Obrero Revolucionario #1107, 17 de junio, 2001, en rwor.org
La ejecución de Timothy McVeigh, programada para el lunes 11 de junio, será la primera ejecución federal* desde 1963: una versión de alta tecnología de la horca pública, esa brutal tradición estadounidense.
Por todo el simbolismo que encierra este espectáculo, nada es lo que parece ser. O para ser más preciso, muy poco es como lo pintan.
El gobierno federal se pinta como representante de las víctimas de McVeigh, y dice que el asesinato oficial que se llevará a cabo en el penal de Terre Haute (Indiana) será un acto de justicia. Pero en realidad, con esa ejecución los mayores asesinos del planeta--el gobierno estadounidense--se fortalecerán y se darán más poderes para imponer la pena de muerte. Y lo harán ejecutando a un miliciano de su sistema.
La oposición a la pena de muerte está creciendo y, para contrarrestar esa tendencia, el gobierno va a aprovechar a McVeigh para reanudar las ejecuciones federales.
El gobierno tiene mucho afán de reanudar las ejecuciones federales. Clinton firmó una serie de leyes que crearon más de 75 nuevos delitos federales que se castigan con la pena de muerte.
Ante las divulgaciones de lo racista que es la pena de muerte en este país, el secretario de Justicia, John Ashcroft, anunció que estudiaron centenares de casos y "no encontramos ninguna prueba de prejuicio racial". Qué barbaridad que Ashcroft, quien alaba abiertamente a los generales de la Confederación sureña (quienes lucharon para preservar la esclavitud), certificara que el sistema federal no es racista. Obviamente no mencionó que de las 21 personas condenadas a muerte en penales federales, solo tres son blancos.
En el parloteo seudopsicológico de los medios de comunicación, esta ejecución servirá de conclusión al largo sufrimiento de los familiares de las víctimas. Pero en realidad reforzará los nuevos poderes policiales que amenazan al pueblo, y eso no tiene nada que ver con la justicia.
La red oculta de Timothy McVeigh
"Admitieron que conocen los documentos desde enero pero no dijeron nada en público. Eso es lo que me preocupa, que esperaron hasta una semana antes de la ejecución para decir, `Miren, antes de que se nos olvide, tenemos sus documentos'".
Dan Vogel, ex vocero del FBI de Oklahoma City
Hay otro aspecto de este caso que "no es lo que parece ser".
Dicen que el dinamitazo del edificio federal de Oklahoma City en 1995, en que murieron 168 personas, fue un acto de un individuo malvado por su cuenta. Pero desde el comienzo se sospechó que en el dinamitazo está involucrada una red que tiene vínculos con fuerzas de la clase dominante.
Luego, en vísperas de la primera fecha de ejecución, se supo que el FBI no entregó 4000 páginas de documentos a la defensa. Incluso para el sistema penal, eso fue un escándalo.
El juez federal encargado del caso, Richard P. Matsch, promulgó dos fallos: primero, que ninguno de los que tienen permiso para leer los documentos los divulgara; y segundo, que no era necesario estudiar esos documentos para proceder con la ejecución de McVeigh. Matsch dijo que incluso si los documentos tienen pruebas de una conspiración mayor para llevar a cabo el dinamitazo, eso no cambia la culpabilidad de McVeigh.
McVeigh confesó públicamente su papel en el dinamitazo. Pero no cabe duda de que cualquier prueba de que hubo una conspiración es importante para entender lo que pasó... y la situación política general. Si el FBI ocultó pruebas de una conspiración, y si el juez Matsch sigue escondiéndolas con sus fallos, pues están tapando los círculos en que funcionaba McVeigh.
Desde el principio ha habido pruebas de que McVeigh y Terry Nichols no eran "individuos aislados" sino milicianos de grupos clandestinos fascistas y racistas. McVeigh tiene lazos con la Milicia de Michigan, un grupo derechista que se estaba preparando para librar una lucha armada para proteger el "American way of life".
Durante los preparativos para el dinamitazo, se mantuvo en contacto con gente de Elohim City, un campamento de supremacistas blancos que son partidarios de la doctrina de "identidad cristiana" en el este de Oklahoma. McVeigh dijo que le escribió al pastor de Elohim, Robert Miller, para averiguar si lo podría proteger con su red de contactos.
El Los Angeles Times informó que los documentos del FBI tienen "declaraciones de testigos y fotografías relacionadas a una persona misteriosa conocida como Robert Jacques, tanto como grabaciones de conversaciones de `Fulano de tal No. 2', un presunto co-conspirador de McVeigh".
Varios testigos de Kansas y Oklahoma City dijeron en el juicio que vieron a otras personas cerca del camión Ryder (donde estaba la bomba), por ejemplo el compañero que acompañaba a McVeigh el día que lo alquiló.
Un testigo, Charles Farley, dijo que estuvo en Geary Lake (Kansas) el 18 de abril (el día que el FBI dice que se fabricó la bomba) y que vio otros tres vehículos (entre ellos un camión lleno de bolsas de fertilizantes) y un grupo de hombres.
Inicialmente, el FBI dijo que había otros conspiradores y hasta publicó dibujos de ellos. Pero más tarde cambió el disco.
No se sabe qué tienen los documentos del FBI, y el fallo de Matsch le ha dado suficiente tiempo para "prepararlos" (o sea, cambiarlos, borrarlos y destruirlos) antes de que se divulguen.
Milicianos y generales
En la última década las fuerzas fascistas han llevado a cabo salvajismos contra el pueblo. Se han disfrazado de varias maneras: como el "Ejército de Dios", que ataca clínicas de la mujer y asesina a médicos; la "Fraternidad Aria", que ha realizado ataques racistas y antisemitas; o los círculos militares/milicianos vinculados a McVeigh.
El gobierno y sus dependencias policiales han tapado y protegido esas redes y círculos.
Hace poco los medios informaron que, según un estudio del Southern Poverty Law Center, esas milicias se están desvaneciendo. Pero lo que no dijeron es que el mismo estudio concluyó que todavía existen 194 "milicias patrióticas". Además, el autor informó que muchos milicianos se han alistado en la policía, las fuerzas armadas y grupos fascistas clandestinos "más duros".
A la vez que protege y desencadena a esos grupos fascistas, la clase dominante los canaliza para que le sirvan más. Cuando atacan directamente al gobierno, los reprimen... pero cuidadosamente, para dejar intactos el movimiento y sus lazos con la clase dominante.
La política oficial de los últimos años en este país ha sido "pobreza, castigo y patriarcado". Poderosos sectores de la clase dominante exigen una reestructuración de la sociedad: recortar los programas sociales, aumentar las medidas represivas y fomentar una atmósfera social represiva.
El extremismo de esta época se ve en el hecho de que el gobierno de Clinton impuso las mismas medidas (recortar el welfare, aumentar la pena de muerte, restringir el aborto), pero otras fuerzas que quieren medidas más agresivas lo atacaron con saña.
Como parte de estos conflictos, las fuerzas burguesas opositoras se están deslegitimando mutuamente. Esto se vio en la ferocidad con que la derecha trató de tumbar a Clinton. Surgió otra vez durante la elección de 2000, cuando cada lado puso en tela de juicio la legitimidad del otro, y una vez más la semana pasada: cuando los republicanos perdieron el control del Senado y el dirigente republicano Trent Lott dijo que tendrían que "librar una guerra" y que los demócratas habían violado la "integridad de nuestra democracia" con un "golpe de estado".
Se sabe que predomina en las fuerzas armadas un punto de vista conservador y derechista, especialmente en los más altos niveles, donde se cree que el Partido Demócrata es antipatriótico y traidor. Muchos grupos fascistas operan en las fuerzas armadas.
Cabe recordar cuando Jesse Helms, senador por Carolina del Norte, le advirtió explícitamente a Clinton que no fuera a las bases militares del estado y que "tenga cuidado si viene aquí. Debe traer un guardaespaldas".
En su libro sobre la Infantería de Marina Making the Corps, Thomas E. Ricks escribe: "Las fuerzas armadas se inclinan cada vez más hacia la política conservadora". Dice que William S. Lind, "un analista militar que ha tenido mucha influencia en las doctrinas de la Infantería de Marina", ha concluido "sorprendentemente" que "la próxima guerra importante que tendremos que librar ocurrirá en territorio estadounidense".
Eso es precisamente lo que piensa Timothy McVeigh, que se considera un soldado de esa futura guerra interna.
De hecho, McVeigh es el fruto de las fuerzas armadas y de esas corrientes políticas. Lo entrenaron como asesino en la guerra del Golfo y le enseñaron la ideología de que hay que purificar a Estados Unidos con un baño de sangre... no para crear una sociedad justa sino para defender la existente.
En las fuerzas armadas, McVeigh leyó y distribuyó The Turner Diaries (Los diarios Turner), un manual en forma de novela que predice que un día los ejércitos blancos racistas se alzarán para matar a los negros y los judíos. Hasta las palabras que McVeigh dice hoy muestran su mentalidad militar: describió a los niños de kinder que murieron en el dinamitazo como "daños colaterales".
El lunes 11 de junio, el gobierno va a ejecutar a un miliciano derechista con el fin de afianzar la pena de muerte contra el pueblo.
* El sistema judicial de Estados Unidos tiene delitos y castigos estatales y federales.
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