Obrero Revolucionario #1110, 15 de julio, 2001, en rwor.org
Si has comprado una taza de café, no te sorprenderá que las grandes productoras de café que dominan el mercado estén sacando enormes ganancias. En las ciudades de Estados Unidos hay un Starbuck’s en casi cada esquina, y una taza de café cuesta lo mismo que un día de salario de un trabajador del tercer mundo.
A fines de abril, Starbuck’s registró un aumento semestral de ganancias netas de 40%; en 2001 aumentará las tiendas de 1100 a 1200. Nestlé, la productora de alimentos número uno del mundo y gran vendedora de café, anunció en febrero "un aumento de 22% de las ganancias netas para 2000"; su presidente comentó: "Nestlé ha registrado niveles récord de crecimiento y ganancias. Se están percibiendo los resultados de nuestra implacable campaña de mejoras continuas". La empresa espera mayores ventas y ganancias en 2001.
Pero en los últimos meses lo que se paga por el grano a los productores del tercer mundo ha registrado una caída sin precedente. Mientras las corporaciones productoras de café como Nestlé sacan enormes ganancias y el precio de un capuchino es casi tres dólares, en los últimos cuatro años lo que reciben los productores del grano del tercer mundo ha caído de $1.50 a 50 centavos la libra.
Unas cuantas trasnacionales de los países imperialistas dominan el mercado mundial del café: le compran el grano a los productores y lo venden a los tostadores. Unos 20 millones de cafetaleros, productores y trabajadores del tercer mundo producen casi todo el grano en fincas que van de dos hectáreas a plantaciones industrializadas de miles de hectáreas. La mitad del grano del mundo se produce en parcelas de menos de cinco hectáreas. Por ejemplo, en México el 90% del café se produce en pequeñas parcelas. La producción requiere mucha mano de obra, pues la mayoría del grano se cosecha a mano. La reciente caída del precio ha devastado a millones de pequeños productores y trabajadores.
En mayo de 2001, Oxfam (un organismo de desarrollo no gubernamental británico) advirtió en un comunicado de prensa que, de no aumentar lo que se paga por el grano a los productores, la crisis "dejará a los millones de productores pobres y familias en pobreza extrema, con consecuencias devastadoras para la salud, educación y estabilidad social". Hace poco, la Organización Internacional del Café predijo que continuará la situación de "sobreoferta" hasta 2002, con poca probabilidad de que suba el precio. En Guatemala, las divisas por la exportación del café han caído más de la mitad en los últimos cuatro años y la tasa de desempleo en el campo alcanza casi 40%, en gran parte debido a la caída del precio. En Etiopía, el café constituye el 64% de las exportaciones; en 1999, el valor de las exportaciones cayó en un 38%. En marzo de 2000, Zimbabwe registró una caída de 50% de divisas por el grano. Uganda registró una caída de 32%.
Los países productores de café son de los más pobres del mundo y dependen fuertemente de la exportación del café. La exportación del grano constituye más del 10% de las divisas de 17 países productores; en Uganda y Burundi es más del 70%. Los productores de esos países ganan tres dólares al día y viven en la pobreza absoluta, sin agua entubada ni alcantarilla, luz, servicios médicos ni suficiente comida. Según el artículo "Colombia, terremotos y café" de Global Express, "la mayoría de los 20 millones de productores de café viven en extrema pobreza. Gregorio Gómez, un productor, dice: `Los productores eran pobres cuando comenzaron a cultivarlo hace 40 años y seguimos igual de pobres hoy. Nada ha cambiado’".
Un puñado de gigantescas productoras y vendedoras de café controlan el mercado mundial y fijan los precios. Cuatro corporaciones —Proctor and Gamble, Philip Morris, Sara Lee y Nestlé— controlan el 60% de las ventas en Estados Unidos y casi el 40% de la compraventa mundial. El frenesí mundial de fusiones y adquisiciones de empresas industriales de la última década ha concentrado esa situación. En diciembre de 1999, Sara Lee le compró Hills Brothers, MJB y Chase and Sanborn’s a Nestlé, y ya era dueña de Superior Coffee y Chock Full o’ Nuts (adquirida en junio de 1999).
La industria está dividida en varias ramas: productores, exportadores/importadores, distribuidores, tostadores y vendedores. Solo 8% del precio del café que se vende en un supermercado de Estados Unidos lo recibe el trabajador de campo, 5% el productor, 67% la empresa que lo tuesta, muele, empaca y embarca, y 11% el punto de venta.
Las grandes corporaciones pueden mantener el alto precio de menudeo a pesar de la fuerte caída del precio a causa de condiciones casi monopolistas y porque una gran parte del precio corresponde al procesamiento y distribución.
Los países imperialistas son los principales consumidores: Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón compran más de la mitad de la oferta mundial. Pero, el café se produce únicamente en países tropicales; el 67% en Centro y Sudamérica.
La sangre y sudor de esclavos y pueblos autóctonos:
La base del mercado mundial de café
"El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista".
Carlos Marx
"Para la mayoría de las potencias coloniales europeas, el café era una cosecha de sueños: un producto tropical de alto valor y adictivo, de fácil distribución, con un gran mercado en Europa. Con su expansión surgieron prácticas infrahumanas y rapaces en el cultivo del grano que dejaron imborrables cicatrices en las tierras y los pueblos condenados a ser parte del negocio. La masiva deforestación y esclavitud eran requisitos del cultivo en tierras coloniales vírgenes, y las fuerzas desatadas en el proceso todavía no se agotan. La deforestación sigue hoy... y en muchos casos la esclavitud se ha transformado en peonaje por endeudamiento".
de The Coffee Book,
de Gregory Docum y Nina Luttinger
La historia del café es como la de cualquier industria capitalista que se funda en la sangre de los esclavos, depende del sudor de millones de trabajadores, con la dominación de unos países imperialistas y grandes corporaciones, y que está sujeta a las fluctuaciones anárquicas y la devastación del mercado capitalista.
A fines del siglo 17, el café se puso de moda en Europa: se consideraba una bebida "exótica" porque era de países no europeos. Pero las potencias capitalistas todavía no lo cultivaban en gran escala. A comienzos del siglo 18, unos cuantos países capitalistas emprendieron el cultivo: Francia en Haití, Holanda en Java, Portugal en Brasil e Inglaterra en Ceilán.
El clima tropical de esas regiones favoreció el cultivo. Al comienzo, esclavos africanos y los pueblos autóctonos lo cultivaban, cosechaban y procesaban en las colonias del "nuevo mundo".
Los colonizadores europeos trajeron esclavos al Caribe para sembrar café y caña de azúcar, un producto que complementaba el café. A partir de 1730, Francia importaba 30.000 esclavos africanos al año y transformó al "Haití francés" en el principal productor del grano en el mundo. En 1791, ya producía la mitad del grano del mundo con medio millón de esclavos. Pero las condiciones de vida y trabajo eran tan brutales en las fincas de café y de otros productos que en 1793 los esclavos se unieron en lo que se llama la rebelión haitiana, incendiaron fincas y mataron a esclavistas.
Brasil "se independizó" formalmente del dominio colonial en los años 1820. Los capitalistas brasileños siguieron importando decenas de miles de esclavos africanos al año para trabajar las fazendas. A fines de la década, tenían más de un millón de esclavos, es decir, casi un tercio de la población. Aunque se prohibió la importación de esclavos oficialmente en 1831, siguieron importando docenas de miles al año y la esclavitud aún era legal. Brasil era el mayor productor del grano, con 50% de la producción mundial.
Una vez prohibida la importación de esclavos, los cafetaleros maniobraron para importarlos de contrabando y buscaron nuevas fuentes de mano de obra barata. Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo 19, importaron colonos, es decir, inmigrantes europeos pobres. Los inmigrantes se endeudaban para pagar el costo del viaje a Brasil y no podían dejar la finca sin liquidar la deuda; en otras palabras, peonaje por endeudamiento. En 1884, el gobierno accedió a pagar el costo del viaje de los inmigrantes, pero debido a las horribles condiciones de trabajo, los cafetaleros contrataban bandas de guardias armados. Llegaron a la conclusión de que el sistema de colonos era más rentable y promovieron la abolición de la esclavitud. En 1888, se prohibió la esclavitud en Brasil.
A fines del siglo 19, Brasil controlaba el 75% o más de la producción mundial del café. Por esa época, los países centroamericanos comenzaron a sembrarlo. Como Brasil, Guatemala se independizó en los años 1820, pero los capitalistas de ese país no usaron esclavos sino el trabajo forzado y peonaje por endeudamiento de los mayas y el robo de tierras comunales. En 1873, el estado confiscó todas las tierras donde no se cultivaban café, caña de azúcar, cacao o forraje; las remató a precios accesibles para el capitalista pero fuera del alcance del campesino. Un gran ejército protegía el sistema de trabajo forzado.
Desplome del mercado de café
Con el crecimiento del mercado mundial, las fuerzas anárquicas de la producción capitalista no tardaron en causar altibajos del precio del grano. Holanda comenzó a cultivar el grano en colonias del "Lejano Oriente" a comienzos del siglo 18, y después de la rebelión haitiana, trasladaron la producción a las Indias Orientales con esclavos. A comienzos del siglo 19, se estabilizó el precio de 16 a 20 centavos la libra, pero se disparó a 30 centavos debido al aumento de la demanda en Estados Unidos y Europa. Eso estimuló el cultivo en nuevas regiones, como Brasil. En 1823, los precios se dispararon más ante la amenaza de guerra entre España y Francia. La guerra no estalló y el precio se desplomó, lo que quebró muchas empresas de Europa. Mark Pendergrast concluye en el libro Uncommon Grounds: "La época contemporánea había comenzado y en adelante, el precio del café fluctuó muchísimo a causa de la especulación, la política, heladas y la amenaza de guerra".
El café es el segundo producto de venta del mundo, después del petróleo. Las grandes fluctuaciones del precio generan agitadas rachas de compraventa, altibajos del mercado mundial, millones de ganancias para algunas empresas y la bancarrota para otras. Cuando sube el precio, se siembran más tierras. Eso genera sobreproducción y desplomes del precio, como ahora. Sobre este fenómeno recurrente, Pendergrast dice:
"El mercado del grano siempre ha sido volátil. La amenaza de una helada en Brasil causa alzas del precio; grandes cosechas causan caídas devastadoras, con miseria para los productores y trabajadores. Las fuerzas del mercado, con la interpenetración de la naturaleza y la avaricia, generan ciclos de auge y contracción que continúan hoy. Como el cafeto tarda de cuatro a cinco años en madurarse, los cafetaleros desbrozan nuevas tierras y siembran más cafetos cuando sube el precio. Cuando hay sobreoferta y cae el precio, hay sobreproducción del grano. A diferencia del trigo o maíz, el cafeto da grano año tras año y por ello, un cafetal requiere de una gran inversión de capital que no se puede invertir fácilmente en otro cultivo. Por tanto, sigue la sobreoferta unos años más".
Café y dictaduras
Después de la II Guerra Mundial, unas pocas corporaciones grandes acapararon las tostadoras del grano. En América Latina, donde Brasil era el principal productor del mundo y Colombia era el número dos, Estados Unidos se preocupaba por apuntalar sus dictaduras y dominio del hemisferio. Derrocó a Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 y apoyó una brutal dictadura militar en Brasil en los años 60. En Nicaragua, el dictador Somoza gobernó durante décadas; la dinastía de su familia se formó con enormes plantaciones de café. Estados Unidos también maniobraba en África, que empezaba a producir el grano. En 1961, la CIA fraguó el asesinato de Patricio Lumumba en El Congo, un país productor de café, e instauró la dictadura de Mobutu.
Después de la II Guerra Mundial, el precio del grano subió un poco. Llegó al punto más alto en 1955 y se desplomó otra vez. En 1962, Estados Unidos apoyó el Convenio Internacional de Café. Un ejecutivo de la General Foods expresó las preocupaciones de los capitalistas al respecto:
"Si los países latinoamericanos dejaran de recibir estas divisas, estallaría una crisis... Es muy sencillo. En lo político, los países se quedarían a la deriva. Para el gobierno estadounidense, si América Latina se hubiera hundido y los comunistas hubieran tomado el poder, estarían en la puerta trasera, lo que hubiera generado una situación desagradable y negativa para Estados Unidos".
La Organización Internacional del Café, el organismo a cargo de aplicar el convenio, en realidad era una asociación de grandes productores mundiales que fijaba las cuotas para los países productores y consumidores. El precio se mantuvo relativamente estable durante 25 años. A fines de los años 80, ante la sobreoferta muchos países se quejaron de las cuotas. Para hacer los enormes pagos de la deuda externa, los países productores tenían que aumentar la producción aún más y vender el grano a precios bajos fuera del convenio. De 1985 a 1989 el precio cayó fuertemente, y el convenio se desintegró. Es más, la Unión Soviética se hundió y el imperialismo yanqui tuvo nuevas necesidades económicas y más margen para operar y expandirse. El precio siguió en picada y los países productores perdieron miles de millones de dólares en pocos meses. A comienzos de los años 90, el precio bajó casi tanto como el actual.
La convergencia del colapso del convenio, el desplome del precio de mediados de los 80 a inicios de los 90, y un Programa de Ajuste Estructural (PAE) del Fondo Monetario Internacional (FMI) contribuyeron al estallido de la guerra civil en Ruanda en 1990. El 70% de las familias del campo ruandés cultiva el grano; Ruanda recibe casi la mitad de sus divisas por café y es el cuarto país más dependiente del café del mundo.
Con el desplome del precio, las divisas de Ruanda cayeron un 50% entre 1987 y 1991. La hambruna se extendió por el campo y, para colmo, el FMI le impuso un PAE al país en 1990. En 1990, se devaluó la moneda y los ingresos de los productores cayeron fuertemente porque el PAE hizo disparar los precios en el mercado interno y congeló el precio del grano. Otra devaluación en 1992 subió el precio de energéticos y otros productos básicos y la producción del grano cayó un 25% en un año. En el libro The Globalization of Poverty, Michel Chossudovsky señala:
"Los ingresos por el grano no eran suficientes para comprar comida; y como el precio de insumos agrícolas se disparó, los ingresos eran aún menos suficientes. La crisis del café afectó negativamente otros cultivos tradicionales, lo que causó una caída fuerte del cultivo de yuca, frijol y sorgo. Las cooperativas de ahorros que prestaban capital a pequeños productores también se desplomaron. Además,... la importación de alimentos baratos subsidiados fuertemente por los países ricos desestabilizaba el mercado interno de Ruanda".
Café y la brutalidad del "mercado libre"
A mediados de los 90, la sobreoferta mundial amainó un poco y una helada en Brasil hizo subir el precio. Poco después, el precio volvió a caer fuertemente. Irónicamente, la caída más reciente del precio se debe en parte a que Vietnam se convirtió en el segundo productor del grano del mundo, lugar que Colombia había ocupado durante décadas.
Al tiempo de la desintegración del convenio, Vietnam recibió grandes préstamos del Banco Mundial y del Banco Asiático de Desarrollo para sembrar café robusto (de baja calidad). (El café arábica es de más alta calidad y más caro). Cuando el grano de Vietnam comenzó a venderse en el mercado mundial a fines de los 90, el precio cayó otra vez. Vietnam triplicó la exportación del grano en cinco años, lo que coincide con el actual desplome del precio a nivel mundial.
Los productores de países como Guatemala, donde los trabajadores reciben tres dólares al día, no pueden competir con los capitalistas vietnamitas que pagan solo un dólar al día. Incluso Brasil contempla la importación del grano vietnamita para aprovechar los precios bajos. A pesar del aumento de 64% de la exportación de café, el Ministerio del Comercio vietnamita anunció en octubre de 2000 que el valor de la exportación del grano bajó 80 millones de dólares en 1999-2000.
Un analista del Banco Mundial describió así el "milagro" de Vietnam y defendió el brutal funcionamiento del "mercado libre": "Es un proceso continuo. Se da en todos los países. Los productores más eficientes y económicos aumentan la producción y los productores menos eficientes y caros deciden que ya no quieren producirlo".
¿Y qué del productor guatemalteco que tiene que "decidir" que ya no "quiere" cultivar el grano, después de haber invertido todo en su cafetal? ¿Y qué del trabajador que depende de la recolección para dar de comer a su familia? Un médico de Guatemala dijo: "Lo que pasa es una catástrofe. Siempre ha habido pobreza y desempleo, pero jamás he visto hambre como ahora, gente que de verdad no tiene sino tortillas para comer".
¿Qué clase de sistema se construyó sobre la esclavitud y el trabajo forzado de pueblos autóctonos? ¿Qué clase de sistema se alimenta de la miseria y pobreza de los productores? ¿Qué clase de sistema causa sufrimiento y crisis cuando se produce demasiado?... Cosas para reflexionar la próxima vez que tomes una taza de café.
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