiraron piedras, botellas, cocteles molotov y pedazos de concreto, y quemaron las barricadas. Unos 71 policías y 109 manifestantes recibieron tratamiento en hospitales. Los médicos que apoyaban a los manifestantes trataron a otros por cosas menores, como inhalación de gas lacrimógeno y fracturas causadas por balas de caucho.
Unas 50.000 personas de diversos puntos de vista políticos participaron en las protestas y marchas. Las unió la oposición al ALCA/FTAA, la cerca y la policía. El primer ministro canadiense y la policía se esforzaron por abrir una brecha entre los combatientes anticapitalistas más militantes y los manifestantes menos radicales, pero fracasaron. Un estudiante de Quebec nos dijo: "La multitud era muy heterogénea, pero se forjó una gran solidaridad. No compartíamos las mismas palabras, pero sí la misma visión". El punto central del frente único que se forjó fue oposición al sistema capitalista y sus matones.
Las protestas y las nubes de gas lacrimógeno que cubrieron la zona de seguridad trastornaron la cumbre significativamente. Aplazaron la ceremonia de apertura una hora y el Montreal Gazette informó que cancelaron una reunión entre Chretien y el presidente chileno "porque no se podían abrir paso por la seguridad". El Gazette describió la situación el 20 de abril: "Dentro del centro de reunión y en los hoteles cercanos, los funcionarios de gobierno y otros dignatarios se encontraban bajo sitio y no podían ir de un edificio a otro. La policía paró el sistema de ventilación de los edificios para que no se contaminara el aire, y no permitió regresar a los corresponsales que salieron a la calle por temor de que llevaran residuos de gas lacrimógeno o pimienta". Las noticias televisivas informaron que aplazaron otra reunión el 21 y que Chretien tuvo que irse de su hotel por el gas lacrimógeno.
Confrontaci
ón en la zona rojaMuchos habitantes de Quebec abrieron la casa a los manifestantes y protegieron a los que quedaron atrapados por las embestidas policiales. Nos hospedaron un par de universitarios que nos describieron la historia de la lucha en Quebec. Dijeron que la policía llevaba meses yendo a la casa de los activistas e interrogándolos. El 97% de la población habla francés y en toda la provincia ha habido lucha contra la supresión del idioma y cultura por la sociedad angloparlante que domina el país. Varias veces en años recientes los jóvenes se han alzado contra la brutalidad policial, especialmente el Día de Jean Baptiste en junio (el día nacional de la población de habla francesa). Ahora las autoridades han dividido la ciudad con cercas, y están tratando de callarlos y hacer que se traguen la globalización a la fuerza. La cerca galvanizó la resistencia de docenas de miles de Quebec y más allá.
El 20 de abril fue un día soleado. Fuimos a la acción convocada por La Convergence des Luttes Anti-Capitalistas (CLAC, Convergencia de Lucha Anticapitalista). CLAC convocó las principales marchas que terminaron en acciones contra la cerca.
La marcha empezó en la Universidad Laval, al este de la ciudad, y el plan era dividir la resistencia en diferentes zonas. En la zona verde se esperaba poder marchar con poco riesgo de que arrestaran. En la zona amarilla se podía marchar a la cerca que rodeaba la vieja ciudad y apoyar a los de la zona roja, que iban a emplear diversas tácticas para atacar la cerca.
Un chavo de Toronto, con pelo al estilo mohawk, nos dijo: "Estamos aquí para clausurar el ALCA/FTAA... y como los medios están aquí, mucha gente se unirá a nuestra causa. Vamos a demostrar que hay una amplia oposición y que no hay que sentarse de brazos cruzados ante la represión de los gobiernos y las corporaciones".
Unas 10.000 personas fueron a las zonas de protesta. Se vieron mantas de apoyo a Mumia Abu-Jamal, letreros de "No ZLEA!" (No al ALCA/FTAA, en francés), enormes soldados de cartón con serpentinas rojas que representaban los países del continente invadidos por Estados Unidos, y banderas negras anarquistas. Un contingente de Montreal y Quebec repartió 175 banderas rojas. Otros llevaban estrellas rojas y la hoz y el martillo.
La zona roja era una zona abierta a lo largo del bulevar Rene Levesque. Cuando llegamos, a las 3 de la tarde, vimos a un grupo de manifestantes que escalaba la cerca y a otro grupo que trataba de tumbarla sacudiéndola. Las autoridades dijeron que la cerca podía parar un carro a 160 km por hora, ¡pero de repente una sección cayó al suelo! Se abrió una brecha y empezó la batalla.
Los manifestantes entraron en la zona de seguridad y la policía de motín (de la Surete de Quebec, la policía provincial) abrió fuego con gas lacrimógeno. Los chavos lanzaron piedras, botellas, palos y bolas de nieve, y los agentes corrieron a bloquear la calle. La multitud apoyó a los combatientes con gritos de "So, so, so, solidarité!". Llegaron más agentes y tiraron más gas lacrimógeno. Afortunadamente, el viento se llevó gran parte del gas hacia la policía y la cumbre. En eso, otro escuadrón de 30 a 40 agentes se acercó por detrás de la manifestación para flanquearla. Un chavo con una trompeta se acercó a las líneas policiales y le dieron en el pecho con una lata de gas. Durante todas las protestas, la policía abría fuego con latas de gas o balas de plástico contra quienquiera que se le acercara, no importa si lanzaba piedras, se sentaba o le daba la señal de paz.
Más tarde, la policía llevó dos camiones con grandes cañones de agua. Unos manifestantes les bloquearon el paso y otros los apalearon. Los camiones se retiraron ¡y los manifestantes aplaudieron! Luego les dispararon agua y los tumbaron.
La batalla duró varias horas. Había gas por todas partes. Al final, los manifestantes tuvieron que retirarse de la zona. Unos tiras arrestaron a Jaggi Singh, un vocero de CLAC, mientras hablaba con unas personas en la calle. Lo acusaron de "participar en un motín" y "posesión de un arma".
Las calles del barrio St. Jean Baptiste, el centro de la resistencia, estaban repletas. Los manifestantes representaban una increíble variedad de puntos de vista, luchas políticas y regiones. La mayoría era gente de habla francesa de Quebec, Montreal y otras partes de Canadá. Muchos habitantes de la ciudad--jóvenes, estudiantes, trabajadores y de la clase media--participaron en las protestas o ayudaron a los manifestantes. También participaron acadianos de la provincia de Nueva Brunswick; canadienses de habla inglesa de Ontario; estadounidenses de la costa del este y otros lugares; brasileños, mexicanos, ecuatorianos y gente de otros países latinoamericanos y del Caribe; e inmigrantes a Canadá de Palestina, Irán, India, Centroamérica y otras partes.
Les preguntamos a muchos universitarios y otros jóvenes canadienses por qué participaban en las protestas. Muchos dijeron que ir a Quebec era una oportunidad para cambiar la situación y asestar un golpe contra la globalización. Otros dijeron que tenían ganas de participar en algo vibrante y creativo, y conocer la verdad. A muchos los inspiraron la Batalla de Seattle y las demás luchas contra la globalización.
Durante dos días la policía lanzó una serie de ataques con gas lacrimógeno contra el barrio St. Jean Baptiste. El gas se filtró en los apartamentos. Muchos dueños de pequeñas tiendas las protegieron con tablas, pero los manifestantes no las atacaron. Unos dueños incluso escribieron sus propios mensajes contra el ALCA/FTAA en la madera. La madera, los edificios y las barricadas de concreto eran un lienzo para lemas. Vimos "George W. Bullshit", "Menos palabras, más piedras", "ALCA/FTAA = Imperialismo yanqui", "Revolución", "FLQ" (Frente de Liberación de Quebec), "La policía es una máquina política", "Mort a l'etat" (Muerte al estado), y muchos más.
Un activista nos dijo que vio a unos chavos romper el parabrisas de varios radiopatrullas y liberar escudos, ropa, chalecos y un radio.
Esa noche la policía invadió el barrio St. Jean Baptiste. Debajo de un puente, un grupo de jóvenes bailaba alrededor de una fogata. De repente, la policía abrió fuego con gas lacrimógeno desde el puente y arrestó a unos 100.
Una inspiraci
ón a gente por todo el mundoEsa noche hablé con unos militantes de la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria de Filadelfia y Nueva York que participaban en las protestas. Estaban cansados pero felices con las acciones, la combatividad de la juventud y la amplia oposición al sistema, y la oportunidad de propagar una línea política comunista en medio de todo esto. Dijeron que se está desarrollando una comunidad de resistencia en la nueva generación. Muchos recibieron con interés la noticia de la publicación del Borrador del Programa del Partido Comunista Revolucionario, EU, y lo que dice sobre la posibilidad de hacer la revolución en un país imperialista.
Los distribuidores de la revista internacionalista Un Mundo Que Ganar fueron a Quebec también, e informaron que encontraron mucho interés en el maoísmo y el comunismo. Vendieron muchos ejemplares de la Declaración del Movimiento Revolucionario Internacionalista en francés y español.
Un brigadista de Nueva York dijo: "Qué día tan chévere. Todos esos chavos, sobre todo de la clase media, se arriesgaron devolviendo las latas de gas lacrimógeno para defender a los proletarios del mundo. Es una inspiración para todos los oprimidos y para los marxista-leninista-maoístas que queremos forjar un frente único bajo la dirección del proletariado. Nos muestra que nuestra clase sí tiene aliados que entienden que la situación es tan jodida que están dispuestos a luchar contra la chota y todo el sistema, y a tumbarlo. Luchan con mucha pasión".
La batalla arde
El sábado los titulares de los periódicos anunciaron "Guerra de gas" y "Viernes negro". Pero la batalla apenas comenzaba. Entusiasmados por la noticia de la caída de la cerca en Rene Levesque y en otros lugares, los manifestantes la atacaron de nuevo.
El día empezó con una enorme marcha de 25.000 a 50.000 personas en la parte sur de la vieja ciudad. La convocó la Cumbre Popular de las Américas, una coalición de sindicatos y organizaciones progresistas. En la mañana, fuimos a un foro de la Cumbre Popular. De 2000 a 3000 personas participaron en discusiones y talleres sobre las consecuencias del ALCA/FTAA para la agricultura, la privatización del agua, los derechos de los indígenas y los derechos de propiedad intelectual. Marie Louve, la organizadora del foro, me dijo que fue "un día de educación para la resistencia".
Nos unimos al contingente de CLAC en la marcha. La marcha tardó una hora en pasar. Se vio una exhibición brillante de colores y de mensajes políticos. Fueron maestros y trabajadores de construcción de la Confederación Nacional de Sindicatos, trabajadores automotrices, trabajadores de panaderías, separatistas, maestros católicos, comités de apoyo a los trabajadores de las maquiladoras, miembros del Consejo de Canadienses, agricultores, miembros de Amnistía Internacional, activistas pro Mumia, grupos religiosos, miles de universitarios y otros chavos, y partidarios de la Unión de Comunistas de Irán. Se vieron banderas de Palestina, Cuba y Chile, banderas rojas y negras, banderas sindicales de varios colores, y muchas banderas azules y blancas de Quebec.
Había muchos grupos de teatro callejero. Unas 30 personas vestidas de traje y corbata, la cara amordazada por el código de barras, marcharon lentamente al ritmo de un tambor, como si fueran zombis que marchaban al ritmo de los dictados del capitalismo. Vimos tamboristas, porristas radicales y un grupo de activistas de la comida llamado Cocineros Radicales que protestaba contra la falta de participación popular en las decisiones del ALCA/FTAA sobre la comida modificada genéticamente. Un grupo llevaba lápidas y cantaba sobre la muerte de los derechos del trabajador.
Al entrar a la parte de la vieja ciudad cerca del barrio Jean Baptiste, el gas lacrimógeno de los ataques de la noche anterior nos hizo llorar. En la calle Rue de la Couronne, el contingente del CLAC se acercó a la cerca.
En la calle St. Genevieve, un contingente del bloque negro anarquista atacó la cerca. Un anarquista nos describió lo que pasó: "Fuimos a tumbar la cerca y logramos abrir una brecha. Pero la policía llegó con una aplanadora para bloquearnos, así que destruimos la aplanadora con piedras, con todo lo que estaba a nuestro alcance, con toda la imaginación y creatividad de los anarquistas". Invadieron la zona de seguridad pero la policía contraatacó y les disparó balas de plástico. A un hombre le dieron en la cabeza con una lata de gas lacrimógeno. Los manifestantes volvieron a atacar la cerca con cocteles molotov.
Tumbaron una sección de la cerca al lado del cementerio San Mateo. A las 5 de la tarde, bloquearon un cruce de la calle St. Genevieve. Después de dar una advertencia, la policía atacó a quemarropa con granadas de humo, granadas de concusión y balas de plástico. A una mujer le dieron en la garganta y tuvieron que hacerle una traqueotomía de emergencia ahí mismo. La policía disparó más gas lacrimógeno, pero los manifestantes no se llenaron de pánico. Muchos ya habían aprendido la táctica de dispersarse de una manera organizada y volver a atacar. Una señora y su hija pequeña, con la cara cubierta, bajó una manguera del segundo piso para ayudar a los manifestantes. En la ventana un letrero decía: "Agua para los pueblos del mundo".
A unas calles de distancia, en la Cote d'Abraham, se libró una feroz batalla de las 3 hasta las 7 de la noche. Por lo menos mil personas estaban frente a la cerca. Se oía música de un apartamento cercano y en las ventanas de las tiendas cerradas había muchas pintas. Jóvenes, mayores, estudiantes, trabajadores, anarquistas y otros se acercaban a las líneas del frente y regresaban de una manera organizada; muchos llevaban máscaras antigás, pañuelos y gafas.
Enormes nubes de gas cubrían la zona. Desde la cerca la policía lanzaba más latas de gas hacia la multitud, a unos centenares de metros. Los helicópteros sobrevolaban la zona para espiar y dar información a los policías de abajo.
Los manifestantes se organizaron para luchar. Unos tocaron tambores para animar a los demás. Otros rompieron piedras y las llevaron a los lanzapiedras. En las primeras líneas unos lanzaban piedras y botellas, y otros se mofaban de la policía. Un tipo ondeaba una enorme bandera roja con la hoz y el martillo. Otro, con falda escocesa, tocaba la gaita por un agujero de su máscara antigás.
Cuando la policía disparó latas de gas lacrimógeno, los chavos con máscaras y guantes las agarraron y las devolvieron. Mientras unos se retiraron lentamente, otros dirigieron a los demás a zonas abiertas donde había menos gas. A los que recibieron mucho gas los llevaron a los médicos, quienes les lavaron los ojos y les dieron limón. A un trabajador automotriz la policía le dio seis veces con balas de plástico. Nos mostró las contusiones en el brazo y la pierna. Los manifestantes que avanzaban por las entradas de autopista a la izquierda de la cerca tiraron cocteles molotov y los cañones de agua tuvieron que abrir fuego contra los policías para apagar las llamas. En el Centro de Medios Alternativos de Quebec, los corresponsales regresaban de las líneas de batalla para enviar sus artículos y enterarse de las últimas noticias.
Al anochecer, la policía atacó el barrio St. Jean. Una estudiante de Quebec nos contó: "Inmediatamente después de que los periodistas se fueron, la policía nos atacó con más saña... Montamos una barricada... hecha de tres secciones metálicas de la cerca. Avanzamos y la policía disparó gas. Quitamos las rejas, tiramos las latas de gas en el sistema de aguas negras y lo cubrimos con tablas". Construyeron una enorme barricada en el bulevar Charest y le prendieron fuego para bloquear el ataque policial. A fin de cuentas la policía rodeó y arrestó a 230 personas.
En otro cruce quemaron una bandera estadounidense y otros símbolos del sistema en una enorme fogata. Un vendedor del OR habló con unos combatientes y nos dijo: "Hay mucho ánimo, es palpable que mucha gente cree que este sistema no tiene nada que ofrecerle... No tienen un análisis completo de la globalización imperialista, pero sí entienden lo que está en juego aquí, que este sistema les está robando el futuro y no les ofrece nada, y que tienen que librar guerra contra el sistema".
Despu
ésEl domingo 22 de abril regresamos a St. Jean, pero la situación había cambiado. La cumbre había terminado y las calles estaban llenas de manifestantes y gente del barrio. La batalla se había acabado, pero todavía se podían ver los restos: las pintas en los muros, botellas y piedras en la parte de la cerca donde estaba la policía y el negro del humo donde caían los cocteles molotov. Cerca de Rene Levesque había un carro destruido por un incendio causado por una lata de gas; un letrero decía: "La policía quemó mi carro".
Hablamos con varios activistas que debatían los sucesos. Muchos opinaban que una de las principales victorias fue enfocar la atención en los crímenes del ALCA/FTAA y que por sus acciones resueltas los manifestantes ganaron más apoyo. Otros dijeron que se había forjado unidad contra el enemigo, respeto por una diversidad de tácticas y rechazo a la táctica del sistema de dividir en elementos "violentos y no violentos". Frente a la cárcel había mítines para apoyar a los arrestados y reclamar que los dejaran hablar con abogados.
El 22, los jefes de estado, dirigidos por Bush y Chretien, anunciaron que llegaron a un acuerdo, que la cumbre logró sus metas y que la policía demostró tanto fuerza como "moderación". Bush admitió que hubo protestas, y prometió escuchar a los que estuvieran dispuestos a "participar en un diálogo constructivo".
Pero en la calle nadie se tragó lo del "diálogo constructivo". Los imperialistas demostraron lo que para ellos es "diálogo constructivo": cercas, mentiras y la brutalidad de matones armados hasta los dientes.
Por todo el mundo millones de personas están hartas de las mentiras sobre la democracia y la prosperidad. La ferocidad de la batalla en Quebec puso de relieve tanto los planes de libre saqueo de este sistema, como el poder del pueblo para combatir una fuerza armada con armas pesadas y alta tecnología. Las acciones han establecido una nueva norma; inspirarán a gente por todo el mundo a redoblar la lucha contra la globalización capitalista y reforzarán las posibilidades revolucionarias.
Orfeo quiere agradecer a todos los camaradas de Quebec, Seattle, Filadelfia y Nueva York por sus contribuciones. Sin ellos, este artículo no hubiera sido posible.
Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)