Tras las rejas en una prepa de Watts

Michael Slate

Obrero Revolucionario #1110, 15 de julio, 2001, en rwor.org

La prepa Locke queda en la calle 111 y San Pedro, a unas cuadras de la División Sureste de la policía en el barrio de Watts. A primera vista el enorme edificio de ladrillo de cenizas azul marino parece una cárcel. Con una alta valla de metal, ocupa una manzana entera. En el patio se ven varias jaulas atascadas de estudiantes que están haciendo deportes; ¡palabra!, es igualito al patio de ejercicio de un pabellón. La policía del distrito escolar lo patrulla constantemente para "mantener la seguridad".

Una mañana de junio observo mientras los estudiantes que llegan tarde hacen cola y pasan por un detector de metal y un registro antes de entrar a clase. Una patrulla enciende las luces y sale para el otro extremo de la escuela, donde bloquea el tráfico e intenta agarrar a cuatro chavas que se meten por debajo de la cerca a fin de evitar el registro y la multa de $250 por irse de pinta.

Hace un par de meses un amigo me invitó a una reunión en el Centro de Acción Laboral y Comunitario de Watts convocada por un grupo de estudiantes de Locke. Antes de dar inicio a la reunión, el grupo de chavas y chavos negros y latinos estaban en el frente del salón, y se reían y cotorreaban como todos los jóvenes de prepa. Estaban un poco nerviosos. En eso empezó la reunión; se presentaron como miembros de la Unión Estudiantil de Locke y dieron lectura a su pliego petitorio. Cada quien leyó una demanda.

¡Qué cosa! A esos chicos de Watts los han demonizado y criminalizado por el simple hecho de vivir en ese barrio, pero su pliego era tan elemental y tan justo; pedían: libros y útiles escolares para todos los estudiantes, maestros preparados que no hablen por teléfono celular ni duerman en el salón, que los maestros no repartan crucigramas sino que les enseñen. Querían acabar con los racistas exámenes estandarizados. Y la primera demanda era: "Un cese inmediato a la brutalidad contra los estudiantes; los registros, arrestos y requisas ilegales; la vigilancia constante; y el uso de fuerza excesiva".

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En las siguientes semanas tuve la oportunidad de platicar con los estudiantes y maestros de Locke que luchan contra esa situación degradante. Me contaron cosas muy gruesas.

Los estudiantes cuentan que diariamente son testigos de violencia. La escuela está repleta; recibe los estudiantes que sobran de otras escuelas y los que han sido expulsados. Centenares de chavos llenan los pasillos y patios, y abundan las riñas y peleas. Pero los estudiantes dijeron muy claramente que lo que más les preocupa es la violencia y brutalidad de la policía, los guardias y las autoridades escolares. Las chavas cuentan que los guardias las insultan y manosean. Una chava dijo que la han manoseado muchas veces cuando camina por el pasillo.

Kevin me platicó de su mejor amigo que está en tercer año. Cuando tenía 15 años, su padre se agarró con él a puñetazos. Al día siguiente pidió ayuda del consejero de la escuela y en un par de horas la policía llegó y lo arrestó. Lo sentenciaron a cinco meses en la cárcel de menores, seis meses en una casa de menores y libertad condicional. Ahora trata de "no apartarse del buen camino" para poder graduarse y quizás estudiar en la universidad.

El amigo me contó lo difícil que es no meterse en líos: "Pasan muchas cosas que no deben pasar. Hace unos meses dos chavas se pusieron a pelear y dos agentes les cayeron encima con macanas y gas pimienta. Eran dos chavas, dos chavitas. Ya terminada la pelea, un agente le roció gas pimienta a una de las chavas y a la otra le dio un macanazo en el hombro. El nuevo decano de la escuela golpeó a una chava y le partió el labio al confiscar su grabadora de CD. Me dio rabia verla con los audífonos rotos y el labio partido. Cuando me contó lo que pasó, me dio muchísimo coraje. Los chotas que andan en la escuela me caen muy mal, que se chinguen".

Dee está en tercer año. Su madre, tías y hermanas estudiaron en Locke. La han registrado y hostigado en muchas ocasiones, y ha visto muchos atropellos: "Cuando llega la chota, ¿acaso nos sentimos más seguros? No, ¡para nada! Deja que los chavos peleen un rato y nos rocían gas pimienta a todos. No importa que uno esté tratando de separar a los compañeros que están peleando, igual lo rocían gas pimienta y lo arrestan. Aquí en la escuela andan alguaciles, policías del distrito escolar y del Departamento de Policía de Los Angeles (LAPD)".

Sofia es una chava muy inquieta. Es muy despierta y platica mucho. Dee pausa y acto seguido Sofia le entra: "Usan fuerza excesiva. No nada más nos inmovilizan, por ejemplo; ¡no, señor!, nos tiran contra la pared o al suelo y nos ponen el brazo y la pierna en la espalda. Son unos tipos bien fornidos y nosotros somos unos chavos y chavas de prepa, flaquitos, chiquitos como yo, y nos dan una buena paliza".

"No importa si uno se rinde, igual usan fuerza excesiva. Por ejemplo, un chavo estaba peleando, pero cuando vio a los policías dejó de pelear y caminó hacia ellos. Tres chotas arremetieron contra él, lo tumbaron y le pusieron los brazos en la espalda. ¡Válgame!, él caminaba hacia ellos con las manos alzadas. ¿A poco les iba a hacer daño? ¿A poco iba a sacar algo? Tenía las manos en el aire y además llevaba manga corta. Si querían arrestarlo no había ninguna necesidad de tirarlo al suelo. Fue un atropello. No lo acepto. No fue correcto. Hay que hacer algo. Nos arrestan por nada, nos ponen esposas, nos llevan a la delegación, nos sacan las huellas digitales y abren un expediente porque no tenemos abogado ni nadie que nos defienda ni demuestre que somos inocentes. Aquí en esta escuela lo fichan a uno por el color de la piel y sobre todo por la pinta".

Nos fichan por "la pinta"

Los chavos negros y latinos de Watts saben muy bien que los fichan "por la pinta", pues lo han vivido en carne propia. Tienen primos y amigos presos. Conocen gente que la policía ha golpeado o baleado. Es común que los fichen por la pinta, la ropa, los amigos. Según la policía, prácticamente todo tiene que ver con pandillas. Considera que los chavos inmigrantes que se ponen botas de vaquero son una pandilla y una maestra cuenta que también veía como pandilla a un grupo de estudiantes que decoraba su mochila y ropa con cosas alusivas a una canción popular.

Yolanda es diminuta y callada, pero su voz es muy resonante. Todavía está furiosa por algo que le pasó en primer año: "Llegaron al salón con las esposas en la mano. Estaba presentando un examen. Tocaron la puerta y preguntaron por mí; ahí mismo en la puerta del salón me las pusieron. En el pasillo me dijeron: `Sabes muy bien que eres culpable’. ¡Ni idea! La verdad, no tenía la menor idea. Me llevaron al salón de interrogatorios y se pusieron a fregarme y yo ni idea. Me dijeron que me arrestaron por agresión. ¿¿¿Qué??? Dijeron que me parecía a la sospechosa y que les dieron mi nombre. No dije nada porque sabía que era inocente. Me llevaron a la estación, me sacaron las huellas digitales y abrieron un expediente. Apuntaron todo y el detective me presionó para que `confesara’, pero no tenía idea de nada. Entonces me preguntó quién me recogía de la escuela y a qué horas. Le conté todo. En ese momento estaba en primer año de prepa y el delito supuestamente se cometió el año anterior (¿y hasta entonces fueron a buscarme?). Le dije que el año anterior mi madre me recogía todos los días; nada de cotorreo ni platicar con los amigos, nada. Entonces interrogó a mi madre y dijo que no tenía más remedio que dejarme ir porque no tenía ninguna prueba. Mi madre preguntó por qué me arrestaron y por qué no le avisaron. Pero no le contestaron ni tampoco borraron nada del expediente; así que tengo antecedentes penales y tengo un expediente con las autoridades escolares también".

El Distrito Escolar Unificado de Los Angeles (LAUSD) registra a los estudiantes de por lo menos un salón cada día "a fin de requisar armas", pero incluso el jefe de la policía del distrito escolar admite que no encuentran nada. El año pasado, encontraron 52 armas de fuego en las escuelas y sus alrededores en todo el distrito escolar (el mayor del país), y por lo general estaban afuera o escondidas en el patio. En un caso, un maestro metió una pistola a la escuela. En fin, sus propias cifras demuestran que muy pocos estudiantes meten una pistola a la escuela y la cantidad que lo hace es cada vez menor. Entonces, ¿por qué hacen los registros? Simplemente para que se sepa que los van a seguir haciendo.

En la Locke es evidente que las autoridades están criminalizando a los estudiantes. La policía tiene un salón de interrogatorios y se supone que los estudiantes no saben dónde está, pero en una ocasión tapizaron la puerta con calcomanías que decían "pocilga". Hay 27 cámaras de vigilancia en los pasillos del tercer piso; hay tantas cámaras que unas están vigilando a otras y nadie puede moverse sin que lo graben. Los estudiantes cuentan que próximamente las instalarán en los demás pisos también.

Para colmo hacen los famosos registros al azar. Todos los días un equipo de directores, maestros y guardias (y a veces la policía LAUSD) interrumpe la clase en varios salones y registra a unos chavos por la pinta o por sus antecedentes. Los registran con las manos y con un detector de metal. Les hacen vaciar la mochila, y confiscan grabadoras de CD, teléfonos celulares, bípers y plumones (que usan en las clases de arte). Si uno está castigado por hacer pintas lo meten en un lío por tener un plumón. Es común que los hombres registren a las chavas. Un maestro me contó que un policía manoseó a una chava con el pretexto de buscar un arma en el sostén.

Según las autoridades, los registros se hacen al azar, pero los estudiantes no lo creen. Casi nunca registran a los estudiantes que están encarrilados a estudios universitarios sino a los demás, muchos de los cuales tienen expediente, están castigados o en libertad condicional. Es una violación de libertad condicional no someterse a un registro.

Sofia le preguntó a la directora, Annie Webb, cómo deciden cuáles salones van a registrar: "La directora dijo que asignan un número a cada salón y tiran los dados para ver qué número sale. Así lo hacen, supuestamente, aunque en la escuela no permiten jugar a los dados y si los tenemos, los confiscan. Pregunté eso porque siempre escogían a la misma maestra, como que registraban su salón todos los días. La directora nos dijo que algunos maestras tienen mala suerte. Chin, ¿a poco tiene tan mala suerte? Pero la directora y sus asistentes, ¡cómo chachareaban sobre eso de los dados!; nos dijeron que es como el póquer, que depende de la suerte y podrían escoger a una maestra hasta tres veces al día. Y al día siguiente podría salir igual. ¿A poco? Es obvio que a ciertos maestros los tienen fichados".

Resistencia

Algunos chavos piensan que si registraran a todo mundo, estaría bien porque sería "justo". Pero Dee les dice que eso no es para el bien de los estudiantes sino para criminalizarlos, y por eso ella y muchos otros estudiantes quieren oponer resistencia.

"Una maestra nos ayudó", dijo Dee. "Nos informó de nuestros derechos y todos nos pusimos de acuerdo. Cuando la directora y los guardias llegaron al salón, la maestra les dijo que no permitía que nos registrara. Se la llevaron, pero nos instó a aferrarnos a nuestros ideales y hacer lo que debíamos hacer. Opusimos resistencia. Algunos nos salimos del salón y otros nos quedamos, pero no permitimos que nos registraran. Como no notificaron a nuestros padres, los registros eran ilegales y si querían arrestarnos por no someternos a un registro, primero tendrían que notificar a nuestros padres. Siempre andan violando nuestros derechos y nosotros fuimos los primeros que no nos dejamos".

A los chavos muchas veces les parece que todo mundo está en su contra y que el mundo se les viene encima, sobre todo en una escuela como Locke. A veces tienen la suerte de conocer a un maestro o maestra que se preocupa por ellos, los defiende, les tiene confianza y respeto, y que realmente los quiere. Eso no es tan común; así que cuando encuentran a alguien así, es natural que lo quieran y lo defiendan.

Ami Motevalli es una maestra así. Lleva dos años dando clases de arte en Locke. Tiene lazos de amistad muy profundos con los estudiantes, quienes quieren protegerla y defenderla porque siempre han contado con ella, sobre todo en la lucha contra las autoridades. Se opuso a los registros; no permitió que las autoridades registraran a los estudiantes de su salón, habló con ellos del problema y los informó de sus derechos.

Ami Motevalli ha alzado la voz en medio de la situación degradante de la escuela. Ha luchado por libros y útiles para los estudiantes. La brutalidad contra los estudiantes la ha afectado mucho. Cuenta que legiones de policías merodean por la escuela. Las autoridades dicen que los policías son del distrito y no del LAPD, pero ella y muchos estudiantes dicen que no es cierto. La maestra ha visto que arrestan a chavos y abren un expediente por usar el pase de autobús de un compañero. En una ocasión, la policía se quedó de brazos cruzados cuando unos hombres golpearon a un estudiante de 15 años con una pistola; le dieron convulsiones y los agresores salieron de la escuela. Entonces la policía fue a arrestar al estudiante cuando lo subían a la ambulancia. La maestra también ha visto que usan fuerza excesiva contra los estudiantes.

Ami Motevalli ha protestado constantemente contra esos atropellos y ha cuestionado a las autoridades escolares y la policía. Por eso, tiene muchas razones para sospechar que la han fichado y que registran su salón constantemente a propósito: "La primera vez que todo el equipo —guardias, decanos, dos policías (un total de ocho personas)— llegó al salón para hacer un registro, los estudiantes se espantaron. Les dije que no era posible en ese momento porque estábamos en medio de un proyecto. Dijeron que tenían que hacerlo y yo dije que no lo podía permitir. Les dije que me parecía que los registros violaban las garantías constitucionales. Lo pensaron un rato y se salieron. Después recibí una carta de reprimenda de la directora; dijo que tenía que aceptar el registro, que era una medida de la escuela y que iba a reunirse conmigo. Al día siguiente, llegó al salón, me jaló las orejas y me advirtió que tenía que obedecer. Le dije que no lo iba a hacer y respondió que no tenía alternativa, que mi opinión no contaba.

"Jamás he permitido un registro. Al principio cuando se dirigían hacia el salón los chavos que estaban de pinta me avisaban (me hacían ese favor porque me admiraban por defender a uno de sus cuates) y salíamos todo el grupo a la biblioteca o afuera para dibujar o lo que fuera. Así lo evité por un rato.

"Pero un día llegaron durante la segunda clase. Abrí la puerta y el corazón me empezó a palpitar. Estaba bien asustada porque sabía que iba a desobedecer, no iba a permitirlo. Los estudiantes no lo querían, habíamos platicado mucho de eso. Después mucha gente dijo que habría sido mejor quedarme callada y dejar que los estudiantes desobedecieran la orden. Pero muchos no podían porque estaban en libertad condicional y tenían que someterse al registro. O sea, las dos terceras partes de la clase estaban en esa situación y me habían dicho que su vida ya no les pertenecía porque estaban en libertad condicional; su tiempo no les pertenecía ni el propio cuerpo porque las autoridades les decían qué hacer todo el tiempo y hasta los tocaban cuando les daba la gana.

"Eso me afectó mucho, sobre todo cuando una chava muy fuerte, muy `macha’, soltó las lágrimas un día después de que sus compañeros salieron del salón. Se apoyó en mí y lloró porque ya no aguantaba más vivir todo el tiempo bajo sospecha. Por todo eso, tomé la decisión de impedir los registros. Cuando tenía su edad se vivía una xenofobia contra los árabes, nos pintaban de terroristas y todo el rollo; la policía llegaba a mi salón, me señalaba y me registraba. Así que ni modo que iba a permitir que hicieran lo mismo con mis estudiantes.

"Así que cuando llegaron al salón, dije que no lo podía permitir. Estaba nerviosa y caminaba de aquí para allá, repitiendo que no lo iba a permitir. El decano, que también es el entrenador del equipo de fútbol, estaba a cargo, pero me fijé que había dos policías afuera. Él insistía e insistía. Llamó a la directora y llegó furiosa, temblaba de la furia. Dijo que sin duda había que hacer el registro y que fuera a su oficina. Le contesté que iba a quedarme para que no lo hicieran. Me dijeron que tenía que salir, pero no quería.

"Agarré mi bolsa y antes de salir le dije a los chavos: `Ustedes saben qué hacer’. Yo les digo eso todos los días; quiere decir manos a la obra, hay que hacer la tarea. Soy muy estricta con ellos y si no hacen la tarea les hablo a sus padres. Pero en este caso les daba a entender que tenían el pleno derecho de desobedecer la orden, de no someterse al registro. O sea, que debían decirles tranquilamente a las autoridades que tendrían que informar a sus padres antes de hacer un registro. Entonces la mitad de los chavos se salieron del salón, salieron corriendo y los policías los persiguieron. Los demás se quedaron y dijeron que no podían registrarlos sin pedir permiso a sus padres. Así que las autoridades se retiraron".

La directora recomendó que suspendieran a Ami Motevalli. La maestra apeló, pero la suspendieron de todas formas. Seguirá dando clases en Locke hasta el fin del ciclo escolar, pero han procurado aislarla de los demás maestros y de los estudiantes porque, supuestamente, es una buscapleitos. Además, le tienen un archivo muy grueso de evaluaciones "no satisfactorias". En este momento el caso de Ami Motevalli está ante un juez árbitro, pero le han advertido que es probable que no la contraten para el próximo ciclo en Locke ni en ninguna escuela del distrito, pues han retirado su nombre de la lista de maestros del distrito. Ella está luchando contra todo eso.

Por otra parte, la ACLU y unos estudiantes han demandado al LAUSD y Locke ante un tribunal federal por los registros. Alfredo, un estudiante de segundo año hijo de inmigrantes mexicanos, está comprometido a luchar por una situación mejor en la escuela y sobre todo por poner un alto a los registros y la brutalidad policial. Le pregunté qué esperaba lograr con esta lucha y por qué le parecía importante arriesgarse por ella. Pausó unos momentos, me miró con una tímida sonrisa y dijo: "Los problemas que tenemos no surgieron de la noche a la mañana. Se remontan muchos años. No es una sola cosa, no hay un problema central sino muchos problemas. Vamos a la escuela con el afán de aprender, pero nos tratan como delincuentes. Nos vigilan con cámaras. Nos hostigan. Nos criminalizan. ¡Está mal, muy mal! Es todo eso. O sea, si mejoraran los edificios y todo, ni eso ayudaría. Podríamos tener el edificio más bello del mundo, pero no tendría caso si nos siguieran tratando como delincuentes. Sería como tener un pájaro en una jaula de oro. Siempre está en la jaula; es como una prisión. Estamos luchando por muchas cosas y todas son importantes. Nos dicen que no podemos soñar, que jamás lograremos algo en la vida. Eso nos crea una situación en que es muy difícil estudiar. No nos permiten soñar; dicen que no somos seres humanos. Y eso jamás lo aceptaré".


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